El virus no reconoce fronteras, pero esta vez ha fallado de manera estrepitosa la cooperación internacional. ¿A qué se debe la falla? *
Andrés García Trujillo**
Sálvese quien pueda
La crisis actual tiene retos y consecuencias semejantes a las de la posguerra. Pero estamos lejos de optar por la cooperación internacional de aquella época.
Hoy por hoy el interés individual de los países importa más que el colectivo. Garrett Hardin en 1968 describió este hecho en “la tragedia de los comunes”. Dada la relación actual entre los países, las acciones individuales son insuficientes, e incluso contraproducentes, si no hay una acción colectiva a favor del bien común.
A pesar de esto algunos países como Alemania, Japón o Estados Unidos adoptaron medidas nacionales sin precedentes para resolver su propio lío –y a costa del enfoque global que necesita la solución del problema- .
La única excepción han sido las medidas de algunos organismos internacionales, que siguen siendo tímidas para la magnitud del problema.
Lo anterior nos lleva a preguntarnos ¿por qué no ha habido una acción coordinada eficaz a nivel internacional? y ¿cuáles son los temas sobre los que se debería estar trabajando?
Lucha de poderes y consensos
En primer lugar, el número creciente de proyectos nacionalistas, autoritarios y populistas que se ejemplifican en los gobiernos de Trump, Johnson, Putin, Xi Jing Ping, Bolsonaro, Erdogan, etc., obstruye dicha cooperación y socava el multilateralismo.
A pesar de los múltiples intentos, el proyecto liberal de la década de los noventa de una gobernanza global no se pudo llevar a cabo por la continua confrontación entre Estados, que se ha agudizado estos últimos años.
En otros términos, somos testigos de la lucha de los Estados por la hegemonía. Estamos más cerca del “equilibrio de poderes” del siglo XIX, que a un escenario cooperativo como el que se pretendía a mediados del siglo pasado. Las guerras mundiales son prueba de lo mal que puede acabar la apuesta exclusiva por el modelo de equilibrio de poderes.

Foto: Pixabay
Redes de científicos e investigadores respondieron más rápido y eficientemente a la COVID-19 que los Estados.
La única excepción han sido las medidas de algunos organismos internacionales, que siguen siendo tímidas para la magnitud del problema.
Las instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) o la Organización de Naciones Unidas nacieron con la idea de fortalecer la cooperación internacional al tiempo que favorecían la intervención y autonomía de los Estados en la búsqueda de su propio desarrollo. En su creación incluso participaron los países del sur.
No obstante, en este contexto de poder fragmentado, no hay un líder que pueda construir consensos. Hoy en día, con Donald Trump en la presidencia, Estados Unidos no ejerce el papel de líder mundial que tuvieron desde tiempos de Roosevelt.
Por el contrario, Trump debilita los cimientos del país al adoptar medidas unilaterales para resolver asuntos globales como la disputa comercial con China, la ruptura del acuerdo nuclear con Irán, la negación del cambio climático y, más recientemente, la arremetida contra la Organización Mundial de la Salud.
Consensos inaplicables
En segundo lugar, el mundo cambió rápidamente. En consecuencia, los arreglos institucionales del orden de la posguerra no resultan adecuados para nuestros días.
Incluso durante la Guerra Fría se debatieron la representatividad y atribuciones del FMI o del BIRF, así como las estrictas medidas de austeridad que imponían estas instituciones a cambo de sus préstamos.
Estas entidades siguen teniendo un sistema de gobierno integrado únicamente por los Estados. Sin embargo, hoy por hoy hay muchos más actores en el escenario global, como las empresas, las organizaciones no gubernamentales, los grupos transnacionales ilegales, los gobiernos locales o los movimientos sociales. Por ejemplo, en las últimas semanas vimos que distintas redes globales de científicos e investigadores respondieron más rápida y eficientemente a la COVID-19 que los Estados.
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Objetivos comunes
La pandemia exige una respuesta global. Pero en la política actual predomina la realpolitik en el manejo de los bienes públicos. El mundo no tiene una noción de comunidad con un propósito moral y un sentido de identidad universales.
Una mirada más detallada revela que existen divisiones y conflictos entre proyectos religiosos, étnicos y nacionalistas que se oponen a cualquier idea global, así como entre diferentes concepciones de lo que significa lo “universal”.

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Es esencial que la ciudadanía cuente con mayor presencia e incidencia en las agencias multilaterales y el sistema de las Naciones Unidas.
Ahora bien, aun estamos a tiempo de preocuparnos por las demás personas, de expandir nuestro “círculo de preocupación por el otro”. Ya hay quienes apostaron por una salida solidaria. Ciudadanos de todo el mundo se organizaron en redes para buscar soluciones en tiempo real a la crisis.
Además, en estos momentos hay más oportunidades para realizar grandes cambios. Ejemplo de lo anterior son las críticas a la austeridad fiscal en Estados Unidos, los debates sobre la viabilidad del modelo económico, o las preguntas sobre el significado del bienestar, el cuidado y el desarrollo.
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Necesitamos cambiar las instituciones internacionales, buscando objetivos comunes y una visión integral. Es esencial que la ciudadanía cuente con mayor presencia e incidencia en las agencias multilaterales y en el sistema de Naciones Unidas.
En esa dirección, desde hace décadas hay propuestas para crear un parlamento global de ciudadanos. El Foro Global sobre Seguridad Alimentaria y Nutrición (Foro FSN) es un buen ejemplo de cómo pueden mejorarse las instituciones actuales.
Adicionalmente, hay que articular los asuntos de salud global con los de la estabilidad financiera y comercial, los de desarrollo y apoyo económico con los de los ciudadanos y países más pobres, y, finalmente, los ambientales y agroalimentarios con los de seguridad y paz.
Esa agenda está pendiente para evitar que la tragedia de los comunes de Hardin se vuelva una realidad.
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*Este artículo hace parte de la alianza entre la Facultad de Economía de la Universidad Externado de Colombia y Razón Pública. Las opiniones expresadas son responsabilidad del autor.
**Profesor de Economía Política Global en la Universidad Externado de Colombia y Asociado al Instituto para las Transiciones Integrales. @andresgarciatru
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