Paro de maestros: ¿dónde queda la formación de los docentes? - Razón Pública
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Paro de maestros: ¿dónde queda la formación de los docentes?

Escrito por Víctor Manuel Gómez

Manifestaciones de Maestros.

Víctor Manuel GómezLa educación no podrá mejorar si no se dignifica la profesión docente, pero esto no será posible mientras los maestros no estén bien formados. Y sin embargo la solución de este problema no está entre las exigencias del paro que adelanta el magisterio.    

Víctor Manuel Gómez*

Formación deficiente

Durante las últimas semanas hemos asistido a un nuevo y prolongado paro de maestros del sector público de la educación que reclaman mejoras salariales y ocupacionales y que buscan dignificar la profesión docente.

Estas son demandas legítimas y necesarias, pero ignoran la necesidad de propuestas alternativas para la formación de docentes, y esto conduce a que haya más de lo mismo: escuelas normales, facultades de educación y universidades pedagógicas. Estas instituciones  no son las únicas ni las mejores modalidades de formación de docentes, y su vigencia se debe más a la tradición, la inercia y a intereses particulares que a su utilidad para la formación con altos estándares de calidad.

Una  mirada a la experiencia internacional revela la existencia de diversos tipos de instituciones y requisitos de formación con alto impacto sobre la calidad del futuro docente y, por lo tanto, sobre la calidad de la educación.

En Colombia hay un amplio consenso sobre la necesidad de mejorar la calidad de la educación. Lograr esto no solo exige dignificar la profesión docente, sino un nuevo modelo de formación que atraiga a jóvenes competentes que hayan recibido una sólida formación disciplinaria que sustente su educación pedagógica.

Las carencias del sistema educativo

Educación en Colombia.
Educación en Colombia.  
Foto: Alcaldía Mayor de Bogotá

Según las pruebas nacionales (SABER) e internacionales (PISA), la calidad de la educación ofrecida a la mayoría de los estudiantes colombianos es muy pobre.

Y sería aún más pobre si se evaluaran las áreas de formación que no se miden en esas pruebas, como las artes, la fisiología y alimentación, la literaria, la capacidad de argumentación, las competencias comunicativas y la educación en tecnología. Esto sin contar la formación filosófica, histórica y sociológica que es fundamental para la comprensión de la sociedad por parte del estudiante y futuro ciudadano y que no puede reducirse a pruebas de opción múltiple. Un análisis similar aplica para la formación en política, en principios de economía y en la formulación de problemas de investigación en ciencias y tecnología.

Una profesión de bajo estatus y de escaso atractivo para jóvenes con alto capital académico y cultural.

Es mucho más significativo en la formación integral de un estudiante lo que no se mide ni se evalúa en las pruebas estandarizadas que lo que es susceptible de ser reducido a las técnicas y metodologías de dichas pruebas.

Pero hay otras razones igualmente importantes para explicar la poca calidad de la educación colombiana. Los rasgos principales del oficio del maestro —estatuto docente, formación, promoción y remuneración— hacen de ella una profesión de bajo estatus y de escaso atractivo para jóvenes con alto capital académico y cultural, lo cual condena a la docencia a convertirse en segunda o tercera opción laboral para jóvenes sin interés ni vocación.

Ese hecho se ve reflejado en los bajos puntajes en competencias intelectuales generales de profesores y estudiantes en la prueba SABER PRO. Y es porque “nadie puede dar lo que no tiene”: la mala formación de los maestros es la mala formación de nuestros niños y de nuestros jóvenes.

Además, estas carencias no pueden ser resueltas por el sistema actual de formación docente. Las escuelas normales no son instituciones de buen nivel académico para maestros   del nivel primario. Su énfasis principal es la pedagogía sin formación disciplinaria. Y las facultades de educación siguen por esta vía pues la formación disciplinaria abarca menos de la mitad de las asignaturas ofrecidas. Se da la prioridad al cómo enseñar y no al contenido, a lo sustantivo.

A lo anterior se suma el hecho de que todas las disciplinas está en continuo cambio debido al avance del conocimiento, lo cual implica que un docente de cualquier área del saber debe tener una amplia y sólida formación disciplinaria: debe ser un especialista, un profesional en lo que enseña.

