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No olvidemos a Siria: un nuevo relato del conflicto tras diez años de guerra

Escrito por Massimo Di Ricco
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Aunque el mundo prefiere ignorarla, en Siria sigue sucediendo una tragedia. Para salir de ese infierno sería preciso aclarar la memoria y revisar las causas iniciales del conflicto.

Massimo Di Ricco*

Los niños hoy y en el comienzo del conflicto 

Esta semana se conmemoraron diez años de la guerra en Siria. Los comentarios de los medios de comunicación en este triste aniversario se concentraron en el destino de los refugiados y en la deplorable situación de un país que sufre una crisis económica sin precedentes.

La imagen preferida para representar la crisis en Siria es la de los niños: llorando, en medio de escombros, en campos de refugiados, con la mirada triste, sin nombres, con caras que dejan ver su inocencia, su sufrimiento y la violencia que padecieron.

Pero estas imágenes, que intentan humanizar el conflicto, son también formas de infantilización y paternalismo. En nombre de cierto humanismo sentimental, estas representaciones ocultan el contexto histórico y las causas de la tragedia. Esconden que el conflicto aún está en curso y, más aún, que la comunidad internacional fracasó.

Curiosamente, la chispa que detonó el conflicto provino de un grupo de niños que, sin embargo, estaban muy lejos de esa imagen mediática sobre la niñez siria: no eran seres humanos pasivos que necesitaban ser salvados. Hace diez años, estos niños inconformes pintaron un grafiti en la ciudad de Daraa contra el presidente sirio Bashar Al-Asad e hicieron estallar las protestas que sacudirían a toda la región.

No fue el grafiti en sí mismo lo que provocó la sublevación, sino la violenta respuesta de las autoridades. Muchos de estos niños fueron detenidos y torturados en las prisiones sirias, hasta que fueron liberados para apaciguar las protestas. Unos meses más tarde, otro niño de Daraa, de trece años, fue entregado muerto y mutilado a su familia, semanas después de haber sido apresado por las fuerzas de seguridad. En ambos casos fueron atrocidades cometidas por las autoridades del régimen de Asad.

Curiosamente, la chispa que detonó el conflicto provino de un grupo de niños que, sin embargo, estaban muy lejos de esa imagen mediática sobre la niñez siria

No hay teoría de la conspiración que se sustente cuando los supuestos conspiradores, encarcelados, torturados y asesinados, son unos niños. Esto es algo que debe recordarse al conmemorar diez años de guerra, y especialmente ahora que la memoria se va desvaneciendo y se complica el relato sobre este conflicto.

Foto: Flickr - La conmemoración debería motivar a reunir fondos y estrategias para apoyar a los sirios que aún están en el país y a los exiliados.

Culpa y fracaso de la comunidad internacional

Lo primero que debe tenerse en cuenta al conmemorar este funesto aniversario es que todavía hay guerra en Siria. Desde el acuerdo de paz, firmado a principios de 2020 entre Turquía y Rusia, las noticias sobre el conflicto sirio desaparecieron de nuestros hogares. Aunque esto podría hacernos creer que ya no hay conflicto, la verdad es que la guerra continúa:

  • en el norte, en la zona controlada por Turquía, aún hay bombardeos esporádicos;
  • en el sur, en la zona de Daraa, siguen los choques violentos entre lo que queda de la oposición y las fuerzas gubernamentales;
  • son constantes los ataques aéreos de Israel contra bases y milicias iraníes instaladas en Siria.

Varios países extranjeros tienen presencia militar estable en Siria: ejércitos de Rusia, Irán, Turquía y Estados Unidos. Además, las facciones kurdas mantienen una zona de control e influencia en la frontera con Turquía. Algunos territorios en el norte son controlados por grupos afines a Al Qaeda, mientras que ISIS reapareció en la frontera con Irak.

Lo más preocupante es que a ninguna de estas facciones, nacionales y extranjeras, le interesa abandonar su posición en el territorio. Su persistente presencia militar y la total ausencia de un debate público sobre el conflicto sirio son síntomas y evidencia de la complicidad de la comunidad internacional en la tragedia siria.

Este panorama, de aparente estabilidad y conflicto de baja intensidad, hace parecer que ya no hay guerra y exagera el poder de los sirios sobre el destino de su propio país. De una u otra manera, ellos tendrán que lidiar con estas fuerzas extranjeras para acabar con una crisis que se origina y manifiesta en el plano nacional pero también en el regional y en global.

