Aunque algunos piden que se “despolitice la economía”, un análisis detallado de la inflación en Colombia muestra por qué es importante considerar esa relación.
Jorge Iván González*
Inflación y tecnocracia
Este mes, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) informó que entre junio de 2018 y junio de 2019 la inflación en Colombia fue del 3,43%, cifra que supera la meta propuesta por el Banco de la República en 3% para finales de 2019.
Desde la década de los ochenta, los análisis de la inflación en Colombia se han abstenido de considerar todas sus dimensiones, incluida la política. Se espera que este tipo de temas económicos se traten de forma “aséptica” y sin mencionar otras circunstancias de la realidad, como si se “infectaran” de política.
Otro tipo de miradas, que ven más allá de los números, se critican con el argumento de que son anti-técnicas. En su momento, el ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas pidió, con prepotencia de tecnócrata, que “no se politice la economía”. Más recientemente, el gerente del Banco de la República, Juan José Echavarría, afirmó que “la economía colombiana está estancada”, e inmediatamente se le criticó, bajo el argumento de que ese era un asunto político que no correspondía a la autoridad monetaria.
Los asuntos monetarios son esencialmente políticos la variación de los precios afecta de manera directa la calidad de vida de las personas.
Sin embargo, los asuntos monetarios son esencialmente políticos por una sencilla razón: la variación de los precios afecta de manera directa la calidad de vida de las personas. La sociedad no puede permitir que la comprensión de la naturaleza de ese bien tan preciado, que es la capacidad de compra, sea de responsabilidad exclusiva de un pequeño grupo de especialistas.
![]() Foto: Alcaldía de Bogotá |
Hay dos hechos que ilustran bastante bien las dimensiones estructural y política de la inflación. El primero es el aumento de los precios de los alimentos, y el segundo es el peso creciente que ha adquirido la vivienda en el patrón de consumo de los hogares.
Puede leer: Inflación: estamos tratando de curar la enfermedad que no era
La inflación de los alimentos
En lo corrido de este año (enero-junio), la inflación ha sido del 2,71%. La siguiente gráfica muestra la variación de los precios de los distintos componentes del Índice de Precios al Consumidor (IPC), de mayor a menor variación.
Los precios que han crecido por encima del promedio (línea punteada) han sido los alimentos (5,25%), la educación (4,66%), y las bebidas alcohólicas y el tabaco (4,41%). Entre estos, los alimentos son un elemento crucial de la inflación no solo por el alza de su precio sino, sobre todo, porque se trata del principal bien básico.
El aumento de la inflación de alimentos tiene causas estructurales: (1) el deterioro de la balanza en cuenta corriente y (2) el notable aumento de las importaciones de alimentos:
- Por el pésimo manejo de las bonanzas del petróleo y de la minería, el déficit en la cuenta corriente se agudizó. En efecto, entre 2010 y 2015 el déficit externo creció, y pasó de -3,1% del PIB a -6,3%. En contra de lo esperado, el déficit en la cuenta corriente se acentuó a medida que aumentaba el precio del petróleo. Al final de 2019, se estima que el desbalance será de -4,1% del PIB.
- En lugar de cosechar las bonanzas, y mejorar la capacidad exportadora del país, se consolidó una apertura “hacia adentro”. Hace diez años Colombia importaba cada año un millón de toneladas de alimentos básicos. Hoy, se importan 14 millones.
En suma, la inflación de alimentos es alta porque durante el período de la bonanza se destruyó la capacidad productiva del sector agropecuario, sobre todo de las pequeñas fincas. La devaluación del peso que siguió a las bonanzas encareció la importación de alimentos y eso se ha reflejado en una mayor inflación.
![]() Foto: Alcaldía de Bogotá |
Por eso, los miembros de la Junta Directiva del Banco de la República, encabezados por Juan José Echavarría y José Antonio Ocampo —quien además dirigió la Misión Rural—, tendrían que afirmar de manera contundente que el mejor antídoto contra la inflación es recuperar la producción nacional de alimentos básicos.
Y detrás de la inflación de alimentos subyace un asunto político: la concentración de la propiedad de la tierra. Los datos del Censo Nacional Agropecuario del 2014 son alarmantes: el 70,8% de los productores están vinculados a fincas menores de cinco hectáreas, que ocupan el 3,1% del área censada. Y en las fincas de más de 1.000 hectáreas se ubican el 0,2% de los productores, y ocupan el 59,5% del área censada.
El coeficiente de Gini resultante —que mide la desigualdad de 0 a 1, en donde 1 representa la perfecta desigualdad— es de 0,93. Y si las pequeñas fincas son las que producen los alimentos básicos, la concentración de la tierra, que va en contra de la productividad, tiene un claro impacto sobre la inflación.
Sin necesidad de entrar en detalles, los cambios en los precios de la educación y de las bebidas alcohólicas también están condicionados por factores estructurales y políticos.
Lea en Razón Pública: El dilema del Banco de la República: ¿Más crecimiento económico o menos inflación?
La vivienda en el consumo de los hogares
La vivienda ha adquirido un peso cada vez más importante en la composición del gasto de los hogares. De acuerdo con la última encuesta de presupuesto realizada entre 2016 y 2017, la vivienda representa el 28,7% del gasto total de los hogares, como lo muestra la siguiente gráfica.
Estructura del gasto de los hogares (2016-2017)
Fuente Dane, Encuesta Nacional de Presupuesto 2016-2017.
Según la Encuesta Multipropósito, en Bogotá, entre 2011 y 2017 el peso de la vivienda pasó de 23,4% a 29,3%. Y la variación ha sido especialmente notoria en el caso del decil uno —los más pobres—, ya que pasó de 28,3% a 42,4%.
Este aumento tan significativo en el gasto en vivienda significa que las familias de menos recursos tienen que reducir el consumo de otros bienes (como alimentos, educación, transporte, etc.) para poder pagar la vivienda.
El mejor antídoto contra la inflación es recuperar la producción nacional de alimentos detrás de la inflación de alimentos subyace un asunto político: la concentración de la propiedad.
Y, desde luego, este es también un problema estructural y político. La tendencia de mediano plazo (diez años) muestra que el precio de la vivienda está subiendo en las principales ciudades del país. Con razón, de acuerdo con los resultados preliminares del Censo de Población, las familias tienen que vivir en las ciudades cercanas, que tienen un crecimiento superior al de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla.
Puede leer: Alerta por el aumento de la pobreza.
Las variables monetarias: en un lugar secundario
En el control de la inflación no se puede absolutizar el papel que cumplen las variables monetarias, como las tasas de interés, la cantidad de dinero o la tasa de cambio.
![]() Foto: Alcaldía de Popayán |
Como se mostró, es necesario darle más espacio al análisis de los factores estructurales y políticos. Y para ello se requiere que efectivamente haya coordinación entre las instancias del Gobierno que tienen relación con la política económica.
El artículo 4 de la Ley 31 de 1992, que reglamenta la operación de la banca central, dice que las funciones monetaria, cambiaria y crediticia se deben realizar en “coordinación con la política económica general”. Aunque esta frase se puede interpretar de maneras diversas, no hay duda de que la autoridad monetaria tiene un amplio margen para incidir en los factores estructurales que determinan las decisiones de la política económica.
*Cofundador de Razón Pública. Para ver el perfil del autor, haga clic aquí.