Nuestras escuelas, colegios y universidades deben convertirse en organizaciones dispuestas a aprender.
Carlos Vélez Gutiérrez*
¿Qué entendemos por aprendizaje?
En la primera parte de este análisis para Razón Pública presenté algunas propuestas sobre lo que pueden hacer los profesores para contribuir a la formación de una cultura crítica en Colombia. En la segunda parte expuse algunos detalles sobre la importancia de la transposición didáctica. En esta tercera y última parte me acercaré al mayor desafío que enfrentan hoy nuestras instituciones educativas: asegurar que estudiantes, profesores y directivos sean aprendices autónomos.
Las herramientas conceptuales y metodológicas más relevantes para lograr este propósito son el desarrollo y uso de habilidades y estrategias metacognitivas. Pero, primero, entendamos cómo funciona el aprendizaje.
El aprendizaje es un fenómeno complejo que está configurado por tres dimensiones básicas e interactuantes:
- una dimensión fisiológica;
- una dimensión mental y
- una dimensión social.
La dimensión fisiológica hace referencia a las distintas conexiones que establecen las neuronas cuando se activan electroquímicamente en nuestro cerebro. Cada vez que aprendemos algo nuevo suceden dos cosas principales: (1) se reorganizan algunas conexiones neuronales establecidas previamente, o (2) se dan nuevas agrupaciones.
Esta organización de células nerviosas está configurada por 200 billones de conexiones, que equivalen a un potencial de aprendizaje y memoria elevadísimos. Por consiguiente, podríamos decir que cuando aprendemos estamos construyendo nuestros cerebros.
La segunda dimensión es la mental. Con ella nos referimos a las estructuras de información y conocimiento que almacenamos en nuestras memorias: la memoria implícita, la memoria explícita y la memoria de trabajo.
La memoria implícita es la que permite nuestro habitual funcionamiento reflejo, automático e inconsciente, como el movimiento corporal y la expresión de emociones, por ejemplo: caminar, escribir, manejar una bicicleta, llorar y reír.
La memoria explícita nos permite (1) recordar diferentes conceptos, como por ejemplo: qué es la evolución de las especies o por qué ocurren terremotos; y (2) reconstruir eventos familiares importantes. Esta memoria se basa en la explicación de un tema, de un procedimiento o de un evento y no en los hábitos o las habilidades reflejas. Por esto, es menos estable que la memoria implícita.
Por último, la memoria de trabajo nos permite recordar la información necesaria para tomar una decisión o llevar a cabo un procedimiento de corta duración. Por ejemplo, si no recordamos el paso previo cuando jugamos ajedrez o realizamos una operación matemática no podremos resolver la jugada o el problema. También es la memoria que utilizamos cuando preparamos alimentos, conversamos o tomamos apuntes en clase.
Estas tres memorias son indispensables para el aprendizaje y se relacionan de distintas formas: la información que utilizamos en nuestra memoria de trabajo -de corto plazo- se puede convertir en memoria explícita de largo plazo, sobre todo cuando la información es importante para nosotros.
A su vez, esta información puede ser memoria implícita, si se trata de aprender nuevos hábitos. En todo caso, las tres memorias precisan codificación, almacenamiento y recuperación.
Sin embargo, para aprender, no basta con activar nuestras memorias: es necesario integrar las emociones, la motivación y el uso de otros recursos cognitivos como: atención, análisis, inferencia y argumentación.
Por ejemplo, dado que tendemos a recordar solo lo que es importante para nosotros, una persona motivada, alegre y capaz de maravillarse aprende más y mejor que una persona desinteresada, triste y aburrida.
La tercera dimensión del aprendizaje es la social y se manifiesta cuando las otras personas:
- Valoran lo que hacemos;
- Nos transmiten sus aprendizajes y las emociones asociadas con ellos; o
- Nos ayudan a lograr nuestros propios aprendizajes.
Todos nos beneficiamos de las memorias de otras personas. A partir de las otras memorias construimos nuevos aprendizajes y fortalecemos nuestras memorias en la interacción con las demás. Sin otras personas no podemos construir y fortalecer nuestros hábitos: no aprendemos a emocionarnos ni a llenar de contenidos nuestro pensamiento y nuestras memorias.
Si bien son tres dimensiones que podemos diferenciar con cierta claridad, su funcionamiento está integrado continuamente. La calidad de las relaciones entre estas tres dimensiones es proporcional a la calidad del procesamiento de la información que ejecutan nuestras neuronas: procesamientos superficiales dan lugar a aprendizajes de corto plazo y procesamientos profundos implican aprendizajes de larga duración.
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Construir conocimiento
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Foto: Alcaldía de Bogotá. |
La baja calidad del funcionamiento mental impide el procesamiento profundo de la información. Lo mismo sucede con las interacciones en el aula basadas en el temor y la autoridad del maestro, pues no dan lugar a aprendizajes positivos de larga duración.
Además, nuestra situación social y política puede potenciar ciertas conexiones neuronales, o puede hacer lo contrario: mentes constreñidas limitan nuestro desarrollo social y la expansión de las ramificaciones neuronales en nuestros cerebros.
El aprendizaje en profundidad integra la nueva información con la información codificada y almacenada en las memorias de largo plazo. Mientras no logremos esa integración de manera intencional y consciente, nuestros aprendizajes serán de corto plazo y no se consolidarán ni en nuestra memoria explícita ni en la implícita.
