Desde que inició el caso sobre los mal llamados “falsos positivos” ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), el expresidente Álvaro Uribe ha venido reaccionando con un discurso cuya vehemencia y contenidos se ha recrudecido a medida que sale más información sobre la magnitud, el carácter sistemático y las modalidades de este capítulo atroz del conflicto armado.
Colombia y el mundo lo saben – y cada vez más – pero hay que nombrarlo las veces que sea necesario. Más de 6000 jóvenes fueron asesinados cruelmente por la fuerza pública cuyos miembros mostraron a las víctimas como bajas en combate. Esto ocurrió en un contexto de presiones desde las más altas esferas de la estructura militar, para mostrar “resultados”. Seres humanos que no tenían nada que ver con el conflicto, fueron forzados a entrar en él, ya muertos y convertidos en una cifra. Sus familias han tenido que enfrentar, además del dolor de la pérdida de sus seres queridos, el estigma de ser parte de las estadísticas de la guerra.
Valga la oportunidad de las reacciones del expresidente ante lo declarado por uno de los máximos responsables esta semana, para poner la lupa y sensibilizarnos sobre las diversas formas de revictimización que suelen enfrentar las víctimas de violaciones de derechos humanos.
La revictimización ocurre cuando quien ya ha sido víctima de una violación de derechos humanos enfrenta distintas situaciones que le hacen revivir la experiencia traumática, la culpabilizan por lo sucedido, desacreditan su versión o, en general, obstaculizan o desvían sus luchas por la verdad y la justicia. Esto le puede pasar tanto a las víctimas directas como a sus familiares. La revictimización suele ocurrir a nivel institucional, pero no exclusivamente. Los discursos públicos, especialmente de quienes ostentan un poder significativo, pueden tener impactos igual de devastadores.
En el caso de los “falsos positivos” el discurso del expresidente Uribe tiene muchos elementos revictimizantes. Menciono tres:
Primero, afirma que quienes están declarando ante la JEP pueden estar reconociendo delitos que no cometieron. El expresidente no individualiza hechos concretos, no dice cuáles confesiones serían falsas ni explica su fundamento. Lo que intenta es poner un manto de duda genérico sobre todo lo que ha pasado, lo que está pasando y el resultado futuro del proceso.
Segundo, dice que en el proceso se están presentando como inocentes a quienes estaban delinquiendo. Esto ya pasó en el 2008 y aunque hace un par de años reconoció que fue un error decir que los jóvenes “no estarían recogiendo café”, esta semana volvimos a escuchar una nueva versión de lo mismo que, de manera solapada, se sugiere como justificación.
Y tercero, señala que la JEP fue impuesta por las FARC, Cuba y Venezuela. Con un argumento que no se sostiene fácticamente y que demuestra la incomprensión de los procesos de justicia transicional, el expresidente busca deslegitimar a la única institución judicial que, por fin, está escuchando a las familias, haciendo un esfuerzo genuino de esclarecimiento y que podría darles algún grado de justicia, aunque imperfecta.
Hay quienes dirán que el expresidente Uribe tiene derecho a la libertad de expresión. Claro, pero eso no cambia que su discurso y el daño que puede causar no sean repudiables. También dirán algunos que tiene derecho a la defensa. Sí. En caso de enfrentar un eventual proceso penal podrá ejercer ese derecho.
Me solidarizo con las madres, los padres, las parejas, los hijos, las hijas, los hermanos, las hermanas y los demás familiares de tantas víctimas. Espero que nada ensucie su memoria ni opaque la verdad y justicia que el Estado apenas les está empezando a ofrecer.
1 Comentario
Por fortuna tenemos a la JEP para que ese funesto episodio que ha enlutado a las familias de las víctimas, por lo menos, se haga justicia con esclarecer la verdad. Y al señor que profiere frases desesperadas porque tiene el agua en el cuello, entonces también le llegará el momento de rendir cuentas. Ya los eufemismos y las patadas de ahogado, no se las cree ni él mismo.