Gustavo Petro: ¿comandante en jefe de las Fuerzas Militares?
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Petro: ¿comandante en jefe de las Fuerzas Militares?

Escrito por Juan Carlos Ruiz
Gustavo Petro y las fuerzas militares

¿Podría un exguerrillero ser obedecido por militares que han combatido a las guerrillas durante más de medio siglo? Un repaso de la historia, la psicología de los militares y la trayectoria de Gustavo Petro arroja mucha luz sobre el asunto.

Juan Carlos Ruiz Vásquez*

Un poder que no se puede ignorar

Gobernar pensando que los militares deben limitarse a obedecer, como afirmó hace poco el candidato presidencial Gustavo Petro, es una ingenuidad o es un eslogan de campaña que muestra falta de olfato político.

El estamento militar tiene influencia sobre las élites políticas y sociales de Colombia, conoce bien todos los rincones de la geografía nacional con sus necesidades, y estudia de manera sistemática y rigurosa las amenazas de defensa y seguridad que se producen. Además, goza de muy altos niveles de aceptación pública, como comprueban las encuestas de confianza institucional efectuadas por empresas consultoras y organizaciones internacionales.

La importancia institucional de los militares los convierte en un actor ineludible en cualquier ejercicio de gobernanza nacional.

Unas Fuerzas Militares de derecha

Repasemos algo de historia militar del continente para entender el ethos de los militares colombianos y su posición ante la eventual presidencia de una persona como Gustavo Petro.

  1. Las Fuerzas Militares de Colombia son consideradas de derecha, y a partir de la Segunda Guerra Mundial fueron educadas en la doctrina anticomunista de la seguridad nacional. La existencia de guerrillas comunistas durante más de medio siglo extremó ese carácter conservador.
  2. Estas Fuerzas Militares no han conocido expresiones de izquierda dentro de sus filas, como ocurrió en otros países del continente donde se registraron levantamientos de oficiales de izquierda y dictadores con ideas “progresistas”. Recordemos por ejemplo el levantamiento de Rumi Maqui en el Perú, el Tenentismo brasileño, el chavismo en Venezuela o el socialismo militar boliviano.
  3. Algunas fuerzas militares de América Latina fueron infiltradas por sectores de izquierda radical provenientes de partidos como el APRA del Perú, la Acción Democrática de Venezuela, el Partido Comunista brasileño o el Partido Socialista chileno. Pero esto nunca ha sucedido en Colombia.
  4. Los militares colombianos han sido deliberantes. Tradicionalmente se ha dicho que nuestra fuerza armada es constitucionalistas y respetuosa de la democracia. También se dice que nuestros militares no deliberan porque así lo dispone el artículo 219 de la Constitución y porque desde 1930 no tienen derecho al voto.

Y sin embargo, a lo largo de la historia, los militares colombianos han hecho públicos sus desacuerdos con los gobiernos de turno, liberales o conservadores. Inclusive se han producido “ruidos de sables” y algunas amenazas de golpes de Estado.

Gustavo Petro y las fuerzas militares
Foto: Facebook: Ejército Nacional de Colombia - Las relaciones entre el ejecutivo y los militares no han sido siempre un lecho de rosas. Los antagonismos se dieron generalmente cuando los militares percibieron que había concesiones a la guerrilla y que el comunismo internacional podía infiltrarse en el país.

Una historia de conflictos con los presidentes

Las relaciones tensas o distantes entre presidentes y militares no serían entonces un problema exclusivo del eventual gobierno de Petro, puesto que en más de una ocasión ellas se dieron bajo el bipartidismo tradicional. Veamos algunos ejemplos:

– Alfonso López Pumarejo tuvo muy malas relaciones con los militares, a quienes tildaba de “clase inútil”, y esto desembocó en una intentona de golpe de Estado durante su segundo gobierno en 1944. Dado que los militares habían sido formados y promovidos bajo la hegemonía conservadora, López pensaba que ellos eran enemigos de su proyecto liberal.

Las relaciones entre el ejecutivo y los militares no han sido siempre un lecho de rosas. Los antagonismos se dieron generalmente cuando los militares percibieron que había concesiones a la guerrilla y que el comunismo internacional amenazaba al país.

– Es bien conocido el episodio del presidente conservador Guillermo León Valencia con un revolver en su bolsillo cuando estaba reunido con el ministro de Guerra, el general Ruiz Novoa, a quien consideraba un oficial desleal con aspiraciones de poder, como se lo habían advertido militares leales como Revéiz Pizarro.

– Alfonso López Michelsen debió lidiar con el descontento militar encabezado por el comandante del ejército, el general Valencia Tovar, por haber nombrado sin consultarle al general Varón Valencia como ministro de Defensa. El emblemático oficial fue llamado a calificar servicios junto con otros generales con liderazgo “inconveniente”, según López.

– El presidente Belisario Betancur retiró del servicio al general Landazábal Reyes por su oposición a los diálogos con la FARC, y el presidente Virgilio Barco hizo otro tanto con su ministro, el general Samudio Molina, por iguales motivos. El débil gobierno de Ernesto Samper también destituyó al general Harold Bedoya por su oposición a la zona de despeje en la Uribe para adelantar diálogos con las FARC.

