Nadando en un remolino: los primeros tres meses de Donald Trump - Razón Pública
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Nadando en un remolino: los primeros tres meses de Donald Trump

Escrito por Guillermo Calvo Mahé

Donald Trump, presidente de Estados Unidos

Guillermo CalvoUn recuento informativo y balanceado sobre los logros, fracasos y tareas en proceso de un presidente singular y discutido como pocos en la historia de Estados Unidos. ¿Quiénes son los actores y cuáles son las fuerzas que han venido jugando?     

Guillermo Calvo Mahé**

Universidad ManizalesEl contexto

Grosero, nefasto, deshonesto, inepto, títere ruso, incoherente; o adorado, independiente, honesto, sabio, ingenioso, heroico, cercano a su pueblo. ¿Ninguno o todos? Tal vez un poco de contexto y un análisis neutral podrían ser útiles para entender el caso de Donald Trump.

Estados Unidos tiene un sistema federal y con separación de poderes. Hay un gobierno central y cincuenta gobiernos estatales, todos con verdadera división de poderes. Actualmente, el Partido Republicano domina el poder Ejecutivo en los estados y las dos cámaras del Congreso, mientras el Partido Demócrata domina la rama Judicial, con excepción de la Corte Suprema. Pese al triunfo electoral del Partido Republicano, la burocracia federal es demócrata y no es fácil cambiar su orientación.

Trump, por otra parte, ha sido sucesivamente liberal, demócrata, miembro del Reform Party de Ross Perot y ahora republicano. Pero no un republicano tradicional. Es la primera persona que llega a la Presidencia sin haber prestado servicios militares o gubernamentales. Su instinto es de empresario y tiene percepciones muy diferentes de las de los políticos tradicionales. Su candidatura fue rechazada por importantes líderes republicanos, pero actualmente cuenta con el apoyo, con frecuencia tibio, de casi todos ellos.

Su partido reúne los intereses de diferentes grupos sociales, como el elitista que hasta hace poco dominaba las decisiones republicanas, el teocrático que quiere establecer un Estado cristiano, y el populista. Estos dos últimos están unidos bajo la bandera del Tea Party.

Además, entre los congresistas republicanos hay una división en dos alas: una de conservadores y libertarios decididos a recortar las funciones estatales y reducir el presupuesto (el Liberty Caucus) y otra más colectivista y liberal que busca preservar  los elementos básicos del Estado de bienestar (el Grupo de los Martes). Ambas alas son necesarias  para que el Partido Republicano pueda legislar pues, como quedó demostrado con el fallido intento de reformar la salud, ninguna ley propuesta por los republicanos  puede contar con votos de los demócratas.

La oposición de los demócratas

Expresidente de Estados Unidos, Barack Obama
Expresidente de Estados Unidos, Barack Obama
Foto: Wikimedia Commons 

Tanto Trump como el Partido Republicano creen que las regulaciones excesivas del gobierno asfixian la industria, le quitan competitividad internacional y le impiden  crear empleos en el país. Por eso un proyecto central de esta administración es eliminar regulaciones que los demócratas consideran esenciales para proteger el interés público.

Es la primera persona que llega a la Presidencia sin haber prestado servicios militares o gubernamentales. 

Para desmontar esas regulaciones, Trump se ha valido de “órdenes ejecutivas” (decretos),  que por supuesto son más fáciles de tramitar que la leyes, pero también son más fáciles de cambiar. Obama usó las órdenes ejecutivas con frecuencia y ahora, a través del mismo medio, se desbarata lo construido.

Para entender la escasez de logros de la administración Trump es necesario analizar las   armas de la oposición. El Partido Demócrata:

  • Controla la rama Judicial (aunque Trump ya logró la posesión de un magistrado de la Corte Suprema), lo cual le ha permitido frustrar las órdenes ejecutivas referentes a la inmigración, las visas y los refugiados.
  • Tiene la simpatía de cinco de las seis cadenas de medios de comunicación. La única que apoya a los republicanos, aunque no siempre al presidente, es la del grupo Murdoch (Fox News).
  • Tiene el apoyo de los funcionarios de la administración Obama que siguen en sus cargos, especialmente los de las dieciséis agencias de inteligencia (CIA, FBI, NSA, etc.).
  • Miles de activistas, algunos de ellos pagados, responsables de la coordinación de la oposición y de sus protestas cívicas, atacan todo lo que haga la administración Trump y abogan por la destitución del presidente.

A esta resistencia hay que añadir el hecho de que dirigentes importantes del Partido Republicano no acepten el liderazgo de Trump, especialmente los senadores John McCain y Lindsey Graham.

La oposición demócrata ha sido absoluta, con excepción de su apoyo al ataque a Siria del 7 de abril. Esta postura carece de coherencia, ya que muchas de las propuestas y decisiones de la administración Trump tienen sus raíces en las políticas de los dos últimos presidentes demócratas. Tal es el caso del muro en la frontera con México o el de la prohibición  de entrada a los visitantes y refugiados de países que carecen de información sobre sus ciudadanos. A pesar de esto hay que decir que durante la administración Obama los republicanos también fueron extremadamente obstruccionistas.

Hasta ahora, la coalición opositora ha impedido el cumplimiento del programa político de  Trump. Pero con la posesión del magistrado Gorsuch, la oposición perderá una de sus herramientas más eficaces, y Trump contará con una Corte Suprema ya completa y capaz de revertir la mayoría de las decisiones judiciales adversas. Además, será más difícil pintar al presidente como títere de los rusos para deslegitimarlo por los supuestos vínculos entre su campaña y el pretendido sabotaje ruso a la campaña Clinton.

