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Medellín y los límites del éxito en seguridad

Escrito por Jorge Giraldo
Jorge Giraldo seguridad Medellin Razon Publica

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La reciente masacre mafiosa en Envigado refleja una paradoja: se ha logrado bajar la tasa de homicidios, pero una nueva violencia difusa se resiste, alimentada por el desplazamiento, la fragmentación social y las rivalidades políticas.

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La violencia en Medellín se enmarca en una situación de predominio del crimen organizado, en simbiosis con economías criminales y políticos tradicionales.
Foto: Alcaldía de Medellín

Nuevas rentas criminales

A raíz de la masacre donde murieron nueve personas en la zona rural de Envigado el 31 de diciembre pasado,  además de las preguntas obvias sobre los móviles, surgen discusiones sobre qué pasa en la región metropolitana de Medellín, la caracterización de la violencia actual y la evaluación de la acción estatal, en los niveles central y local.

Una síntesis contextualizada se encuentra en mi artículo “Cambios en la interpretación, el comportamiento y las políticas públicas respecto a la violencia homicida en Medellín” [1] .

La violencia en Medellín se enmarca en una situación de predominio del crimen organizado, en simbiosis con economías criminales y políticos tradicionales, lo cual creó  un ecosistema favorable a la ilegalidad y el recurso a la violencia por parte de bandas, pequeña criminalidad y ciudadanos armados.

Cuando hablo de predominio quiero decir — en contravía de otras interpretaciones —que la ciudad superó una fase de predominio del conflicto armado urbano, protagonizado por actores nacionales (principalmente las FARC y las AUC), y que vive un fenómeno cualitativamente distinto de paramilitarismo. Sugiero que la atención debe  centrarse sobre las economías criminales en la ciudad — entendiendo que el narcotráfico sigue jugando un papel relevante — pero tratando de señalar que hay otro tipo de rentas criminales que se nutren de la alta informalidad económica y laboral del área metropolitana.

 

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Más allá del narcotráfico: hay otro tipo de rentas criminales que se nutren de la alta informalidad económica y laboral del área metropolitana.
Foto: elhuecomedellin.blogspot.com
 

También he insistido en que sin nexos políticos y sin cierta permisividad social no hay forma de explicarse la continuidad y la relativa tranquilidad para importantes sectores del crimen organizado. No hay otra manera de explicar por qué en el departamento con mayor número de paramilitares de Colombia no existen procesos por parapolítica o economía criminal  en las mismas proporciones. Ahí se detienen los brazos de la Procuraduría, de la Fiscalía y de los demás órganos de justicia.

Ahora, para comprender mejor la situación de Medellín en materia de seguridad, creo que debe adoptarse una visión de mediano plazo con respecto a sus éxitos, sus limitaciones y fragilidades.

Tendencia a la baja

Medellín mantiene una tendencia a reducir drásticamente los homicidios,  que comenzó en 2003, cuando la tasa cayó por debajo de 100 muertes por cada cien mil habitantes, por primera vez en 20 años. Durante estos diez últimos años, se registró una sola excepción a esta tendencia  — entre finales de 2008 y principios de 2010 — debida principalmente a la sumatoria entre  una fragmentación y competencia entre organizaciones criminales, y  una crisis en la policía metropolitana, que llevó a varios comandantes y excomandantes a la cárcel.

De acuerdo con las estadísticas oficiales, esta tendencia ha marcado un cambio estructural en las tasas de homicidio: en seis años durante la última década se registraron tasas inferiores a 60,  los únicos desde 1985. El año 2012 terminó con 52 homicidios por cien mil habitantes en Medellín.  Como simple referencia, en Bogotá la tasa para 2012 fue de 16,7.

Este significativo logro — reconocido y estudiado desde diversas latitudes — se debe a varios factores:

  • Las intervenciones nacionales específicas como la Operación Orión (octubre 2012), la negociación con las AUC y las operaciones contra objetivos de alto valor;
  • Los grandes avances en la construcción y el fortalecimiento del Estado local, especialmente en las áreas marginales y suburbanas, donde las instituciones recuperaron el control territorial;
  • la coordinación entre los distintos niveles de gobierno  (local-regional-nacional), y
  •  la hegemonía cierta, aunque desafiada puntualmente, de la fuerza pública.

Un éxito relativo

Cuando Francis Fukuyama se pronunció respecto del caso de Medellín usó la expresión medio milagro: Medellín ha dejado de ser sucesivamente la ciudad más violenta del mundo, de América Latina, de Colombia e, incluso, del Valle de Aburrá (superada por Itagüí en los últimos años).

Sin embargo, una tasa de homicidios de 52, o incluso de 35 — como en los mejores años de las administraciones Uribe y Fajardo — es impresentable de acuerdo con los estándares internacionales.

