La propaganda electoral podría ser un alivio financiero para las radios
comunitarias. Pero debe hacerse un seguimiento para que el interés de
unos pocos no distorsione su carácter “comunitario”.
Damaris Ramírez Bernate* y Carlos Andrés Arango-Lopera**
Repensar la radio comunitaria
El reciente anuncio del ministro de Tecnologías de la Información y la Comunicación, Mauricio Lizcano, sobre la autorización para las radios comunitarias de emitir pauta política, reaviva un tema de esos que se van quedando entre las conversaciones de corredores, cabinas radiales y algunos espacios académicos y sociales sobre la radio. En concreto, nos pone a hablar de nuevo sobre las emisoras comunitarias, revisar algunos de sus aportes al país, y también nos exige repasar algunos retos que han estado desde su ingreso al ecosistema comunicativo del país.
En Colombia, el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Telecomunicaciones (MINTIC) describe la radio comunitaria como un servicio “público participativo y pluralista”.
Su principal objetivo es satisfacer las necesidades de comunicación de los municipios o áreas que cubre. Atiende derechos importantes en el ordenamiento legal del país, tales como la participación ciudadana, el desarrollo social, la convivencia pacífica, los valores democráticos. Todo en el marco de la promoción y la defensa de las identidades culturales y sociales.
Un espacio de pluralidad
Si se mira el lugar que Colombia da a sus radios comunitarias, se encuentra que para el Estado la radio comunitaria es ideal en la generación de espacios para la expresión, la información, la educación, la promoción cultural, la formación, el debate y la concertación.
Su misión también es promover el encuentro entre las diferentes identidades y expresiones culturales de la comunidad, fomentando la integración y solidaridad ciudadana.
En algunos círculos académicos y de reflexión sobre la radio, se ha destacado ese lugar importante que Colombia le ha entregado a sus radios comunitarias. Estas emisoras son fuertes por cuanto presentan y representan la voz de los ciudadanos tal y como se produce desde los territorios mismos. Gracias a estas emisoras, especialmente fuertes en regiones rurales, muchas comunidades han iniciado procesos de transformación notables.
De hecho, si bien desde la Constitución Política del 91 se han venido creando las normativas que actualmente rigen la radio comunitaria, la historia de esta en Colombia es bastante más antigua.
Fueron emisoras comunitarias las que, por ejemplo, transmitieron mensajes a los habitantes de sus pueblos que estaban siendo desplazados o perseguidos por los actores violentos sobre cómo salir a salvo del territorio. A veces, esto se lograba mediante claves que la comunidad previamente concretaba.
Casos de este tipo están documentados en el Oriente de Antioquia. Allí las emisoras comunitarias, para entonces radios “piratas” –que funcionaban sin licencia y que, muchas veces, eran administradas por sacerdotes, líderes de la comunidad, maestros y maestras de escuela– debían apagar constantemente los transmisores para no ser cerradas. Pero en todo el país hay testimonios de este tipo.

El problema: la financiación
Es sumamente positivo que el gobierno pretenda dar un alivio a estas emisoras en uno de los puntos que siempre ha sido la piedra en el zapato: la financiación.
Debemos abordar este tema diciendo que, generalmente, las emisoras comunitarias funcionan como un proyecto barrial, veredal o comunal, que se apalancan mediante alguna organización comunitaria que tenga más fuerza, tal como la acción comunal, algún colectivo juvenil o un grupo parroquial. Aunque a veces ocurre al contrario: es alrededor de la emisora como se funda un proceso organizativo más fuerte.
Como sea, esto hace que las emisoras hagan radio informativa, formativa, de opinión y entretenimiento. Si se miran los formatos, es verdad que se asemejan bastante a los formatos de la radio comercial. Pero el contenido que se transmite, de bastante cercanía a las comunidades, es lo que marca la diferencia.
Su gran lunar ha estado en lo financiero. Sin la posibilidad de emitir pauta, debido a su naturaleza comunitaria, estas radios quedan atadas de manos para captar recursos. Por eso el constante apalancamiento que mencionamos antes en otro tipo de organizaciones, dentro de las que se pueden mencionar, además, instituciones académicas e iglesias.
En principio, el anuncio del ministro se lee con entusiasmo. Desde 2021 se venía perfilando una propuesta de ley para la autorización de pauta política en radios comunitarias, fundamentada en un marco normativo. Desde entonces se vino discutiendo que así as radios adquieren nuevas responsabilidades al manejar estos recursos. Las implicaciones, tanto positivas como negativas, varían según la radio, pero es esencial una evaluación interna para entender las repercusiones y fortalecer la esencia comunitaria.
