Un análisis histórico, contextual y prospectivo del giro del gobierno de Gustavo Petro. Cábalas que tal vez ayuden a navegar mejor en lo que viene
Hernando Gómez Buendía*
Lo que está en juego
Gustavo Petro se posesionó el 7 de agosto de 2022 pero su gobierno de veras comenzó el 26 de abril del 2023.
Las preguntas de fondo que se abrieron con la elección del primer gobierno de izquierda en la historia de Colombia fueron dos:
- ¿Será que Gustavo Petro rompe el orden conservador, o será que el orden conservador absorbe a Gustavo Petro?
- ¿Será que se mantiene la democracia republicana, o será que se rompe ese sistema político?
El orden conservador de Colombia es un acuerdo entre las elites de los partidos conservador y liberal que se empezó a forjar desde hace más de un siglo y que se basa en los siguientes principios: ortodoxia en el manejo de la política macroeconómica, adhesión geopolítica a Estados Unidos, debilidad de las organizaciones populares, concesión gradualista de los derechos sociales, e intermediación por parte de los políticos en la ejecución del gasto público.
La estabilidad de ese orden conservador diferencia a Colombia de sus vecinos latinoamericanos y ha hecho además posible la permanencia de nuestra democracia republicana, cuyos pilares a su vez son la elección popular de las autoridades y la separación de los poderes del Estado.
Claro está que habíamos tenido breves interludios militares (el de Melo en el siglo XIX y el de Rojas en el siglo XX) y que el orden conservador había sido sometido a duras pruebas, particularmente entre 1930 y 1957. Pero la prueba que empezamos a vivir con la elección del presidente Petro podría ser todavía más severa.
Esta prueba se venía gestando desde hace mucho tiempo, y se dramatizó con la crisis social sin precedentes o la “tormenta perfecta” que a su vez permitió la elección del primer presidente en dos siglos que nunca militó en el Partido Conservador ni en el Partido Liberal. La pandemia del 2020, el desempleo y la pobreza en niveles que nunca habíamos tenido, la desigualdad entre las más altas del mundo, las protestas masivas también sin precedentes, la represión policial y un rival desconocido (un tal Hernández) se sumaron —y apenas si alcanzaron —para tener por fin un presidente alternativo.
La pregunta de ahora es si con Petro vamos a recorrer — o hasta dónde vamos a recorrer —el camino de otras izquierdas latinoamericanas, que comenzaron por radicalizar el discurso, movilizar los sectores populares y disparar el gasto público, todo lo cual desestabilizó la economía, agravó la polarización y desembocó eventualmente en el autoritarismo de izquierda —o un golpe de Estado de derecha.
La pregunta es si el orden conservador resiste y si la democracia resiste.
El personaje
El presidente que elegimos esta vez es un economista de pregrado con un dudoso posgrado en Bélgica, que sin embargo tiene teorías sobre todas las cosas, habla más de lo que sabe y es más ducho en denunciar que en diseñar. Por eso no es fácil trabajar con él, también por eso quiere que sus colaboradores trabajen en función de sueños.
Gustavo Petro tiene un discurso y unos instintos de izquierda tan evidentes como el discurso y los instintos de derecha de Uribe. Digo esto porque cada ideología es una cárcel para el pensamiento, o una manera de ver el mundo que nos impide ver el mundo ajeno.
La pregunta de ahora es si con Petro vamos a recorrer — o hasta dónde vamos a recorrer —el camino de otras izquierdas latinoamericanas, que comenzaron por radicalizar el discurso, movilizar los sectores populares y disparar el gasto público, todo lo cual desestabilizó la economía, agravó la polarización y desembocó eventualmente en el autoritarismo de izquierda —o un golpe de Estado de derecha.

En el discurso de Petro se subrayan la apuesta por los pobres, la intervención del Estado, la paz por vía negociada, la protección del medio ambiente y la afiliación con el “sur global”. Las ideologías, sin embargo, son silencios, y Petro subestima o desconfía del mercado, de las industrias extractivas, de las Fuerzas Armadas y de Estados Unidos. Estas son sus coordenadas mentales, los referentes que se asoman detrás de sus intervenciones públicas y sus conversaciones privadas.
En cuanto a la democracia, el ahora presidente se enorgullece de haber sido guerrillero, pero llevaba 32 años de lucha electoral y de ejercer cargos públicos con sujeción a la ley. En cuanto al orden social, el M19 fue una guerrilla bolivariana, no propiamente comunista, sino más bien populista, un socialismo de frente amplio o un “pacto histórico” que trata de agrupar la vieja izquierda, la socialdemocracia y las luchas de las nuevas ciudadanías (de género, de etnia, ambientalistas…). De aquí la conformación y las tensiones internas del Pacto Histórico (PH), como también la ambigüedad —y el margen de maniobra dentro del cual se puede negociar con Petro—.
