

La educación y la igualdad en el acceso serán aún más importantes después de la pandemia. Y esto realza el papel de un programa como Ser Pilo Paga, cuyos resultados se analizan aquí con apoyo en las cifras.
Adolfo Meisel Roca**
Ángela Granger Serrano***

Un panorama oscuro
En los últimos días se publicaron los pronósticos de la CEPAL, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional sobre las perspectivas de crecimiento, empleo y pobreza para América Latina. La caída del crecimiento económico y el aumento en la pobreza implicarán una crisis de proporciones similares o peores (para algunos países) que las de la Gran Depresión de 1929.
En el caso de Colombia, esta crisis vendrá a agravar lo problemas que el país enfrentaba desde antes de la pandemia: la pobreza, la informalidad y la desigualdad.
En materia de pobreza se habían logrado algunos avances durante última década. Según las últimas cifras del DANE, que incorporan la actualización metodológica en la medición, la pobreza multidimensional se había reducido de 27 a 17,5% entre 2012 y 2019, y la pobreza monetaria de 40,8 a 35,7% en el mismo periodo. Sin embargo, la mayor parte de los pobres pasaron a ser parte de una clase vulnerable con alto riesgo de caer nuevamente en la pobreza. Por ello, se espera, según el pronóstico de Fedesarrollo, que este año la cifra de pobreza sea de 48,7%. Un retroceso de más de una década.
Aunque aún existe incertidumbre sobre la magnitud del impacto de la pandemia y la velocidad de la recuperación, es claro que la desigualdad y la pobreza serán mucho mayores de lo que ya eran. Por eso importa repensar las soluciones de fondo a esta crisis social.
Papel de la educación
La educación sin duda ha sido uno de los canales más efectivos para promover el desarrollo económico y el avance social a lo largo de la historia (un hecho que nos confirma, por ejemplo, Thomas Piketty en su libro Capital e Ideología). Pero a pesar de ese papel crítico, la educación no recibe todavía la atención que merece en el debate político, menos aún en estos tiempos de pandemia.
En Colombia hemos logrado avances importantes hacia la universalidad de la educación básica y media, pero pocas mejoras en la calidad. En el caso de la educación superior, persisten grandes retos de cobertura y también de calidad.
Por eso se necesitan cambios de fondo en el sistema educativo para que la educación sea un arma poderosa contra la desigualdad y la persistencia de la pobreza. Enfoquémonos, a continuación, en la educación superior.
La desigualdad en el acceso a la educación de calidad limita el papel de las Universidades como promotoras de la de movilidad social
En Colombia, un trabajador con educación superior recibe en promedio 3,4 veces el ingreso de un trabajador con educación secundaria. Sin embargo, la existencia de una gran desigualdad en el acceso a la educación superior hace que esos beneficios se reduzcan a un pequeño grupo la población.
Apenas uno de cada tres bachilleres ingresa a la universidad, y los jóvenes provenientes de hogares con ingresos altos tienen una probabilidad cinco veces mayor de acceder a la educación superior que los jóvenes de hogares con menores ingresos.
Gran parte de la población está pues excluida del sistema universitario, y hay además una gran desigualdad social en el acceso. En 2019, el 59% de los estudiantes que presentaron la prueba Saber Pro en las universidades pertenecía a un hogar de estratos 3 a 6 (nivel socioeconómico medio o alto); en las universidades acreditadas de alta calidad, esta cifra elevó a 62%, y entre las diez mejores universidades ( según The Times Higher Education Latin America University Rankings), que son las que ofrecen mayores retornos salariales para sus egresados, llegó a 69%. Y esto a pesar de que el 66% de los colombianos vivían en situación de pobreza o vulnerabilidad.
Dicho de otra manera: los estudiantes de familias con mejores ingresos tienen más posibilidad de ingresar a la universidad que los de bajos ingresos y aún más de hacerlo en una universidad de excelencia. Esto debido a que la población de bajos recursos que logra obtener un cupo, lo hace sobre todo en instituciones de menor calidad y por tanto con menores posibilidades de éxito al finalizar sus estudios
Estos hechos limitan e incluso revierten la capacidad de la educación profesional para promover la movilidad intergeneracional. Una política educativa para romper los ciclos de la pobreza y la desigualdad en Colombia requiere universalidad y equidad en el acceso a educación de calidad. Ser Pilo Paga fue un paso en esta dirección.

