Un episodio reciente de la relación de los medios con el gobierno de Gustavo Petro o, en este caso, con la persona del presidente, causó un profundo revuelo. La carta abierta que la respetada periodista María Jimena Duzán le dirigió a Petro el pasado domingo 5 de noviembre a través de su columna en la revista Cambio, donde lo conminaba a que le contara al país si sufría una adicción, vino envuelta en esas buenas maneras tan propias de la ciudad letrada del altiplano; pero sus formas protocolarias y sus envolturas retóricas no lograron disimular su mediocridad como pieza periodística y su profunda violencia latente.
Más que llover sobre mojado o detenerme en matices y conjeturas me interesa utilizar este caso para anotar, así sea a manera de glosa, lo que la carta deja en evidencia, no sobre el presidente –pues la misiva se queda, maquiavélicamente, al borde de una revelación que no se produce–, sino sobre unos medios que no saben qué hacer con el primer mandatario, con su estilo de gobierno tan ajeno a los hábitos de las élites tradicionales y con esa ideología suya que siembra al establecimiento político y económico en un profundo nerviosismo.
Que un sector de la prensa tradicional se haya venido comportando como un actor en abierta oposición al primer gobierno de izquierda elegido en las urnas en Colombia, no es algo que sorprenda, a pesar del ardor y la pugnacidad que han empleado en su “legítimo derecho”. El bloque Dávila-Quinn-Vélez (por mencionar alguno), emplea todo tipo de falacias , verdades a medias o interpretaciones apuradas para graduarse como líder de la oposición, sin que la deontología o los criterios de calidad asociados al periodismo les importen mucho. Ese libreto estaba previsto y sus daños tendrían que haber sido calculados en un ejercicio de realpolitik del progresismo colombiano.
De otros periodistas, entre ellos de María Jimena Duzán, se esperaría por el contrario una mayor imaginación política, una conciencia elevada de lo que está en juego y mucho pero mucho arrojo para sortear con altura una situación que es nueva para todos. Ese periodismo colombiano del que Duzán hace parte tiene, no obstante, una preocupación o una urgencia aún mayor que la de solventar los valores de pluralidad y democracia asociados a una sana alternancia de poder (o procurar porque esta alternancia exista, cosa que no ha ocurrido en Colombia, donde las élites que han capturado el poder político, aunque no sean homogéneas, tienen varios consensos de base). Los periodistas están preocupados por salvarse a sí mismos, y por sobrevivir en un paisaje mediático abrumadoramente distinto al de otros tiempos.
El periodismo está hoy doblegado por las frágiles e inestables economías de la atención que han suscitado las redes sociales. Y es el escándalo, sustentado o exagerado, lo que garantiza el tráfico de likes o el ansiado clik sobre una noticia o una opinión. Nada parece existir por fuera de esa lógica demoledora. Los maestros del periodismo saben que el periodismo no es objetivo, pero sus métodos de comprobación o confrontación de datos y fuentes sí aspiran a serlo. En este paisaje aguerrido que vivimos despuntan, en cambio, otros “métodos” o prácticas como el titular amarillista, el resumen sensacionalista que quepa en un trino de X, o la retórica tendenciosa que sabe que, para que algo cale en la opinión pública, basta con soltar un rumor.
María Jimena Duzán sabe eso, sin duda, y en ese saber que su texto solapa resiste parte de su perversidad. Si una mentira, o para el caso un rumor, se repite muchas veces, tiene los mismos efectos que una verdad. Eso hace parte del credo con el que opera lo que en inglés se denomina «character assassination». En su apoyo al presidente, tras la publicación de la carta abierta en un medio al que, por cierto, se accede mediante pago, el ministro de Cultura Juan David Correa escribió: “El asesinato moral como práctica del peor periodismo colombiano ha sido la forma predominante para contestar a @petrogustavo. Quienes creemos en la democracia sabemos que la personalización del debate busca eludir la discusión sobre lo estructural”.
Gran parte del periodismo colombiano está francamente empeñado en construir un relato sobre la incapacidad del presidente para gobernar, y para eso usa y abusa de de todo tipo de “pruebas” con las que intentan poner en duda su salud mental, su suficiencia y autocontrol, o la coherencia entre ideas y actos. No digo que Petro haya estado siempre a la altura de lo que muchos esperábamos de él; pero parte de la madurez de un ciudadano (y de un votante) es establecer la distancia entre el deseo y la realidad, y lidiar con ella con cierta inteligencia, con creatividad incluso.
