Los sistemas agroalimentarios: un imperativo para sociedades más justas
Inicio TemasEconomía y Sociedad Los sistemas agroalimentarios: un imperativo para sociedades más justas

Los sistemas agroalimentarios: un imperativo para sociedades más justas

Escrito por Angela Maria Penagos
Los sistemas agroalimentarios en Colombia

En Colombia y en el mundo, los sistemas agroalimentarios son vulnerables, se han estancado y podrían poner en riesgo el futuro de la humanidad*.

Ángela María Penagos**

Urge un cambio

La pandemia y las restricciones que trajo para el comercio interno e internacional mostraron la vulnerabilidad del acceso estable y suficiente de alimentos.

Durante el último año el sector agropecuario se ha estancado y la inflación ha aumentado significativamente. En 2021, el agro creció apenas el 1,4%, muy por debajo de la economía colombiana, cuyo crecimiento en el cuarto trimestre fue del 10,8%. Por otra parte, en marzo de 2022, la inflación de los alimentos fue del 25,4% respecto del mismo mes del año anterior.

Esta situación es común a buena parte de los países del mundo, lo que nos invita a repensar el funcionamiento de los sistemas agroalimentarios y la necesidad de nuevos instrumentos para enfrentar de una mejor manera los choques actuales y futuros.

El año pasado se celebró el Encuentro de la Naciones Unidas sobre Sistemas Agroalimentarios, donde se reconoció la urgencia de abordar los problemas de los sistemas actuales y la necesidad de avanzar en un compromiso mundial por sistemas agroalimentarios más inclusivos, sostenibles y equitativos. En este evento, el secretario general de Naciones Unidas afirmó, con mucho tino, que “como familia humana, un mundo sin hambre es nuestro imperativo”.

¿Cómo transformar nuestros sistemas agroalimentarios para frenar el hambre y el deterioro de nuestros ecosistemas? ¿Cuáles son los efectos de lo que producimos y consumimos sobre la salud de las personas, los animales, las plantas y el planeta?

Las innovaciones necesarias

En el encuentro de Naciones Unidas se propusieron algunas acciones para acabar el hambre y aumentar la disponibilidad y el acceso a dietas saludables y alimentos nutritivos, entre ellas:

  • Reducir los riesgos que enfrentan los sistemas agroalimentarios y fortalecer su resiliencia. En particular, es necesario disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de la agricultura, a través de la tecnología y el conocimiento tradicional.
  • Reemplazar las instituciones que promueven un uso ineficaz e injusto de la tierra, el crédito y los recursos naturales y fomentar la inclusión y los derechos de las mujeres, los jóvenes y los pueblos indígenas.
  • Avanzar en la biociencia y la digitalización para mejorar la salud de la población, mejorar la productividad de los sistemas agroalimentarios y restaurar el bienestar ecológico.
  • Proteger y, donde se necesite, regenerar los suelos productivos, el agua, los bosques y la base genética de la agricultura y la biodiversidad.
  • Aumentar la eficiencia de los sistemas agroalimentarios a través de la ingeniería y la digitalización, procurando una mayor participación de los jóvenes y las comunidades rurales.

Estas innovaciones necesitan de otras condiciones, como la paz, la seguridad, la inclusión de los más vulnerables y la equidad de género. Por eso necesitamos políticas de mitigación y adaptación al cambio climático, con una mayor inversión pública en investigación y desarrollo en cada una de las dimensiones de los sistemas agroalimentarios.

Solo de esta manera será posible contar con sistemas más resilientes a las pandemias, la alteración de los mercados, la variabilidad climática y los conflictos violentos.

Baja productividad e innovación

En este contexto, es necesario reconocer las limitaciones que enfrentan los sistemas agroalimentarios en Colombia, especialmente en lo relacionado con la productividad y la resistencia a los efectos del cambio climático.

La baja productividad de la agricultura colombiana y los bajos niveles de innovación son limitantes que han tendido a agravarse con el paso del tiempo. Entre 1990 y 2016, la tasa de crecimiento de la productividad total de los factores (PTF) fue, en promedio, de 1,1%, y el crecimiento de la agricultura se dio más por un aumento en el uso de factores de producción, como la tierra, que por un mejor uso de los factores productivos.

