El dictador Kim tiene sus razones, y todos los demás involucrados quieren hacer algo pero ninguno puede hacer nada. Un análisis diciente sobre la fragilidad actual del régimen internacional.
Vladimir Rouvinski*
Un caso especial
En el panorama de la política internacional, Corea del Norte es un caso aparte. No es fácil entender las razones para que Kim Jong-un, el joven dictador de uno de los países más pobres del mundo, esté jugando con fuego con tanta frecuencia, ni por qué la comunidad internacional parece impotente frente a lo que los medios de comunicación interpretan como una de las amenazas más urgentes para la paz y la seguridad internacionales.
Sin embargo un análisis de lo que está pasando en el noreste asiático ayuda a comprender las dificultades que están atravesando los países directamente involucrados en ese conflicto: además por supuesto de Corea del Norte, ellos son Corea del Sur, China, Japón, Estados Unidos y Rusia.
Este tipo de análisis también permite ver uno de los problemas de la política internacional actual, que el régimen norcoreano aprovecha con mucha habilidad: la incertidumbre sobre cuáles sean las reglas de juego válidas hoy en día, que sin embargo convive con la idea de un “castigo” inevitable para aquellos países que están violando un cierto manual de convivencia internacional.
Calma “chicha”
![]() Corea del Norte es el único país de las Naciones Unidas que ignora las recomendaciones y sanciones del organismo internacional. Foto: Wikimedia Commons |
La Guerra de Corea (1950- 1953) fue el primer conflicto de envergadura de los tiempos de la Guerra Fría. Del lado del Occidente, esta guerra se libró bajo el paraguas de Naciones Unidas como una de las primeras “operaciones de paz” que autorizó esta organización, cuyo mandato central es “mantener la paz y la seguridad internacionales”.
Pese a que la mayoría de los analistas ven ese papel de Naciones Unidas como uno meramente instrumental para Estados Unidos, la resolución “Unidos por la Paz” de 1950 fue explícita al indicar que se trataba de una violación grave de las reglas de convivencia internacional, lo cual sirvió para movilizar a buena parte de la comunidad internacional (incluida Colombia).
¿Por qué ahora la Organización de las Naciones Unidas y las potencias del mundo que describen los actos de Corea del Norte como amenazas para la paz y la seguridad internacionales no logran cambiar el rumbo que está tomando el líder de ese país?
En este momento sería difícil imaginar una intervención militar en territorio norcoreano.
En este momento sería difícil imaginar una intervención militar en territorio norcoreano por parte de cualquier ejército extranjero, tengan o no las tropas invasoras la bandera azul de Naciones Unidas.
- En primer lugar, a diferencia de 1950 (cuando invadió a Corea del Sur), Corea del Norte no está atacando a nadie. Aunque las pruebas nucleares y lanzamientos de misiles suelen estar acompañados por un discurso militarista y amenazante contra Estados Unidos, Corea del Sur y Japón, por ahora no se trata de una confrontación militar.
- En segundo lugar, cualquier enfrentamiento directo en esta región implicaría la pérfida de varios millones de vidas y un daño formidable a la infraestructura.
Todo indica que con sus últimos actos, Corea del Norte está perdiendo el último aliado con derecho a veto que tenía en Naciones Unidas: la República Popular China. Pero teniendo en cuenta las consecuencias de una intervención militar en la península, ninguno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad va a votar a favor de tal decisión.
Las medidas tomadas por la ONU (como las sanciones económicas) o la presión directa de Rusia y China (socios económicos de Kim) no han logrado sus objetivos. Ante esta situación, la respuesta a la pregunta “¿quién puede parar a Corea del Norte?” es: nadie.
Un reto internacional
Esta respuesta negativa lleva a dos observaciones importantes que van más allá del simple reconocimiento de los obstáculos antes mencionados:
1. El peligro de las armas nucleares norcoreanas es muy cierto. Sin embargo todavía no ha ocurrido un cambio realmente drástico en la capacidad norcoreana para atacar el territorio de Japón o de Estados Unidos desde Pyongyang.
