
A causa de la pandemia, la recesión será profunda y la recuperación no llegará pronto. Estas son las razones y las cifras que lo explican.
César Ferrari*
Desempleo y déficit fiscal
La pandemia ha agravado la situación económica de Colombia y la de casi todos los países de América Latina.
Según el DANE, en mayo de 2020, Colombia alcanzó las mayores cifras de desempleo en su historia, al llegar al 21,4%. A su vez, el aumento de la desocupación ha concentrado cada vez más los ingresos.
Al caer las ventas y los ingresos de las personas y las empresas, la recaudación del impuesto a la renta y del IVA también se han reducido. Simultáneamente, el gasto del Estado ha aumentado, en parte con el propósito de auxiliar con subsidios a quienes lo necesitan. Con todo lo anterior, el déficit fiscal ha aumentado de manera notoria: según el Ministerio de Hacienda, el déficit será del 8,2% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2020.
En esas condiciones, actuando de forma sensata, el Gobierno suspendió la regla fiscal hasta 2022. Esto quiere decir que el Gobierno se permitirá alcanzar un déficit significativo en los próximos dos años para atender las consecuencias de la pandemia.
Deflación y menos exportaciones
Las caídas del ingreso han sido tan notorias que, desde febrero de 2020, el DANE ha registrado inflaciones mensuales cada vez menores, hasta alcanzar cifras negativas:
• 0,67%, en febrero;
• 0,57%, en marzo;
• 0,16%, en abril;
• -0,32%, en mayo;
• Y -0,38%, en junio.
La brusca caída del Índice de Precios del Consumidor (IPC) comenzó con la cuarentena, cuando las empresas comenzaron a desemplear a su personal. Así, parece que se acerca una trayectoria hacia la deflación, que se considera perniciosa porque induce a los productores a producir cada vez menos.
Además de lo anterior, la reducción de la producción doméstica y el ingreso, y la caída de los precios del petróleo han llevado a una disminución de las importaciones y las exportaciones.
En abril, el valor de las exportaciones mensuales cayó en un 52,3%, mientras que el de las importaciones se redujo en un 31,6%. Adicionalmente, en los primeros meses del año, el peso se depreció fuertemente respecto del dólar, pero en junio se apreció nuevamente. Esto sugiere que las importaciones cayeron más rápidamente que las exportaciones o ingresaron más dólares por endeudamiento externo del sector público.

¿Cuánto crecerá Colombia en los próximos años?
Para proyectar cómo será el comportamiento de la economía en el futuro, utilicé un modelo de equilibrio general para el país en su conjunto.
Las proyecciones indican que, en 2020, el PIB decrecerá 7,4% y los siguientes años crecerá así:
• En 2021, crecerá 0%;
• En 2022, 1,3%;
• En 2023, 3,1%;
• Y en 2024, 3,0%.
En consecuencia, es de esperar que el PIB que se alcanzó en 2019 no volverá a observarse hasta 2024.
Estas estimaciones no son muy distintas a las del Fondo Monetario Internacional (FMI), que pronostica una caída de 7,8% del PIB en este año. Más optimista, el gobierno proyecta una caída del PIB de 5,5% en 2020.
Más déficit y más desigualdad
Por otra parte, el modelo proyecta un déficit fiscal de 9.3% del PIB en 2020 y de 7.3% en 2021.
También proyecta un crecimiento notable en el índice de concentración del ingreso: el Gini pasaría de 0.52 en 2019 a 0.57 en 2020, donde 1 es la concentración total del ingreso y 0 es la igualdad total.
Además, el modelo proyecta un aumento en el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos respecto del PIB. Es decir que, en sus transacciones internacionales, Colombia gastará más de lo que le ingrese. Se estima que esta cifra pase de -7.5% en 2019 a -12.8% en 2020 y -11.1% en 2021.
Como se mencionó, lo anterior significa también que en 2021 las importaciones se recuperarán, aunque menos que las exportaciones.
Tabla 1. Proyección de la economía colombiana en los próximos cuatro años

