Megalomanía: la enfermedad de la política | Razón Pública
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Megalomanía: la enfermedad de la política

Escrito por Carlos Andres Arias Orjuela

La megalomanía o la obsesión por la grandeza asociada al poder sería el rasgo particular de los políticos en cualquier lugar del mundo. Por las recientes experiencias que se han experimentado en la coyuntura por el doloroso conflicto que deja víctimas inocentes en la franja de Gaza. Además, de la proximidad con las elecciones del 29 de octubre, es sustantivo hablar de megalomanía de los políticos colombianos.

La desmesurada y continua búsqueda de poder, ya sea porque no se quiere perder o se quiere adquirir, lleva a muchos políticos, gobiernos o campañas electorales a caer en lo que se podría conocer como la enfermedad del político moderno; la megalomanía, que está íntimamente ligada con el populismo y la demagogia. Estos dos últimos conceptos que a veces se equiparan, son diferentes y puestos en práctica indistintamente por políticos y regímenes de izquierda y derecha.

El megalómano puede, en su afán de buscar admiración entrar en estados de ira o emocionalidad desbordada, episodios en los que no advierte ningún tipo razón y más si los que lo rodean persisten en la adulación desmedida.

A continuación, se plantean varios rasgos característicos del político enfermo de megalomanía, que no es un mal menor, dado que es un estado psicopatológico que debería ser tratado en terapía y puede poner en riesgo a la democracia de cualquier país o debilitar sus instituciones.

  • Cuando un actor político se atribuye logros o situaciones a su gestión por encima de la realidad de los hechos mismos es un síntoma de megalomanía. Su imagen, su retórica y acciones está por encima de la gestión a la que se deben.
  • Construyen alrededor de su imagen pública una atmósfera que los haga ver indispensables para las transformaciones sociales o políticas. Suelen construir alrededor de ellos el mito de ser salvadores o portadores de un poder mágico para transformar y renovar prácticas políticas, que finalmente siguen realizadas por ellos mismos: burocracia, nepotismo y corrupción, entre otras.
  • Solamente ponderan y escuchan a aquellos que los admiran, aplauden o felicitan. Todo lo que sea crítica o una opinión en contra de lo que es su imagen o mensaje es considerado un ataque y es descalificada.
  • Las reacciones a la crítica están asociada a comportamiento en el que se detonan emociones categorizadas como negativas: ira, rabia, odio, enojo, resentimiento y miedo, entre otras.
  • Por intermedio de sus actitudes o comportamientos el político megalómano evidencia desprecio por todo lo que represente el cumplimiento por la Ley o la institucionalidad. Ejemplo de ello puede verse en renunciar a cargos de elección popular en donde se había contraído un compromiso con los electores que eligieron para un período de tiempo determinado.

La megalomanía de los políticos puede poner en riesgo campañas porque en muchos casos se genera una sobre representación del candidato o sus asesores, en relación a la capacidad de liderazgo o de convocatoria para lograr el triunfo electoral, entre otros aspectos. La constante exposición a la alabanza de los ciudadanos o incluso de su círculo cercano de colaboradores puede aumentar la visión de algo que no es real, pero que lo parece.

En el caso del megalómano que ya es gobernante es aún más grave porque el narcisismo puede traducirse en tomar decisiones impulsivas y sin mucha reflexión por buscar aumentar la figuración o generar una representación social de la realidad que no es cierta, pero que es necesaria para alimentar el ego del gobernante.

En general el político megalómano tiende a debilitar la democracia porque se hace a la representación de que es la salvación del pueblo. Construye el mito del salvador, que como Moíses, puede llevar al pueblo a la tierra prometida y se lo cree. En consideración a su delirio toma decisiones en aparente beneficio y en nombre del pueblo, pero que a su vez desconocen el cómo, cuándo y dónde se podrá ejecutar lo que promete y al enfrentarse a la realidad, la suplanta y rompe la institucionalidad en procura de hacer realidad su sueño de grandeza.

