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O sea, estamos en descampado

Escrito por César González

cesar gonzalez muñozLa ortodoxia del gobierno y del Banco hace prever que la tasa de cambio está sometida al aguacero global. Estamos en descampado.

César González Muñoz *

En materia cambiaria, el presidente, el ministro de hacienda y el Banco de la República  se están manteniendo estrictamente dentro de los cánones aceptados por la ortodoxia dominante. Tanto el gobierno como el banco dicen que hay que evaluar los costos y los beneficios de la implantación de controles administrativos a  las inversiones extranjeras de capital financiero, y de  la mayor intervención del banco central en el mercado cambiario.

Hasta hace poco, los controles administrativos a los flujos de capital financiero eran anatema en el mundo de la ortodoxia académica y de las calificadoras de riesgo. Pero más recientemente las cosas han cambiado: Ahora los tozudos hechos han  matizado la ortodoxia. Ya los gobiernos que aplican estas decisiones no son necesariamente gobiernos renegados de la "comunicad internacional de los negocios". Queda el problema lógico: ¿sí serán capaces  los controles administrativos, en circunstancias como las actuales, de poner algún orden estable en la formación de la tasa de cambio? El gobierno parece decir que la respuesta es negativa.

Por su parte, el Banco de la República es sumamente reticente a intensificar sus compras de dólares en el mercado cambiario. La mayoría de los miembros de su Junta Directiva maneja un argumento muy sencillo: Una intervención cambiaria más allá de lo simbólico, como ha ocurrido este año,  es contradictoria con el esquema de política monetaria llamado de "inflación objetivo". En este esquema, la meta exclusiva de la política monetaria es una tasa de inflación anual anunciada previamente (2-4 por ciento). Si esta meta se logra, el Banco califica como su exitosa su actuación. Para esta visión, puede que haya costos en este proceso, pero estos son menores a los beneficios  de una inflación baja y estable.

La decisión de hacer una intervención cambiaria a gran escala traería a escena una figura nueva, una auténtica intrusa  en las labores del Banco: La tasa de cambio pasa a ser, a la larga, otro objetivo de la política monetaria y entonces se daña la belleza y la simple perfección del esquema de la "inflación objetivo".  El Banco de la República es uno de los bancos centrales campeones en el mundo en cuanto a su adhesión a este esquema. Las influencias intelectuales sobre la autoridad monetaria colombiana proceden de ese ambiente de la ortodoxia internacional en el que se destacan el Fondo Monetario Internacional, una buena parte de la élite académica de "la profesión" (de economistas) y, de nuevo, las calificadoras de riesgo.

No veo al Banco de la República abandonando su regla. Es muy posible que aumente en el futuro inmediato un poco la escala de sus compras en el mercado cambiario, pero sólo hasta el punto en que sus modelos econométricos alerten que la expansión monetaria comienza a ser incompatible con la meta de inflación.  Y no lo veo emitiendo títulos de deuda para compensar el exceso de liquidez; esta operación tiene costos financieros que terminan trasladándose al presupuesto nacional. Es importante recordar que el Banco ya va a mostrar pérdidas por más de un billón de pesos en 2010. El ministro de hacienda tendrá que girarle esa plata antes de abril de 2011. Ahí se le va una buena parte del nuevo recaudo del 4 por mil mejorado que anunció la semana pasada.   

Porque el ministro sólo hizo anuncios de carácter puramente fiscal: Su mensaje ha sido que, si se mejora la posición fiscal y aumenta el ahorro público, la presión revaluadora va a ceder. Dijo que sí, pero no dijo cuándo. Mientras tanto…

La ortodoxia del gobierno y del Banco hace prever que la tasa de cambio está sometida al aguacero global. Estamos en descampado.  

 *Cofundador de Razón Pública. Para ver el perfil del autor, haga clic aquí. 

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