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Petro y Hernández: ¿populismo o demagogia?

Escrito por Mauricio Jaramillo-Jassir
Populismo o demagogia Colombiano

Aunque coinciden en ciertos aspectos, los dos candidatos presidenciales tienen grandes diferencias en ideas y en la forma de abordar la política. Esto es lo que está en juego.

Mauricio Jaramillo Jassir*

Populismo

Colombia tendrá que escoger entre un demagogo y un populista como su próximo presidente. Aunque este dilema parece desconsolador, marca el fin de una era.

El auge de los populismos progresistas en América Latina comenzó en la década del 2000. Colombia dio un giro hacia la derecha que lo aisló de la región. Durante esa década se construyeron narrativas sobre Venezuela y el chavismo que aumentaron la popularidad de Álvaro Uribe, el principal benefactor de un nacionalismo ramplón.

Pero el hastío por fin llegó a las urnas. Vivimos una serie de levantamientos inéditos contra el gobierno de Duque y las contradicciones del sistema político y social colombiano.

La indignación se reflejó en esta paradoja: la economía colombiana crece de manera ininterrumpida desde el 2000 —con excepción de la pandemia—, pero la desigualdad sigue en aumento.

Colombia se mantiene como el segundo país más desigual de América Latina y el Caribe (la zona con mayor concentración de riqueza en el mundo) con un coeficiente de Gini de 0,53.

La élite está desconectada de las necesidades de la mayoría de los hogares pobres, que aumentaron por la pandemia. Por eso, los movimientos políticos antiestablecimiento lograron penetrar en un régimen controlado por mandatarios de los dos partidos tradicionales que, en ocasiones se camuflaban bajo nuevas denominaciones.

¿Populismo o demagogia?

Desde hace varios años, se repite que Gustavo Petro es un populista y, por ende, una amenaza para la democracia. Rodolfo Hernández llegó sorpresivamente a la segunda vuelta y ahora el país deberá escoger entre dos opciones aparentemente populistas para la presidencia.

Pero siendo estrictos, Hernández es demagogo, no populista: vive de la incorreción política, de las falacias y del uso de la retórica para convencer a los incautos. Usa frases cortas que se repiten como eslóganes en las redes sociales, donde puede darse el lujo de emitir un mensaje que no es rebatido y donde la deliberación resulta imposible.

El caso de Petro y Márquez es llamativo, porque pretenden rescatar el espíritu de la Constitución de 1991, extraviado a su juicio, en el curso de estos años. Sin duda alguna, la antítesis de lo que hicieron Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales, quienes ganaron elecciones proponiendo nuevas constituciones.

La demagogia es la manipulación mediante recursos retóricos controversiales y generalidades sin sustento. Hernández hizo evidente este comportamiento cuando hizo afirmaciones sobre las mujeres, la migración y la corrupción apoyadas respectivamente en clichés, prejuicios y falacias como que, una mayor austeridad significa efectividad en la lucha contra la corrupción. Sus seguidores dicen que son lapsus, pero la reiteración sistemática de sus declaraciones los desmiente.

Petro encarna el proyecto populista y lo acompaña un movimiento de masas definido por su partido como “pueblo” a emancipar, liberar o reivindicar. Esa es la base del populismo, el cual propone liberar a un segmento social que ha sufrido un agravio.

El pueblo del Pacto Histórico es el que Francia Márquez etiqueta como la “gente de las manos callosas”, apelando a las emociones —el recurso por excelencia del populismo—.

No siempre los populistas son demagogos. Tal es el caso de Petro y Márquez, quienes apelan a los argumentos propios de la ideología progresista antes que a las formulas simplistas o falaces. En ningún caso existe una amenaza a priori contra la democracia ni una propuesta de desinstitucionalización, como suele opinarse sobre el populismo.

El caso de Petro y Márquez es llamativo, porque pretenden rescatar el espíritu de la Constitución de 1991, extraviado a su juicio, en el curso de estos años. Sin duda alguna, la antítesis de lo que hicieron Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales, quienes ganaron elecciones proponiendo nuevas constituciones.

Populismo o demagogia Colombiano
Foto: Facebook: Gustavo Petro - En la otra orilla, el Pacto Histórico busca recordar los principios constitutivos del Nuevo Liberalismo y los Verdes para enfatizar en una compatibilidad natural con el progresismo.

¿Qué diferencias existen entre Hernández de Petro?

Aunque ambos apelen al voto de los indignados, representan proyectos distintos. De Hernández puede decirse que pertenece a la derecha por su historia de empresario exitoso, su traslado de la lógica de la gestión privada al Estado y la austeridad casi religiosa para combatir la corrupción.

Esto recuerda el neoliberalismo de los 90 de Carlos Menen, Carlos Salinas de Gortari y Alberto Fujimori, defensores de la austeridad que impusieron una tecnocracia liberal en materia económica. El dogma es ajuste fiscal y no intervención del Estado en el mercado.

Petro es todo lo contrario: insiste en la intervención selectiva y sistemática del Estado en el mercado para corregir sus imperfecciones. El Pacto Histórico piensa que las fuerzas del mercado no pueden redistribuir la evidente riqueza que se crea.

Hernández es demagogo, no populista: vive de la incorreción política, de las falacias y del uso de la retórica para convencer a los incautos. Usa frases cortas que se repiten como eslóganes en las redes sociales, donde puede darse el lujo de emitir un mensaje que no es rebatido y donde la deliberación resulta imposible.

Sumado a esto, la izquierda en Colombia pasó de la ortodoxia del marxismo a un progresismo más abierto en materia de derechos para la población LGTBIQ+, el medioambiente y los enfoques diferenciados para mujeres, afros e indígenas.

Las alianzas de Hernández en la segunda vuelta pretenden conformar una tecnocracia defensora del modelo económico liberal, simpatizante de la lógica empresarial e inspirada en las ideas de los Chicago Boys como en otros países de América Latina.

Por eso un segmento del centro identificado como antipopulista y enemistado con Petro decidió apoyarlo, pues considera que Hernández agita las banderas de la racionalidad para gestionar el Estado y corregirá sus planes ante la llegada de nuevas experticias, mas no de ideologías. No es raro que entre seguidores de Hernández se niegue la existencia de izquierda y derecha.

Por otro lado, el Pacto Histórico quiere recordar los principios del Nuevo Liberalismo y de los Verdes para mostrar la compatibilidad con el progresismo: los progresistas reconocen el peso de las ideologías, mientras que el conservatismo niega el carácter ideológico de las relaciones de poder.

Colombia cierra de esta forma su capítulo de hegemonía uribista y se encamina junto con el resto de la región a una política pendular entre progresismo y conservatismo.

El primero reivindicará el papel del Estado en la economía para redistribuir las riquezas, la necesidad de un acercamiento con los países latinoamericanos, la transición energética y la defensa de un catálogo de derechos humanos más amplios: eutanasia, matrimonio igualitario, dosis personal, etc.

El segundo reivindicará la no intervención en el mercado, un orden social que desconfía del discurso ampliado de los derechos humanos y una política exterior que se asimila con la comercial.

Son proyectos difícilmente equiparables. El peso de las alianzas será definitivo para sumar de cara a un vertiginoso balotaje y para lograr concretar fuerzas políticas durante el ‘posuribismo’.

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