La lucha por el progreso social que retrata el autor ruso Alexandr Pushkin no se limita a la Rusia del siglo XXI; sigue siendo una realidad en nuestros días.
Diego Augusto Arboleda*
¿Por qué olvidamos de dónde venimos?
Vivimos en una sociedad donde el deseo de un ascenso social a cualquier precio es una realidad que se repite con dolorosa frecuencia. En los medios somos testigos de políticos que actúan con arrogancia ante personas cuyos orígenes son muy similares a los de ellos mismos; hoy vemos cómo antiguas amistades actúan inesperadamente para encajar en un nuevo contexto laboral o económico.
Resultaría tentador juzgar estas actitudes y achacarlas a un menosprecio completo por nuestras raíces, motivado por un arribismo de origen personal. ¿Pero hemos considerado el origen más profundo de estas actitudes? ¿Hemos pensado hasta qué punto estas acciones son motivadas por un marco social determinado? Entender estas imposiciones colectivas es esencial para analizar las situaciones con más empatía.
El jefe de posta es uno de los relatos más logrados de Alexandr Pushkin (1799 – 1837). Aunque, independientemente de su distancia histórica y geográfica, el texto ofrece una descripción muy honesta de este tema.
Fue publicado en 1831 como parte del libro Los relatos de Bielkin. Tiene como protagonistas a un viejo hombre cuya ocupación es alimentar y reemplazar a los caballos de los carruajes que recorren una carretera regional, y a su hija, una joven y bella mujer, quien es motivo de admiración y deseo de parte de los ocasionales viajeros masculinos que visitan la posada.
Resultaría tentador juzgar estas actitudes y achacarlas a un menosprecio completo por nuestras raíces, motivado por un arribismo de origen personal. ¿Pero hemos considerado el origen más profundo de estas actitudes? ¿Hemos pensado hasta qué punto estas acciones son motivadas por un marco social determinado?
Ambos, en su humilde coexistencia, mantienen una vida no carente de alegrías, pero llena de necesidad; el narrador, un observador externo que visita el lugar en distintos momentos separados por varios años de distancia, es testigo de cómo una inicial cercanía entre ellos da paso a una separación cuando la hija abandona al padre tras ser seducida por un húsar que la lleva a San Petersburgo y la convierte en su amante.
Una narración dentro de la narración, además, nos descubre los infructuosos intentos de parte del padre por recuperar a su heredera, quien parece estar ya entregada a los gustos de la gran ciudad.
El contexto social de Rusia
Sin entrar en más detalles del desarrollo de la trama, se puede intuir aquí un complejo entramado social que refleja los procesos históricos de la Rusia de la época.
Tras el triunfo militar durante las Guerras Napoleónicas, la sociedad dio un salto industrial importante, reflejada en la construcción de modernas carreteras, vías ferroviarias y trazados urbanos; las condiciones materiales y sociales del campo empezaron a quedar más y más rezagadas en comparación con las de una pequeña élite urbana consolidada en Moscú y San Petersburgo.
Esto ocurrió en un marco donde la esclavitud era aún una realidad y en donde no existían opciones de estudio o especialización para millones de ciudadanos: situaciones que condujeron al aumento paulatino de una población cuyas funciones y trabajos tradicionales habían sido eliminados, y que al mismo tiempo no obtuvo opciones para forjarse un nuevo futuro en una sociedad cada vez más desigual.
Un callejón sin salida que habría de sentar las bases de un descontento social que, menos de un siglo después, habría de estallar con todo su furor en las Revoluciones de 1905 y 1917.

La decisión de la protagonista, que puede parecer egoísta a primera vista, se revela entonces como un desesperado deseo de independencia y escape a la miseria, así conllevase al abandono de la propia familia, el reposicionamiento a un papel de amante de un hombre rico y el abandono de su propia identidad.
Asimismo, el relato confronta la difícil posición de la mujer campesina en una sociedad jerarquizada y patriarcal. La emancipación feminista en los campos laborales, sociales e intelectuales aún emergía. Había pocos referentes de poder e independencia: a finales del siglo XVIII la zarina Catalina la Grande construyó instituciones de enseñanza femenina, pero solo para una élite aristocrática.
Para una joven como la del relato que hoy exploro, dichas posibilidades eran inexistentes: para conseguir un avance social, así como la posibilidad de escapar de un universo de pobreza rural, la única opción era aceptar órdenes de violencia y subyugación emocional o sexual ante hombres que ofrecieran condiciones económicas superiores en territorios urbanos.
La decisión de la protagonista, que puede parecer egoísta a primera vista, se revela entonces como un desesperado deseo de independencia y escape a la miseria, así conllevase al abandono de la propia familia, el reposicionamiento a un papel de amante de un hombre rico y el abandono de su propia identidad.
La realidad colombiana
Todo esto, lamentablemente, todavía resuena en la actualidad colombiana. Migraciones masivas del campo a la ciudad en búsqueda de mejores oportunidades, violencias contra la mujer, saltos industriales que dejan sin opciones a muchos desempleados: Pushkin, con intensa piedad, presenta a sus personajes y nos ayuda a intuir las necesidades que los llevaron a tomar tan dolorosas determinaciones.
De una manera sincera y humanista, nos permite comprender que cada una de sus acciones no son sólo el resultado de una decisión individual, sino que se causan por una perspectiva político-social aceptada y celebrada como sinónima de éxito y reconocimiento.
Como lo hice en mi clase en YouTube sobre este cuento, me pregunto: tras tantos abalorios y comodidades, ¿no se esconde una derrota moral, el egoísmo y un empobrecimiento emocional?
El devastador final, que dejo en libertad de descubrir, es también una enseñanza: el reconocimiento de la importancia de lo más sencillo, pero al mismo tiempo lo más profundo, que nos caracteriza como seres humanos. Es esa capacidad de reconocer la riqueza que existe en la empatía y el amor por quienes nos rodean, en el respeto y afecto por nuestros propios orígenes, por encima de privilegios materiales y juegos de apariencias llenos de alienación y soledad.