Fuente: Elaboración propia
¿De qué depende la recuperación económica?
Con seguridad, las actividades económicas no se recuperarán de inmediato.
Todo depende de cuándo y cómo se recupere la demanda agregada, es decir:
• Los bienes de consumo que usualmente demandan las personas;
• Los bienes intermedios o insumos de producción que demandan las empresas;
• Los bienes de capital e infraestructura que demandan los inversionistas;
• Y todos los tipos de bienes que demanden el mercado internacional y el gobierno nacional.
La demanda de las personas tiene que ver con la recuperación del ingreso de los trabajadores, ya sea porque los volvieron a contratar o porque recibieron subsidios del Estado.
La recuperación de la demanda de las empresas está relacionada con la recuperación de su producción. Pero esta no se va a dar mientras no tengan demanda de los consumidores.
La recuperación de la demanda de los inversionistas depende de si lograron utilidades en el periodo anterior con las cuales realizan la inversión. Pero ese no es el caso actual, por la caída de la producción. Además, no muchos quieren invertir en este momento.
Ante la caída de las demandas internas, la demanda internacional puede ser un vehículo para compensarlas. Pero esto exige que las empresas sean competitivas en la producción de sus bienes y servicios. A su vez, esto depende de tener una tasa de cambio elevada y estable, tasas de interés y precios de servicios públicos a niveles internacionales, e infraestructura suficiente y adecuada para comunicar a los productores con los mercados internacionales.
El único componente de la demanda agregada que no depende de las otras variables económicas es la demanda del gobierno. Por eso, si las empresas no son suficientemente competitivas, la demanda pública es la única variable que puede producir una recuperación de la demanda agregada y, con ella, de la producción, del empleo, y del ingreso.

¿Cómo financiar la demanda?
Es cierto que una expansión del gasto público como la que necesitamos produciría un mayor y elevado déficit fiscal, es decir, más gasto que ingreso.
Sin embargo, la cuestión es cómo financiarlo: ¿con deuda con los bancos nacionales o internacionales? ¿Con más impuestos? ¿Con deuda con el banco central?
Adquirir deudas con los bancos nacionales es muy caro, y con los internacionales es indeseable en la medida que implica traer dólares y hacer perder competitividad cambiaria a las empresas.
Por otra parte, es deseable imponer mayores impuestos a quienes pueden pagarlos. Por ejemplo, es posible imponer un mayor impuesto sobre los dividendos, es decir, a los ingresos de los socios de las empresas. Eso contribuiría, además, a mejor la distribución del ingreso.
La otra posibilidad es endeudarse con el banco central. Esta puede ser la única alternativa disponible de inmediato. En situaciones extraordinarias, otros países lo han hecho y lo están haciendo.
Nuevas oportunidades y nuevos retos
En todo caso, las nuevas dificultades traen también nuevas oportunidades y nuevos retos.
Por ejemplo, la pandemia ha puesto en evidencia la enorme brecha digital que afecta a gran parte de la población, particularmente en las áreas rurales y urbanas periféricas. También ha obligado a las empresas a desarrollar más y mejores plataformas digitales. Por eso es necesario garantizar Internet a bajo costo, y subsidiar la adquisición de computadores para las personas que lo necesitan. También es necesario seguir estimulando el desarrollo digital, como uno de los principales sectores del futuro.
Pero uno de los cambios más importantes será sustuir de forma exitosa el petróleo y el carbón, por agricultura e industrias manufactureras. Los días de los hidrocarburos pesados y de los carbones térmicos, de costos elevados de producción y transformación están contados. El cambio climático exige cambios profundos en la economía colombiana.
Pero para desarrollar las industrias del futuro, las empresas colombianas tendrían que competitivas e internacionales, de modo que puedan llegar a nuevos y mayores mercados, particularmente en Asia. Esto es imprescindible para elevar la productividad y mejorar el bienestar de la población en forma permanente y sostenida.