Explicación resumida de por qué y cómo llegamos a la crisis del sistema de salud y de pensiones, y de hacia dónde apuntan las reformas de Petro.
Hernando Gómez Buendía*
El presidente Petro dijo esta semana que las EPS se iban a quebrar y que los fondos de pensiones también se iban a quebrar.
El presidente tiene la razón, pero el remedio o los remedios que propone no resuelven el problema.
Para entender el complicado lío de la salud y el de pensiones en Colombia, hay que echar mano de una idea un poco menos complicada de la ciencia económica: la iniciativa privada no siempre produce resultados óptimos y la intervención del Estado no siempre produce resultados óptimos.
Por eso unos economistas hablan de fallas del mercado, otros hablan de fallas del Estado y unos pocos hablamos de fallas del mercado y del Estado. Los de izquierda, como Petro, ven las fallas del mercado, los de derecha, como los de las EPS y los fondos de pensiones, ven las fallas del Estado; los de centro somos muy conscientes de las unas y las otras.
¿Qué tiene que ver eso con el lío de salud y de pensiones en Colombia? Pues que la historia complicada del sistema de salud y la no menos complicada del sistema de pensiones es la historia de iniciativas privadas que terminan en fracasos e intervenciones del Estado que concluyen en fracasos.
Para entender el complicado lío de la salud y el de pensiones en Colombia, hay que echar mano de una idea un poco menos complicada de la ciencia económica: la iniciativa privada no siempre produce resultados óptimos y la intervención del Estado no siempre produce resultados óptimos.
He contado esas tramas complicadas en mi Historia de Colombia, pero aquí podré apenas mencionar sus hitos. En materia de salud, tuvimos siglos de medicina privada para los ricos y hospitales de caridad para los pobres: el mercado sin Estado fue incapaz de proteger a la gran mayoría de la gente. Después vinieron las cajas u hospitales para militares, jueces, petroleros, congresistas…: el Estado protegió a los trabajadores con mayor capacidad de presión, pero dejó por fuera a las grandes mayorías. Siguieron las clínicas del Instituto de Seguros Sociales, que lograron amparar al 25% de los trabajadores en el sector formal: financiación público-privada para la clase media que no llegó a las mayorías, y acabó en la quiebra.
Fue cuando vino la ley 100 de 1993 con su sopa de letras, cuando las EPS se dedicaron a afiliar masivamente (cobran lo mismo por cada asegurado), la Corte se dedicó a aumentar los beneficios, el gasto del Estado se agigantó, la inversión del país en salud saltó del 1% al 7% del PIB en 30 años… y se logró cubrir al 97% de la población: este ha sido el gran logro de Colombia.
Pero el milagro se logró a costa de la quiebra de las EPS, que pasaron de “110 a seis”, como dijo el presidente. Quebraron por malos manejos, pero ante todo porque el negocio dejó de ser rentable a medida que se agotaban los nuevos potenciales afiliados; sólo las grandes EPS que lograron hacerse o construir su propia red hospitalaria y de servicios han seguido existiendo. A costa, he de añadir, del pagar mal a sus trabajadores y hacerse menos rentables por un paquete de servicios (POS) cada vez más generoso y la falla o demora del Estado en cancelar sus facturas.
Para evitar que se quiebren las EPS que quedan, la fórmula de la exministra Corcho y la de Petro es… declararlas quebradas de una vez, y endosarle la carga al Estado: es el fantasma de otra mega burocracia con políticos a bordo que con razón teme mucha gente del común.
Pero el problema, señor presidente, es que el Estado no tiene esa plata. El problema, señores EPS y Asofondos, es que el marcado no protege a los débiles.
Una historia distinta y parecida es la de las pensiones, que primero fueron para congresistas, militares y demás, después para la clase media (con Cajanal y el ICSS), y que a partir de la Ley 100 se dividieron entre un seguro privado para los de arriba (administrado por los fondos de pensiones) y un simulacro de seguridad social o solidaria para la clase media en Colpensiones y para los “no cotizantes” que suman el 62% de las afiliaciones. Una bomba pensional gigantesca que tendrá que pagar el Estado.
La solución de Petro y su ministra son los tres pilares para las tres clases sociales, aumentando un poquito la solidaridad, pero, ante todo, aumentando el valor de las pensiones para el 80% más pobre de los colombianos.
Pero el problema, señor presidente, es que el Estado no tiene esa plata. El problema, señores EPS y Asofondos, es que el marcado no protege a los débiles.
El problema, señores colombianos, es que un mercado improductivo y un Estado rentista tarde o temprano se estrellan con sus límites.