La orientación y el manejo de nuestras relaciones políticas y económicas con los países vecinos y el resto del mundo es o debería ser un tema central de las campañas a la Presidencia. Qué dicen y qué no dicen los candidatos.
Mauricio Jaramillo Jassir*
La coalición de centro
En el centro político hay un aparente acuerdo sobre el apego a la tradición de multilateralismo, pero también hay diferencias importantes en relación, por ejemplo, con los tratados de libre comercio.
Tal vez Sergio Fajardo es quien más ha insistido en normalizar las relaciones internacionales, aunque sin explicar cómo superaría las tensiones que deja este gobierno. Ha hablado de reestablecer las relaciones diplomáticas con Venezuela, pero sin aclarar cuál será el método para esa reactivación, considerando las enormes dificultades que hoy separan a los dos países.
Sorprende que Alejandro Gaviria no haya dedicado ninguno de los 60 puntos de su ideario a la política exterior. Esta política aparece en pequeñas dosis y en relación con Gaviria temas como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el cambio en la política de droga, la reivindicación de la igualdad de género, la defensa de la libertad o la transición energética. En general estas propuestas necesitarían de mayores precisiones.
Juan Manuel Galán ha puesto sobre la mesa propuestas más concretas sobre la modernización del servicio exterior: aumento del 20% al 50% de embajadores de carrera, requisitos más exigentes, restablecer la evaluación del desempeño de funcionarios y fortalecimiento de la academia diplomática. Como respuesta a la mala gestión del gobierno Duque, Galán propone acabar con la figura del Jefe de Gabinete que define la política exterior y le quita su función natural a la Cancillería. Aunque estas propuestas apuntan hacia la modernización de la diplomacia, no se puede suponer que basta con cambios en la burocracia para extirpar una cultura clientelista y altamente partidista en el servicio diplomático.
Jorge Enrique Robledo es un caso aparte, pues a lo largo de su extensa trayectoria como legislador ha insistido en las tesis polémicas de revistar los tratados de libre comercio y reafirmar la soberanía nacional. Aunque son coherentes y bien inintencionadas, estas propuestas despiertan dudas sobre la disposición del Estado colombiano a respetar los acuerdos ya firmados, como se vio bajo el gobierno Trump.
Robledo ha hablado de “no depender de imposiciones de otros países o de organismos multilaterales”. Esta retórica es peligrosa, pues puede abrir la puerta para desconocer los sistemas de derechos humanos de la OEA o de Naciones Unidas y llevar al distanciamiento con las instituciones internacionales.
El Pacto Histórico
Los precandidatos del Pacto Histórico comparten su adhesión al principio de no injerencia y su propuesta de acuerdos regionales en asuntos como la explotación minera.
Gustavo Petro ha insistido en el cambio de la matriz energética, prohibiendo el fracking y la minería a cielo abierto, e integrando un “frente de naciones” para desmontar el modelo extractivista. Estas propuestas, sin embargo, tienen el problema de que se plantean en términos tajantes, como un asunto de refundación y no como el proceso de transición o de pasos concretos que en la vida real exigiría ese cambio.
Las principales dudas sobre el ideario del Pacto Histórico giran en torno a su poca viabilidad y a las consecuencias que ellas podrían tener para la relación con Estados Unidos.
Francia Márquez apuesta por el diálogo en materia de minería. Su liderazgo y resistencia, que le valió el llamado “nobel ambiental” Goldman en 2018, la proyectan como una mandataria con legitimidad internacional significativa en estos temas. Ha dicho además que es partidaria de una regularización de las drogas, lo cual hace pensar en procesos similares a los de Bolivia o Uruguay, donde se regula pero no se legaliza. En relación con el gobierno Duque ha dicho que “antes de ir a establecer la democracia en Venezuela …[va] a establecer la democracia en nuestro país”.
Arelis Uriana ha defendido el principio de la no injerencia o de que cada país debe resolver sus problemas internos, pero no ha hecho otras propuestas en materia de política exterior.
Las principales dudas sobre el ideario del Pacto Histórico giran en torno a su poca viabilidad y a las consecuencias que ellas podrían tener para la relación con Estados Unidos. Todo dependería de la capacidad de negociación y el cabildeo que ejerciera un gobierno del Pacto Histórico ante el Congreso de ese país.
