Balance de los resultados de este domingo, de sus implicaciones para la segunda vuelta, y de lo que dicen estas elecciones sobre el extraño sistema político- electoral de Colombia.
Fernando Cepeda Ulloa*
Qué pasó este 29 de mayo
En estas elecciones fueron cuatro los candidatos en contienda: Gustavo Petro, Sergio Fajardo, Federico Gutiérrez y Rodolfo Hernández (los otros dos no tenían ningún chance). Los cuatro habían sido gobernantes subnacionales (alcaldes o gobernadores).
La consulta interpartidista de marzo impuso tres de eso candidatos, y apenas uno se presentó como independiente: Rodolfo Hernández. Por eso Hernández es considerado un outsider, es decir, alguien que está por fuera del redil —aunque los otros tres podrían reclamar esta condición—.
En esta versión de las presidenciales, fue notoria una dimensión de la crisis del sistema político colombiano: los partidos (tradicionales o nuevos) no son los protagonistas. Incluso, fueron los derrotados.
En resumen, esto fue lo que ocurrió con los candidatos:
- Gustavo Petro, por fin, logró posicionar a la izquierda como una alternativa creíble. Ahora le queda la parte más difícil: llevarla a la presidencia —aun cuando es minoría ante el electorado—.
- Rodolfo Hernández es una sorpresa impresionante: su primer intento electoral a nivel nacional logró casi 6 millones de votos.
- Federico Gutiérrez, por el contrario, no logró que el establecimiento lo llevara a la segunda vuelta.
- Sergio Fajardo logró pasar el umbral que le asegura la reposición de los gastos. Además, fue ejemplo de coraje político al haber llevado con entusiasmo y optimismo su campaña a la primera vuelta. No obstante, su obsesivo antiduquismo no lo ayudó. Este es un caso muy interesante para el análisis político.
Así, la primera vuelta de estas elecciones resolvió dos interrogantes:
- ¿Alguien ganó la presidencia? Aunque era el propósito obsesivo y público de Gustavo Petro, no ocurrió así. Ningún otro candidato se propuso esa meta.
- ¿Quiénes serán los dos aspirantes que pasarán a la segunda vuelta? Gustavo Petro y Rodolfo Hernández. En esto hay ahora una sorpresa y un aumento de la incertidumbre.
La segunda vuelta
Para la segunda vuelta surgen preguntas diferentes. Ganó, finalmente, la idea del cambio, pero ¿qué tipo de cambio? ¿Cuál será la propuesta de cambio que resulte victoriosa?
La respuesta a esta pregunta es impredecible, pero vimos cómo ningún candidato se atrevió a liderar la idea del continuismo. Fenómenos mundiales como la pandemia, la inflación, el desempleo, y un futuro incierto —ahora más preocupante por la guerra de Rusia contra Ucrania— clausuraron esta opción.
No obstante, la primera vuelta nos ofrece datos para especular y alimentar el debate electoral hasta el 19 de junio. ¿Acaso éste será más sustantivo? Tal vez, pero de seguro sí es más importante porque puede mover la masa casi mayoritaria de abstencionistas.
Las encuestadoras
La encuestadora Invamer y sus financiadores acertaron al predecir que el ingeniero Hernández pasaría a la segunda vuelta.
¿Las demás empresas encuestadoras estarán sometidas a un juicio crítico para verificar el acierto de sus resultados?, ¿explicarán los cambios que ocurrieron en una semana y dejaron sin una base convincente sus datos? Según sea la respuesta, las encuestas pueden ser objeto de mayor o menor escepticismo para la segunda vuelta.
Pero la información no es clara. ¿Va ganando el antipetrismo? ¿Va ganando el antiuribismo, el antiduquismo? ¡Muy confuso lo que se dice! ¿Ganarán los que se auto califican como independientes?
Gutiérrez y Fajardo importan
En una entrevista para El Nuevo Siglo, dije que el tercero y cuarto tendrían una voz determinante para la segunda vuelta.
Recordemos: en 2018, Sergio Fajardo tuvo en sus manos la posibilidad de intervenir en el triunfo de Petro o Duque. Unos dirían que, al final, sí intervino porque se retiró del escenario y facilitó el triunfo de Duque.
Ahora que tenemos por delante una enorme incertidumbre, importa saber si el tercero y el cuarto apoyarán a algún candidato. Gutiérrez se apresuró a decantarse por Hernández; ¿será que Fajardo hace lo mismo?, ¿o se repartirán entre los dos sobrevivientes?
¿Serán endosables los votos de Fico y de Fajardo? Sí, pero ¿todos los votos? De ninguna manera, ¿la mayoría? No creo. ¿Algunos o muchos? Probablemente. Pero la gran pregunta es si, al final, esos votos harán la diferencia para definir un triunfo.
¿Habrá más votos?
No sobra decir que la votación entre la primera y la segunda vuelta suele aumentar. Anteriormente, apenas bajó en la segunda vuelta de la reelección de Santos y en la elección de Duque.
Hay, entonces, unos votos disponibles que pueden ser más numerosos que los de este domingo. La incertidumbre no quedó despejada en esta vuelta. Hay votantes habituales que esta vez se abstuvieron, y hay además una gran cantidad de ciudadanos que jamás han votado.
