El TLC con Estados Unidos no es el determinante de la crisis agraria, aunque en el largo plazo puede agravar la situación si el Estado no pone los remedios: carreteras, control de los abusos del sector financiero y otros cambios de fondo.
César Ferrari*
Motivos de las protestas
Hace pocos días el país rural puso en jaque al país urbano: los campesinos, particularmente los productores de papa, cebolla, arroz, arveja y los lecheros en Boyacá, Cundinamarca y Nariño, se declararon en paro y bloquearon las principales carreteras con el fin de hacer visible su protesta.
Las protestas son motivadas por la postración del campo, por el deterioro de los ingresos campesinos y por la desatención del Estado. Como la situación se ha agravado en los últimos años, los campesinos reclamaban y siguen reclamando decisiones y políticas que mejoren su situación.
Los voceros de las protestas reiteraron ante los medios, el público y las autoridades, que los precios a los cuales podían vender sus productos eran muy inferiores a los respectivos costos de producción; es decir, una relación precios-costos desfavorable que expresa una pérdida notable de competitividad y, por lo tanto, una rentabilidad negativa en la actividad agropecuaria.
Varios son los datos que corroboraban sus reclamos:
· Según el DANE, el área agrícola en el departamento de Boyacá, uno de los más afectados por la protesta, pasó de 122,324 hectáreas en 2010, a 112,346 en 2011 y a 107,095 en 2012. Hubo una reducción de 12.4 por ciento en 3 años.
· Mientras que en el 2002 la pobreza afectaba al 45.3 por ciento de la población urbana, en las áreas rurales afectaba al 60.9 por ciento; en el 2010 se habría reducido 12.3 puntos porcentuales en las áreas urbanas y en las áreas rurales la reducción habría sido menor, de 10.6 puntos.
· Los costos de semillas, fertilizantes y fungicidas superan a los internacionales.
· Hay dificultades en las carreteras para sacar sus productos a los mercados, particularmente las vecinales que en muchos casos son prácticamente caminos de herradura.
· La escasez de crédito y los elevados costos financieros.
Foto: Edison Sánchez -Miembros del |
TLC: efectos de largo plazo
Algunos analistas argumentan además que ese deterioro es fruto de la vigencia del TLC con Estados Unidos desde mayo de 2012. Esta última razón, sin embargo, resulta poco convincente. Tanto el gobierno como los analistas, incluso quienes protestan, coinciden en señalar que el deterioro viene de tiempo atrás, de modo que atribuir al TLC la culpa de los problemas del campo no parece acertado.
Una mirada a las cifras aclara el asunto: en el 2012 la exportación de alimentos de Estados Unidos a Colombia aumentó solo 5.1 por ciento, mientras que la exportación colombiana de los mismos productos a Estados Unidos cayó 20.7 por ciento. Parecería pues que la apertura comercial resultante del TLC tuvo poco efecto sobre las exportaciones estadounidenses, por lo menos en el corto plazo.
Esto no significa que a más largo plazo el Tratado deje de producir efectos negativos adicionales sobre la rentabilidad agropecuaria:
· No habrá aranceles ni medidas para proteger al sector.
· Por las limitaciones fiscales colombianas, no habrá posibilidad de sustituir esas medidas por subsidios que compensen los enormes subsidios que sí reciben los agricultores de Estados Unidos.
· Cuando se discutió el Tratado los negociadores estadounidenses lograron eliminar el sistema de protección agropecuaria que había establecido la Comunidad Andina. Para Estados Unidos este sistema implicaba una distorsión en los precios de mercado, pero los negociadores colombianos no lograron en cambio eliminar los subsidios abultados a la producción estadounidense: la contraparte sólo accedió a incorporar plazos para la desgravación arancelaria y límites transitorios a las importaciones según los productos.
Asimetrías del TLC
Para los negociadores estadounidenses sus subsidios no representaban una distorsión de los precios (sino de los costos), como si los precios mundiales no resultaran de un equilibrio entre las demandas internacionales y los costos de una producción mundial a la cuál sus productores contribuyen en gran medida.
En Estados Unidos consideran que la eliminación de esos subsidios sólo debería darse en el contexto de una reforma en las condiciones del comercio mundial de productos agropecuarios que involucre también a europeos y japoneses, los otros grandes “subsidiadores” de sus respectivas producciones agropecuarias.
De tal modo, la apertura comercial que implica el Tratado resulta asimétrica en perjuicio de los productores colombianos y, ciertamente, no representa un ejemplo de libre comercio. Así, es claro que la situación agropecuaria colombiana podría seguir deteriorándose.
Se ha argumentado que estas asimetrías podrían evitarse y, más aún, generarse un proceso virtuoso de mejora de ingreso y productividad si se diera una sustitución de los cultivos tradicionales por productos de mayor valor agregado para la exportación, de elevada demanda, que representen nichos de mercado, sacando ventaja de la estacionalidad de su producción en Estados Unidos y Europa.
