Esta semana el gobierno convirtió esta reserva en la más grande del país, pero ahora vienen interrogantes y retos que deberá atender el próximo gobierno.
Jaime Escrucería De La Espriella*
Un hito histórico
La ampliación firmada por el presidente Santos el pasado 1 de julio convirtió al Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete en el área protegida más grande del país y en el parque natural de selva húmeda más grande del mundo.
Ubicado en los departamentos de Caquetá y Guaviare, el parque alberga uno de los principales sitios arqueológicos del mundo. Escondidos en lo profundo de este enclave amazónico, se han documentado más de 75.000 pictogramas, vestigios de culturas paleoindias de hasta 20.000 años de antigüedad, distribuidos en 36 abrigos rocosos, que representan escenas de caza y ritos chamanísticos.
Las comunidades que habitan el parque –muchas de ellas totalmente desconectadas de nuestra sociedad– mantienen esta antigua tradición de pintura rupestre. Los pueblos Uitoto, Cubeo, Yukuna, Matapi, Andoque y Tanimuka lo entienden como la Maloca Cósmica de los Jaguares es decir, como un lugar de carácter sagrado.
Se calcula que este territorio virgen almacena más de 450 millones de toneladas de carbono al año y abastece el 60 por ciento del agua superficial de toda la Amazonía colombiana.
El mosaico de paisajes guyaneses y amazónicos, caracterizado por las enormes formaciones rocosas conocidas como tepuyes, en cuyas bases se encuentran los pictogramas, es un importante foco de endemismo para Colombia. Además de haberse registrado un gran número de plantas y animales que no existen en ningún otro lugar, alberga más del 30 por ciento de la biodiversidad que hay en el país.
Se calcula que este territorio virgen almacena más de 450 millones de toneladas de carbono al año y abastece el 60 por ciento del agua superficial de toda la Amazonía colombiana, servicio ecosistémico del que dependemos todos los colombianos. Chiribiquete es un enclave estratégico para la mitigación del cambio climático y para la conectividad del corredor Andes-Amazonas-Atlántico.
Por su inmensa riqueza ambiental y cultural, la serranía de Chibiriquete es el único parque natural de Colombia que pertenece a la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. Se suma así a los 35 sitios declarados como Patrimonio Mixto en todo el planeta que representan la integralidad entre el hombre y la naturaleza. Esto a su vez significa el avance en un cambio de paradigma que reconoce como fundamentales los aportes de los pueblos indígenas y de sus sistemas de conocimiento tradicional para construir un nuevo modelo de vida dentro de la gran aldea global, el oikos, situando a la naturaleza en el centro del debate como un actor político y sujeto de derechos.
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El nuevo consenso ecológico
![]() Parque Nacional Natural, Serranía de Chiribiquete. Foto: Presidencia de la República – César Carrión |
Para poder abordar el asunto de la conservación ecosistémica y su relación con el desarrollo social, económico, político y cultural desde una nueva perspectiva, es necesario entender a la naturaleza como un ethos político.
Esta tendencia, desarrollada por numerosos teóricos contemporáneos, ha encontrado una expresión jurídica en varios fallos de la Corte Constitucional y la Corte Suprema de Justicia. Ejemplo de ello es la Sentencia T-622/2016 que permitió reconocer como sujetos de derechos a entidades bioculturales como decir la Amazonía o el río Atrato.
En el centro de las lecciones que nos deja Chibiriquete está la relación del ser humano con la naturaleza y el debate sobre una nueva concepción ecológica en relación con lo político. En este debate, que está hoy en su punto más álgido, nos jugamos la defensa de una “paz verde” frente a aquellos que ven la naturaleza con otros ojos, los del progreso tecno-científico. Se trata de superar la idea de la naturaleza como objeto para convertirla en sujeto, definiendo una relación distinta con nuestro entorno.
Nuevas perspectivas, nuevos retos
La reciente ampliación del Parque Nacional Natural Chibiriquete, y su declaración como patrimonio ambiental y cultural de la humanidad ponen en evidencia la necesidad de fortalecer el Sistema Nacional de Áreas Protegidas desde un enfoque sistémico.
Colombia es mundialmente conocida por su mega-diversidad. En su interior existen 59 Parques Nacionales Naturales y más de 700 Resguardos Indígenas que albergan gran parte de la riqueza biológica y cultural del país.
Las áreas protegidas no deben ser vistas como unidades aisladas, pues en la conectividad de estas unidades reside la garantía para asegurar la continuidad de los procesos ecológicos, evolutivos y culturales que mantienen la diversidad biológica en Colombia.
Entidades del sector ambiental como Parques Nacionales Naturales de Colombia han trabajado arduamente para aumentar el número de áreas protegidas y la oferta de bienes y servicios ambientales esenciales para el bienestar humano y ecosistémico. Sin embargo, su labor se ha visto obstaculizada por los sectores minero-energético, de agricultura y de transporte.