Por un lado, Petro logró la votación que obtuvo en la segunda vuelta en 2018, y con la cual perdió frente a Duque. ¿Podrá aumentar su votación a más de 10 millones?
Por otro lado, Hernández tendrá que hacer bastante más esfuerzo para ganar en la segunda vuelta, pues debe —casi— duplicar su votación.
En algunos momentos pienso que, por fin, vamos a tener una verdadera contienda presidencial. Tal vez algunas personas que parecen agazapadas se dejarán ver en el nuevo escenario.
¿Dos o tres vueltas?
El sistema electoral de dos vueltas ha servido en otros países para bloquear al candidato de izquierda. En Francia se utilizó para bloquear al de derecha.
No obstante, no es aconsejable destapar las cartas en dos ocasiones —dicen que esta es la tercera vuelta—, pues el candidato que se presume ganador se expone demasiado.
Es evidente que han cambiado los parámetros del juego electoral en Colombia. El caso Hernández muestra las ventajas de un candidato que se coloca por fuera de la consulta interpartidista.
En 2018, Vargas Lleras y Humberto de la Calle pagaron un precio altísimo por no ir a las consultas. La vez pasada ningún independiente jugó un papel destacado, pero esta vez pasó a la segunda vuelta.

La consulta
El mecanismo de la consulta interpartidista deberá ser revisado. Esta le dio máxima oportunidad a Petro que ya lo había ensayado, y con mucho éxito. Así mismo, fue fatalmente costoso para Sergio Fajardo y para los precandidatos de su coalición.
Es bien probable que este procedimiento se mantenga, pero requerirá un mínimo de reglas. El Equipo por Colombia hizo buen uso del procedimiento, pero eso fue muy excepcional. En la primera vuelta el equipo no funcionó, particularmente en la costa y en Bogotá.
Hernández demostró que para llegar a la Segunda Vuelta no es necesario pasar por la pila bautismal de la consulta interpartidista.
Si no se hace una gran tarea para que los partidos políticos —viejos, nuevos y de última hora—, jueguen algo del papel que se les atribuyó durante más de un siglo, la elección presidencial se convertirá en un auténtico acertijo.
Como han brillado por su ausencia, no se ve cómo transmitir una plataforma programática, o cómo lograr fidelidad de sus militantes y simpatizantes, ni cómo defender las obras de un gobierno, o cómo obtener una comparación creíble de trayectorias, de ejecutorias, de liderazgos.
No obstante algunos informes, no se vio o no se ha visto todavía la interferencia de Rusia o Venezuela o Cuba—como ocurrió en Estados Unidos y ha sucedido también en países europeos—.
Respetar los resultados
Y se espera que todos los candidatos cumplan la promesa de respetar los resultados oficiales. Si existe algún desacuerdo, o sospecha creíble, su deber es acudir a los procedimientos institucionales, como ocurrió en la semana siguiente al 13 de marzo. Entonces, transitamos del “golpe de Estado” al fraude, y, finalmente, a que se había cometido un error.
No sabemos mucho de los estrategas y asesores electorales. Que un ecuatoriano, exitoso en otras plazas; que un israelí que no conoce causas perdidas; que un buen conocedor de nuestras campañas, exitoso en lograr el triunfo para varios aspirantes a alcaldes. Que, finalmente, un americano que habría formado parte del equipo de campaña de Obama.
Y se habla mucho del papel de las redes sociales en particular, en el caso de Rodolfo Hernández. ¿Y de la influencia de los medios tradicionales, prensa, revistas, radio, televisión? ¿Y el impacto de las encuestas? ¿Ha habido manipulaciones? ¿O apenas fallas metodológicas?
Colombia tiene la oportunidad de reafirmar por lo menos dos de sus mejores fortalezas:
- la tradición democrática, vieja de más de doscientos años y que incluye su tradición electoral, no menos antigua; y
- la tradición legal (así sea muy legalista) que incluye su tradición institucional.
Cuando el presidente Obama felicitó al presidente Uribe por aceptar de manera inmediata la decisión de la Corte Constitucional que descartaba su eventual segunda reelección, me pregunté, por qué nos felicitaba si esa era nuestra tradición.
Así acató López Michelsen el fallo contra la convocatoria de una Asamblea Constitucional y así se podrían enunciar casos en cada presidencia. ¡Recordar y reiterar la importancia de esas tradiciones es reafirmar nuestra confianza en que estas fortalezas no son de papel, ni mentirosas! (Con todos sus defectos). Nos han protegido del autoritarismo, del militarismo del castrismo, del peronismo, del chavismo y otros intentos de desestabilización.
Integridad electoral
No podemos tener otras elecciones con desconfianza generalizada en la registraduría. La credibilidad del proceso electoral es indispensable para la legitimidad de nuestra Democracia. El Consejo Nacional Electoral debe ser completamente independiente, inclusive en su ubicación física, en el manejo de los recursos y en su capacidad de actuación.
La integridad electoral comprende aspectos prácticos, como la facilidad de acceder a las urnas. Por eso lo ocurrido en Bogotá en Hacienda Santa Bárbara es inaceptable. Debe haber sanciones ejemplarizantes.
Ojalá los resultados del 19 de junio sean aceptados de buen grado por los competidores, gane quien gane. Esa ha sido nuestra tradición que en esta ocasión debe resultar fortalecida.