– Los recuentos periodísticos y el mismo director de la policía de la época han dado cuenta del “ruido de sables” que enfrentó el presidente Andrés Pastrana cuando quiso prorrogar la zona de distensión con las FARC ante la oposición del generalato y de su ministro de Defensa, el conservador Rodrigo Lloreda. Por ese entonces la policía se convirtió en una guardia pretoriana del mandatario, ante rumores sobre una toma cruenta por parte de miembros de las Fuerzas militares de la Casa de Huéspedes en Cartagena donde se alojaba el presidente.

– Y aún en tiempos del presidente Uribe, los comandantes militares tuvieron relaciones agrias con la ministra de Defensa Marta Lucía Ramírez por cuestiones de gastos, donaciones internacionales y contratación.

– El general Mora Rangel, miembro del equipo negociador de La Habana denuncia en un libro reciente la debilidad del gobierno Santos y sus concesiones exageradas a la guerrilla, según él, por encima de la verdad y la justicia.

Las líneas que no pueden cruzarse

En conclusión, las relaciones entre el ejecutivo y los militares no han sido siempre un lecho de rosas. Los antagonismos se dieron generalmente cuando los militares percibieron que había concesiones a la guerrilla y que el comunismo internacional amenazaba al país. La retoma del Palacio de Justicia y los rumores de conspiración de civiles y militares contra Samper siempre han sido mencionados como claros mensajes de los militares a los gobiernos civiles de turno.

La Fuerza Pública tiene problemas innegables, como la corrupción y la violación de derechos humanos. Pero una estrategia de choque contra los militares sería improductiva y además dañina.

Por eso los desencuentros pueden ser mayores con un presidente de izquierda, que encarna todos los temores tradicionales de los militares, desde el cambio en el modelo económico y social hasta una amenaza a la soberanía nacional.

Los militares han sido llamados a calificar servicios cuando han deliberado, pero aún así deliberan y tienen opiniones que manifiestan de muchas maneras cuando sienten amenazados sus intereses o la estabilidad política del país.

La relación de obediencia ciega que pretende Petro quizás sea más difícil de cumplir por su historia de antiguo guerrillero. Sería el primer presidente por fuera del sistema partidista que ha gobernado a Colombia.

Sí puede haber relaciones adecuadas

Pero Petro no sería el primer ex subversivo que asuma la presidencia de un país y que lograra entenderse con los militares sin hacer purgas o intentar refundar unas fuerzas que le fueran leales.

– El antiguo guerrillero tupamaro, Pepe Mujica, ya como presidente de Uruguay y aun ante el rumor de que pensaba revertir la amnistía para los militares responsables de violar los derechos humanos, mantuvo buenas relaciones con las fuerzas de su país e, inclusive abogó por la liberación de aquellos golpistas que llevaban muchos años en prisión. Aunque nombró a uno de sus antiguos compañeros de armas y compañero de prisión como ministro de Defensa, los militares uruguayos respetaron el orden legal.

– El pasado guerrillero de la presidenta Dilma Rousseff no le impidió mantener relaciones funcionales con los militares brasileños. El nombramiento de un antiguo canciller de izquierda como ministro de Defensa y la disminución del gasto militar produjeron malestar entre los militares, pero este no pasó a mayores.

– Los ejemplos de Nelson Mandela en Suráfrica, Robert Mugabe en Zimbawe y José Dos Santos en Angola muestran que es posible mantener relaciones funcionales entre exguerrilleros convertidos en presidentes y unas fuerzas militares que los persiguieron y encarcelaron. Los ejércitos fueron reorganizados sin expulsar a todos sus antiguos mandos y muchos exguerrilleros fueron incorporados a las Fuerzas Armadas.

– Los antiguos guerrilleros del M19 han sido alcaldes o gobernadores sin que se hubieran registrado desencuentros insolubles entre ellos y los comandantes del ejercito o la policía de la región.

Petro y los militares

Hay que recordarle al candidato Gustavo Petro lo que dijo el Rey de España Juan Carlos tras la intentona de golpe del 23 de febrero: no se debe gobernar con los militares, pero tampoco sin ellos.

Una disminución ostensible del gasto de defensa cuando el país debe reemplazar su envejecida flota de aviones Kfir, un deterioro en la calidad de vida o en el estatus de soldados y policías, o el nombramiento de un ministro de Defensa hostil al ejército podrían causar un daño serio a la relación entre el presidente y los militares.

Los militares son un actor necesario para gobernar a Colombia. Dados los problemas complejos de seguridad y defensa del país y los niveles tradicionales de violencia, su papel es vital para cualquier presidente.

Cuando Petro fue alcalde de Bogotá tuvo momentos de tensión con la Policía cuando uno de sus secretarios de Gobierno afirmó que era una fuerza corrupta y cuando el mismo alcalde exigió que la policía cerrara el relleno de Doña Juana durante la recordada crisis de las basuras.

Situaciones como estas no deberían repetirse. La Fuerza Pública tiene problemas innegables, como la corrupción y la violación de derechos humanos. Pero una estrategia de choque contra los militares sería improductiva y además dañina. Y por su parte, los miembros del M19 son los exguerrilleros que mejor se adaptaron a la vida civil en Colombia, hasta el punto de ocupar cargos de representación y nominación durante treinta años.

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