Petro y su presunta adicción a las drogas | Razón Pública 2023
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Petro y su presunta adicción a las drogas

Escrito por Augusto Perez - Juliana Mejia

La denuncia de una influyente periodista saca a la luz pública un asunto delicado para el presidente, el gobierno, el periodismo, la sociedad y la manera correcta de tratar a los usuarios de sustancias psicotrópicas.

Augusto Pérez Gómez* y Juliana Mejía Trujillo**

¿Qué le pasa a Petro?

La periodista María Jimena Duzán publicó una carta al presidente Petro expresando sus serias sospechas de que el mandatario sufre de una adicción a las drogas. Según Duzán, “la única explicación” que se le ocurre para entender el comportamiento errático, mentiroso e irresponsable de Petro es que está “enfermo” a causa del consumo de sustancias.

La publicación despertó reacciones a favor y en contra, como la de la exministra de Salud Carolina Corcho, quien aseguró que como psiquiatra se habría dado cuenta de esto y lo habría expresado.

Pero las explicaciones de Duzán y de Corcho no son suficientes. El exembajador en Venezuela, Benedetti, había asegurado que él había consumido cocaína con Petro, pero eso no significa necesariamente que sea dependiente de esa sustancia. El comportamiento de Petro puede tener otras explicaciones. Puede ser adicto a algo sin que nadie se dé cuenta: el “ojímetro” es un pobre instrumento.

Más allá de esto, es evidente que al presidente le pasa algo. Su comportamiento no corresponde a la dignidad de su cargo. Sus constantes mentiras, distorsiones de la realidad y faltas de respeto por incumplimiento son indiscutibles. Pero es sobre todo lo último lo que se le reprocha, pues las mentiras y las distorsiones no son de ahora. Donald Trump mostró esos comportamientos durante toda su presidencia sin que nadie lo señalara como usuario de drogas, Trump ni siquiera toma alcohol.

la supuesta disminución tendría que ser considerada como milagrosa, teniendo en cuenta que en Colombia no existen actividades preventivas masivas por parte del Estado y que las circunstancias de zozobra social y de pobreza son un caldo de cultivo para el consumo de sustancias.

Pero decir, como dice Duzán, que “todo lo que hace un adicto está determinado por su adicción” es de un simplismo ramplón y refleja un desconocimiento total de la inmensa variedad de personas dependientes a una droga. Hay personas que son dependientes a la heroína y son perfectamente funcionales y otras que no lo son. Hay personas dependientes que no mienten jamás, ni roban a nadie, ni son cínicos, ni niegan su condición. Hay otras que sí.

Foto: Radio Nacional - En Colombia no existen datos actualizados sobre el consumo de sustancias. El último estudio menciona que el 87 % de la población había consumido alcohol en su vida.

¿Cómo distinguir una adicción?

Para saber si alguien es dependiente de las drogas se necesita mucho más que el “ojímetro”. Por ejemplo, si alguien tiene los ojos rojos no significa que está consumiendo marihuana. Puede ser que tenga una conjuntivitis. Por eso, la dependencia a las sustancias puede distinguirse a partir de tres síntomas en una lista de siete:

  1. tolerancia;
  2. síndrome de abstinencia;
  3. dedicar más tiempo y dinero del que se quiere a conseguir las sustancias, a usarlas o a recuperarse;
  4. consumir mayores cantidades o durante más tiempo de lo previsto;
  5. abandonar actividades y responsabilidades;
  6. fracasar en los intentos de detener el consumo;
  7. seguir consumiendo pese a tener conciencia de las consecuencias negativas.

Sin embargo, la única forma de tener plena certeza sobre esto es con un examen de laboratorio o con una confesión del usuario. Pero lanzar afirmaciones como las que hizo María Jimena Duzán es una conducta temeraria que puede perjudicar no solamente al señalado, sino a muchas otras personas, pues se toma el ejemplo de una figura notoria del periodismo para explicar comportamientos chocantes, inesperados o desagradables. A menos que María Jimena esté queriendo decir, como dice una amiga mexicana: “No tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas”.

Por otra parte, los indicadores antes mencionados pueden variar dependiendo de la sustancia. Quien tiene problemas de alcohol y bebe en solitario puede presentar temblor en las manos o pérdida de memoria. Pero eso también puede indicar el comienzo de un Parkinson o el resultado del envejecimiento. Los que consumen estimulantes, como cocaína o anfetaminas, se muestran locuaces, incoherentes a veces, y pueden ser agresivos y paranoicos en fases avanzadas del consumo.

El consumidor “pesado” de marihuana rara vez es agresivo, salvo en etapas de abstinencia, pero puede presentar problemas de memoria y de aprendizaje, falta de motivación y de atención. Lo más común es la mezcla de varias sustancias, especialmente con alcohol. Cuando esto ocurre, hay un deterioro general en la conducta.

