La oscura nube que se ha visto cubriendo el Valle de Aburrá es solo la punta del iceberg. La contaminación del aire es el peligro ambiental más grande para la salud humana en el planeta, y Colombia no le presta atención suficiente a este problema. ¿Qué hacer?
Alejandro Álvarez*
Voces en contravía
En los últimos meses hemos presenciado grandes discusiones en torno a la calidad del aire en el Valle de Aburrá. En la mayoría de ellas, Medellín ha sido la protagonista. Pero esto no ha impedido que el problema se identifique como un asunto regional que afecta a los otros nueve municipios del Valle.
¿Por qué tanto alboroto?, ¿cuál es el problema y qué tan serio es?, ¿de dónde viene? Y antes de todo eso, ¿es verdad que el problema existe? Esta última pregunta puede parecer superflua, pero algunas voces influyentes han manifestado que no hay razones para preocuparse. Según Santiago Gómez, secretario de Gobierno de la ciudad, por ejemplo, Medellín no es una ciudad enferma ni contaminada.
Muchas otras voces, sin embargo, han reconocido que la situación es preocupante y han señalado la necesidad de enfrentarla con acciones concretas. Dentro de este grupo (conformado por otras instancias de gobierno, la autoridad ambiental, la academia y diversos sectores de la ciudadanía) pueden encontrarse muchas diferencias en su manera de valorar qué tan grave es el problema, qué tipo de soluciones se necesitan y para cuándo.
Es mejor no ocultar el asunto debajo de la alfombra hasta que reviente.
Es un coro disonante, sin duda, pero sus integrantes coinciden en que sí hay un problema de calidad de aire en Medellín y el Valle de Aburrá. Por doloroso que sea referirse a la propia patria chica como “una ciudad enferma”, es mejor no ocultar el asunto debajo de la alfombra hasta que reviente. Por eso las acciones de divulgación han sido bastante importantes.
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El problema existe
Después de dejar claro lo que ya era obvio (que el problema existe y es preocupante), se puede dar paso a la siguiente pregunta: ¿cuál es el problema y por qué tanto “alboroto”?
El Índice de Desempeño Ambiental de la Universidad de Yale (EPI, por sus siglas en inglés) del 2016 señaló en su resumen ejecutivo nueve puntos fundamentales sobre las tendencias y las prioridades del desempeño ambiental global. Los primeros dos puntos aluden a la calidad del aire: actualmente ocurren más muertes por este concepto que por la falta de salubridad del agua; y más de tres mil quinientos millones de personas (alrededor de la mitad de la población mundial) vive en naciones con calidad de aire insegura.
Poco tiempo después de aparecer este reporte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) mostró que no es la mitad de la población, sino su inmensa mayoría (nueve de cada diez personas) la que vive en lugares donde se exceden los límites de sus recomendaciones.
En este momento la contaminación del aire es el mayor riesgo ambiental para la salud en el mundo: alrededor de seis millones de muertes por año son atribuidas a la mala calidad del aire, y tres millones están asociadas con la contaminación externa (hay también contaminación interna debida a los procesos de combustión en lugares cerrados para cocinar o generar calefacción). Según información del Banco Mundial, globalmente, las causas de estas muertes por contaminación del aire son:
- Derrames cerebrales,
- Cardiopatías isquémicas,
- Cáncer de pulmón,
- EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica), y
- Enfermedades agudas respiratorias en niños.
La gravedad de la amenaza justifica entonces la preocupación que se ha venido expresando en la ciudad, y más aún si se le añade el nivel de contaminación que tenemos en el Valle de Aburrá. Según datos de la OMS en Medellín nos encontramos 2,6 veces por encima de lo recomendado por esta organización (en Itagüí, 2.9; en La Estrella, 4.4).
Se ha dicho que la información disponible sobre las muertes asociadas con la calidad del aire en el Valle de Aburrá no es exacta y se espera que pronto salgan a la luz las nuevas cifras. Pero, a pesar de esta incertidumbre, ya se habla de casi siete mil muertes en Colombia en el 2012 por esta causa.
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La particularidad del Valle y el carácter planetario
Pero el asunto no para aquí. Incluso si todos los contaminantes pudieran salir de las ciudades (del Valle de Aburrá, en este caso) de todos modos ya habríamos causado daños preocupantes. El hecho de que salgan del Valle no quiere decir que los contaminantes desaparezcan: no se los traga un hoyo negro. No he encontrado información (parece que no hay todavía) sobre los efectos de estas sustancias en los lugares a los que llegan cuando dejan el Valle de Aburrá, y por lo tanto no me detengo a hacer suposiciones sobre los efectos de ese aire en la salud de las personas que allí habitan.
Lo que sí me atrevo a señalar es que si, en un “escenario positivo” estas sustancias se dispersan y no alcanzan concentraciones tan altas para causar enfermedades, se seguirían causando daños al ambiente. La contaminación del aire no está asociada únicamente con problemas de salud, sino que afecta negativamente el funcionamiento del sistema Tierra.
Según el Centro de Resiliencia de Estocolmo, estos contaminantes modifican el balance de radiación del planeta, influyen sobre el ciclo hidrológico y se relacionan con la lluvia ácida (afectando flora y fauna), entre otras cosas. Por eso este problema (definido por los científicos como “carga de aerosoles atmosférica”) es uno de los nueve límites planetarios que se muestran a continuación.
