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Museos colombianos en la pospandemia: retos y expectativas

Escrito por Diana Galindo Cruz
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La situación de los museos es difícil, pero gracias al trabajo en conjunto y los nuevos proyectos parece que habrá esperanza durante la pospandemia.

Diana Galindo Cruz*

¿Hay motivos para preocuparse?

“Si se mira el panorama general, podría decirse que la situación sí es preocupante, porque siempre lo ha sido”, expresé en una edición anterior en referencia al estado de los museos colombianos.

Hacer afirmaciones sobre los museos de un país implica generalizar en exceso los modos de gestión dispares, no solo desde contraposiciones centro/región o público/privado, sino desde las mismas tipologías: no puede medirse con el mismo rasero a un museo de arte gestionado directamente por el Estado y a un museo de ciencias naturales de una universidad, que tiene otros requerimientos y ocupa un lugar social diferente.

Desde las entidades más grandes y tradicionales hasta las pequeñas iniciativas que surgen de voluntades particulares (“por amor al arte”, podría decirse) han tenido que navegar por la zozobra propia de la falta de recursos para garantizar su sostenimiento y su pertinencia en la sociedad actual.

El cierre de los museos produjo un efecto dominó que perjudicó a sus trabajadores.

Pero en el 2020 lo urgente le quitó el lugar a lo importante por cuenta de la pandemia que aún nos afecta, aunque los avances en la vacunación y el desgaste económico, por no mencionar el emocional, han llevado a establecer progresivamente una “nueva normalidad”.

La nueva comunidad

La velocidad de expansión de la COVID-19 tomó por sorpresa a todos los sectores; dentro del campo cultural, los museos se vieron obligados a replantear su funcionamiento en tiempo record.

Desde la década de los setenta del siglo XX, la museología comenzó a debatir la definición tradicional de “museo”; una idea central era que el museo es más que su edificio y sus colecciones. La pandemia obligó a poner en marcha esta idea.

El cierre de los museos produjo un efecto dominó que perjudicó a sus trabajadores. Los curadores, museógrafos, mediadores y montajistas, entre otros, tuvieron que justificar su pertinencia ante la ausencia de proyectos expositivos, donde también participaban los impresores y proveedores de mobiliario, entre otros.

El peso de la continuidad de estas instituciones se volcó principalmente en las áreas de la educación y la comunicación, por eso tuvieron que elaborar nuevas franjas de contenidos dirigidas a distintos tipos de público o robustecer las iniciativas ya existentes.

No obstante, independientemente de la edad o el nivel de especialización, esta nueva audiencia tenía algo en común: todos debían contar con acceso a internet. El virus afectó otra idea base de la nueva museología; la de pensar en comunidad en vez de visitantes, puesto que esa comunidad se definía por el poder adquisitivo sobre la tecnología.

Y entonces, la reapertura

En algún punto se habló de una sobreoferta cultural. Desde los hogares, muchos asistieron a más conferencias y conversatorios en el 2020 que en todos los años anteriores juntos.

En medio de su ciberexistencia, varios museos, como el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá, entidad que nace en el corazón del barrio Minuto de Dios, no dejaron de realizar esfuerzos para reconectarse presencialmente con su comunidad.

Pero la realidad de la gran mayoría de museos fuera de las ciudades principales fue el cierre total. El 2021 llegó con algunas luces de reapertura y las entidades que lograron sobrevivir comenzaron a ofrecer actividades presenciales con un aforo reducido.

Foto: Secretaría de Cultura, Recreación y deporte - Las dificultades señaladas de los museos bogotanos en pandemia son extensibles al resto del país.

Trabajo colaborativo

Los modelos de gestión actual de museos fomentan el trabajo colaborativo, como una estrategia para mejorar las iniciativas museales y aumentar su alcance.

Las circunstancias propias de la pandemia, pese a su dificultad (o mejor, debido a ella), fomentaron el avance de estrategias de este orden, que tienen el potencial de enriquecer al sector a largo plazo.

Al respecto, se destaca la Alianza Colombiana de Museos (ACdM), conformada en abril del año pasado por iniciativa de la comunidad académica de base de la Maestría en Museología y Gestión del Patrimonio de la Universidad Nacional de Colombia.

Se trata de una “plataforma colectiva integrada por entidades museales, lugares e iniciativas de memoria de diversa naturaleza, organizaciones gremiales y colectivas museales, trabajador@s y profesionales de museos, museólog@s independientes, estudiantes y egresad@s de museología y patrimonio cultural, voluntari@s y emprendedor@s de la memoria”.

