
Las elecciones de 2022 se aproximan y el Partido Liberal enfrenta su crisis más grande. ¿Este es el fracaso del liberalismo en Colombia?
Rubén Sánchez*
El Partido Liberal
El Partido Liberal ha ocupado una posición importante en el funcionamiento del sistema político colombiano.
Fue el partido de gobierno durante muchos años –hasta el ascenso del uribismo–, y tiene una amplia presencia en los gobiernos municipales y departamentales. Sin embargo, diversos síntomas ponen de manifiesto su deterioro en el sistema de partidos.
Al igual que la mayoría de los partidos latinoamericanos, el Partido Liberal está huérfano de un discurso convincente que evite equívocos sobre la posición ideológica que representa. Si bien conserva una amplia representación en el Congreso de la República, no ha dejado de perder votos gracias al camino de la irrelevancia.
En poco tiempo pasó de ser el partido que ejerció la hegemonía social y política en la izquierda colombiana, a disputar su lugar con el centro y con otras formaciones de la llamada nueva política, como el Pacto Histórico.
Su situación es tan precaria que la mayoría de sus miembros consideran que la supervivencia electoral del partido depende del establecimiento de pactos y alianzas con otras formaciones políticas. El problema es, ¿con cuáles?
El abandono y las divisiones estratégicas
El Partido Liberal, al igual que el Partido Conservador, está constituido por múltiples movimientos que mantienen su nexo con una etiqueta partidista. Es como un espejo roto que el ascenso del uribismo quebró.
Es así como muchos de sus integrantes migraron para otras formaciones como el Centro Democrático, el Cambio Radical y el Partido de la U, las cuales no han definido un futuro cercano.
Las divisiones no son el problema, pues hacen parte del movimiento de los partidos. El problema es que las elecciones de 2022 han llevado las tensiones a un punto de quiebre sin precedentes. La salida de figuras prominentes como Cecilia López y Piedad Córdoba son un ejemplo.
Hoy el Partido Liberal navega en un mar incierto, sin candidatos definidos, y con una dirección nacional silenciosa que, al final, deja inquietud y desconcierto en sus electores.
El Partido Liberal no tiene por el momento ningún candidato para competir por la Presidencia de la República. César Gaviria, único director de la colectividad, expresó su preferencia por el exministro y exrector de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria.
No obstante, Alejandro Gaviria se lanzó al ruedo como independiente con la ilusión de unir al centro político y rechazó el aval que le ofreció su tocayo. Por otro lado, el senador Luis Fernando Velasco, en rebeldía con la dirección de César Gaviria, se retiró del partido.
Estos rechazos produjeron críticas hacia el director del Partido y trajeron el recuerdo del apoyo que hizo al Centro Democrático, después de tildar a su máximo líder de tramposo. Al mismo tiempo, dio lugar a un impulso en dirección a la nueva alianza de centro: la Coalición de la Esperanza.
El senador Velasco sostiene que la base del partido liberal está más cerca de la reforma del Pacto Histórico que de una eventual candidatura de Alejandro Gaviria. Considera más próximas las posiciones de derecha. La idea del senador Velasco y del sector que él lidera es competir, mas no adherirse, con Gustavo Petro.
Las causas de la división liberal
Pero ¿cuáles son las causas de la división del partido?
Las razones expuestas por los sectores disidentes del partido son básicamente dos: en primer lugar, la falta de democracia en el seno del partido, y en segundo lugar, la falta de claridad en las reglas de juego. La vaguedad fomenta la incoherencia, así como fomenta la defensa de intereses particulares en detrimento del interés colectivo.
La falta de comunicación del director del partido con los miembros de este y las decisiones que toma sin consultar a la bancada rompen la unidad de la corporación. Esta actitud abre una brecha entre la base del partido que se siente huérfana y sus representantes.
Así lo han manifestado Flora Perdomo, representante a la Cámara por el Tolima, y los senadores Guillermo García Realpe y Horacio José Serpa.
Desde luego, las próximas elecciones y las estrategias relacionadas con las inevitables alianzas que se tejen en el ámbito territorial son el telón de fondo de las consideraciones expuestas por los líderes del partido. Es en este terreno donde anidan los factores importantes que explican la división.
Un factor, tal como lo han expuesto analistas de la política colombiana, es que los partidos se han desdibujado. Esto quiere decir que han dejado de ser organizaciones cuya función es agregar intereses en el marco de un proyecto de nación, y ahora se convierten en empresas familiares vinculadas a clanes que controlan el poder en las regiones.
En ese orden de ideas, lo que prima es la mecánica electoral y la función primera del partido es dispensar avales.
El otro factor está ligado a la política como profesión. Tal como la llamó Max Weber, la política es la lucha por los cargos, las prebendas y, en nuestro caso, los contratos. De modo que una vez “tomado el poder, el séquito de un caudillo se convierte por lo general en un grupo de advenedizos”. Así que difícilmente querrá renunciar a sus privilegios.
El Partido Liberal ahora está lleno de barones electorales que han capturado el Estado. Algunos de ellos ejercen un verdadero control territorial con alianzas fraudulentas. El candidato elegido deja de ser el heredero con las que muchos de sus seguidores se identifican, y se convierte en un dispensador de avales que autoriza a tejer redes complejas en las que se pierde el sentido del bien común.
En las mentes de la ciudadanía el Partido Liberal, como los demás partidos, se piensa en a corrupción, intereses privados, demagogia y falta de profesionalismo.
La vieja casona del partido, en la Avenida Caracas de la capital es hoy un cascarón vacío donde no se siente casi vida. Atrás quedaron los jueves liberales, la referencia a la socialdemocracia y a sus proyectos reformistas. El Instituto del Partido Liberal no cumple su papel de tanque de pensamiento y los afiliados del partido han dejado de sentirse por él interpelados.
El Partido Liberal ya no es el de Uribe y Galán como lo proclama su himno, sino una pieza más del engranaje del establecimiento. Peor aun, escorado hacia la derecha y seguidor de las ideas neoliberales. En esas condiciones, ¿qué se avecina?
Las elecciones del 2022
El senador Iván Darío Agudelo expresó en tono conciliador que “esta es la campaña más extraña por la pandemia y otros factores, y todos quisieran que se tome pronto una decisión, pero es natural en estas contiendas que se presenten esos forcejeos”.
Ciertamente, en toda competencia hay forcejeos, pero lo que caracteriza la situación actual no es una lucha entre facciones del partido. El enfrentamiento es con otros partidos que surgieron del mismo y que han adherido alianzas de distinto perfil al que hoy tiene el Partido Liberal. Harán coaliciones con otros grupos en búsqueda de votos con los que se llega al poder en una democracia.
Antes de saber quiénes se enfrentarán en la competencia por la Presidencia de la República, hay que superar la prueba en las elecciones para Congreso. Allí los distintos grupos se enfrentan y cuentan sus fuerzas, motivo por el cual todo es incierto.

Se puede vaticinar que el Partido Liberal terminará como un partido bisagra. A menos que deje el hipotético escenario de los candidatos a la presidencia y acuerde un programa de gobierno que dé respuestas. Un partido que proponga estrategias que afecten el futuro de las mayorías del país, pero desde las posturas con las que se identifican los que conservan un talante liberal.
De lo contrario, el partido será un partido bisagra cuyo valor dependerá de cuántos votos sean necesarios para completar mayorías en el Congreso. Si es el caso, un simple recuerdo de glorias pasadas cuando era el Partido Liberal que defendía los intereses de las clases populares y los intereses vitales de la nación.