Decisiones y promesas

Entonces, ¿qué se ha logrado y qué se puede esperar?

Por medio de órdenes y acciones ejecutivas (45 hasta el 28 de marzo) se introdujeron  numerosos cambios en políticas públicas y se tomaron decisiones como:

  • Eliminar protecciones ambientales;
  • Reorganizar la rama Ejecutiva;
  • Dar prioridad a la deportación de indocumentados involucrados en actividades delictivas;
  • Ordenar que por cada nueva regulación establecida dos sean canceladas;
  • Dictar la orden sobre inhabilidades de los funcionarios administrativos;
  • Iniciar el diseño y ampliación del muro entre México y Estados Unidos;
  • Reducir los recursos federales a ciudades que no cumplan las leyes de inmigración;
  • Aprobar oleoductos y gasoductos;
  • Congelar el reclutamiento de nuevos funcionarios federales, con excepción de militares;
  • Crear una oficina presidencial para la innovación; y
  • Rechazar el Acuerdo de Asociación Transpacífica.

También logró nombrar gran parte de su gabinete y al juez Neil Gorsuch en la Corte Suprema. Aunque no logró reemplazar el sistema de salud de Obama, la propuesta sigue en pie y su éxito parece probable en las próximas semanas.

Por otra parte el Congreso está iniciando un proyecto de reforma tributaria que reduciría los impuestos para todos, especialmente para las corporaciones y empresas. Esto con el fin de hacerlas más competitivas y aumentar el empleo en Estados Unidos. No obstante, la reducción de ingresos que esto implica exige una correspondiente reducción de gastos y, al parecer, los programas de bienestar social serán los afectados.

Está pendiente la reparación de la infraestructura nacional que tendría un costo de cuando menos un billón de dólares y duraría diez años. Esta reparación se haría principalmente por medio de concesiones a empresas privadas que harían la mayor parte de las inversiones con la intención de recuperarlas mediante el cobro a los usuarios.

La política exterior

Ataque a Siria por parte de Estados Unidos.
Ataque a Siria por parte de Estados Unidos. 
Foto: Radio Nacional del Salvador

La administración también ha prometido invertir 54.000 millones de dólares en las fuerzas militares para corregir lo que algunos generales y almirantes percibieron como un descuido por parte de la administración Obama. También se ha hablado de una mejora sustancial del armamento nuclear, lo cual dificultaría la reducción de impuestos.

Obama usó las órdenes ejecutivas con frecuencia y ahora, a través del mismo medio, se desbarata lo construido.

Siendo candidato, Trump también afirmó que daría marcha atrás a las políticas bélicas de la administración Obama y reduciría así las tensiones militares (aunque no económicas) con Rusia y China. También dijo que Estados Unidos no subsidiaría los costos de defensa de otros países y que no entendía para qué servía la OTAN ahora. Por la lluvia de críticas que provocó esta última afirmación tuvo que retractarse casi de inmediato, y lo hizo diciendo que solo se refería a la necesidad de una repartición de costos más equitativa y reafirmando su apoyo a la Organización.

No obstante, el 7 de abril, después de un supuesto ataque sirio con armas químicas (no comprobado ni probable en el contexto de la guerra interna siria), el presidente Trump ordenó un ataque con 59 misiles a una base aérea y lo justificó recurriendo a las prohibiciones de la Convención sobre Armas Químicas que, irónicamente, Estados Unidos nunca ratificó.

Como era de esperarse, las relaciones entre Estados Unidos y Rusia se encuentran ahora quizás peor que nunca. La enorme presión del llamado “Estado profundo” parece, como siempre, haber derrotado los instintos antibélicos iniciales.

Otra promesa de campaña que molestó mucho a los neoliberales fue la de repudiar los tratados económicos que no beneficiaran a Estados Unidos, principalmente el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. También incomodó la promesa de eliminar las ventajas indebidas percibidas como parte de la política económica de China.

En su discurso de inauguración Trump afirmó: “soy el presidente de los Estados Unidos y no del mundo, y para mí, en todo, los Estados Unidos y sus ciudadanos y empresas ocuparán el primer lugar”. No es claro cómo logrará cumplir esa promesa sin iniciar una guerra comercial internacional.

Donald John Trump ha sido negociador toda su vida. Una de sus tácticas ha sido iniciar las negociaciones con demandas exageradas para luego concertar y llegar a acuerdos razonables. Pero sus antecedentes en cuanto al cumplimiento de los acuerdos que pacta no son los mejores. No obstante, su actitud concuerda con la ética de los negociadores modernos, quienes piensan que la obligación de cumplir con los acuerdos es solo un factor que se debe considerar en un análisis de la relación costo–beneficio de cumplir o no cumplir.

Esto funciona en el comercio. Veremos cómo funciona en la política internacional.

 

*Razón Pública agradece el auspicio de la Universidad Autónoma de Manizales. Las opiniones expresadas son responsabilidad del autor.

** Politólogo, doctor en Jurisprudencia, LL.M. en Estudios Jurídicos Internacionales y tiene un posgrado en traducción, todos en universidades de Estados Unidos. Fue coordinador del programa de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Manizales hasta 2016 y hace parte del Departamento de Ciencias Políticas y Jurídicas de la misma universidad.

 

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