Porque estamos en Colombia. Al permitir la pauta política, ya tenemos certeza sobre algo que va a suceder: en época de campañas, el dinero será más abundante que en épocas donde no haya elecciones de ningún tipo.
Además, las formas para cooptar un proyecto comunitario por vía de la financiación son harto conocidas. Esto se agrava si pensamos que, organizativamente, este tipo de emisoras no destacan por su fortaleza: rara vez tienen empleados debidamente pagados, mientras los consejos de redacción, dirección o juntas directivas no son precisamente la norma.
Bajo ese escenario, cabe pensar que la idea es buena, pero que el control será difícil. Y esto es delicado porque las radios comunitarias representan la voz de los pueblos y ciudades de Colombia. Su labor diaria ha sido vital para contribuir a la paz y reconocer diversas identidades, abordando temas sociales que afectan a las comunidades. Esta es su esencia y es lo que las mantiene relevantes en nuestro tejido social. Pero eso de mezclar política, dinero y medios, en Colombia, no deja muy buenas experiencias.
Precisamente, ha sido por la falta de dinero que muchas emisoras comunitarias han desvirtuado su esencia. No es un secreto muy bien guardado que muchas cadenas radiales comerciales del orden regional y nacional aprovechan esta precariedad de las emisoras comunitarias para expandir sus tentáculos.
Ahora, queremos pensar en positivo. La inyección de dinero podría servir para que las emisoras formalicen muchas relaciones laborales que se dan de manera espontánea, lo cual permitiría pagar profesionales y mejorar sus contenidos, sus parrillas y sus esquemas de producción.
4 Comentarios
El año pasado tuve la oportunidad de visitar el municipio de Sutatenza en Boyacá, y fue muy emocionante conocer la transformación del municipio a partir de la transmisión radial de contenido educativo desde el año 1947, liderada por el padre José Joaquín Salcedo. Estar allí, en la vivienda en la que él habitó, y conocer de primera mano los instrumentos tales como los radios de transistores y los libros que suministraba a los campesinos con contenido en donde se les enseñaba de manera fácil inicialmente a leer y luego a realizar operaciones más complejas para que aprendieran principios básicos de contabilidad, causó en mi completa admiración por los propósitos y sueños del padre Salcedo.
Pienso que la no financiación está relacionada con nuestra perspectiva desde las ciudades. En la ciudad accedemos con facilidad a los medios de comunicación que más nos gustan. Sin embargo, las radios comunitarias no son una prioridad en la capital desde donde se “planea” su financiación, ya que no las consideramos necesarias en nuestra vida cotidiana. Esta percepción plantea el problema mencionado en este artículo sobre solo considerar el uso de las radios comunitarias durante los períodos electorales. Y aunque se pretenda pensar en positivo, surge la preocupación sobre la posible desaparición que podrían enfrentar las radios comunitarias, sino se les reconoce por lo que realmente son: ¡revolución!
Es cierto que la financiación de las radios comunitarias es necesaria para que día a día se haga mas digno el trabajo que implementan para mantener de cierta manera informadas a las personas que consumen su contenido, pero politizarlas seria un punto negativo ya que la radio es un medio mediante el cual se pueden expresar los pensamientos de las personas, sin la necesidad de que estén atados a un pensamiento o corriente política, lo justo seria que se se brinde el espacio para esta promoción política, la cual seria una forma de inyectar capital a las radios comunitarias, pero que se sea objetivo con lo que se proyecta a los oyentes de las radios comunitarias y no dejar de lado sus ideales y con esto no imponer una ideología política como una verdad absoluta.
Las radios comunitarias son muy importantes para el pais. En el Caquetá, estas emisoras son de vital importancia para campesinos y habitantes de las ruralidas, pues se mueve información relevante de su diario vivir. Por esto, es importante que los planes culturales locales mantengan vivas estas traducciones con financiamiento digno para el sector radial, pues estos espacios transforman los hogares de Colombia y acompañan al trabajador.
Las radios comunitarias cada vez seran desplazadas mas porque su mantenimiento y concepcion implican un gasto de dinero muy grande, siendo mas rentable realizar podcast o videos informativos a traves de las plataformas mas accesibles actualmente como spotify tiktok facebook, si las radios comunitarias quieren renovarse necesitan competir de una manera necesita reducir drasticamente los costos en su realizacion, ya que actualmente conseguir la financiacion necesaria para su sostenimiento es muy dificil.