Ningún ser humano sortearía con éxito un examen tan exhaustivo como el que día a día se aplica al presidente. Y aunque podamos estar de acuerdo con que el primer funcionario público del país tiene unas responsabilidades de transparencia asociadas a la altura de su cargo, el talante exagerado del control hacia Petro puede revelar otros síntomas sociales. Uno de ellos es la forma con que algunos periodistas le hablan como si fueran los coordinadores de disciplina de un colegio, atentos al detalle minúsculo y minucioso que haga trastabillar al alumno díscolo. Sin ir muy lejos, se dirigen al mandatario como a un subordinado en escenarios proclives al abuso de poder.
Parte de quienes le hablan así estan, paradójicamente, obsesionados con las buenas maneras. No hay que ser paranoico para ver en ese tono un tufillo de clase, un gesto que devela la ansiedad por tener que lidiar con una persona que, según ciertos estándares de predestinación y respetabilidad social, no estaba reservado para gobernar sino para obedecer. Lo que está en juego es pues una batalla por prevalecer, en la que el periodismo quiere mantener su poder y su lugar en la sociedad, aunque para hacerlo deba acudir al énfasis y la sobreactuación.
Según esos mismos estándares, o similares, adicciones como el alcoholismo o la drogadicción son taras hereditarias de las clases populares, frente a las cuales las élites deben intervenir para vigilar y erradicar. Son un problema de salud pública, arguyen los ilustrados. “Una adicción no es pecaminosa ni es un falla moral”, escribió Duzán, muy convencida de la superioridad de su lugar de enunciación e imbuida en el gesto solemne de ciudadana preocupada.
Por supuesto, cuando el alcoholismo o la drogadicción ocurren entre “uno de los nuestros”, al asunto hay que darle otro manejo, menos público. Detrás de los protocolos y, a pesar de ellos, de la violencia simbólica de la carta abierta de Duzán, hay pues una acusación apenas insinuada contra Petro, que no es precisamente la de ser un adicto sino la de haber usurpado el lugar de otro. Y quizá esa ascensión del nadie, del ninguneado, les recuerde a los periodistas muy agudamente su propia inseguridad existencial, en un mundo en que su trinchera, antes segura, tambalea ante un ejército de supuestos bárbaros.
22 Comentarios
Me parece una interesante reflexión. Yo había pensado que incluso quienes reconocen que es un presidente diferente, estan tan habituados a lo tradicional que no logran salir para pensar lo nuevo, es decir continuan discutiendo con las mismas categorias tradicionales.
Es una coyuntura más que interesante, la realidad ha golpeado a los grandes vividores de la corte y empiezan a darse cuenta de que no son dueños solo eran arrendatarios, con furia tratan de volver a la casa y los pobres perros confundidos no saben a quien cuidar, al fin y al cabo nunca les enseñaron a cuidar el palacio sino a quien les daba la comida
Excelente desnudar a una clase corrupta usurpadora del presupuesto y de la nación colombiana! Clase que ni siquiera es cosmopolita sino provinciana, que por ello escupe para lo alto aunque les caiga en la cara!
Y siii también los periodistas están en proceso de extinción y por eso se vuelven las meretricez del poder de los narco políticos, ante el cual reptan!
Excelente artículo. Gracias por la seriedad y lo sugerido…
Muy buen articulo, lastima que de todas formas un país libre y demócrata, requiere de un sistema de infirmación veraz y creible y este trabajo recae en un buen perkodismo, y es este oficio el que está en total riesgo de desapareser por culpa de unos pocos mal intensionados que se hacen llamar periodistas
No se esperaba que la Duzan cayera en el periodismo rancio y maquiavelico.. pero cayó y por su credibilidad lo hizo al mejor estilo de uno de esos misiles que a lo lejos vemos caer sobre Palestina y nos duele y parte el alma. Gracias Pedro por su columna.
Excelente análisis, el destapar el verdadero fin de los medios es quitarnos la venda de que solo informan , hay muchas cosas que su columna aclara, en éste gobierno el cuarto poder está tambaleando . Un saludo desde Santander
Pobres diablos ,la corrupción los pudre!
Apoyamos a nuestro presidente ,orgullosa de ser colombiana!porfin!tenemos un gobierno honesto
Los uribestias al infierno!
Un análisis serio que pone los puntos sobre las ies. Al periodismo, fiel perro faldero del establecimiento, no le queda otra que crear relatos, generar narrativas, y así se muestran más obsecuente con sus amos.
