En vez de buscar los votos del centro, las dos campañas se polarizan más y más. Una explicación lúcida de lo que está sucediendo y del malestar que ronda -y paraliza- a la sociedad estadounidense.
Diana Marcela Rojas
Una campaña anómala
La contienda electoral por la presidencia en Estados Unidos escenifica los efectos de los vertiginosos cambios que ha vivido la sociedad norteamericana en los últimos años, así como los desafíos que enfrenta en el mundo globalizado de principios del siglo XXI.
![]() Los candidatos oficiales de los dos partidos después de su postulación oficial, siguen subrayando sus respectivas creencias, visiones y proyectos políticos Foto: Facebook de Mitt Romney |
Como han señalado numerosos analistas, la actual campaña presenta un rasgo inusual en comparación con las campañas habituales: la polarización entre los candidatos oficiales de los dos partidos quienes, después de su postulación oficial, siguen subrayando sus respectivas creencias, visiones y proyectos políticos.
En efecto, la tendencia de las últimas décadas consistía en una disputa dentro de cada partido para escoger al candidato durante las primarias, y donde se enfrentaban las distintas facciones del respectivo espectro ideológico. Sin embargo, una vez definido el candidato, la campaña nacional estaba marcada por un desplazamiento hacia el centro ideológico, con la idea de captar el voto de los indecisos, quienes suelen estar en el medio.
En esta ocasión, las primarias de los republicanos fueron sangrientas, proliferaron los aspirantes, reflejaron la falta de consenso hasta el final y debilitaron la imagen del candidato Romney frente a su propio electorado: el tea party, como facción extrema terminó por derechizar al partido entero y por radicalizar la discusión.
¿A qué se debe esta anomalía? ¿Qué explica la particular polarización política de la contienda del 2012?
Una nación fragmentada
A mi juicio son varios los factores en juego:
- el primero tiene que ver con el hecho de que para estas elecciones se ha estrechado el margen de votación con el que se define al ganador.
– En las elecciones de 2004, Bush ganó con el 50,7 por ciento, mientras Kerry obtuvo el 48,3 por ciento de los votos del colegio electoral, es decir, un margen de 2,4 por ciento.
– En las elecciones de 2008 el margen se amplió. Obama ganó la presidencia con el 52,9 por ciento y MacCain obtuvo el 45,7 por ciento de los votos. 7,2 por ciento de margen.
– Hoy, una vez concluidas las convenciones de los partidos, las encuestas muestran un empate técnico entre los dos candidatos; este estrecho margen hace que resulte más seguro apelar a los votantes que si bien no son fieles al partido, son proclives a votar por él, en lugar de tratar de ganar votos en las huestes contrarias.
- Un segundo factor sería el fracaso de las políticas que resulta en la derrota de la política misma. La prolongación de la crisis económica y la falta de resultados perceptibles de las medidas adoptadas tanto al final del gobierno de Bush como por la administración Obama, dan pie al escepticismo frente a los dos partidos.
Es bien sabido que el tema central de la actual campaña es la economía, y en particular, la necesidad de estimular el crecimiento y resolver el desempleo al mismo tiempo que se disminuye el déficit fiscal – un déficit gestado bajo el gobierno Bush a raíz de la crisis financiera y profundizado por la carga fiscal que han implicado las guerras en Irak y Afganistán.
Las fórmulas que ofrecen los expertos en uno y otro bando siguen siendo las mismas, pero no logra resolver los problemas. Ante la ineficacia de los tecnócratas, lo que resta es refugiarse en las convicciones políticas con la esperanza de que de algún modo, las manidas recetas esta vez sí funcionen:
– así, el candidato Romney repica una y otra vez sobre el ideario conservador de un Estado mínimo que deje actuar al mercado, la rebaja de los impuestos para las empresas y los más ricos, y el recorte a los programas de asistencia social para disminuir los gastos estatales;
– por su parte, el candidato presidente insiste en un papel activo del Estado para estimular la economía, la necesidad de aumentar los impuestos a los sectores más pudientes y el mantenimiento de los programas de ayuda social y la reforma del sistema de salud.
- La tercera razón de la polarización — tal vez la más difícil de poner en evidencia, y sin embargo la más importante — se refiere a cambios profundos en la sociedad estadounidense.
Conviene recordar que históricamente los dos grandes partidos han sido policlasistas. Sin embargo, más allá de la composición socioeconómica de las bases, en el plano ideológico el debate electoral refleja que Estados Unidos ha dejado de ser hoy el país de la middle class.
![]() Foto: Pete Souza. |
El american dream del individuo que se hace así mismo y triunfa por su propio esfuerzo ha dado paso a una sociedad en donde ese éxito es cada vez mas esquivo y se concentra en los sectores privilegiados, en un grupo de la población cuyo capital – no solo financiero sino cultural y simbólico – se ha acumulado a lo largo de una o de varias generaciones: justamente aquellos sectores que tienen acceso a las mejores universidades y se benefician de las oportunidades de una economía globalizada.
Entretanto, la tierra prometida se ha convertido en una fuente de frustraciones para los amplios sectores que apenas alcanzan a sobrevivir con empleos precarios y niveles de endeudamiento insensatos; norteamericanos que siguen confiando, no obstante, en que el trabajo duro les permitirá algún día salir adelante y proporcionarle a sus hijos un mejor nivel de vida.
Estos grupos se siguen identificando como la "clase media" a pesar de su progresiva pauperización: son los grandes perdedores de la crisis económica y el legado de una visión individualista de la prosperidad y del bienestar.
Un profundo malestar
La actual campaña es precisamente el escenario donde se ha puesto en evidencia esa brecha social; pese a los malabarismos del marketing político y a la tradición de gravitar en el centro político, cada uno los candidatos presidenciales se asocia con uno de estos dos polos: Obama se reivindica como el defensor de la clase media, mientras Romney es identificado con los sectores privilegiados, las grandes corporaciones y las élites cosmopolitas integradas al capital global.
Esta polarización revela la brecha cada vez mayor entre dos Américas, la de los ganadores y la de los perdedores; los partidos políticos que las reflejan no logran reconciliarse ni ponerse de acuerdo sobre cómo enfrentar su destino.
La campaña electoral que estamos presenciando da cuenta, pues, de un profundo malestar en la sociedad estadounidense, de los cambios que aun no asimila y de las dificultades para encontrar una salida a la vez justa para todos sus ciudadanos y adaptada al mundo globalizado, donde se halla inmersa, queriéndolo o no.
* Docente e investigadora del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, IEPRI, de la Universidad Nacional de Colombia, y Co-directora del Centro de Estudios Estadounidense CEE-Colombia.