Durante la complicada situación política del reciente paro nacional, la ACdM fomentó la movilización social y una de sus principales acciones fue el Paro Internacional de Museos, iniciativa a la que se sumaron cincuenta países. Es urgente que los museos dejen de ser percibidos como espacios neutrales y al margen del acontecer nacional.

Un punto clave de la Noche es la organización de museos anfitriones, que contarán con espacios para museos de difícil acceso.

Actualmente, la ACdM trabaja en varios frentes, uno de ellos es el posicionamiento de los museos y los lugares de memoria en relación con los avances en la construcción del Museo Nacional de Memoria. La renuncia de Laura Montoya a su dirección, tras cuatro meses del nombramiento, es el más reciente capítulo de la polémica gestión de la última administración del Centro Nacional de Memoria Histórica.

La Mesa de Museos de Bogotá y la Noche

Las mesas de museos son otras instancias de encuentro y concertación entre agentes, instituciones y organizaciones culturales dentro de los sistemas departamentales y distritales de cultura, que tienen como fin crear lineamientos de política pública.

Durante la pandemia, y en los puntos más críticos de la cuarentena, la Mesa de Museos de Bogotá procuró robustecer sus acciones de cara a la emergencia pública. En el 2020 la Mesa adelantó la investigación de la situación actual de los museos de Bogotá mediante una encuesta consultable en Museodata, un portal internacional de Museos, Patrimonio Cultural, Conservación y Restauración.

La encuesta arrojó datos claves respecto de las fuentes de ingresos, el estado de la infraestructura, entre otros, que ponían en evidencia los problemas fundamentales en la planeación estratégica y una limitada divulgación de sus servicios, como señala el informe.

Respondiendo a este último aspecto, y en el marco la estrategia Bogotá productiva, la Mesa de Museos de Bogotá viene trabajando en la Primera Noche de Museos de la capital, que se llevará a cabo el próximo viernes 12 de noviembre. Esta estrategia fomentará la visita a estas entidades fuera del horario laboral y escolar.

Un punto clave de la Noche es la organización de museos anfitriones, que contarán con espacios para museos de difícil acceso (generalmente por su ubicación) o de tipologías no tradicionales, como el Museo Q, una iniciativa museal que no cuenta con sede física y que será recibido por el Museo Colonial.

Además, el amplio cubrimiento mediático de la Noche de Museos les ha permitido a los ciudadanos no especializados identificar entidades menos reconocidas, como el Museo de los Chircales de Bogotá y el Museo Soscua, que serán recibidos por el Museo de Bogotá. Esta entidad, que ejerce la secretaría técnica de la Mesa, en alianza con Gente de Museos (otra valiosa iniciativa surgida durante la pandemia), realizará un cubrimiento especial de la Noche a través de Instagram.

Retos y expectativas de la pospandemia

Se adivina que las dificultades señaladas en el informe mencionado respecto de los museos bogotanos en pandemia son extensibles al resto del país. Desde subsanar los daños en la infraestructura y las colecciones ocurridos durante la cuarentena hasta reconectar con los públicos son necesidades comunes a estas entidades.

Pese al progresivo esfuerzo de los museos por reinventarse de cara al siglo XXI y cimentar un lugar activo en la sociedad, la queja por la falta de recursos parece ser una constante difícil de superar. Sin embargo, en un panorama que pude parecer desolador se mantendrán siempre las voluntades de quienes valoran la importancia del fenómeno museal.

Aun durante la pandemia avanzaron varias iniciativas descentralizadas, como el Museo Arqueológico de Santa María Antigua del Darién, un museo de sitio y comunitario ubicado en Unguía, Chocó, y Catatumbo, Museo de la Memoria y Laboratorio Multimedia, que contendrá la información documental sobre el conflicto armado en esta región y se proyecta como el primer centro de investigación y producción artística de Norte de Santander.

En la perseverancia de las comunidades interesadas en la conservación y difusión de la memoria parece residir la clave para convocar al Estado y demás agentes culturales en la alianza necesaria para garantizar la existencia de los Museos.

Un ejemplo de ello es el Museo Nacional de Memoria; al pesimismo de su situación actual se contrapone el intenso deseo de los colombianos reestablecer el tejido social desgarrado por el conflicto armado.

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