Es la primera vez que un policía llega a la cima del poder político, y va a encontrar un panorama de urgencias en la seguridad y en la propia Policía. El general tendrá a su cargo el tema-eje del país, pero dispone de apenas unos meses para dejar su huella.
Juan Carlos Ruiz*
Verde brillante
Que un policía llegue a ser vicepresidente de la República es algo inusual en América Latina, una región donde los policías no tienen mucho prestigio ni se han ganado la confianza del público. Pero el caso colombiano es una excepción atribuible al cambio sustancial de nuestra Policía Nacional a lo largo de los últimos 60 años.
De aquella Policía politizada y brutal, dirigida esencialmente por militares y menospreciada por los colombianos, pasamos a una institución cuyos directores son figuras fundamentales en la vida nacional. Hace algunos años titulé un ensayo “Del policía descalzo al policía presidente” sin imaginar que estaba prediciendo el ascenso de un policía a los niveles más altos del gobierno.
El protagonismo del general Naranjo en la vida nacional no es un caso único. Antes de él, el general Rosso José Serrano había sido llamado “el mejor policía del mundo”, se codeó con las altas esferas de Washington y se convirtió en un personaje necesario para la clase dirigente de Colombia. Al salir de la Policía, la prensa lo señaló como un posible candidato presidencial, una fórmula vicepresidencial o alcalde de Bogotá.
Recientemente el gobierno Santos lo sacó de su retiro para convertirlo en una suerte de enlace diplomático informal con la administración Trump (y buena falta que hacen sus oficios ahora que las hectáreas de coca han aumentado y la ayuda de Estados Unidos parece estar en veremos). Algo parecido hizo Serrano durante el gobierno Samper, cuando Colombia fue descertificada por el Congreso de Estados Unidos por la falta de cooperación en la lucha contra las drogas. Mientras el presidente se quedaba sin su visa, el general logró mantener la ayuda financiera de Washington para la Policía, la única institución nacional que siguió recibiendo ese apoyo.
Óscar Naranjo, quien también ha sido llamado “el mejor policía del mundo”, ha tenido relaciones privilegiadas con Washington – como Wikileaks lo mostró en su momento-. Como director de la Policía, su influencia sobre los agentes fue quizá más importante que la de otros directores, en una institución atribulada a veces por las peleas entre oficiales “rossistas”, “campistas”, “giliberistas” y “paloministas”.
Al salir de la Policía, Naranjo era el personaje nacional con mejor imagen y mayor credibilidad según Invamer-Gallup. Esta exitosa trayectoria hizo que fuera nombrado ministro del posconflicto, posteriormente vocero del gobierno en la mesa de La Habana y ahora vicepresidente.
El poder del vice
Asesinatos de líderes sociales, uno de los retos en materia de seguridad. |
Se ha dicho que la figura de la Vicepresidencia ha resultado inocua y por ello debe desaparecer. Sin embargo, los vicepresidentes han asumido algunas banderas muy importantes para los presidentes de turno. Por ejemplo:
- El vicepresidente Gustavo Bell dirigió la cartera de Defensa cuando el presidente Pastrana tenía como prioridad la modernización del sector defensa y la ejecución inicial del Plan Colombia.
- Francisco Santos asumió el problema de los derechos humanos cuando el Congreso de Estados Unidos se rehusó repetidamente a ratificar el TLC suscrito por la administración Uribe debido a la violación sistemática de derechos y al asesinato de sindicalistas en Colombia.
- El vicepresidente Vargas Lleras fue la punta de lanza para remediar el atraso proverbial de nuestra infraestructura, opacando de paso a los ministros de Transporte y Vivienda.
- Incluso la renuncia de Humberto de la Calle como vicepresidente de Samper reflejó el asunto más importante para ese gobierno: el escándalo por la financiación ilegal de su campaña y el proceso 8000.
Naranjo llega a la Vicepresidencia para liderar la consolidación de la paz, aunque ya Rafael Pardo sea el ministro del Posconflicto y el presidente Santos haya llamado a María Lorena Gutiérrez (con quien Naranjo tuvo desencuentros), para apoyar la reintegración de las FARC.
Al salir de la Policía, Naranjo era el personaje nacional con mejor imagen y mayor credibilidad
El tema bandera de Naranjo debería ser entonces la seguridad ciudadana, ya que la situación en esta área es cada vez más preocupante:
- Si bien los homicidios han disminuido, los delitos urbanos en general están alcanzando proporciones alarmantes y cada vez más difíciles de controlar.
- Las encuestas sobre sensación de inseguridad y victimización comienzan a mostrar dimensiones insospechadas del crimen urbano.