Digo todo lo anterior porque la personalidad del líder cuenta, y en Petro creo encontrar la “madera” de un caudillo, pero también la de un político curtido en el oficio de “cañar” y negociar.
Petro, en resumen, puede llegar tan lejos —o tan cerca— como se lo impongan los demás actores.
Las tensiones
Y es porque la personalidad del presidente no es lo decisivo: lo decisivo son las fuerzas sociales.
Si dependiera solamente de él, Petro empujaría este país hacia la izquierda, con argumentos tan legítimos como que ganó las elecciones, que su mandato es hacer realidad la soñadora Carta de derechos del 91 o implementar el Acuerdo con las FARC. Hay muchas cosas, sin embargo, que no dependen de él, y de aquí surgen las pujas que están por definirse en estos días.
La primera barrera es el Congreso. Petro tuvo el acierto de integrar su coalición con tres partidos de la centroderecha para aprobar la inevitable reforma tributaria y algunas otras leyes. Las reformas sociales, sin embargo, son más sensitivas, y el proyecto de salud fue el motivo de la crisis; la cuestión del momento es si se ahogan los proyectos o si se alcanza algún acuerdo en el Congreso.
Al declarar rota la coalición, el presidente comenzó a apelar a la carta que podría ser su fuerte: las movilizaciones populares. No cabe duda de que el PH tiene casi el monopolio de los nexos con las organizaciones de base, y que ahora con apoyo del gobierno podrían movilizarse en gran escala. Pero esta carta tiene tres límites potentes:
- La mayoría de la gente no ha recibido beneficios tangibles del nuevo gobierno, la inflación y la inseguridad han persistido, y la popularidad del presidente ha caído bastante en las encuestas.
- Los movimientos sociales en este país conservador han sido excepcionalmente débiles y dispersos (no somos Bolivia ni Ecuador, tampoco somos Argentina ni Chile, tampoco somos México…).
- Las protestas callejeras se auto derrotan porque la gente del común paga los platos rotos, y en este caso además sería un gobierno de izquierda el que saca (o no saca) policías a las calles.
Los medios registrarán las movidas en el Congreso y las marchas callejeras, pero detrás de la unas y las otras se moverán los factores profundos de poder en el país conservador:
- Primero y por supuesto los jueces que, con razón o sin ella, han tenido hasta ahora la última palabra (y Petro lo aceptó como alcalde); el Fiscal y el Consejo de Estado ya han puesto frenos a Petro, la reforma de la salud podría caerse en la Corte…
- Segundo y en silencio, las Fuerzas Armadas que se sienten o han quedado a la deriva, y cuyo giro de 180 grados es la tarea más difícil del “gobierno del cambio”.
- Tercero, los inversionistas dispuestos a castigar acciones no ortodoxas, los gremios y los “tres dueños” del país que suman tantos recursos.
- Cuarto, el gobierno de Estados Unidos, que más allá de la utilidad de Petro en su relación con Venezuela y el acuerdo retórico sobre cambio climático, siguen y seguirán teniendo sus ojos sobre el narcotráfico.
- Y quinto, aunque la izquierda no lo vea, el conservadurismo de la clase media y buena parte de las clases populares que se asustan del cambio en el país conservador que somos (pregúntenselo a Uribe).
Los escenarios
Este primero de mayo tendremos la primera medición del poder de la calle tras la ruptura de la coalición del gobierno. Parece más probable que no llegue lejos, y que ésta sea un error táctico del presidente Petro.
Esa presión sin embargo puede facilitarle la vida en el Congreso, que como es obvio será el protagonista. Cualquier reforma pasará por el Senado, donde el gobierno tiene un máximo de 40 curules propias o de partidos aliados y la oposición tiene 26 senadores declarados; se necesitan 55 votos, o sea que el gobierno tendría que conseguir por lo menos 15 de los 39 senadores que suman el Partido Conservador, el Liberal y el de la U. Petro espera conseguir la mayoría de estos votos entre los senadores del Partido Liberal, como sugiere el hecho de no haber cambiado a los dos ministros de esta procedencia (Néstor Osuna y Catalina Velasco).
Si dependiera solamente de él, Petro empujaría este país hacia la izquierda, con argumentos tan legítimos como que ganó las elecciones, que su mandato es hacer realidad la soñadora Carta de derechos del 91 o implementar el Acuerdo con las FARC. Hay muchas cosas, sin embargo, que no dependen de él, y de aquí surgen las pujas que están por definirse en estos días.
En el papel entonces, la ruptura de la coalición sería el entierro de las reformas de Petro. Pero por cosas de la historia o por pura coincidencia, los partidos en realidad no existen en Colombia, y en los tres que ahora tienen la sartén por el mango predominan los caciques o los clanes regionales.