La persona que llega a esta situación está enferma, pero eso no significa que consumir drogas sea una enfermedad. Uno se enferma si come demasiadas papas fritas o si toma demasiada agua, pero eso no significa que comer papas fritas o tomar agua sea una enfermedad. Nuevamente, esas posiciones simplifican un problema que tiene múltiples dimensiones y perspectivas: psicológica, social, médica, familiar, económica y legal.

¿Cuál es la situación en Colombia?

Desafortunadamente, no tenemos datos confiables. En 2019, se hizo un estudio nacional con graves errores metodológicos por parte del DANE. Los resultados indicaron que el consumo en Colombia había disminuido, cuando la tendencia mundial aumentó. Así ha sido siempre también en Colombia y en el resto de América Latina. Apenas el consumo de cigarrillo y de alcohol disminuyó. Pero la pandemia modificó esta tendencia en varios países.

Además, la supuesta disminución tendría que ser considerada como milagrosa, teniendo en cuenta que en Colombia no existen actividades preventivas masivas por parte del Estado y que las circunstancias de zozobra social y de pobreza son un caldo de cultivo para el consumo de sustancias.

Por otra parte, el precio de la marihuana, la cocaína e incluso la heroína, que muy pocos consumen, es irrisorio en comparación con otros países. De manera que tenemos todos los factores a favor de un aumento en el consumo y ninguno a favor de la prevención.

Según datos que tenemos desde hace diez años, el 87 % de la población ha consumido alcohol en su vida, el 11,5 % marihuana y el 3,2 % cocaína. Por lo demás, los tranquilizantes, el basuco y el popper apenas sobrepasan el 1 %: 1,8 %, 1,2 % y 1,2 %, respectivamente. El resto está por debajo del 1 %.

En cuanto a la población escolarizada, el último estudio tiene siete años y muestra cifras más altas que en el caso de los adultos, exceptuando el alcohol. Según el estudio, el 69,2 % ha probado el alcohol, el 11,7 % la marihuana, el 3,9 % la cocaína y el 4 % inhalantes.

Sin embargo, ambos estudios son viejos, si se considera que las cifras cambian constantemente en casi todos sus aspectos. Cambian las sustancias, los precios, quienes las consumen, las razones para hacerlo, el número de niñas consumidoras y la edad de inicio. Con estas bases no se puede pensar que se formulen políticas adecuadas para resolver el problema.

¿Qué propone el gobierno?

Las propuestas recientes del gobierno Petro no dan mucha esperanza. En todo enfoque de salud pública la prevención es siempre el eje principal, no solo en el tema de consumo de drogas sino en cualquier problema de salud. Pero en Colombia se prefiere reducir daños y llevar a cabo tratamientos que no tienen ningún soporte científico. Se habla de suspender los estudios epidemiológicos, lo cual sería un grave error. Por otra parte, las iniciativas en el campo de prevención se toman desde el Ministerio de Justicia, no desde el de Salud.

Pero decir, como dice Duzán, que “todo lo que hace un adicto está determinado por su adicción” es de un simplismo ramplón y refleja un desconocimiento total de la inmensa variedad de personas dependientes a una droga.

Ante este panorama, el abordaje del problema de las drogas no puede darse como lo plantea Duzán: sincerándose con todos. Su planteamiento nos lleva a pensar en las barreras de acceso a tratamientos de calidad, basados en evidencia y que superen el tratamiento ofrecido por un “rehabilitado” en un centro de atención que, en muchos casos, por ser ilegal no se tiene cómo ejercer control sobre él.

Además, pone de manifiesto los desafíos de la regulación de drogas porque, si su consumo podría ser un problema para el mismísimo presidente que cuenta con un séquito de personas dispuestas a “ayudarlo”, a salir de las drogas en caso de consumirlas, ¿qué podríamos esperar de cualquier joven de barrio que no cuenta ni con los mínimos para una vida digna, pero sí mayor acceso a ellas?

No podemos saber de momento si Petro tiene un problema con las drogas. Él lo niega y dice algo improbable, que su única dependencia es hacia el café de la mañana. Pero es que el café de la mañana no produce dependencia.

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2 Comentarios

ceres noviembre 13, 2023 - 8:08 pm

Esta nota es bastante idiota. De la carta de esta señora , amante de judíos, no se desprende que existe una adicción a drogas…

Responder
Clarena noviembre 15, 2023 - 3:25 pm

Bastante flojo el artículo, primero acusan a Petro de mentiroso y errático, luego hacen una comparación extraña con D. Trump y, finalmente, abordan el tema de las adicciones muy superficialmente; es decir, como que sí creen que Petro tenga una adicción, pero como que no. Esperaba más de dos PH.

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