Lo anterior confirma los bajos niveles de adopción e innovación tecnológica. De hecho, en 2019, apenas el 5% de las unidades productivas del país manifestaron haber hecho alguna innovación. Además, existen brechas importantes de productividad entre las regiones: los municipios que presentan mayores rendimientos tienen cifras hasta un 134% más altas que los municipios con menores rendimientos.

Por su parte, el gasto en ciencia y tecnología proveniente del Presupuesto General de la Nación y del Sistema General de Regalías representó, en promedio, el 0,5% del PIB entre 2010 y 2020, lo cual se encuentra muy por debajo de las recomendaciones internacionales.

Los sistemas agroalimentarios en Colombia
Foto: Agronet - La baja productividad de la agricultura colombiana y los bajos niveles de innovación son una limitación que se ha ido profundizando en los últimos años.

Los efectos para el ambiente

Adicionalmente, la agricultura crece a expensas de ecosistemas fundamentales para mitigar el cambio climático y claves para proteger y regenerar la base genética de la agricultura y la biodiversidad.

Entre 2001 y 2011, cerca del 50% del cambio de coberturas naturales hacia sistemas transformados para la agricultura ocurrió en 96 municipios ubicados en ecosistemas estratégicos de la Orinoquía y la Amazonía. Entre 2010 y 2018, alrededor del 75% de la pérdida de cobertura boscosa se concentró en 54 municipios, principalmente en las regiones Amazónica y Pacífica.

Lo anterior es más grave si se tiene en cuenta el poco avance en adaptación de los sistemas productivos al cambio climático. Las actividades relacionadas con el uso de la tierra para sistemas productivos agrícolas y pecuarios corresponden respectivamente al 23,3% y 21,2% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero para Colombia, derivadas principalmente de la fermentación entérica, las quemas y gestión de suelos agropecuarios, y las renovaciones de cultivos permanentes y temporales.

Por su parte, el sector tiene una menor capacidad de remoción de carbono. A lo cual se le suma la poca inversión del sector agropecuario en crecimiento resiliente al cambio climático: en 2020 fue del 0,1% y en 2021 aumentó al 1,2% del Presupuesto General de la Nación.

En materia de alimentación, diversos estudios muestran que cultivos como la yuca, el maíz, el arroz, el plátano, la caña panelera, la papa, el fríjol, el café y los sistemas pecuarios se encuentran en un estado de alta amenaza y baja capacidad de adaptación al cambio climático. El 94% de los cultivos de arroz y el 95% de los cultivos de maíz en Colombia no van a poder sostener su capacidad productiva en un escenario tendencial y esperado de aumento de entre 2 a 3 grados centígrados.

Esta amenaza, que es inevitable, puede ser mitigada a través de mejoras en las capacidades adaptativas al escenario tendencial. Sin embargo, apenas el 47% de las superficies cultivadas en el país cuentan con las condiciones para adaptar los cultivos.

¿Hacia dónde vamos?

Hoy más que nunca necesitamos sistemas agroalimentarios sostenibles, más diversificados y desconcentrados. Eso supone una perspectiva integral y multidisciplinaria, lo cual implica tener en cuenta las implicaciones comerciales, ambientales y de salud que tienen estos sistemas.

Los sistemas agroalimentarios sostenibles, inclusivos y equitativos soportan el bienestar y el desarrollo de las sociedades modernas. No se trata de hacer cambios cosméticos en las normas y políticas existentes: de esto depende la supervivencia de la familia humana. Por eso, el próximo gobierno debe planear y ejecutar acciones de concretas e intersectoriales que aseguren transformación de los sistemas agroalimentarios.

 

*Este texto forma parte de la Alianza Poder y Territorio para discutir asuntos territoriales en el contexto de las elecciones de 2022, establecida entre la Friedrich Ebert Stiftung en Colombia (Fescol), el concejal Diego Cancino, y un grupo de académicos formado por Carmenza Saldías, Andrés Hernández, Mario Noriega, Alex Araque, José Salazar y Angélica Camargo.

Artículos Relacionados

Dejar un comentario

Este sitio web utiliza cookies para mejorar tu experiencia. Leer políticas Aceptar

Política de privacidad y cookies