A partir de las otras memorias construimos nuevos aprendizajes y fortalecemos nuestras memorias en la interacción con las demás.
Los profesores necesitan saber qué saben sus estudiantes para hacer que integren los nuevos aprendizajes con las estructuras de conocimiento y emoción que tienen en sus memorias. Esto también significa que la concepción de enseñanza como mera transmisión de información es una idea obsoleta.
Hoy sabemos que los estudiantes construyen su conocimiento y su comprensión solo si tienen las ayudas adecuadas para hacerlo: los estudiantes no son receptores pasivos de información y conocimiento. En consecuencia, es responsabilidad de los profesores, las instituciones educativas, los investigadores y los gestores de políticas educativas articular su trabajo (sus discursos y sus prácticas) para -ojalá- potenciar los aprendizajes de todos los estudiantes del país, con énfasis en los más vulnerables.
Aunque parezca increíble, este saber sobre el aprendizaje es nuevo: apenas tiene dos o tres décadas. Su novedad explica parcialmente por qué muchos profesores y estudiantes, al igual que sus familias, siguen pensando que el aprendizaje es una simple nota de aprobado. El aprendizaje no puede limitarse a repetición inconsciente de información.
¿Cuál es el aporte de la metacognición?
![]() Foto: Urna de cristal. |
En la década de 1970 se dieron los primeros pasos en la investigación sobre el funcionamiento de la memoria infantil. Desde entonces, sabemos lo importante que es recordar para realizar una tarea o resolver un problema. Sin este conocimiento o conciencia sobre la información almacenada en nuestras memorias no es posible desarrollar nuestro pensamiento. Este conocimiento sobre la memoria recibió el nombre de metamemoria.
Luego llegamos a entender la metacognición como el conjunto de conocimientos, emociones y sentimientos que influyen sobre los diferentes procesos y productos de nuestra mente. Eso igualmente significa que son recursos cognitivos almacenados en nuestras memorias implícita y explícita y que, por tanto, los podemos aprender, profundizar, monitorear y enseñar.
La investigación sobre metacognición tiene sentido porque (1) nos da pistas para conocer mejor la naturaleza y el funcionamiento de nuestras mentes y las de las personas con las que interactuamos, pero, sobre todo, porque (2) nos permite “regular” su funcionamiento.
Por ejemplo, en el contexto educativo, es muy importante que un estudiante (o su profesor) se de cuenta de que no está poniendo atención o de que su atención en clase es intermitente. Si simplemente dejamos que esto ocurra, sin hacerlo consciente, ni cuestionarlo, la calidad de lo que aprendemos tenderá a ser menor. Lo mismo sucede cuando un estudiante o un profesor saben que no entendieron algún contenido disciplinar y no preguntan o consultan hasta resolver la inquietud.
Habilidades y estrategias metacognitivas en la educación
Es deseable, entonces, que:
- Los estudiantes se reconozcan como aprendices;
- Expliciten sus fortalezas y debilidades cognitivas; y
- Conozcan los grados de correspondencia entre su funcionamiento mental y los requerimientos de las tareas.
Por supuesto, en este proceso son necesarios los compañeros, el profesor y la familia (sobre todo con niños y adolescentes); sin su ayuda difícilmente lo lograrán.
En general, podemos decir que las estrategias metacognitivas tienen que ver con la planeación, el monitoreo y la regulación de los recursos cognitivos que intervienen en la realización de una tarea mental cualquiera.
Las interacciones en el aula basadas en el temor y la autoridad del maestro, no dan lugar a aprendizajes positivos de larga duración.
Por ejemplo, si un estudiante es consciente de que no está concentrado cuando lee, puede utilizar estrategias intencionales para regular la atención y la concentración necesarias para hacerlo, como serían suspender la lectura, descansar un momento antes de volver al texto o buscar compañía para no hacerlo solo.
Hoy sabemos que mejorar las prácticas de enseñanza y aprendizaje mediante el uso de estrategias metacognitivas da lugar a mayores niveles de efectividad de nuestros procesos educativos.
Lea en Razón Pública: ¿En qué quedó la educación? Una protesta y un acuerdo históricos.
Para terminar:
El desarrollo del pensamiento crítico es una condición indispensable para que los colombianos superemos los enormes desafíos que tenemos actualmente: inequidad, corrupción, injusticia, pobreza, desempleo, economía informal, destrucción de ecosistemas, ilegitimidad de partidos políticos e instituciones y crimen organizado.
Como un aporte a la formación de una cultura crítica en el país, los profesores pueden mejorar sus concepciones y prácticas de enseñanza si incorporan las propuestas de la transposición didáctica: transformar lo que saben en función del aprendizaje de sus estudiantes, dadas sus características cognitivas y contextuales particulares.
Finalmente, las habilidades y las estrategias metacognitivas son herramientas potentes para hacer de nuestras instituciones educativas ambientes de aprendizaje innovadores y efectivos.
* Las opiniones expresadas son responsabilidad del autor.
*Arquitecto de la Universidad Nacional, magíster en Educación y Desarrollo Humano de la Universidad de Manizales y el CINDE y candidato a Doctor en Ciencias de la Educación de la Universidad de Caldas.