La deficiencia en la formación disciplinaria conduce a una docencia de mala calidad, con contenidos atrasados u obsoletos y con el riesgo de caer en el simplismo, la superficialidad o, incluso, en la ideologización, como es muy común en la enseñanza de las ciencias sociales. Otra consecuencia posible es la creciente inseguridad de los docentes con respecto a su conocimiento y especialmente frente a las nuevas preguntas e información que tienen los estudiantes gracias a las tecnologías de comunicación.

En un contexto como este es muy difícil que los estudiantes logren apropiarse de los conceptos y metodologías propias de cada disciplina. Lo anterior sucede frecuentemente en asignaturas complejas como matemáticas, ciencias naturales y sociales, filosofía, economía y ciencias políticas.  Todo lo anterior constituye la tormenta perfecta de la mala calidad de la educación en Colombia y los obstáculos institucionales a su mejoramiento.

¿Qué alternativas hay?

Universidad Pedagógica Nacional.
Universidad Pedagógica Nacional. 
Foto: Wikimedia Commons 

Por las razones anteriores, en diversos países comprometidos con una alta calidad educativa no existen las escuelas normales —que existen en Colombia más por tradición que por necesidad— ni las licenciaturas con débil formación disciplinaria que producen expertos en teorías pedagógicas.

Colombia debe consolidar un nuevo sistema de formación de docentes conformado por un pregrado de estricta formación disciplinaria complementado con un posgrado de formación en pedagogía, en didáctica y en el contexto sociopolítico del sistema educativo. Esta combinación de pregrado y posgrado puede tener una duración de cinco años, dependiendo del número de créditos en asignaturas de posgrado que pueda tomar el estudiante en sus últimos semestres de pregrado.

Es importante tener en cuenta que la formación del docente no debe finalizar en el pregrado. Este puede ser en cualquier disciplina y la formación pedagógica puede quedar a cargo del posgrado. Los pregrados en pedagogía son una tradición que, al menos en Colombia, han sido unos de los grandes responsables de la baja calidad del sistema educativo. Pero esta tradición no es el mejor ni el único modo posible de formar docentes.

La mala formación de los maestros es la mala formación de nuestros niños y de nuestros jóvenes. 

Teniendo en cuenta lo anterior, necesitamos promover un modelo alternativo de formación de docentes que lleve a los profesionales en diversas disciplinas a considerar la docencia como opción de vida. Este modelo puede hacerse realidad mediante dos rutas posibles para la formación de los nuevos profesionales de la educación:

  1. Pregrado profesional (4 años) + maestría en educación (2 años)
  2. Pregrado profesional (4 años) articulado con la maestría en educación (1 año)

Esta última ruta consiste en que durante los dos últimos semestres del pregrado el estudiante pueda usar algunos créditos para tomar asignaturas relacionadas con educación —pedagogía, didáctica y contexto sociocultural de las escuelas, entre otras— ofrecidas por las unidades académicas a cargo de la investigación y formación en estas áreas. Estos créditos pueden ser convalidados en programas de maestría en educación de la universidad donde se haya cursado el pregrado o de otras universidades.

Una posibilidad ideal sería que hasta la mitad de los cursos de la maestría pudieran ser tomados desde los últimos dos semestres del pregrado, de tal manera que el estudiante pudiera conseguir su título de pregrado y la maestría en educación en cinco años. Este es el esquema del 4 + 1 —cuatro años de pregrado y 1 de posgrado— propuesto por el Instituto de Investigación en Educación de la Universidad Nacional y que hasta ahora no ha sido implementado.

En ambas rutas de formación el licenciado puede elegir entre ejercer su profesión o cursar un posgrado en educación –el cual es requisito para su promoción, según el nuevo escalafón docente que estableció el Decreto 1278 de 2002–. Esta posibilidad de elección resulta de que la formación disciplinaria o profesional recibida en el pregrado es más útil para el ingreso a distintos tipos de trabajo que la licenciatura que solo sirve para la carrera docente, lo cual limita las opciones de educación y de trabajo de los licenciados.

Por otro lado, quienes opten por posgrados en educación o pedagogía —y tengan como base una formación disciplinaria— podrán sacar mayor provecho de esta opción académica y tendrán mayor posibilidad de brindar una educación de calidad.

A la luz de lo anterior resulta claro que proponer un nuevo modelo de formación implica cuestionar fuertemente la pertinencia y permanencia de las tradicionales escuelas normales y facultades de educación. Por eso es lamentable que el nuevo paro de maestros conduzca a más de lo mismo en cuanto a la formación de los docentes.

 

* Instituto de Investigación en Educación. Universidad Nacional de Colombia.

 

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