Me gustaría suspender mi suscripción a El Espectador, cosa de castigar a la señora Duzan, pero entonces, ¿qué medio escrito puedo leer?
Pero maría jimena publica en cambio. No obstante El Espectador viene fortaleciendo la línea de ultra derecha con personajes dedicados al voyerismo que no está por demás su intención de suscriptora
Me gustaría suspender mi suscripción a El Espectador, cosa de evitar a la señora Duzan, pero entonces, cómo separo mi rechazo a la señora de mi aprecio por ese diario?
Interesante apreciación dónde se plantea,la ofensiva de los medios tradicionales,por el «temor» de sus periodistas.
Más simple y entendible, que los dueños de los medios,que ven afectados sus intereses económicos,por las propuestas y decisiones de Petro,direccionen a sus «empleados» hacia el ataque al presidente,sin importar la ética o los principios del periodismo.
Tal vez, sería el momento de que el presidente,haga uso del derecho constitucional, de utilizar esos mismos medios enemigos,para dirigirse a los colombianos,con más frecuencia
Gracias Pedro, directa y clara tu columna. Me dolió porque confiaba en el buen juicio de María Jimena, pero cayo bajo poniendose de «autoridad moral».
Y ahora la emprendieron contra el comandante del Ejército,por haber recuperado el cañón del río Micay por orden directa del Presidente Gustavo Petro.En este cañón se producía el 70% de la cocaína colombiana.
Excelente artículo.Refrescsnte.
Qué indigno es este periodismo que usa ofensas y no entrega nada buena
Muchas gracias por este lucido artículo.
Gracias Pedro por sus comentarios imparciales, claros y respetuosos. Es tanta la corrupcion con que venia gobernando el pais que los gestores de ello no saben que hacer , tanto, que sin ningun gesto de benevolencia con ellos mismos y sus desendientes, recurren a lo que estamos viviendo cada dia : informacion de los medios sesgada , el irrespeto rampante a la persona del presidente , y a su familia .
Creo en Dios, creo en la justicia Divina , un dia quienes estan propiciando todo este sabotaje al nuevo gobierno, tendran que responder por sus actos ( lamentablemente, tambien sus descendientes segun la ley inexorable del Karma ) .
Apoyo total al presidente Petro . Dios cuida de ti presidente.
Qué buena columna. Felicito su relato tan claro, entendible.
Se necesitaba un cambio. Por favor, dejen gobernar. Ya fueron 200 años de sometimiento. Robo a un país tan rico en todas las esferas.
Nos quitaron el pan de la boca. No hubo progreso a las personas de a pie. Qué más quieren ustedes por Dios.
Ustedes venden violencia mental. Nos odian.
Anónimo. Cómo se empobrece un periodista luchando por la fama y el salario. Aprendan de medios serios como France 24 con información certificada, pero mientras eso sucede acá están muchos metidos en la casa y la vida personal de aquellos que saben, suman al capital de los grandes poderes mediáticos y para ello recurren al folclor, el odio, el ridículo y todo aquello que no los comprometa directamente. No les importa estropear por años el día día de los que van dejando sin voz ni posibilidad de defensa alguna. Que facilísimo tan cruel. Idiotas útiles.
Con algunas excepciones el periodismo que sería nuestra voz no existe,están tan ciegos que no ven más de lo que les ordenan,no han podido con el cambio pues les quitaron la chequera del estado y hacen hasta lo imposible para no dejar gobernar .ruego a Dios para que nuestro presidente pueda aguantar tanta presión es un excelente ser humano,sabio y honesto y a los buenos colombianos felicitarlos por apoyar al cambio,y aquellos confundidos Dios les de la claridad para dejar tanta violencia ,como lo que hicieron con la familia del señor presidente en especial si iba una niña menor de edad les gustaría que les hicieran lo mismo? Asus hijos respeten por favor,piensen en sus familias para que tengamos un vivir amable en un país tan lindo como es Colombia que Dios bendiga a todos
Gracias por esas valiosas reflexiones.
Ese «síndrome de clase» no sólo lo padece una buena parte del periodismo (la gran mayoría), sino, más que nadie, todos los sectores que en Colombia han administrado el poder y el dinero desde siempre, a quienes el periodismo se debe, o siente que se debe.
Duzán habló desde su torre de marfil, a modo de pregunta interpeló groseramente al presidente. No ha querido mostrar los supuestos comentarios de los especialistas que la asesoraron. Considero que pasó el examen para regresar al regazo de Semana y abrazar de nuevo a «Clicky» en un coro de plañideras.