Luis Fernando Velasco y Guillermo Alfonso Jaramillo son duchos en estas lides y tratarán de salvar las reformas, comenzando por la de salud. Todos hablarán de convicciones, algunos quizá las tengan, los otros por lo que sabemos —y todos haciendo cuentas para las elecciones de octubre—, los 39 senadores del cuento hundirán, sacarán —o más probablemente cambiarán—las reformas del gobierno del cambio:
- Si las hunden vendrían la parálisis legislativa del gobierno, la frustración de los que esperan beneficiarse de ellas, Petro recorriendo las plazas y el orden conservador resistiéndose a fondo.
- Si las sacan como propuso el gobierno…el autor de esta nota quedaría sorprendido.
- Si las cambian (o sea si negocian puntos serios), tendríamos un hibrido en el sistema de salud, en el régimen pensional y /o en el mercado laboral. Las “líneas rojas” de lado y lado significan que tendríamos lo mejor de los dos mundos…o lo peor de ambos mundos, con sectores populares que ganan y sectores populares que pierden, con la certeza, eso sí, de que los acuerdos en materia laboral serán a costa del empleo formal y los acuerdos en salud y en pensiones serán a costa del erario.
La decisión del Congreso será pues el parteaguas del gobierno Petro:
- ¿Un movimiento a la izquierda moderado que beneficie al menos por un tiempo a los de abajo, algo que Petro reclamaría como triunfo y al mismo tiempo serían nuevas concesiones del orden conservador, que casi han triplicado el gasto social del Estado en los últimos treinta años?
- ¿Un presidente que escala la retórica, convierte en plebiscito las elecciones que vienen, y a punta de decretos intenta que el país vire a la izquierda? ¿Unas Cortes y unos poderes fácticos que por eso se ocupan de bloquearlo y de esperar los tres años que faltan?
- ¿Un presidente que a base del discurso y —más de fondo — de las frustraciones y las injusticias y las exclusiones y los no futuros de tantos y de tantas, utiliza la palanca del poder que ahora tiene para saltar al país de sus sueños…? Un salto que en el mediano sería pesadilla para todos, o en todo caso, para los poderosos que antes de ello optarían por prescindir de la democracia.
¿Será que Petro rompe el orden conservador, será que es absorbido por ese orden? ¿Será que en el proceso se mantiene nuestra frágil democracia?
* Las referencias históricas resultan de la lectura que propongo en “Entre la Independencia y la Pandemia, Colombia 1810-2020”.
4 Comentarios
«Me parece un muy buen análisis. No sé si pienso con la cabeza o con el sentimiento, pero me parece que G. A. Jaramillo y Bonilla son personas con los pies en el piso. Yo creo que el proyecto de salud va a sufrir cambios radicales, que las EPS se quedan haciendo más o menos lo que hacen ahora (con algunos cambios) y que se creará un sistema paralelo oficial que garantizará el acceso a salud en el sector rural. Con eso Petro muestra resultados y saca pecho. Lo que me parece mas difícil es la reforma laboral porque la Ministra es dura y los sindicatos le están pasando factura a Petro por su apoyo.» Jaime Tenjo
«Me parece que el artículo encuadra muy bien la realidad nacional y la estructura de pensamiento de Hernando Gómez. A propósito de mi tema que es salud entendería que las Eps han resultado ser un buen mecanismo para intermediar el gasto público por parte de los políticos que según Hernando es uno de los pilares del orden conservador y es por eso que no desaparecerán. Que tal que la construcción de carreteras estuviera en manos de 30 empresas que no necesitan licitación para manejar recursos públicos y tienen el monopolio del presupuesto por 30 años o más? pues así ocurre en el sector salud.» Iván Jaramillo
«Hernando, gracias por compartir. Muy buen resumen de elementos medulares de este zaperoco. Me pareció que la mención a la falta de una sociedad civil mas fuerte y organizada pudo haber tenido mas protagonismo (solo aparece en este pasaje de que ”Los movimientos sociales en este país conservador han sido excepcionalmente débiles y dispersos”). Lo digo porque seguimos sin resolver el dilema del almendrón suyo, alertado desde hace ya varias décadas en “Para Donde Va Colombia?” (1999): un equilibrio estable aunque caótico de alta racionalidad individual con una pésima racionalidad colectiva. Volvamos a hablar de esto para salir del zaperoco. Esto no es las calles por las calles ni coaliciones de pueblo para reemplazar coaliciones de gobierno. Es pasar de la mano dura del estado o la mano invisible del mercado, al apretón de manos (la frase no es mía)» Juan Camilo Cárdenas
«Excelente. Buena manera de verlo. Tal vez la la fuerza de la disciplina que impone el mercado pueda ser mayor para el gobierno de Petro, y eso modificará su fortaleza en el trámite de reformas. Habrá que ver si el ministro nuevo está listo para ello; el presidente parece estarlo. Es otra fuente de tensión.
El aparato estatal de política, lo que algunos mal llaman la tecnocracia, también es importante, más aún para este gobierno que tiene dificultades para hacer. No es sino ver en infraestructura….
Gracias por compartir.» Jorge Restrepo