Petro en el poder, cien días del primer gobierno de izquierda en Colombia.
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Petro en el poder, cien días del primer gobierno de izquierda en Colombia

Escrito por Daniela Garzón

Cien días de anuncios como el de la Paz Total, de discursos grandilocuentes y de un rendimiento parlamentario sobresaliente. Las peleas más duras no se han dado todavía.

Daniela Garzón*

Cien días que parecieron más

El 15 de noviembre, Gustavo Petro alcanzó los primeros cien días de su mandato: un poco más de tres meses de los que ya hay mucho por decir.

Fueron cien días frenéticos, con anuncios de todo tipo, polémicas, una correría sin par por el país para construir las bases del plan de desarrollo y dos logros importantes: una reforma tributaria que pretende recoger $20 billones para financiar el amplio programa social del “gobierno del cambio”; y la reanudación de las conversaciones con el ELN.

Lo primero que hay que señalar es que, a diferencia del gobierno saliente, a este gobierno no se le ha acabado la luna de miel. A pesar de que Petro sí ha perdido favorabilidad en estos tres meses, según Invamer, conserva un 49,7 %, cuando hace cuatro años Duque marcaba apenas 27 %. Sin embargo, preocupa que sus propuestas no reciben el mismo apoyo, como la idea de frenar las exploraciones de petróleo y gas, que es rechazada por el 54,5% de los encuestados.

Ahora que ya pasaron los días de fiesta, que se asentaron los funcionarios en sus cargos y que el gobierno toma forma, es posible hacer un balance de lo que dejan estos cien días, de los logros, los desaciertos y las preguntas que quedan para los más de tres años de mandato que tienen por delante Petro y Márquez

Los logros

El de Petro es un gobierno con narrativa, que desde el comienzo marcó un rumbo: la Paz Total. En contraste con Duque, cuya agenda estuvo perdida hasta que llegó la pandemia a Colombia, desde los primeros días Petro ha tratado de posicionar la Paz Total como la gran consigna que dirige su mandato, el objetivo macro que espera conseguir.

Asimismo, Petro logró armar un “dream team” en su gabinete que se diferencia mucho de los nombres que ocuparon los ministerios en la pasada administración. Un gabinete mucho más diverso, con representación de partidos políticos, de movimientos y causas sociales que acompañaron su candidatura y de personajes senior que tienen una trayectoria amplísima y hojas de vida impecables.

Sin duda su mayor acierto ha sido el nombramiento de José Antonio Ocampo al frente del Ministerio de Hacienda. Hoy es su ministro estrella. Ocampo se ha convertido en el bastión de la confianza del gobierno, pudo sacar adelante la tributaria con una proyección de recaudo considerable, manteniendo la no deducción de las regalías y los impuestos al sector minero-extractivo. Ni siquiera en un tema tan controversial como gravar alimentos que son altos en grasas saturadas, azúcares o sodio hubo resistencia en la opinión pública.

Ocampo también consiguió que se aprobara un presupuesto general con $14 billones más de lo que contemplaba el presupuesto radicado por Duque para el próximo año, y tiene una conversación fluida con los gremios y los inversionistas: mientras Petro crea dudas e incertidumbres en los mercados, Ocampo se muestra como un puerto seguro.

Foto: Facebook: Gustavo Petro - Algunos de los logros del gobierno Petro son la reforma tributaria, obra del Ministro de Hacienda Ocampo, y la aprobación de la Ley 418, liderada por el Ministro del Interior, Alfonso Prada.

Otro de los logros fue la aprobación de la Ley 418, que configura el piso jurídico de las negociaciones con el ELN y abre la puerta para plantear el sometimiento a la justicia tanto de los otros tres grupos armados que tienen presencia en el territorio colombiano —Clan del Golfo, Segunda Marquetalia y disidencias de Gentil Duarte— como de otras agrupaciones criminales más pequeñas. Aparte, durante la conciliación del texto pasó la aprobación del servicio social para la paz como alternativa al servicio militar obligatorio, una promesa de campaña cumplida.

