La pandemia nos obliga a aprender y desaprender viejas lecciones. La peor crisis del último siglo se resolvió cuando nos decidimos a intentar nuevos caminos*.
Iván Hernández**
María Fernanda Lara***
Mentes abiertas
La pandemia y las medidas de aislamiento obligatorio han obligado a la sociedad entera a recurrir a los especialistas y organizaciones académicas de todos los países.
Algunas de sus recomendaciones han sido adoptadas, pero muchas otras han caído en el vacío. Y es que, en efecto, algunas de las medidas deben ser cambiadas o adaptadas en el camino, lo cual a su vez implica mantener la mente abierta para buscar ángulos o soluciones distintas.
Pero la experiencia enseña que infortunadamente las sociedades no siempre están dispuestas a intentar nuevos caminos. Un ejemplo especialmente relevante fue la crisis económica de 1929 que se conoce como la Gran Depresión.
De la gran depresión al gran confinamiento
Aunque el detonante de esa crisis no fue una pandemia sino una caída brutal de la bolsa de Nueva York, son varios los parecidos importantes entre ella y la que hoy padecemos.

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Mentes abiertas para pensar en formas de salir de la crisis
Entre esos varios efectos, las pequeñas empresas no lograron subsistir, producir ni pagar los salarios de los trabajadores. Además, esa crisis dio lugar a un efecto dominó debido al peso de Estados Unidos en el comercio y las finanzas globales.
Pues noventa años después, la economía está todavía más globalizada y el contagio de la recesión se ha trasmitido con tanta o más velocidad y virulencia que el contagio del coronavirus.
El Gran Confinamiento
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha llamado a la pandemia actual “El Gran Confinamiento”. Este nombre evoca el de la Gran Depresión porque estamos al borde de la más severa recesión mundial desde 1929.
El FMI prevé una caída de 3% en la economía global durante este año, tres veces peor que crisis financiera global también llamada la “Gran Recesión” de hace apenas unos años (2008-2009; gráfica 1).
¿Cuál es entonces la lección principal de la Gran Depresión para el Gran Confinamiento?
Entre 1929 y 1932, la capacidad y velocidad de respuesta frente a la crisis de 1929 fue muy baja, debido a que el último precedente de una crisis de esa dimensión había ocurrido hacía noventa años.
Además, los modelos mentales de los dirigentes y los académicos estaban enraizados en ideas ortodoxas que impidieron la intervención del Estado. Por ejemplo, el presidente de Estados Unidos, Herbert Hoover, optó por una política de no intervención, pues confiaba fervientemente en que el mercado se autorregularía. Y esta falta de respuesta se pagó con la espiral de las quiebras y el desempleó que pasó del 20% en los años que siguieron.
En el prólogo de su “Teoría general del empleo, el interés y el dinero”, John Maynard Keynes, el “economista que salvó el capitalismo” porque encontró el camino de salida de la crisis, describió dicho enraizamiento como la dificultad de escapar a las viejas ideas que se ramifican hasta los últimos rincones de nuestras mentes.
El principal reto para superar la crisis es entonces tomar distancia de las ideas viejas que no le dan oportunidad de llegar a las ideas nuevas. Por eso en el caso de Colombia, es esencial mantener la mente abierta a lo que hagan otros países en materia de salud pública y de medidas económicas.
Sobre todo, debemos mantener la mente abierta frente a ciertas políticas monetarias ortodoxas o de austeridad, como las que adoptó Hoover en tiempos de la Gran Depresión o las que décadas después ha venido a proponer el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
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Aprender a aprender
¿Cómo lograr entonces mantener la mente abierta y no cerrarnos tercamente a otras posibilidades?
La primera condición necesaria para oír otras voces es aprender a acallar la propia mente. Verdad que no podemos ni debemos dejar de pensar ni de tener creencias, pero sí podemos ponderar nuestros pensamientos y los de los demás.

