Una mirada al origen de Bernal y a sus antecesores en el ciclismo muestra por qué este es el logro más importante del deporte nacional hasta la fecha.
David Quitián*
Un campeón cundiboyacense
El pasado 26 de julio, el mundo vio cómo Egan Bernal, flaquito y con cara de asustado, se llevó las manos al rostro y se echó a llorar ante la posibilidad de ganar el Tour de Francia. La escena sorprendió al periodista francés que lo entrevistaba para la televisión. Y mientras tanto, millones de aficionados en el mundo acompañaron ese llanto.
El llanto de Bernal tuvo muchos significados: fue un llanto de desahogo ante la presión y el sacrificio, de desconcierto frente al asedio mediático, de júbilo por la alegría de los suyos, y de humildad ante su propia hazaña.
A su vez, ese gesto habla mucho acerca de su origen: el primer latinoamericano en proclamarse rey del pedal en los Campos Elíseos es cundiboyacense. Ese dato no es trivial, si se tiene en cuenta la gran cantidad de campeones que han salido de esa meseta andina, comenzando por el primer campeón de la Vuelta a Colombia, Efraín el “Zipa” Forero.
Pobreza, topografía y cultura
No se trata de una coincidencia. No es por obra del azar, ni por “generación espontánea” como surgen ciclistas en las montañas colombianas. La pobreza, la topografía y la cultura de esta región son el molde de los “escarabajos”.
El ciclismo nunca fue un deporte de las élites: los primeros pedalistas fueron mensajeros, jardineros y campesinos. La precariedad económica hacía que la bicicleta fuera el medio de transporte por excelencia. Con ella se iba a la escuela y al trabajo, y se hacían los mandados en la vereda vecina; sobre ella se cargaban los niños, la novia, los bultos de papa y los atados de cebolla; ella aparecía en las fotos de las primeras comuniones, las bodas y los sepelios.
Trepar la montaña con tracción de pedal sigue siendo la norma de las regiones andinas colombianas. Ese rasgo sociocultural es causa y al mismo tiempo efecto del potencial biológico de los nacidos a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar.
Las demoledoras demostraciones de Nairo Quintana en la subida al Galibier y de Egan Bernal en el ascenso al Iserán ratifican que el parecido entre los Alpes europeos y los Andes americanos disparan las posibilidades de victoria para quienes antes han domado la montaña a lomo de caballitos de acero.
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¿Naturaleza vs. laboratorio?
A diferencia de los ciclistas europeos, “fabricados” en laboratorios, los ciclistas colombianos se han entrenado “por naturaleza” en las montañas.
El triunfo de los ciclistas del otro lado del Atlántico ha estado de la mano de la optimización de técnicas de entrenamiento y la creciente sofisticación de equipos e infraestructura de las distintas escuadras.
Así, las potencias económicas se han vuelto también potencias ciclistícas. Hoy, con el triunfo de Egan Bernal, las naciones sudamericanas, en este caso Colombia —y excepcionalmente Ecuador, como sucedió con Richard Carapaz en el reciente Giro de Italia—, disputan esa hegemonía.
![]() Foto: Indeportes Antioquia |
Este triunfo convierte al país en una cantera de promesas, que serán fichadas por equipos del calendario Unión Ciclista Internacional (UCI) WorldTour, no solamente como gregarios, sino también como especialistas en el embalaje y capos de escuadra.
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En hombros de gigantes
Dados el lugar de Francia en la comunidad internacional, y la longevidad y prestigio del Tour de Francia, la victoria de Egan es el primer triunfo global del deporte colombiano.
Antes de que Bernal se pusiera el maillot amarillo en la Grande Boucle, otros deportistas colombianos habían obtenido trofeos y medallas. Pero siempre había sido en eventos multideportivos (como los Juegos Olímpicos) o en disciplinas que no tienen la categoría de globales, de modo que son menos visibles en la vitrina global.
En todo caso, no pretendo despreciar los logros previos, sino realzar el mérito del “niño maravilla”, como lo bautizó el periodismo especializado. El éxito de Egan Bernal parece prematuro por la juventud del nuevo campeón, que solo ha tenido dos predecesores más jóvenes, en los comienzos amateur del Tour, hace más de cien años.