El triunfo ahí lo encabeza el ministro del Interior, Alfonso Prada, y los dos alfiles que puso Petro al frente de Senado y Cámara: Roy Barreras y David Racero. Gracias a su liderazgo, los congresistas han tenido que madrugar y trasnochar para sacar adelante los proyectos de ley, se han llevado a cabo las discusiones en comisiones conjuntas y se ha avanzado en actos legislativos como el de la reforma política -que no es la más conveniente, como explica Esteban Salazar en este artículo-. No es la locomotora de Santos, pero va a tope.

Junto con ello, la reanudación de la mesa de negociación con el ELN, que se anunció para este lunes en Caracas, Venezuela, es otra buena noticia, pues esta es la última guerrilla colombiana activa. En el fracaso de la política de seguridad del gobierno anterior el ELN aumentó el número de hombres bajo su insignia y su presencia territorial, hasta casi convertirse en una guerrilla binacional.

Sin duda su mayor acierto ha sido el nombramiento de José Antonio Ocampo al frente del Ministerio de Hacienda. Hoy es su ministro estrella. Ocampo se ha convertido en el bastión de la confianza del gobierno.

Para lo anterior, ha sido clave el cambio en el enfoque de la política exterior, que ha permitido reestablecer las relaciones diplomáticas con el gobierno de Nicolás Maduro. Aunque una cercanía muy amistosa del gobierno colombiano con el chavismo puede ser criticable, de nada les sirvieron a los ciudadanos de ambos países la frontera cerrada, y las estrategias de “mano dura” y de tratar de sacar a Maduro del poder, que impulsó Duque.

También cabría contar dentro de los logros la puesta en marcha de los Diálogos Regionales Vinculantes, una forma novedosa de promover la participación ciudadana en la construcción del Plan Nacional de Desarrollo, que lo sacó de las oficinas de los “tecnócratas” y hoy lo lleva a cincuenta ciudades del país. Aunque han tenido problemas con la metodología, no es del todo claro qué significa “vinculantes” y a veces han lucido desordenados, lo cierto es que con ellos Petro confirma su intención de que su gobierno sea reconocido por estar abierto al diálogo.

Finalmente, y no menos importante, es el laboratorio de paz que se está llevando a cabo en Buenaventura. Un avance “paulatino pero positivo en materia de seguridad”, como lo califica la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), que se ha dado a través de la intención de Shottas y Espartanos, los dos grupos delictivos organizados que controlan la ciudad, de unirse a una salida negociada a los enfrentamientos.

Un cese al fuego oficializado con un partido de fútbol el 2 de octubre le ha permitido a Buenaventura tener algunas semanas de paz, en las que se pasó de quince homicidios a tres.

También cabría contar dentro de los logros la puesta en marcha de los Diálogos Regionales Vinculantes, una forma novedosa de promover la participación ciudadana en la construcción del Plan Nacional de Desarrollo.

Las fallas y los veremos

Pero no todo ha sido color de rosa. Durante estos tres meses y un poco más, no ha sido posible disminuir de manera contundente la violencia homicida que se cierne sobre los liderazgos sociales. Entre agosto y octubre Pares registró 44 asesinatos de líderes y lideresas sociales, con un pico pronunciado en octubre de 17 asesinatos.

Las masacres, por su parte, venían en aumento desde julio y en agosto fueron 16. Aunque en los dos meses siguientes las cifras disminuyeron, no han vuelto a los números de los meses anteriores a la llegada al poder de Petro. Otros delitos, como el confinamiento forzado, se han presentado con más frecuencia en departamentos como Nariño y Chocó. Pares contabiliza un aumento de la violencia armada en al menos 39 municipios de Colombia, que sigue afectando especialmente al Cauca y a Antioquia.

Por otro lado, un problema evidente ha sido la descoordinación entre el gabinete ministerial, en especial las disparidades creadas alrededor de la transición energética que aún no se resuelven. Las opiniones de Ocampo e Irene Vélez, ministra de Minas, son muy distintas sobre este tema, y aunque Petro ha reiterado en todos sus discursos internacionales la necesidad de descarbonizar la economía, la importancia de los hidrocarburos para las finanzas nacionales ha hecho que Ocampo pida prudencia y contenga las decisiones radicales de acabar con la explotación y exploración petrolera, que sigue en evaluación.