Foto: Wikipedia
A la derecha, John Maynard Keynes
Tratar de dialogar y de aprender mientras uno se aferra a sus propias ideas es como intentar una conversación inteligente en una discoteca con música a todo volumen.
Al aprender a controlar nuestra voz interior haciéndonos conscientes de que existe y es como el ruido de la discoteca, se abre la posibilidad de despolarizar las conversaciones o los debates políticos y de abrir las vías para mejores decisiones.
Neurociencia
Desde la década de 1970, con la llamada “revolución cognitiva”, distintas disciplinas se agruparon para estudiar cómo funciona nuestro cerebro.
Esto nos ha permitido conocer los mecanismos subyacentes a los procesos de razonamiento y toma de decisiones, además por supuesto de muchos otros comportamientos.
El proceso de tomar decisiones suele ser incierto y complejo, porque supone un ejercicio de balance entre la intuición y la razón. Y en este punto es donde tienden a interferir los mecanismos de comprensión y predicción que pueden ser erróneos debido a los sesgos personales. Por eso el correctivo necesario no puede ser sino la reflexión, el detenerse a repasar o repensar los supuestos y corregir los sesgos que traíamos. Solo entonces podremos acceder a las voces ajenas en vez de persistir en los mismos errores.
Los sesgos en cuestión son consecuencia de nuestras decisiones anteriores, de subestimar o sobreestimar los efectos de nuestras acciones, de centrarse en un aspecto y no ver la situación completa, del conservadurismo que los humanos tendemos a practicar, e inclusive del arrepentimiento por experiencias del pasado.
Como dice George Lakoff, las palabras en nuestro cerebro activan marcos y concepciones construidas con anterioridad. Al repetir las mismas ideas, vamos construyendo concepciones asociadas con un determinado marco de referencia. De esta manera, las personas con marcos más conservadores acogerán con más facilidad palabras y concepciones conservadoras, y descartarán rápidamente las opiniones diferentes.
Las decisiones en política y economía no son distintas de otras decisiones humanas, en tanto son determinadas por los marcos cognitivos preexistente que encuadran las concepciones, valores y sentimientos de la época.
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Nuevas lecciones
Quizás esta pandemia logre acallar algunas voces interiores para poder oír a los demás, y de este modo logre que se amplíen nuestros marcos mentales debido a la diversidad de idea y de puntos de vista. Así podremos cambiar los modelos que guíen las políticas que hoy se necesitan para salir de esta crisis.

Foto: Pixnio
Salir de la crisis implica aplicar nuevas fórmulas
Necesitamos primero comprender el punto de vista del otro para poder mejorar los procesos de comunicación. Esto nos permitirá comprender los procesos de toma de decisiones como procesos de interacción social y cooperación, un reto complejo en escenarios de polarización.
El concepto de distancia física o social como medida de prevención del contagio es una analogía apara para entender la noción del “distanciamiento” de nuestra propias ideas o creencias anteriores.
Es importante aprender a tomar distancia de nuestros pensamientos para evitar el contagio de los sesgos. Dejar de aferrarnos a las ideas que teníamos, para poder actuar como un observador consciente de sus propios sesgos. Esta flexibilidad cognitiva es una clave demostrada en los laboratorios y estudios psicológicos para la resiliencia ante situaciones difíciles -y por supuesto implica modificar los focos de atención de manera consciente-.
Se puede recurrir a la meditación, pero también existen otras técnicas de neurociencia aplicada para tener conciencia plena o atención focalizada, además de autoconsciencia, autocontrol y regulación emocional.
Las técnicas anteriores recuperan el saber de muchos pueblos y distintas religiones, -en especial del budismo y la tradición del yoga- al buscar que la persona se concentre de manera consciente en el funcionamiento de sus propios procesos interiores -pensamientos, sentimientos y sensaciones- evitando con cuidado la formulación de juicios anticipados. Los ejercicios habituales de respiración y relajamiento son ayudas fisiológicas probadas para inducir aquella concentración.
Proponemos entonces -sobre todo a nuestros colegas economistas-que apliquemos estas técnicas neurocientíficas para detener el diálogo o el debate inútil en medio de la pandemia. Necesitamos abrir la mente y ayudar a encontrar de esta manera las mejores políticas y las más resilientes.
Keynes diría que de este modo podremos escapar del viejo sistema de ideas, para poder abrazar las nuevas ideas que servirán también después de la pandemia.
*Razón Pública agradece el auspicio de la Universidad de Ibagué. Las opiniones expresadas son responsabilidad de los autores
**Ph. D., profesor de la Universidad de Ibagué y miembro correspondiente de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas
***Ph.D., Profesora Asociada Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia.
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