Las principales razones que explican que tengamos aún tasas tan altas de homicidios pueden ser:

  • los efectos derivados del posconflicto, que dejan a Medellín y a Antioquia con el mayor número de desmovilizados del país, muchos de ellos sin oportunidades y presionados por las bandas criminales para que se rearmen;
  • la resiliencia del aprendizaje criminal entre los jóvenes, que ha hecho que 1 de 4 entre 14 y 18 años de edad haya sido capturado al menos una vez entre el 2002 y el 2010 (según estudio del Banco de la República),
  • un ambiente regional caracterizado por la presencia de cultivos ilícitos, laboratorios de procesamiento de cocaína y grupos armados ilegales.
 

Jorge Giraldo seguridad Medellin rearmar

Medellín y Antioquia tienen el mayor número de desmovilizados del país, muchos de ellos sin oportunidades y presionados por las bandas criminales para que se rearmen.
Foto: ivbrigada.blogspot.com

Medellín ha sido el escenario de disputas políticas que han perjudicado su desempeño en materia de seguridad. Fue clara la antipatía de Álvaro Uribe y Oscar Naranjo contra la administración de Alonso Salazar. Uribe llegó a afirmar que Fajardo y Salazar maquillaban las cifras de seguridad. Naranjo dosificó sistemáticamente el apoyo a Salazar durante la recaída del 2009.

Todavía hoy, entre las principales ciudades del país, Medellín ocupa un modesto sexto lugar en número de policías por cada mil habitantes, detrás de Cartagena, Bucaramanga, Cúcuta, Cali y Bogotá.

Las fragilidades

Pero subsisten factores estructurales de mediano plazo — que no hacen parte de una política específica de seguridad — pero que tienden a hacer precaria la situación de seguridad en Medellín:

  • La masiva afluencia de nuevos habitantes a la ciudad. Durante la década pasada, Medellín recibió más de 25 mil personas al año, la mitad de ellas analfabetas, todas demandando servicios sociales y todas provenientes de zonas de conflicto armado.

Será políticamente incorrecto, pero lo diré: estos nuevos habitantes no han recibido las herramientas necesarias para una socialización adecuada a la vida urbana. Se prestan  fácilmente a la formación de grupos armados privados, les proveen la carne de cañón y son el reservorio del clientelismo semilegal que opera en la ciudad. En los últimos años han ocurrido acciones esporádicas de estos nuevos pobladores en contra de las operaciones de la fuerza pública, para proteger a los bandidos.

  • Esta masa se alimenta de la fragmentación social. Análogos a los avances en seguridad han sido los avances sociales. Ya no tenemos cuatro ciudades distintas, sino dos en una sola. Si la ciudad no avanza más en materia de inclusión, la brecha entre estas dos ciudades aumentará. El diagnóstico está en manos del Área Metropolitana y de la Alcaldía y fue elaborado por el Centro de Estudios Urbanos y Ambientales de la Universidad EAFIT. 
  • Por último, la política. Las últimas elecciones en Medellín resultaron muy reñidas, enfrentando a dos grandes bloques: uno modernizador y cívico, otra tradicional y clientelista. Estos bloques se apoyan en dos corrientes de opinión sobre el modelo de ciudad, de acuerdo con el ejercicio que la firma Ipsos–Napoleón Franco hizo para “Medellín cómo vamos”.

El bloque modernizador ha ganado las tres últimas elecciones, pero nada asegura que seguirá siendo así, máxime si el presidente Santos y el subpresidente Vargas Lleras siguen apoyándose en el clientelismo semilegal de la región.

En fin, el éxito relativo en mejorar los indicadores de seguridad ha exacerbado las rivalidades entre las organizaciones criminales y ha dispersado a los soldados del crimen organizado, produciendo altos niveles de violencia: el éxito también produce muertes.  Creo que la masacre del 31 de diciembre pasado no fue un rayo en cielo sereno, pero tampoco será el preludio de una nueva tormenta.

* Profesor de la Universidad EAFIT 

Jorge Giraldo seguridad Medellin RazonPublica

 

 

Jorge_Giraldo_Ramirez

Jorge Giraldo Ramírez*

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En seis años durante la última década se registraron tasas inferiores a 60,  los únicos desde 1985. El año 2012 terminó con 52 homicidios por cien mil habitantes en Medellín. 

 

 Antioquia: un ambiente regional caracterizado por la presencia de cultivos ilícitos, laboratorios de procesamiento de cocaína y grupos armados ilegales.   

 

Durante la década pasada, Medellín recibió más de 25 mil personas al año, la mitad de ellas analfabetas, todas demandando servicios sociales y todas provenientes de zonas de conflicto armado. 

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