Paz, desarrollo y medio ambiente
Indudablemente la naturaleza es un asunto político.
El respaldo del Gobierno a la agenda ambiental y cultural, que ha sido históricamente exiguo, entre causas por el conflicto armado, debe ser un eje central en el post-acuerdo. En el contexto que vive el país, después de la firma del acuerdo de paz con las FARC, era previsible que sin la presencia y control territorial que este grupo ejercía, los intereses en estos territorios aumentarían y la naturaleza sería nuevamente victimizada.
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Según el Décimo Boletín de Alertas Tempranas de Deforestación publicado por el IDEAM, entre 2015 y 2017 la deforestación se duplicó: el país pasó de 124.030 hectáreas deforestadas a 219.973, de las cuales el 65 por ciento pertenece al bioma amazónico. La principal causa han sido los incendios forestales producidos por colonos y campesinos que, motivados por la especulación, se apropian de grandes extensiones de tierras, esperando su valorización en un mercado ilegal, o con falsas expectativas de adjudicación por parte del gobierno.
Entre el Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete y el Parque Nacional Natural Sierra de la Macarena se encuentran dos de los principales núcleos de deforestación en Colombia. De los ocho municipios de la Amazonía que concentran la deforestación en el país, cinco son frontera de estas áreas protegidas: San Vicente del Caguán, Solano, Cartagena del Chairá, San José del Guaviare y Miraflores. El aumento de cultivos ilícitos, la expansión de la frontera agropecuaria, la minería ilegal y la extracción de madera, entonces, se constituyen en las principales amenazas para estos ecosistemas y toda la región.
Se trata de superar la idea de la naturaleza como objeto para convertirla en sujeto, definiendo una relación distinta con nuestro entorno.
Por otro lado, los proyectos de construcción de carreteras e interconexiones eléctricas ameritan un especial análisis de las políticas que se están llevando a estos territorios y demuestran la urgencia de un enfoque de desarrollo diferente para la región amazónica. En el caso de las carreteras Calamar-Mirafores o La Macarena-Chibiriquete, ha sido notorio cómo este tipo de proyectos favorecen a la deforestación a lado y lado de la carretera por parte de colonos, muchas veces acompañados por grupos armados ilegales.
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Si bien es necesario conectar esta región con el resto del país y garantizar el servicio de electricidad para sus poblaciones, la política no puede ser pavimentar la Amazonía. El transporte aéreo en pequeñas avionetas es mucho más amigable hacia el ambiente, y la instalación de paneles solares y otros tipos de energía permitirían evitar la interconexión eléctrica. Esta región requiere otro tipo de medidas diferenciadas y debemos avanzar en soluciones ecológicamente innovadoras. De lo contrario, el Estado será el que principal promotor de la deforestación y degradación del bioma amazónico.
¿Y el nuevo gobierno?
![]() Deforestación. Foto: Parques Nacionales Naturales de Colombia |
Actualmente la paz y el modelo de desarrollo tienen en jaque la protección de los ecosistemas estratégicos. Aunque la ampliación de áreas protegidas y de resguardos indígenas afecta la seguridad jurídica de los territorios, la seguridad material de los mismos debe ser prioridad para el próximo gobierno. En particular, la protección del Parque Nacional Natural Serranía de Chibiriquete, tras su reciente ampliación y declaración como patrimonio mundial, constituye un reto mayúsculo: los ojos del mundo estarán atentos a las medidas que se adopten.
Actualmente la paz y el modelo de desarrollo tienen en jaque la protección de los ecosistemas estratégicos.
El liderazgo del alto gobierno deberá demostrarse en el aumento del presupuesto para el sector ambiental, en la protección de las culturas y del patrimonio arqueológico milenario que enriquecen nuestra historia y en la coordinación efectiva entre las entidades públicas para hacer frente a la deforestación de la Amazonía y la contaminación de los recursos hídricos.
Estos objetivos no serán fáciles de lograr. Para cumplirlos el nuevo gobierno deberá avanzar en aspectos fundamentales como combatir las actividades ilegales, fortalecer el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, consolidar el ordenamiento territorial, avanzar en la seguridad jurídica de los territorios y en la formalización de la tierra, e innovar en alternativas económicas sostenibles que superen la dicotomía entre desarrollo económico y conservación de la naturaleza.
La agenda político-ambiental del próximo gobierno no es nada esperanzadora, pero esperemos que esté a la altura de este reto y que sigamos afianzando a Colombia como un referente mundial de conservación ambiental y cultural.
*Politólogo de la Universidad de los Andes con Maestría en Derechos Humanos y Gobernanza de la Universidad Autónoma de Madrid, coordinador del proyecto de la Fundación Gordon y Betty Moore para la consolidación del Resguardo Parque Nacional Natural Yaigoje Apaporis en la Fundación Gaia Amazonas.