El periodo legislativo (2019-2020): antes y después de la pandemia - Razón Pública
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El periodo legislativo (2019-2020): antes y después de la pandemia

Juan-Albarracin.
Juan Pablo Milanese

Una historia en dos actos. Cómo han cambiado las relaciones entre Duque y los políticos, y qué ha hecho el Congreso durante la pandemia.

Juan Albarracín*
Juan Pablo Milanese**

Acto primero: a la caza de apoyos

Antes de la COVID-19 teníamos un presidente con una baja y decreciente favorabilidad que intentaba armar una nueva base de apoyo legislativo para impulsar su agenda.

El primer año político de Duque no fue fácil. A lo largo de la primera legislatura se vivieron serios conflictos con el Congreso, especialmente en los proyectos importantes para el presidente. También se transmitió una sensación de debilidad, ocasionada por las dificultades para lograr una bancada estable y confiable que apoyara al gobierno.

Uno de los motivos básicos de esa relación precaria había sido la reticencia de Duque a compartir ministerios o recursos con otros partidos o dirigentes ávidos de patronazgo, como también la negativa del Centro Democrático a admitir nuevos socios en la coalición. Este comportamiento, que es bastante común en la legislatura inaugural de un gobierno, costó más de lo esperado.

El comienzo de la segunda legislatura mostró que se estaba acabando la paciencia de los partidos distintos del Centro Democrático que en ocasiones habían dado su apoyo unilateral al gobierno.

En este punto sin embargo llegaron las elecciones locales, y se aplazó el debate sobre el ingreso de los nuevos socios a la coalición. No tenía sentido inyectarles recursos políticos y económicos a los rivales en plena campaña, especialmente en un escenario poco prometedor para el partido de gobierno.

Después de las elecciones, el gobierno mostró interés en fortalecer sus lazos con algunas bancadas como Cambio Radical o el Partido de la U, y especialmente con algunos de sus jefes regionales. Mucho se especuló sobre el ingreso al gabinete de políticos regionales como Dilian Toro o Alex Char.

Pero el gobierno llegó debilitado a esta negociación; según la encuetas Gallup, la aprobación del presidente era de apenas 30% en enero de este año y de 29% en el mes de febrero. Por eso los acuerdos no se tradujeron en la entrada de grandes nombres, sino apenas de políticos pertenecientes a las bancadas mencionadas: Ángel Cabrera al Ministerio del Trabajo (Partido de la U) y Fernando Ruiz al Ministerio de Salud (Cambio Radical).

El gobierno se aseguró una base de apoyo suficiente para tener menos sobresaltos en su segundo año. Pero el panorama no cambió completamente: no quedó claro si los ajustes en el gabinete eran suficientes para garantizar el éxito de su agenda legislativa.

Acto segundo: la pandemia

La COVID-19 desplazó el centro de gravedad política hacia el poder Ejecutivo.

El protagonismo en medio de esta crisis le corresponde sin duda al presidente, los ministros, los gobernadores y los alcaldes. El Congreso no puede reaccionar con suficiente velocidad, y esto lo hace pasar a un segundo plano.

Pero además en el caso de Colombia hay que decir que la respuesta del Congreso a la pandemia fue particularmente lenta, debido a las discusiones sobre la posibilidad de sesionar virtualmente; cuando se necesitaba agilidad y fortaleza, el Congreso perdió tiempo valioso y pasó a ser una figura de reparto.

Así las cosas, la primera etapa de la pandemia mejoró la imagen del presidente. Si bien su primera reacción fue lenta y dubitativa, Duque logró convertirse en la figura central frente a la crisis. A finales de abril, el 52% de los encuestados aprobaban su gestión.

La pandemia también convirtió a Duque en la figura central de la política, opacando (al menos momentáneamente) al líder indiscutido de su partido, Álvaro Uribe.

¿Qué pasó con la legislatura?

El período de adaptación al trabajo virtual y las dudas sobre su legalidad afectaron la operación del Congreso:

  • La intensidad del control político bajó notablemente, al cambiar el foco de la opinión.
  • La urgencia ha llevado a que el Ejecutivo opere a través de mecanismos de emergencia, permitiendo que los legisladores puedan concentrarse en su propia agenda.

Bajo este panorama puede apreciarse una producción legislativa relativamente intensa, destacándose la aprobación de proyectos como el de la prisión perpetua para violadores y asesinos de menores de edad, la conformación de la región Bogotá – Cundinamarca, la ley anti-trámites, la eliminación del cobro por reconexión de servicios públicos o el de borrón y cuenta nueva, entre otros.

Algunos de estos proyectos son importantes y otros polémicos, pero ninguno es necesariamente un proyecto de alto impacto nacional. Dichos proyectos ni siquiera ocupan el centro de la agenda legislativa del gobierno. Antes bien parecen reflejar la agenda de algunos congresistas. Más aun, frente al gran tema nacional del momento, el Congreso sigue siendo en el mejor de los casos un personaje de reparto.

La nueva legislatura

Es difícil saber qué esperar en la nueva legislatura; dependerá de muchos factores, por ejemplo: la manera y el tiempo necesario para volver a la normalidad.

Si bien la crisis ayudó a que Duque rehiciera su imagen, la prolongada cuarentena y el aumento del número de casos socavan el apoyo al presidente.

Los instrumentos del Estado colombiano son muy limitados frente a la complejidad del problema. Y ante su agravamiento la opinión castigará al encargado de la respuesta estatal: el Gobierno.

No hay que olvidar las dificultades económicas, relacionadas con lo anterior. Hay incertidumbre sobre cuándo acabará el desplome de la economía y cómo será la recuperación de la misma.

De este tipo de factores dependerá el papel que asuma el Congreso. Si el Gobierno sale fortalecido de la crisis, es probable que los legisladores muestren una mayor disposición a ‘cooperar’, obviamente a cambio de alguna contraprestación. Por el contrario, si el Gobierno sale debilitado, se intensificará la oposición de unos y aumentará la tarifa de gobernabilidad de otros.

Mientras tanto, las elecciones de 2022 se siguen acercando y acelerarán las definiciones políticas de los miembros de esa corporación.

Por lo pronto hay que estar atentos a la legislatura que se instala mañana 20 de julio, en donde Arturo Char será elegido presidente del Senado, si nada extraordinario ocurre. Esto en medio de la polémica suscitada por la citación y posterior aplazamiento de la Corte Suprema de Justicia a Char por el caso Merlano.

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