Aumenta la división a partir de su búsqueda de indulgencias y alabanzas. El político y gobernante megalómano está persiguiendo como un adicto el ser admirado y en ello su discurso se vuelve emocional. Simplifica lo complejo en búsqueda de ganar aceptación y el aplauso de la mayoría, sin importar que en ese tránsito abandone la argumentación y la razón. Su retórica se basa en las emociones y moraliza sus posiciones aumentando así la polarización.

La megalomanía es una enfermedad que nace del ego exacerbado y puede poner en riesgo la seguridad nacional, así como debilitar la reputación de las instituciones porque personaliza el mensaje político y lo reduce a la búsqueda de la admiración o destacar la imagen del gobernante y su visión de grandeza, por encima de a quiénes representa.

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3 Comentarios

Analítica octubre 20, 2023 - 5:52 pm

Muchos títulos para un análisis tan regular. En qué teorías o estudios se basa? Ni una cita ni referencia. Lugares comunes, simplificaciones y generalizaciones, además de los problemitas de redacción y de sintaxis que tiene desde el primer párrafo, con las experiencias que se han experimentado.
Megalomanía por el conflicto arabe israelí y por las elecciones regionales?
Gobiernos y campañas con megalomania?
Y de ahí en adelante en el artículo unas relaciones de causalidad y unos silogismos bastante extraños.
Tal vez afán por publicar algo?

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Alison Goyeneche octubre 20, 2023 - 9:50 pm

Tal y como dijo Enrique Krauze “Los defectos de los políticos son la vanidad, la soberbia, el narcisismo, la megalomanía, la paranoia y la embriaguez del poder”. No hay que negarlo, todas las personas somos propensas a sentir y manifestar estas actitudes, sin embrago, esto no tendría consecuencias de mayor grado, a no ser que, quienes las presentarán, no fueran figuras públicas y de poder, cuyo rumbo del país prácticamente está en sus manos, en su forma de actuar y de administrarlo.
Debemos comprender que, en estos momentos nuestro país está pasando por una etapa crucial para su democracia, gobernabilidad y funcionamiento del Estado Político. Aquel tipo de actitudes negativas lo único que hacen es debilitar la confianza y crear una ruptura en la democracia con factores como el populismo y la demagogia, en consecuencia, la sociedad cada vez queda más expuesta a la distopía.
Si queremos que nuestro país se desarrolle y evolucione de manera eficiente, debe existir confianza y respeto reciproco entre las instituciones y el pueblo. Y uno de los principales puntos para alcanzar aquello, es que las figuras políticas deben adquirir responsabilidad de su actuar, debe existir compromiso y respeto por parte de cada miembro político, para ello, teniendo en cuenta todos los estados psicológicos negativos que son propensos a manifestar, de manera consciente, voluntaria y autónoma, ellos mismos deberían someterse a una constante terapia psicológica, pues esto no es algo que se deba tomar a la ligera, más aun, teniendo en cuenta el poder, liderazgo y responsabilidad que se les otorgó. Sin embargo, parece ser que, para nuestros políticos estos son factores e información irrelevante, por ello, como pueblo, debemos unirnos para exigir aquello que durante tanto tiempo hemos dejado pasar por alto, es necesario un cambio, pero no lo alcanzaremos si continuamos en nuestra sociedad con comportamientos individualistas y de alienación.

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DANIEL ZARCO octubre 22, 2023 - 12:40 pm

Se han visto casos. Aunque texto puede interpretarse y aludir a dos personajes que han pasado por la presidencia de Colombia, los delirios de grandeza efectivamente pueden ocasionar efecto sinérgico sobre las políticas de un país sea democrático u otro, que posibilita cambios de manera poco convenientes cosa que tanto la economía como su aceptación social pueden verse seriamente afectadas. Es necesario conocer y entender a cabalidad las intenciones que puedan tener en la generación de leyes o proyectos puesto que puede ser una vía de como esto transformaría al país, junto a su actuar público.

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