Bernal cabalga sobre los hombros de gigantes que labraron el camino de su gesta. Su triunfo se debe tanto a sus sorprendentes cualidades físicas, como al legado recibido por todos los mentores que, desde “Cochise” Rodríguez, se atrevieron a competir en distintas pruebas europeas, especialmente en las tres grandes: el Giro de Italia, la Vuelta a España y el Tour de Francia.
Estos pioneros del ciclismo supieron resistir los codazos, insultos y burlas del pelotón europeo, que los sacaba de carretera, los enviaba a la cola del grupo y los ridiculizaba por su inexperiencia ante condiciones extrañas para personas del trópico, como los intempestivos cambios de temperatura, la nieve, los abanicos y los vientos de cola.
En esas condiciones adversas, los fundadores criollos del prestigio deportivo internacional lucharon y también triunfaron: siempre recordaremos a Lucho Herrera, con su rostro ensangrentado, y su uno-dos con Fabio Parra en el Tour de Francia de 1985, dos de los momentos más épicos de los románticos años ochenta.
En ese salón de la fama, surtido por una treintena de nombres de varias décadas, no pueden faltar Ramón Hoyos, Patrocinio Jiménez, Alfonso Flórez, Martín Ramírez, Francisco “Pacho” Rodríguez, Nelson “Cacaito” Rodríguez, “Condorito” Corredor, Rafico Acevedo, Abelardo Ríos, Reynel Montoya, Félix Cárdenas, Hernán Buenahora, “Chepe” González, Álvaro Mejía, Víctor Hugo Peña, Mauricio Soler, Néstor Mora o Santiago Botero.
Esa generación de deportistas abrió la senda de Egan Bernal, a la que él mismo se refirió cuando dijo que por fin lograba lo que tantos otros habían luchado antes que él. Todos los predecesores de Bernal contribuyeron a ese feliz resultado y hacen parte del homenaje del actual campeón, que de forma lúcida manifestó que el triunfo no era solo de él, sino de toda la gente que había trabajado en su consecución.
Así, el historial del deporte colombiano en Europa pasó de la inocencia atrevida de los setenta, al prestigio en la escalada de los años ochenta, noventa y primera década del dos mil, hasta llegar al presente con el reconocimiento global de Egan Bernal, y la participación de otros tres colombianos: Rigoberto Urán, Nairo Quintana y Sergio Luis “Checho” Henao, llamados por algunos medios “los cuatro fantásticos”.
Esa foto muestra que Colombia ya no será apenas exportadora de “pies de obra” de futbolistas, sino de “piernas de obra” de ciclistas: Egan Bernal, Nairo Quintana, Rigoberto Urán, Sergio Luis “Checho” Henao, Esteban Cháves, Fernando Gaviria y Miguel Ángel “Supermán” López.
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La era Egan
El descorche de botella de champán que acaparó los titulares y las primeras páginas de varios de los medios más leídos del mundo representa el ocaso de la era de Christopher Froome y la llegada de la era Egan Bernal.
![]() Foto: Presidencia de la República |
Los especialistas extranjeros, ajenos al chauvinismo de la prensa nacional, reconocen que este triunfo le otorga una especie de “mayoria de edad” al ciclismo colombiano y le da a nuestro país un rol protagónico en el plan internacional.
Por todo eso, la gesta de Egan —dados su origen, personalidad y representatividad— merece ser vista como una auténtica victoria del pueblo colombiano, que recuerda aquella otra, a propósito del bicentenario.
Esa victoria surge en épocas de dureza económica, escepticismo nacional y polarización política. Pero las lágrimas del campeón humilde nos enseñan que los valores de la Colombia profunda siguen vigentes y pueden ser la clave para salir del atolladero.
* Sociólogo, magister y doctor en antropología, investigador Junior Colciencias. profesor de la Fundación Universitaria Panamericana – Unipanamericana. Miembro de ACORD – Meta.
@quitiman