Figura 1. Límites planetarios
En otras palabras, la contaminación del aire está directamente relacionada con uno de los nueve procesos críticos de la Tierra que no podemos estropear más si queremos que las condiciones del planeta sigan siendo favorables para la vida humana. Independientemente de que se estén concentrando o no los contaminantes en el Valle de Aburrá, se está contaminando gravemente el ambiente y se está contribuyendo a la transgresión de un límite que no se debe cruzar.
En las otras ciudades del país donde también se queman indiscriminadamente combustibles fósiles, pero donde no se ha armado aún el alboroto (porque no se cuenta con sistemas de medición o por cualquier otra razón) también están contaminando y contribuyendo a la transgresión del límite ya mencionado.
El Valle de Aburrá tiene forma de cañón y esto hace que la salida de los contaminantes sea más difícil.
Es claro que las condiciones atmosféricas y la topografía juegan papeles determinantes en el deterioro de la calidad del aire. El Valle de Aburrá tiene forma de cañón y esto hace que la salida de los contaminantes sea más difícil que en una sabana como la de Bogotá. Además, fenómenos naturales como la estabilidad atmosférica o la subsidencia del aire hacen que los contaminantes se acumulen y que su concentración aumente hasta niveles dañinos.
Los principales contaminantes
¿Cuál es entonces el núcleo del problema? Las montañas del Valle de Aburrá no aparecieron hace una semana, ni hace un par de años, ni hace algunas décadas. Y los fenómenos de estabilidad atmosférica tampoco comenzaron hace un par de semanas.
El problema no puede reducirse a una sola sustancia ni a una sola fuente.
Es cierto que hay restricciones meteorológicas a la circulación vertical y restricciones geográficas a la circulación horizontal del aire, pero el problema de fondo no es la configuración o el clima de la región: es la cantidad de contaminantes que emitimos. Ya se ha dicho repetidamente que las fuentes móviles son las principales causantes del deterioro de la calidad del aire (80 por ciento son fuentes móviles y 20 por ciento son fuentes fijas). El protagonista entre los contaminantes es el material particulado de 2,5 micrómetros, es decir, el famoso PM2,5. Sin embargo, el problema no puede reducirse a una sola sustancia ni a una sola fuente.
En el 2015 los camiones, las volquetas y las motos generaron más PM2,5 que los autos. Sin embargo, estos últimos produjeron una cantidad grandísima de contaminantes: casi tanto PM2,5 como los buses, además de que generaron grandísimas cantidades de SOx, NOx y VOC (compuestos orgánicos volátiles). Todas estas sustancias afectan la salud por sí mismas y son además precursoras de material particulado.
Tabla 1. Emisión de contaminantes criterio por categoría vehicular (Ton), año 2015
Gráfica 2. Distribución de emisiones de contaminantes criterio por categoría vehicular, año 2015
¿Qué se puede hacer?
Si no vamos a poder mover las montañas ni a impedir fenómenos de atmósfera estable o de subsidencia de aire, ¿qué se puede hacer? Las industrias de fuentes fijas tienen indudablemente su cuota de responsabilidad, pero, siendo prácticos, tenemos que reconocer la urgencia de acciones ciudadanas:
- Hay que caminar más (más aceras),
- Montar más en bicicleta (más ciclo-rutas),
- Usar más el transporte público (con buses nuevos —eléctricos o con mejor combustible—, más rutas, mejor integración),
- Optar por el teletrabajo (se necesita el apoyo de las empresas),
- Desincentivar el uso del vehículo particular (fomentar que se comparta),
- Mejorar el transporte de carga (mejoramiento de la tecnología y el combustible).
Todos somos parte de la solución y eso implica que individualmente podemos y debemos aportar algo. Pero para hacerlo se necesita que quienes tienen poder y toman las grandes decisiones se comprometan y faciliten las cosas. El nuevo Plan de Gestión Integral de la Calidad del Aire será lanzado próximamente por el Área Metropolitana del Vallé de Aburrá. Las medidas que se propondrán irán, según Sergio Sánchez (Director ejecutivo del Clean Air Institute), desde el mejoramiento de vehículos y combustibles hasta el fortalecimiento de la cultura en pro de la calidad del aire (pasando por el mejoramiento integral del transporte público y la gestión de la demanda de transporte para promover el uso de modos sostenibles). Si las medidas no son ambiciosas y claras -sobre todo en lo que a su implementación se refiere-, no se solucionará nada.
Es mejor aprender por las buenas. La crisis de calidad del aire del Valle de Aburrá y la tragedia de Mocoa son dos ejemplos recientes de cómo una mala relación con la naturaleza produce tragedias sociales y económicas enormes. Es por esto que el discurso de la sostenibilidad habla del enlazamiento inseparable entre las tres dimensiones: la social, la ecológica y la económica (viendo más allá del dinero).
La naturaleza no tiene ninguna necesidad de someterse a nuestras leyes económicas o sociales.
Una ciudad competitiva tendrá que ser sostenible y lo logrará únicamente si armoniza su agenda de ciudad con el cuidado del ambiente. La naturaleza no tiene ninguna necesidad de someterse a nuestras leyes económicas o sociales. La economía y la sociedad son las que deberán acomodarse a las leyes de la naturaleza.
* Ingeniero de Procesos de la Universidad EAFIT y Magíster en Ciencias de Sostenibilidad de la Universidad Leuphana de Luneburgo. Profesor de Ecología industrial en el Departamento de Ingeniería de Procesos, consultor y coordinador del área de Cultura ambiental del Núcleo de Formación Institucional en la Universidad EAFIT. Miembro del colectivo ciudadano La Ciudad Verde y parte del equipo coordinador de la iniciativa Ciudades Bajas en Carbono.