Ser pilo paga fue una política innovadora en contra de la desigualdad
El programa Ser Pilo Paga (SPP) es la innovación en política de educación superior de mayor impacto en la Colombia del siglo XXI.
En un país con enorme desigualdad en la distribución del ingreso, la falta de igualdad de oportunidades para acceder a la educación superior de calidad es una barrera enorme a la movilidad social. Mediante un programa ambicioso de becas, SPP abrió la posibilidad de que jóvenes talentosos de los niveles socioeconómicos más bajos ingresaran a los mejores programas universitarios del país que ellos escogieran. Con esto se democratizó la educación superior, pues el aumento en la demanda de cupos hizo además que aumentara la cantidad de cupos ofrecidos por las universidades.
Las universidades privadas representaron el 66% de las instituciones elegibles. En ellas se inscribieron y se matricularon la mayoría de los estudiantes beneficiarios. Londoño, Rodríguez y Sánchez argumentan que esta preferencia no se explica por diferencias en calidad entre las instituciones sino porque los estudiantes perciben las universidades privadas como más prestigiosas y por tanto generadoras de mayor valor agregado.
El programa cambió la composición de la población estudiantil en algunas de estas universidades, aumentando su diversidad socioeconómica:
Apenas el 17% de los estudiantes que presentaron las pruebas Saber Pro en universidades privadas acreditadas en 2016 pertenecían a un hogar de bajo nivel socioeconómico; en 2019, esta cifra había aumentado a 23%
En las diez mejores universidades privadas del país, la cifra había sido 2,8% en 2016 y había aumentado a 12% en 2019, cinco años después del ingreso de la primera cohorte de pilos a las universidades. Se cuadruplicó la proporción de estudiantes de bajos ingresos en las universidades privadas de excelencia.
Como escribió Rudolf Hommes: “Ser Pilo Paga fue disruptivo y subversivo al mismo tiempo. Disruptivo porque rompe con una tradición que le niega a la élite intelectual de los pobres desarrollar todo su potencial. Y subversivo porque a través de ese programa se le está inyectando diversidad a la clase dirigente colombiana, que necesita con urgencia sangre nueva para que la dirección del país evolucione hacia una sociedad más solidaria, competitiva, dinámica y menos clasista”.
El éxito de los pilos
Esta nueva situación significó un reto para los estudiantes que debían enfrentarse al rigor académico de las mejores universidades, fuera de sus entornos socioeconómicos. También fue un reto para las universidades, pues debían lograr la adaptación de los estudiantes y evitar cualquier tipo de segregación.
La Universidad del Norte fue la institución de educación superior que recibió el mayor número de becarios del SPP, seguida por la Universidad Javeriana y la Universidad de Los Andes. Con más de 4000 jóvenes del programa SPP, la Universidad del Norte tiene información detallada sobre sus antecedentes y desempeños; por eso el estudio de este caso puede ayudar a evaluar de los resultados de programas de ese tipo.
El análisis imparcial y cuidadoso de los datos muestra que los logros académicos de los becarios del SPP en la Universidad del Norte fueron satisfactorios en las variables principales:
• Promedio de calificaciones similar al resto de estudiantes no becarios,
• Integración en los espacios académicos y extracurriculares tan buena como la de otros estudiantes,
• Tasa de deserción bastante inferior al resto de la población estudiantil (tasa esta que está debajo de los promedios nacionales), y
• Puntuación de los pilos en las pruebas Saber Pro por encima de las de sus compañeros.
Añadamos que la presencia y el esfuerzo de los “pilos” dieron más vida a las aulas, haciendo que mejoraran los promedios académicos de los demás estudiantes—como decimos los economistas, una “externalidad positiva” sorprendente—. En nuestra calidad de profesores de la Universidad del Norte, los autores de este artículo podemos dar testimonio de este hallazgo inesperado.
*Este artículo hace parte de la alianza entre Razón Pública y la Universidad del Norte. Las opiniones son responsabilidad de los autores.