El presidente Petro debe aumentar los impuestos a las personas de mayores ingresos, el ahorro nacional, la inversión y la competitividad de las empresas para que aumente de veras el bienestar del pueblo colombiano. ¿Será que quiere hacerlo? ¿Será que puede hacerlo?
César Ferrari*
Crecimiento lento, empleo escaso e informal
Durante varias décadas, y con contadas excepciones como la recuperación posterior a la pandemia, las economías latinoamericanas han crecido poco en comparación con las asiáticas. Según el Banco Mundial, entre 1960 y 2019, el PIB per cápita de Colombia se multiplicó 3,4 veces y el de Chile 4,2 veces, mientras que en China se multiplicó por 42,9 y en Corea del Sur por 30,8.
Además, las economías latinoamericanas han sido incapaces de generar puestos de trabajo suficientes porque se basan en sectores intensivos en capital. La explotación de minas y canteras representa casi el 60% de las exportaciones colombianas y atrae gran parte de la inversión, pero en 2019 daba empleo apenas al 0,9% de los ocupados según el DANE. Los sectores intensivos en mano de obra (agricultura, agroindustria, manufacturas, turismo, economía digital) no contratan a más personas porque atraen poca inversión y crecen poco.
Sin ocupación formal, la gente se ve obligada a crear sus propios empleos informales. De acuerdo con el DANE, a finales de 2021, el desempleo llegaba al 11,1% y el 45,5% de los ocupados eran informales. Para ese entonces había 19.6 millones de personas pobres y 15.5 de personas vulnerables que podrían caer en la pobreza ante cualquier eventualidad. Estos grupos representaban el 70,3% de la población colombiana. La ocupación formal insuficiente y sus consecuencias se traducen en una distribución del ingreso inequitativa. En 2021, el coeficiente de Gini era 0.523, uno de los peores del mundo.
Mucho consumo, poco ahorro e inversión
Para resolver esos problemas, la economía debe crecer de forma acelerada y sostenida, y con estabilidad de precios, como sucede en los países asiáticos. El crecimiento tendría que basarse en sectores intensivos en mano de obra.
Para lograrlo, habría que reducir el consumo y aumentar el ahorro y la inversión. Es una tarea difícil, pero no imposible.
Según el Banco Mundial, en 2019 el consumo en Colombia absorbió el 83,8% del ingreso nacional y en Chile, el 77,6%. En contraste, los chinos consumieron el 56% del ingreso nacional y los coreanos del sur, el 65,7%. Consecuentemente, el ahorro doméstico en China equivalió al 44% del PIB y en Corea del Sur al 34,3%. En cambio, en Colombia fue 16,2% y en Chile 22,4%.
De esa manera, China destinó a la inversión el 43,3% de su PIB y Corea del Sur el 34,3%, mientras que en Colombia se invirtió apenas el 22,3% y en Chile el 22,8% de los PIB respectivos.
Para aumentar el ahorro es necesario reducir el consumo. Y para reducir el consumo de las personas de ingresos elevados, habría que aumentar los impuestos sobre bienes y servicios suntuarios, así como los impuestos personales al patrimonio y a los dividendos que reciben como copropietarios de las empresas.
Para aumentar el ahorro del gobierno, también se necesita disminuir los egresos o aumentar los ingresos tributarios. Lo primero es casi imposible en un país donde el Estado debe cubrir tantas necesidades como Colombia. Lo primero es posible y deseable a través de los impuestos mencionados.
Elevar el ahorro de las empresas significa aumentar sus utilidades, es decir, hacer que crezcan, produzcan y vendan más. Pero si la mayor parte de las utilidades se reparte entre los accionistas en vez de retenerla en las empresas para destinarlas a la inversión, el esfuerzo será inútil.
Competitividad y energías alternativas
Una empresa es competitiva cuando el precio al que vende los bienes o servicios que ofrece supera el costo de producirlos.
En el caso de bienes y servicios importables o exportables, el precio doméstico tiene que ajustarse al precio internacional, usualmente expresado en dólares, convertido en pesos a la tasa de cambio del momento, más los impuestos de aduana (o más el subsidio, si lo hay, en el caso de las exportaciones), más el costo financiero de la operación y el costo de oportunidad de los recursos considerados.
Los costos de producción incluyen salarios, pagos por el uso de capital y por los insumos productivos ponderados por la respectiva cantidad de trabajo, capital e insumo por unidad del bien o servicio. Estos costos incluyen además el financiamiento de la operación y el costo de oportunidad de los recursos comprometidos.
Si las empresas son competitivas, dan utilidades y son rentables, y sus actividades atraen inversión. Por ser las más rentables y presentar menores riesgos, la mayor inversión en Colombia se ha orientado hacia las empresas que extraen materias primas.