El reino de la injusticia

En las condiciones actuales, un hipotético fin del conflicto no sería garantía de un futuro prometedor para el país. Principalmente por la sensación de que, después de diez años de guerra, hay una falta de justicia. Aunque en las últimas semanas la justicia internacional haya condenado a miembros del establecimiento sirio por su participación en crímenes de lesa humanidad, a diario siguen desapareciendo ciudadanos en las cárceles de Siria.

La casi absoluta falta de justicia, tanto en Siria como en las limitadas instancias internacionales, hace muy difícil que el eventual fin del conflicto conlleve un regreso a la normalidad, al mando de Bashar Al-Asad, su familia y la élite que lo rodea. Esta dinastía, que lleva casi cincuenta años en el poder, ya destacaba por su autoritarismo antes de la guerra. Si bien muchos sirios, en especial las comunidades minoritarias perseguidas, ven hoy al presidente como un salvador que les ha dado protección, no hay que olvidar que fue él quien propició, con sus decisiones, la destrucción del país.

Aunque el conflicto acabe, se esperan décadas de silencio, traumas, búsqueda de desaparecidos y pocos casos de justicia. En este momento no se están creando las condiciones para que esto no suceda. Después de diez años se ha ido perdiendo la memoria de lo que ocurrió realmente, una amnesia alimentada por la desinformación y las posiciones dogmáticas.

El relato, diez años después

Hoy lo más importante y lo que debe ser recuperado es la memoria perdida en el relato adulterado sobre el conflicto. Empezando por aclarar la secuencia de eventos que condujo a la tragedia actual, tomándola como base de cualquier análisis.

Por ejemplo, el gobierno de Asad y los medios internacionales afines han afirmado continuamente que las primeras protestas fueron orquestadas por potencias extranjeras, terroristas o islamistas. No obstante, se sabe —casi a ciencia cierta— que la gran mayoría fueron manifestaciones pacíficas.

Es cierto que Estados Unidos, los países del Golfo y otras figuras internacionales armaron a la oposición siria y a todo tipo de grupos extremistas, para derrocar a un aliado de Irán en la región. Sin embargo, la guerra y sus consecuencias son obra del gobierno sirio. Estados Unidos y las potencias occidentales se aprovecharon de la situación, pero, a diferencia de otras veces, no la propiciaron.

La casi absoluta falta de justicia, tanto en Siria como en las limitadas instancias internacionales, hace muy difícil que el eventual fin del conflicto conlleve un regreso a la normalidad,

Por eso es importante recordar esos primeros momentos de la crisis. Aunque múltiples facciones se hayan enfrentado por diez años en Siria, la responsabilidad por los 12 millones de refugiados y 500.000 muertos o desaparecidos recae sobre los que reprimieron, encarcelaron, torturaron y desaparecieron a miles de ciudadanos que pedían cambios. La responsabilidad es principalmente de Bashar Al Asad, su familia y la élite que los sostiene en el poder.

Reconstruir la memoria histórica y el relato de los eventos es un enfoque fundamental para entender las verdaderas causas del sufrimiento en Siria. Por ejemplo, es muy probable que, si el gobierno de Asad hubiera hecho unas pocas concesiones hace diez años, se hubieran apaciguado las protestas y no estaríamos hoy conmemorando esta tragedia sin sentido. Entender esto solo es posible si retomamos el relato sobre el conflicto y la memoria.

La resolución

Desde que sea apagaron los reflectores sobre el conflicto sirio, el enfoque que se le da a esta situación se centra en la tragedia humanitaria, las condiciones de los niños, los refugiados, la pobreza y el alto costo de la vida en Siria. Y ahora que se cumple una década guerra surge la oportunidad para que organizaciones humanitarias recauden fondos, necesarios y urgentes, para aliviar las condiciones de vida de una población extremadamente afectada por la guerra.

Desafortunadamente estas ayudas son apenas paliativos. Considerando el alcance global del conflicto y la situación actual en el terreno, se necesitará una resolución internacional. Por esta razón, es necesario que los ciudadanos presionen a sus respectivos gobiernos, para que trabajen en una solución política. Así, por lo menos, se podrían dar las condiciones para que los sirios —en Siria y refugiados en el exterior— decidan el destino de su país.

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