
Biden tendrá que recuperar la confianza de los estadounidenses y la credibilidad internacional, en un país polarizado y donde Trump sigue siendo muy popular.
Marcela Anzola*
Un interrogante obvio
La victoria de Joe Biden en las últimas elecciones de Estados Unidos dejó un interrogante obvio: ¿qué ocurrirá después de la posesión del presidente electo que tendrá lugar el próximo 20 de enero?
Además de poner en marcha su plan de gobierno y lidiar con la emergencia nacional desatada por la COVID-19, Biden tendrá que decidir qué hacer con el controvertido legado de su predecesor Donald Trump.
Si algo está claro es que Trump cuenta con el respaldo de gran parte de la población y, por ende, no desaparecerá de la escena política. De hecho, llegó a la presidencia porque logró llenar un vacío que fue ignorado durante años por los partidos tradicionales.
De manera paulatina y silenciosa, los cambios tecnológicos, económicos y sociales que han ocurrido en las últimas décadas, transformaron radicalmente las condiciones de muchos americanos blancos que solían tener una vida cómoda sin mayores sobresaltos y ahora enfrentan altos índices de desempleo, trabajos precarios, deudas de préstamos estudiantiles y tienen que competir con trabajadores extranjeros en su territorio y en el extranjero por la creciente internacionalización de las empresas americanas.
Las estrategias de Trump
Trump entendió el potencial político de esta población y decidió conquistarla a través de dos propuestas polémicas: limitar la migración mediante la construcción del infame muro en la frontera con México, y obligar a las empresas americanas a relocalizarse en Estados Unidos valiéndose de una política de ‘zanahoria y garrote’ que se tradujo en amenazas a las empresas que abandonaran el territorio americano o no se aceptaran relocalizarse en él, el relajamiento de las regulaciones ambientales y la aprobación de alivios tributarios.
Valiéndose del lema “America First”, Trump rompió relaciones comerciales con China y renegoció el TLC con México y Canadá. Además, obstaculizó el nombramiento de varios funcionarios del Órgano de Apelación de la Organización Mundial del Comercio para impedir que fueran revisadas las políticas comerciales de su gobierno.
A estas estrategias, Trump sumó otras dirigidas a conquistar votantes conservadores que cada vez encontraban menos eco en los partidos tradicionales. A causa de sus creencias religiosas, estos votantes se caracterizan por estar en contra del aborto, el uso de anticonceptivos, el matrimonio entre parejas del mismo sexo y la adopción de menores por dichas parejas. Con esto en mente, Trump se comprometió a reducir los fondos para los programas públicos que apoyaban el aborto y promovían el uso de anticonceptivos. Así mismo, prometió llenar las vacantes judiciales (incluyendo las de la Corte Suprema) con jueces de orientación conservadora. Durante su mandato, cumplió todo esto a cabalidad.
Si algo está claro es que Trump cuenta con el respaldo de gran parte de la población y, por ende, no desaparecerá de la escena política.
Gracias a estas promesas, Trump logró conquistar cerca de 74 millones de votantes. Aunque no logró otro período presidencial, es claro que tiene un futuro político prometedor dentro o fuera del partido republicano.
Trump logró dividir al partido republicano entre quienes optaron por apoyarlo en la lucha absurda de desestimar los resultados electorales y aquellos que respetan los resultados electorales. La situación es tan crítica que hay rumores de que sus seguidores podrían formar un tercer partido de extrema derecha.

La importancia del Senado
Como resultado de todo lo anterior, Biden recibirá un país profundamente dividido y su capacidad de gobierno dependerá de la composición del Senado que será decidida en las elecciones de Georgia del próximo 5 de enero.
Hasta el momento, el partido demócrata cuenta con 46 senadores y debe ganar las dos curules de Georgia para lograr el mismo número de senadores que el partido republicano. En caso de empate, la decisión estará en manos de la vicepresidenta Kamala Harris.
Biden necesita contar con la aprobación del Senado para poner en marcha sus programas más importantes, especialmente aquellos destinados a reactivar la economía. Es posible que los republicanos decidan obstaculizar este programa para ganar las próximas elecciones.
A esto hay que agregar que la Corte Suprema, el más alto tribunal y árbitro final de cualquier discusión política entre el poder ejecutivo y el legislativo, es mayoritariamente conservadora (hay 6 jueces republicanos y 3 demócratas). Sin duda, esta disparidad podría dificultar cambios políticos drásticos, como la concesión de derechos a las migrantes o la limitación efectiva del derecho a portar armas.
Por otro lado, el equipo de gobierno de Biden podría suscitar polémica, pues incluye mujeres, representantes de minorías étnicas y miembros de la población LGBTI. Es muy probable que la derecha y la extrema derecha no vean sus elecciones con buenos ojos, lo cual podría dificultar la confirmación de sus nombramientos en el Senado, y acrecentar aún más la polarización.
La credibilidad internacional
Además de superar estos retos internos, el gobierno de Biden deberá recuperar la credibilidad internacional que Estados Unidos perdió por retirarse del Acuerdo de París y por los ataques de Trump contra la Organización de Naciones Unidas (ONU), la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), a la cual acusó de ocultar información relacionada con la COVID-19. Es imperioso que Biden ratifique el apoyo de Estados Unidos a la ONU y a la OTAN, reestablezca relaciones con la OMS y vuelva a adherirse al Acuerdo de París.
Trump logró conquistar cerca de 74 millones de votantes. Aunque no logró otro período presidencial, es claro que tiene un futuro político prometedor dentro o fuera del partido republicano
Así mismo, es importante que replantee las relaciones con Corea del Norte, Irán, Irak, Arabia Saudita, China y Venezuela. Esta tarea le llevará sus cuatro años de mandato porque supone un radical cambio de enfoque, que no será nada fácil de lograr.
El restablecimiento del país como un ejemplo democrático dependerá de la forma como respondan las instituciones a los ataques que reciban. En ese sentido, las cortes hicieron un buen trabajo al rechazar las demandas presentadas por Trump y sus seguidores para desestimar los resultados de las elecciones. El Congreso deberá seguir este ejemplo para que las instituciones democráticas primen sobre los intereses partidistas.
Un cuatrienio difícil
Evidentemente, los próximos cuatro años estarán llenos de retos para el gobierno y el país en general.
El ‘fenómeno Trump’ puso en evidencia los serios problemas sociales y económicos que se ocultan tras el ‘sueño americano’. Por culpa de la desigualdad, la discriminación y la polarización, Estados Unidos ya no es la tierra de las oportunidades, donde el trabajo duro garantiza el éxito.
El nuevo gobierno deberá concentrar sus esfuerzos en recuperar la confianza de los ciudadanos en la democracia y la credibilidad internacional. Para lograrlo, es indispensable que los mandatarios lean cuidadosamente el contexto socioeconómico y se valgan de la creatividad, resiliencia y empatía.