Para generar empleo formal y sostenible, se necesita entonces aumentar la rentabilidad de las empresas intensivas en mano de obra y las empresas que producen energías limpias, porque el mundo está empeñado en abandonar los combustibles fósiles y cambiar la matriz energética. Es más: la invasión de Rusia a Ucrania acelerará el desarrollo de otras fuentes de energía limpia en Europa, lo cual disminuirá su dependencia del petróleo y el gas. De este modo, la demanda mundial de combustible fósiles empezará a disminuir en el futuro cercano.
Esta situación implica que Colombia deberá sustituir la producción y exportación de hidrocarburos pesados y carbón térmico por otras producciones y exportaciones, ya que ahora o en unos pocos años enfrentará una grave crisis de balanza de pagos. Dado que redireccionar la inversión y cambiar la estructura productiva lleva tiempo, este proceso debe iniciarse cuanto antes.

Política monetaria
Cambiar la estructura de rentabilidades –es decir la relación de los precios básicos (salarios, tasas de interés, tasa de cambio)– implica cambiar la política económica para aumentar la competitividad de los nuevos sectores.
Para aumentar el ahorro es necesario reducir el consumo. Y para reducir el consumo de las personas de ingresos elevados, habría que aumentar los impuestos sobre bienes y servicios suntuarios, así como los impuestos personales al patrimonio y a los dividendos que reciben como copropietarios de las empresas.
La política monetaria colombiana ha sido restrictiva porque se creía que esa era la forma de controlar la inflación:
- Según el Banco Mundial, en 1980 los medios de pago (M2) equivalían al 28,8% del PIB en Colombia, en China al 36,4% y en Corea del Sur al 31,6%.
- En 2020, el M2 de Colombia fue 50%, el de China 166,3% y el de Corea del Sur, 166,3%.
- Y sin embargo la inflación promedio anual en los periodos 1990/2000, 2000/2010 y 2010/2020 fue de 20,0%, 5.6% y 3.8% en Colombia, 7.2%, 2.1% y 2.5% en China, y 5.1%, 3.2% y 1.5% en Corea del Sur.
Estas cifras demuestran que, a pesar de su mayor expansión monetaria, los países asiáticos tuvieron inflaciones más bajas que Colombia. Y esto a su vez se debió a que la expansión monetaria no alimentó los precios domésticos sino la producción.
Políticas cambiaria, crediticia, regulatoria y fiscal
Lo anterior fue posible gracias al manejo de la tasa de cambio y las tasas de interés mediante políticas monetarias, fiscales y regulatorias adecuadas.
- Hay dos maneras de mantener una tasa de cambio devaluada y estable: (a) haciendo que el banco central compre divisas y las pague en pesos, como hacía China y /o (b) destinando parte de las divisas obtenidas por las exportaciones a un fondo de estabilización, como lo hace Noruega. El banco central de China ha acumulado reservas internacionales por 3,3 millones de millones de dólares y el Fondo de Pensiones de Noruega activos por 1,5 millones de millones de dólares.
Con mayor competitividad cambiaria, las empresas pueden genera más utilidades y, por lo tanto, efectuar más depósitos bancarios que se conviertan en más créditos con tasas de interés más bajas. Para esto sin embargo es necesario tener plena competencia entre los bancos. No obstante, según estudios del Banco de la República, los mercados de crédito colombianos, “tienen una estructura de competencia monopolística… y las modalidades de vivienda y consumo son las que más se acercan a una estructura monopolística o colusiva”.
Para cambiar esta situación se necesita una política regulatoria que estimule la competencia en los mercados, es decir, haga cumplir las condiciones de libre entrada y salida de nuevos bancos y sus clientes, y lograr precios e información transparente entre los prestamistas y los usuarios del crédito.
También se necesita aumentar la recaudación y la progresividad de los impuestos. Según la OCDE, en 2019 la recaudación tributaria en Colombia equivalía a 19,7% del PIB y el promedio en los países de la OCDE a 33,8%. A su vez, el 24,5% de los ingresos tributarios en Colombia provenía de las empresas, 6,2% de las personas naturales y 42,9% del consumo, mientras que en Dinamarca el 52,2% provenía de las personas naturales, el 6,6% de las empresas y 30,6% del consumo.
La situación colombiana cambiará si se establecen los impuestos mencionados. Además de subsanar el déficit fiscal que en 2021 equivalió a 7,1% del PIB, (83.1 billones de pesos) esto permitiría garantizar más derechos fundamentales y mayores inversiones públicas en infraestructura que las alianzas público-privadas no resuelven porque encarecen su construcción, distraen recursos de otros sectores y representan la antítesis de la economía del mercado: el riesgo lo asume el Estado y no el inversionista.