Otra falta de coordinación palpable es la de la bancada del Pacto Histórico, en la que aún no parece haber claridad de las prioridades del gobierno. Muchos de sus miembros se han dedicado a promover sus propias agendas activistas por separado e incluso repitiendo los objetos de los proyectos de ley presentados, lo que significa un desgaste innecesario de la actividad parlamentaria.

Mirando hacia otro horizonte, las altísimas expectativas creadas alrededor de la reforma agraria son quizás el gran veremos de estos tres meses de gobierno. La firma de un acuerdo para la compra de alrededor de tres millones de hectáreas de tierras con el gremio ganadero, que sin duda ha sido el más reactivo a las propuestas sobre repartición de la tierra, causó una gran sorpresa, pues siempre se ha visto el problema sobre la propiedad de la tierra como el origen de la violencia en Colombia.

Por otro lado, un problema evidente ha sido la descoordinación entre el gabinete ministerial, en especial las disparidades creadas alrededor de la transición energética que aún no se resuelven.

Con el paso de los días esas altísimas expectativas se han ido moderando, pues el número de hectáreas a comprar ha ido bajando, no se sabe de dónde saldrán los recursos para pagarlas; y después de tenerlas cuáles serán los pasos por seguir para llegar a ese deseado campo productivo que ha hecho parte de tantos discursos.

Los retos

Tres meses son realmente poco tiempo para saber si a un gobierno le irá bien o mal, pero ya es un hecho que a Colombia la gobierna una fuerza de izquierda con un alma de diálogo popular.

Por ello, el principal reto que tendrá el próximo año Gustavo Petro será el manejo macroeconómico. Con la inflación al alza, la depreciación del peso colombiano que se ha agravado considerablemente en estos tres meses —sin que haya claridad de cuánto han influido las palabras del presidente— y con una perspectiva de crecimiento realmente pequeña, Colombia va en chalupa en un mar picado.

Solo hasta el próximo año se verán los efectos de la tributaria que entrará en vigor el 1 de enero, al igual que el alza del salario mínimo, que será un escenario de negociación sumamente interesante, pues algunos de los que estuvieron del lado de los sindicatos, como la ministra de Trabajo, hoy estarán sentados como gobierno. Por ahora, tampoco hay una política clara de fomento al empleo.

Para la mayoría de las y los economistas las alzas en el salario mínimo traen efectos inflacionarios que, con el aumento del costo de vida que se ha visto este año, pueden elevar las cifras de pobreza.

Por otra parte, concretar los avances en la Paz Total, a la par, será un reto enorme. Las buenas intenciones con los alzados en armas nunca son suficientes y en el pasado se ha demostrado que estos panoramas a veces son utilizados para presionar mucho más a la población civil, para copar más terreno o aumentar las rentas obtenidas de economías ilegales. Al cese al fuego multilateral le faltan muchas definiciones, y especialmente, un compromiso de proteger la vida de los civiles.

De la misma manera, quedan por delante la presentación y el trámite de las grandes reformas que se plasmaron en el plan de gobierno: la reforma a la salud, la pensional y la laboral, que cambiarían cada uno de los sectores drásticamente, y que serán objeto de arduas discusiones, disputas con poderes económicos y sociales porque a muchos no les parecen para nada convenientes.

En otro sentido, una gran incógnita que queda de estos tres meses es el lugar de la vicepresidenta, Francia Márquez, en el “gobierno del cambio”: ha perdido protagonismo desde las elecciones, la creación del Ministerio de la Igualdad, que se le prometió desde el primer día, no ha avanzado y no parece una prioridad en la agenda legislativa.

Finalmente, cabe preguntarse por el papel que está jugando la oposición, más después de que el presidente invitara a José Félix Lafaurie a ser parte de la mesa de negociación con el ELN. El uribismo luce apagado y sin liderazgo, y en el resto de la derecha aún no se encuentra una voz cantante, por lo que incluso para Petro ha sido sorprendente la falta de resistencia que ha tenido su gobierno, ¿si querrán volver a la Casa de Nariño

*Este artículo está escrito sobre la base de los hallazgos del informe “Petro en cien días” elaborado por los investigadores de la Fundación Paz y Reconciliación. El informe completo puede explorarse en este enlace

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