- El aumento del consumo de droga entre jóvenes ha elevado los niveles de la violencia escolar y parece estar jalonando el pandillerismo, que a su vez está incidiendo sobre el micro-tráfico, la extorsión y los asaltos.
- Las regiones de antigua influencia de las FARC están siendo tomadas por bandas criminales de nuevo cuño.
- El sistema de justicia parece próximo a colapsar en medio de altos niveles de impunidad y corrupción. La reincidencia de los criminales, sobre todo de aquellos que deben utilizar brazalete electrónico o de quienes tienen casa por cárcel muestra un fracaso rotundo del imperio de la ley.
- El sistema penitenciario también está a punto de estallar por el hacinamiento y la incapacidad del Estado para resocializar a los reos.
Y la Policía Nacional no da abasto con las responsabilidades que se le han impuesto en los últimos años. Como decía con razón un oficial, la Policía colombiana se ha convertido en un ungüento que se usa para cualquier dolor: los agentes actúan como guardaespaldas cuando se cierra el DAS, eliminan manualmente cultivos de coca cuando asesinan a los erradicadores, conforman una división anticorrupción cuando estallan sendos escándalos bajo las administraciones Uribe y Santos, y custodian las zonas veredales donde se concentran las FARC, entre otras muchas tareas.
Se busca jefe
![]() General Oscar Naranjo. Foto: Presidencia de la República |
El país no tiene doliente en el tema de la seguridad ciudadana. Mientras el Ministerio de Defensa ha brillado por su ausencia en la materia, los Ministerios de Justicia y del Interior han tenido un desempeño mediocre y no han logrado abocarse a resolver la crisis de los estrados judiciales ni el drama de las cárceles. Además de lo cual:
- No existe una política de mediano y largo plazo que coordine a los responsables sectoriales, nacionales y locales de la seguridad.
- Muchos alcaldes, quienes según la Constitución son la “primera autoridad de policía”, no saben qué hacer y se acogen a los planes que buenamente conciba la Policía.
- Otros alcaldes se quejan de los comandantes que les tocaron en suerte, como si su única responsabilidad consistiera en exigir resultados sin planear una estrategia a la medida de su región (más allá de adquirir motos y cámaras).
- Y otros alcaldes piden que el Ejército se encargue de la seguridad en su ciudad. Estas supuestas estrategias de mano dura suscitan gran entusiasmo entre algunos ciudadanos pero resultan totalmente inocuas en el terreno.
- Los planes integrales de seguridad, que desde 2011 se les exigen a los alcaldes, se han quedado casi siempre en letra muerta y no han sido continuados por sus sucesores.
- Las ciudades colombianas tienen niveles precarios de pie de fuerza policial por habitante, lo que impide cumplir a cabalidad todas las tareas impuestas.
- La Policía se ve abrumada por una criminalidad cada vez más extendida, sofisticada y organizada que logra corromper incluso a algunos de sus miembros.
Se necesita un director de orquesta que impulse, coordine y promueva una política nacional de seguridad nacional. No se trata de que Naranjo se convierta en un súper policía por encima del actual director general de la institución. De hecho, la Policía no es más que un eslabón en la cadena responsable de la seguridad. Este director de orquesta debe coordinar a todos los actores implicados y establecer una estrategia común que trascienda los períodos presidenciales.
El país no tiene doliente en el tema de la seguridad ciudadana.
Uno de los actores claves en este proceso es la comunidad, la cual fue abandonada como aliada de la Policía. Paradójicamente fue durante la gestión de Naranjo como director cuando fue desmantelada la división de Policía comunitaria que en poco más de 10 años había mostrado resultados prometedores, aunque a veces no fueran medibles. También los Frentes Locales de Seguridad se debilitaron hasta casi desaparecer, lo que implicó perder un punto de encuentro y organización vecinal que hoy hace mucha falta.
La lista de tareas pendientes en el sector seguridad puede ser interminable: desde la concepción de una política de manejo del ocio entre los jóvenes vulnerables hasta abordar sin dilaciones la bomba pensional de la Policía o la mejora salarial y promoción de sus miembros, pasando por el tratamiento como adultos de asesinos menores de edad y la promulgación de leyes de reincidencia criminal.
Claramente estos son muchas labores para el año de mandato como vicepresidente que tendrá Naranjo.
*Profesor titular de la Universidad del Rosario, Ph. D. en Ciencia Política de la Universidad de Oxford, magíster en Administración Pública de la ENA (Francia), magíster en Administración de Empresas de la Universidad Laval (Canadá), magíster en Ciencia Política de la Universidad de los Andes.