Foto: MARCHA PATRIÓTICA -ESMAD |
Lecciones del Perú
Se considera al Perú un ejemplo de este proceso virtuoso.
La nueva agricultura en los valles costeros peruanos ha logrado superar sus problemas históricos mediante la sustitución de algodón, caña de azúcar y arroz por brócoli, alcachofas, espárragos, aguacates, principalmente; lo que los ha conducido a una situación de casi pleno empleo y a un crecimiento del sector de 4 por ciento promedio anual en la última década.
Ese desarrollo agrario es una de las fuentes principales del notorio comportamiento favorable de la economía peruana en la última década. Según el Banco Mundial, entre 2000 y 2010 el PIB del Perú creció 97.2 por ciento, mientras que el colombiano 65.5 por ciento. De tal modo, a partir del 2010 el ingreso per cápita de los peruanos superó al de los colombianos: 9,428.9 dólares y 9,124.5 dólares en 2012, respectivamente.
Los valles peruanos están al nivel del mar, tienen mucha luminosidad, muchas horas de sol, climas templados todo el año y poca agua proporcionada casi en su totalidad por desviaciones de los ríos serranos logradas con las irrigaciones, canales y túneles transandinos construidos por el Estado peruano.
Dos cuestiones previas hicieron posible ese desarrollo peruano:
· La reforma agraria de la década de los años setenta, que al eliminar el latifundio en todo el país convirtió a la tierra de un factor de recreación a uno de producción.
· El desarrollo masivo del mercado de tierras desde principios de los años noventa, cuando se permitió la compra y venta de tierras de la reforma agraria, lo que las valorizó, lo cual hizo rentable su producción y mejoró el ingreso de los campesinos.
Dos cuestiones adicionales hicieron también posible el reciente desarrollo peruano:
· La expansión de la densidad de carreteras. Según el Banco Mundial, mientras que entre 2003 y 2010 Perú aumentó esa densidad de 6 a 9.7 kilómetros por cada 100 kilómetros cuadrados de tierra agrícola, Colombia la redujo de 14 a 11 (como referencia, en Estados Unidos esa densidad fue de 67 en todos esos años). No es casualidad que los campesinos colombianos protesten por la situación de las carreteras.
· La existencia de una tasa de cambio en Perú mucho más competitiva que la colombiana. Esta es particularmente importante porque es la principal variable que convierte en precios nacionales los precios internacionales, que son la referencia inevitable en la determinación de los precios de los bienes que se pueden transar internacionalmente, como los agropecuarios.
La tasa de cambio peruana resulta más competitiva que la colombiana como consecuencia, en gran medida, de una política monetaria mucho más agresiva por parte del Banco Central Peruano. Ello le permitió acumular a fin de 2012 reservas internacionales por 62,300 millones de dólares, frente a los 36,444 millones acumulados por el Banco de la República colombiano; en una economía que aún es casi el doble de la economía peruana, PIB de 202,857 millones de dólares (a precios de 2005) frente a 127,523 millones, respectivamente.
Dicha acumulación de reservas es una manera de compensar, aunque sea parcialmente, los excesos de divisas que revalúan la tasa de cambio hasta hacerla no competitiva, como en el caso colombiano. Resulta crucial identificar de dónde proviene ese exceso de divisas.
Según el Banco de la República, en 2012 la principal fuente de divisas en Colombia fue el endeudamiento de las empresas (US$ 21,688 millones), la segunda las exportaciones petroleras (US$ 21,602 millones) y la tercera la inversión extranjera directa en petróleo, hidrocarburos y minería (US$ 16,925.8 millones). La razón básica de ese endeudamiento externo masivo es el diferencial de tasas de interés: Una empresa que puede financiarse internacionalmente al 3.25% no tomaría un crédito en Colombia aunque sea a una tasa preferencial de 8.3%.
Posible solución
La solución a la crisis agraria colombiana no pasa por cuestionar el libre comercio sino por demandar su cumplimiento.
Y pasa, sobre todo, fundamentalmente por resolver las ineficiencias en los mercados de crédito que generan tasas de interés y costos financieros elevados, exceso de divisas y revaluación cambiaria. Mejor dicho, requiere nuevas políticas monetarias, cambiarias y de regulación.
Pasa también por la construcción masiva de carreteras, es decir, por el aumento del gasto público. Para ello es necesario elevar los ingresos fiscales, lo cual implica una nueva política tributaria que exija mayores contribuciones a los dueños del capital, que no pagan impuestos sobre los dividendos y muy reducidos sobre sus propiedades agrícolas.
Mejor dicho, la solución de fondo del problema agrario colombiano se encuentra más allá del sector agropecuario.
* Ph.D. en economía, profesor titular de la Pontificia Universidad Javeriana.