Los “Urabeños” y el narcotráfico en Colombia: historia que se repite - Razón Pública
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Los “Urabeños” y el narcotráfico en Colombia: historia que se repite

Escrito por Gustavo Duncan

Gustavo DuncanJuan David Velasco

A medida que cada organización criminal se expande y va adquiriendo poder, se estrella contra el Estado y acaba siendo destruida: ¿es esta la situación de los “Urabeños”?

Gustavo Duncan * – Juan David Velasco **

La lógica del negocio

Hay una constante en la historia del narcotráfico en Colombia: cuando una organización criminal excede determinado umbral de poder, es objeto de una intensa persecución estatal que lleva a su desmantelamiento; pero con esto no desaparece el negocio de las drogas.

Al desmantelar las grandes organizaciones del pasado, las autoridades anunciaron la desaparición de los carteles y el advenimiento de los baby cartels; pero ese fue apenas el comienzo de un nuevo ciclo entre las organizaciones criminales dedicadas al tráfico de drogas.

En efecto: el fin de un gran cartel significa la oportunidad para una nueva organización que intenta controlar los centros de producción, las rutas, los lugares de embarque y las plazas de lavado. Incluso, es una oportunidad para controlar a los comisionistas que compran la base de coca, a los traficantes de drogas y a los lavadores que operan en su zona, es decir a los baby cartels.

Pero con esto no desaparece el negocio de las drogas. 

El problema consiste en que apenas se desmantela la gran organización criminal, surgen muchas organizaciones pequeñas y medianas que buscan reemplazarla. Viene entonces la etapa de las vendettas para someter a las otras facciones y para conquistar una posición de mando dentro de la propia organización. 

Se llega así a una fase del ciclo del narcotráfico donde una organización tiene gran capacidad regulatoria que se extiende hasta la sociedad. Aquellas comunidades que dependen de las rentas del narcotráfico para su inclusión en los mercados y en las economías mundiales rápidamente se convierten en objeto del control por parte de estos ejércitos privados.

Lo anterior resulta de la propia lógica del negocio de las drogas. Su producción primaria implica una alta visibilidad de la mercancía, pues los cultivos y los laboratorios son difíciles de esconder: por eso   la producción tiende a ocurrir en zonas con poca presencia del Estado, donde también tiende a existir una baja acumulación de capital. Al no existir ni instituciones estatales ni agentes económicos fuertes, están dadas las oportunidades para la regulación de carácter mafioso.


Los Urabeños lograron entrar en la ciudad de
Buenaventura.
Foto: Wikimedia Commons

Expansión y control del territorio

“Los Urabeños” tiene todos los trazos de haber llegado a este punto del ciclo del narcotráfico. Su poder es tal que pueden controlar los flujos de droga desde el sur del país hasta la costa norte; incluso han logrado entrar a Buenaventura, una plaza histórica del Cartel del Norte del Valle, y a la Alta Guajira, una zona controlada históricamente por Marcos Figueroa -alias “Marquitos”. En la actualidad, Los Urabeños tienen presencia activa en 17 departamentos y controlan los corredores del narcotráfico en el Darién chocoano, el golfo de Morrosquillo, la serranía del Perijá y el nudo del Paramillo.

La expansión y consolidación territorial de los Urabeños han sido posibles por sus características organizativas:

1. Por su capacidad de reclutamiento. Los líderes dotaron a la organización de una disciplina de combate que le ha permitido disponer de miles de hombres para la guerra. Es una organización  con una gran capacidad de reclutamiento y, a diferencia de lo que suele decirse, su composición es heterogénea: solo una tercera parte de los que han sido capturados por la policía se han identificado como paramilitares desmovilizados.

2. Porque actúa como un ejército irregular que opera en diversos territorios del país.  El modelo de organización de Los Urabeños refleja un largo aprendizaje que se remonta a la guerrilla del Ejército Popular de Liberación –EPL-, a los paramilitares y a los narcotraficantes. Los “Úsuga” y demás mandos aprendieron los métodos y la importancia de controlar territorios y poblaciones: realizan paros armados; pagan por policías muertos; corrompen a la clase política y a las autoridades y cooptan a otras mafias[1].

También interactúan con algunas pandillas para penetrar áreas urbanas densamente pobladas que controlan los mercados de drogas, la prostitución, los juegos de azar, la piratería y el cambio de divisas -como en la frontera de Cúcuta con Venezuela, donde los Urabeños controlan el mercado cambiario de bolívares por dólares y euros-.

3. Porque tiene una organización criminal bien armada. En solo un año la fuerza pública les decomisó 537 armas -entre ellas 68 fusiles, 8 subametralladoras, un rifle m-16, un mortero y un lanzagranadas- (ver cuadro 1). Estas no son armas para traficar drogas o para cometer delitos simples. Son, más bien, tropas y armas para controlar territorios y poblaciones.