Desde la perspectiva militar, cualquier intento coreano de atacar utilizando misiles como el que lanzó hace poco se puede derrotar muy fácilmente: la ventaja tecnológica de Estados Unidos, Japón y Corea del Sur sigue siendo muy alta. Y tanto que en esta ocasión bastó con ubicar tres complejos antimisiles estadounidenses al sur del Paralelo 38.
Pero en caso de que el equilibrio de poder no sea percibido de la misma forma, el grado de respuesta de Estados Unidos y sus aliados sería distinto.
2. Para la comunidad internacional, lo “reprensible” de Corea del Norte no son tanto sus avances nucleares (por lo menos por ahora), sino que sea prácticamente el único país del mundo que, pese a ser miembro de la ONU, ignora por completo la opinión del resto de países y viola los principios que sustentan el orden mundial desde el final de la Segunda Guerra.
Y lo hace porque el líder de Corea del Norte es consciente de las diferencias que cada día parecen separar más a los grandes actores del sistema internacional. En este sentido el escenario en la península coreana es muy distinto de lo que pasaba, por ejemplo, con Irán. En el caso de Teherán, la crisis causada por su programa nuclear desembocó en el acuerdo entre todos los involucrados (incluyendo a los rusos, los estadounidenses, los chinos y los europeos). Los líderes de Irán claramente sintieron la presión del aislamiento económico en el espacio internacional y de los costos políticos de esta situación para las elites.
En cambio, Corea del Norte ha vivido aislada del resto del mundo durante varias décadas. El régimen totalitario no muestra síntomas de debilidad interna y las dificultades que tuvo Kim Jong-un al inicio de su dictadura ya están superadas. Todo indica que el joven dictador está convencido de que lo que está ganando en fuerza dentro de su país al lanzar un misil balístico poco después de realizar una prueba de armas nucleares vale mucho más que las pérdidas en el exterior, donde de todos modos tiene poco que perder.
Un objetivo común
![]() Panorámica de Pyongyang, capital de Corea del Norte. Foto: Jen Morgan |
Si cambiamos el enfoque y preguntamos “¿quién quiere parar a Corea del Norte?”, la respuesta sería: todos.
En el caso de Corea del Norte, las recetas tradicionales no funcionan.
La falta de transparencia y la actuación poco predecible de Kim Jong-un en un área tan sensible como las armas nucleares no dejan dormir tranquilos ni a la presidente de Corea del Sur ni al presidente de Estados Unidos.
Tampoco duermen bien los líderes de los países vecinos: Rusia, China y Japón. Todos ellos están de acuerdo en que se debe parar el programa nuclear de Corea del Norte. El problema radica en que no hay un acuerdo sobre cuál debe ser la forma de actuar de la comunidad internacional en escenarios como el noreste asiático.
Es obvio que en el caso de Corea del Norte, las recetas tradicionales no funcionan. Además, algunos de los actores claves en los últimos años han violado varios principios básicos de convivencia en el espacio internacional y han perdido legitimidad para sugerir soluciones. Pero el tiempo no trabaja a favor y no se puede esperar mucho más sin tomar decisiones trascendentales.
Sin duda existe la urgencia de encontrar una solución de verdad al “callejón sin salida” del peligro nuclear de Corea del Norte. Para muchos, no se trata solo de “buenas intenciones” sino de una obligación de las potencias ante toda la comunidad internacional.
La ventaja consiste en que, a diferencia con escenarios internacionales como el de Siria, en Corea los intereses de todas las potencias coinciden. Todas ellas quieren parar, por fin, la carrera nuclear de Kim antes de que sea tarde.
* Director del Centro de Investigaciones CIES y Profesor del Departamento de Estudios Políticos de la Universidad Icesi en Cali, Colombia. Es egresado de la Universidad de Hiroshima. Su área de investigación son las relaciones entre Asia y América Latina.