En relación con Venezuela, nada asegura que la relación de ese gobierno de izquierda vaya a ser fluida o que se pueda gestionar el tema migratorio. La distancia entre el progresismo colombiano y Maduro es cada vez mas amplia, como en el resto de América Latina. En este punto sería indispensable el liderazgo para involucrar a otros Estados en una negociación.
La derecha
En el “Equipo por Colombia” se destaca la insistencia en desconocer el “régimen de Maduro”. Los integrantes de esta coalición denuncian la dictadura en Venezuela o Nicaragua y el intento de interferir tramposamente en nuestras elecciones.
Comentario aparte merecen Rodolfo Hernández y Enrique Peñalosa, que arremeten contra Maduro, pero creen que no tener relaciones con Venezuela implica costos más altos y el abandono de los colombianos que viven en el país vecino.
Aunque no haga parte del Equipo por Colombia, el caso de Óscar Iván Zuluaga es elocuente. Sus ataques a Petro por la guerra en Ucrania donde alude a “una intervención rusa” en Colombia son un mensaje del alineamiento irrestricto con Estados Unidos.
Tanto David Barguil como Federico Gutiérrez han interpretado los guiños del gobierno Biden a Duque como una prueba de que ese alineamiento es la mejor opción para Colombia. Pero no han dicho nada sobre Cuba, que a pesar de su apoyo a la paz en Colombia, ha sido maltratada por el gobierno Duque. Al igual que otras candidaturas de derecha, conservadoras o tecnocráticas en América Latina, Barguil y Gutiérrez apelan a la idea de que un gobierno de izquierda significa aislamiento internacional e intromisión directa de potencias opuestas al liberalismo.
La pregunta para los candidatos que no abrirían canales diplomáticos con Venezuela es cómo modificarán el cerco diplomático, tomando en cuenta que cuando fue creado el Grupo de Lima había una hegemonía conservadora que hoy contrasta con una correlación de fuerzas en favor del progresismo. Varios gobiernos han tomado distancia y optado por dejar sola a Colombia en su cruzada caprichosa cruzada. Para la muestra Sebastián Piñera, Jair Bolsonaro y Guillermo Lasso.
Pero estas propuestas también tienen que lidiar con la ausencia evidente de resultados. El aislamiento de Venezuela ha golpeado a los más vulnerables al tiempo que el madurismo se ha atornillado en el poder.
Aunque no haga parte del Equipo por Colombia, el caso de Óscar Iván Zuluaga es elocuente. Sus ataques a Petro por la guerra en Ucrania donde alude a “una intervención rusa” en Colombia son un mensaje del alineamiento irrestricto con Estados Unidos. El Centro Democrático tiene a su favor el haber recuperado los diálogos con Washington en las postrimerías del gobierno actual, pues el encuentro eventual entre Duque y Biden despejaría los rumores sobre el mal estado de la relación.

Dos temas silenciados
El anterior conjunto de propuestas no despeja las dudas sobre algunos temas críticos de la política exterior colombiana.
No se ha hablado, en especial, sobre cómo gestionaría el nuevo presiente o presidenta el litigio con Nicaragua ante la Corte Internacional de Justicia, cuya decisión ante una de las nuevas demandas debe salir este año, así como la demanda de reconvención presentada por Colombia. ¿Se desconocerá el fallo? ¿Se negociará una frontera definitiva con Managua? ¿Habrá reconocimiento de la última reelección de Daniel Ortega?
Tampoco se sabe cómo se recompondría la relación con países como Cuba, Irán, o Rusia. En caso de que gane algún candidato de la derecha, no se sabe si también en estos casos se insistirá en una retórica que parece más propia de la Guerra Fría.
A medida que avance la campaña es de esperar que candidatas y candidatos vayan decantando sus propuestas. Seguramente el peso de la política internacional no será comparable al de temas como economía, vivienda o salud; no obstante, seguirá aumentando a medida que las consecuencias de lo que pasa en el globo se sienten en la vida cotidiana de los colombianos.