Cuadro 1. Incautación de armamento a los Urabeños (2013)

Armas de corto alcance

Urabeños

 
 

Pistola

184

 

Revólver

207

 

Escopeta

65

 

Subtotal

456

 

Armas de mediano y largo alcance

 

 

Rifle

1

 

Fusil

68

 

Fusil M-16

1

 

Submetralladora

8

 

Carabina

1

 

Subtotal

79

 

Armas de tiro parabólico

 

 

Mortero

1

 

Lanza Granadas

1

 

Subtotal

2

 

Total

537

 

     Fuente: Elaboración propia sobre la base de información reportada por la Policía Nacional de Colombia

4. Porque sacan ventaja e incorporan a la organización a sectores vinculados a la economía informal.  Ejercen esta función en regiones donde la acumulación de capital y la presencia del Estado y el mercado son prácticamente nominales (Urabá, sur de Córdoba, la frontera colombo-venezolana, etc.). Esta organización saca ventaja de la extendida economía informal que persiste en muchas regiones. Por ejemplo, utilizan a los “mototaxistas”, a vendedores de minutos en telefonía celular y a chanceros para identificar a personas sospechosas que quieran comprar droga o para alertarlos sobre movimientos de patrullas policiales.

La influencia que ejercen Los Urabeños sobre la economía informal en los municipios donde el Estado y el mercado funcionan de forma precaria le ha permitido tener una base de reclutamiento [2]. Se han convertido en una fuente de ocupación para combatientes, informantes, campaneros, comisionistas, vendedores de drogas, extorsionistas, pandilleros o sicarios y en un particular medio de ascenso social para muchos jóvenes que operan como personal armado de la organización (las 184 pistolas y los 207 revólveres incautados en un solo año reflejan el flujo de armas dentro de la organización y el papel importante que tienen dentro de la organización).         

Al no existir ni instituciones estatales ni agentes económicos fuertes, están dadas las oportunidades para la regulación de carácter mafioso. 

Así no tengan el soporte político ni la legitimidad en el escenario nacional que otorgaba la lucha contrainsurgente, el modelo de control territorial instaurado por Los Urabeños perfila las características que van a tomar las grandes organizaciones que controlan el narcotráfico en Colombia, sobre todo ahora que es muy probable que las FARC se retiren de la confrontación.

La legitimidad de estas formas violentas de control social estará basada exclusivamente en la fuerza y en el hecho que la protección del negocio de la droga es una garantía de inclusión económica para regiones históricamente aisladas de los grandes mercados nacionales e internacionales.


Apenas se desmantela una organización criminal,
surgen muchas organizaciones medianas y pequeñas.
Foto: Ministerio de Seguridad Argentina

Los “Urabeños”: ¿una amenaza para el Estado?

Este es el gran interrogante. Lo que suele suceder cuando las organizaciones concentran demasiado poder y desafían la autoridad del Estado es que de algún modo sellan su fin. En la historia de Colombia hay varios ciclos de relevo en el narcotráfico, aunque con variaciones en sus modalidades:

  • El Estado eliminó a Pablo Escobar cuando este quiso ejercer directamente el poder político. Un sector de las élites denunció su procedencia, el capo retó al Estado y el gobierno le declaró la guerra que, a la postre, condujo a la derrota del Cartel de Medellín.
  • Con el Cartel de Cali la situación fue diferente. Esta organización nunca pretendió suplantar a la clase política y todo se resolvía con sobornos masivos. Pero la clase política que no recibía sus sobornos o que recibía un volumen menor resintió que su competencia política llegara al poder por lo cual el cartel de Cali se convirtió en una amenaza. La presión de estos sectores obligó a la captura de sus principales mandos hasta desmantelar la organización.
  • Con los paramilitares el punto de quiebre ocurrió en el momento en que la misma clase política que estaba aliada con ellos sintió que perdían demasiado poder en esta relación. Entonces se desmovilizó a los paramilitares mediante un proceso de paz.

La pregunta ahora es ¿cuándo traspasarán los Urabeños un umbral de concentración de poder que obligue al Estado a eliminarlos definitivamente como sucedió con sus antecesores?

 

* Profesor de la Universidad de los Andes y la Universidad EAFIT

** Politólogo de la Universidad Javeriana con cursos de Maestría en el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional de Colombia.
twitter1-1@Velasco_Juan

Notas:

[1] Como lo revela la inclusión estratégica de Víctor Patiño Fomeque (antiguo miembro del Cartel de Cali) a la organización, pues Patiño quiere vengarse de los Rastrojos porque le expropiaron sus propiedades y le asesinaron a varios familiares. Véase: http://m.eltiempo.com/justicia/regreso-de-vctor-patio-fmeque/9615247

[2] Por ejemplo, la Policía capturó en el 2013 a 1.657 integrantes de los Urabeños. Este volumen de capturas no significó necesariamente un debilitamiento de la organización, pues en los territorios que controlan, tienen la capacidad para vincular a más y más jóvenes dentro de su estructura.

 

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