
Guía práctica para las reuniones familiares, los paseos y otras actividades sociales bajo la “nueva normalidad”. El peligro no ha pasado, pero ahora sabemos más sobre cómo manejarlo.
David Bautista-Erazo*
Distanciamiento social
El riesgo de contagio sigue estando presente.
Durante las primeras semanas, la mayoría de nosotros acatamos de manera estricta el aislamiento preventivo y el distanciamiento social. Aunque algunas actividades se reiniciaron, muchos seguimos trabajando desde casa y minimizamos las salidas.
Pero son obvias las dificultades de mantener el aislamiento durante un periodo prolongado. Además de los motivos económicos, no hay que olvidar que el ser humano es un animal social. La mayoría de nosotros disfruta de la compañía de los otros y necesita de actividades como las reuniones familiares, los paseos y las salidas a establecimientos comerciales.
La reactivación del comercio, las actividades laborales y el ocio se juntaron con la orden gubernamental de disminuir las poco rigurosas restricciones de movilidad y funcionamiento de muchos establecimientos. En redes sociales son cada vez más frecuentes comentarios como que “la pandemia se acabó” o que “ya no hay cuarentena”.
Pero hay que estar atentos. La pandemia sigue y, de hecho, hay nuevas olas de infección en Europa y Estados Unidos y algunos departamentos como Antioquia volvieron a alarma roja por ocupación de UCI. Aunque sea cierto que por el momento no hay más cuarentena, esto no significa que podamos salir como si nada a vivir como lo hacíamos antes de 2020. Podemos salir, pero debe ser de manera responsable para mantener los contagios al mínimo.
Para entender qué significa salir de manera responsable es necesario tener la información adecuada. Muchas medidas producen una falsa sensación de seguridad, mientras que otras sí funcionan y ayudan a reducir la transmisión del virus.
Hay que recordar que el virus se transmite por vía aérea, mediante las gotículas y el contacto entre personas. Por esto es necesario hacer un balance sobre el tiempo del contacto, la cantidad de personas involucradas, el espacio donde ocurre el contacto y el uso de los tapabocas y otras medidas de higiene.
De acuerdo con esto, los escenarios en donde se reúnen pocas personas con la mascarilla bien puesta, respetando el distanciamiento entre los integrantes, sin gritar o cantar, al aire libre o en un espacio ventilado, reducen el riesgo de contagio. Pablo Correa en El Espectador presentó una gráfica que ilustra los niveles de riesgo de contagio en diferentes escenarios. Recientemente, El País también publicó un artículo con simulaciones muy interesantes sobre este tema.
Las personas están cansadas del aislamiento; es inevitable. Por esto, en vez de intentar evitar que las personas se reúnan, hay que explicarles cómo puede reducirse el riesgo de contagios.
Estrategias para minimizar el contagio
El primer factor por considerar son los asistentes a las reuniones. Los adultos mayores o las personas con factores de riesgo deben evitar la exposición al virus, puesto que para ellas el índice de mortalidad es más alto.
Pero si uno de los invitados vive o interactúa demasiado con una persona con estas características, también debería abstenerse de asistir a la reunión. Este ejercicio debería hacerse al menos en tres niveles, creando una cadena de contactos de tres personas.
Ahora bien, el hecho de que la mortalidad del virus se concentre en personas de edad avanzada o con enfermedades crónicas no significa que los jóvenes estén exentos del peligro. Actualmente, existe un fenómeno denominado “Long Covid”: pacientes jóvenes que presentan secuelas como la fatiga crónica meses después del contagio.
Por supuesto, a estas alturas de la pandemia deberíamos ser lo suficientemente responsables como para evitar participar de estas actividades si tenemos síntomas como fiebre, tos o una prueba positiva de COVID-19.
En estos casos, debe hacerse el aislamiento de diez días y avisar a todos los posibles contactos para que se tomen la prueba y se aíslen. No hay que olvidar que cumplir con los protocolos de bioseguridad, por más adecuados que sean, no garantiza que la probabilidad de contagio sea nula.
Núcleos familiares
Una familia que convive dentro de un mismo hogar puede realizar actividades en el exterior sin exponerse demasiado, puesto que su contacto ocurre de igual forma en el interior de la vivienda. En este caso únicamente hay que minimizar el contacto riesgoso con personas por fuera de dicha unidad familiar. El transporte público o los lugares donde se reúnen suelen ser las principales fuentes de contagio.
El contacto en el transporte público puede reducirse mediante el uso de vehículo particular, la bicicleta o simplemente caminando. También es posible tomar un taxi o usar el transporte público en hora valle para encontrarse un menor número de personas dentro del vehículo.
En cuanto al riesgo en el sitio de reunión, debe evitarse el contacto prolongado con meseros o cajeros. Igualmente hay asistir a sitios pocos concurridos, al aire libre o con buena ventilación. En los restaurantes, cines, bares o mercados, a pesar del distanciamiento físico, el riesgo aumenta porque al consumir alimentos las personas se quitan el tapabocas y producen una mayor cantidad de partículas virales que permaneces suspendidas en el aire, normalmente en un espacio cerrado.
Por otro lado, para comprar o mercar no es necesario que la familia vaya junta. Las compras hay que hacerlas con el mínimo número de personas posibles para evitar la exposición de todos los miembros.
En cuanto a los paseos también es preferible que se realicen al aire libre, en sitios amplios, ventilados, poco concurridos y con poco ruido como jardines, museos, galerías de arte, ríos, parques naturales, playas, plazas, etc. En estos sitios la exposición al virus es baja.
Pero es cierto que el tema del aforo es importante. Las playas, piscinas y termales son una buena opción de esparcimiento, pero pueden ser un problema si hay muchas personas, puesto que allí no se usa el tapabocas.

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Familias separadas
Este escenario se complica en el caso de las familias que conviven en diferentes unidades de vivienda y desean reunirse. Entre más unidades estén involucradas, mayor es el riesgo de contagio.
Aquí la sugerencia es limitar las reuniones a dos o máximo tres núcleos familiares. Así, es posible saber si se protegen del virus. Esto supone un tema de honestidad y autocuidado. Adicionalmente, ayuda a tener un registro de contactos para que en caso de contagio pueda avisarse a quienes pudieron estar involucrados para que tomen las precauciones necesarias.
Si se reúnen varías familias hay que garantizar el uso del tapabocas, una buena ventilación, el debido distanciamiento entre las personas y que esto se mantenga a lo largo de la reunión. De nada sirve que durante la primera hora seamos estrictos y cuidadosos si en las tres horas siguientes vamos a quitarnos los tapabocas y a reunirnos en una sala sin ventilación, comiendo y hablando fuerte.
A la hora de ingerir alimentos es necesario comer sin hablar porque en ese momento, sin tener el tapabocas, es cuando más riesgo existe. También es importante evitar el consumo de alcohol, ya que con esta sustancia las personas tienden a ser menos precavidas y a ignorar las medidas de bioseguridad.

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Costo y beneficio
Según esto, la necesidad de salir y verse con familiares y amigos debe ponerse en una balanza de costo-beneficio. Hay unas preguntas que pueden servir de guía:
- ¿Todos los integrantes van a pasarla bien mientras se cuidan (escenario ideal)?
- ¿Todos van a pasarla mal por estar estresados debido a las medidas de seguridad (contraproducente)?
- ¿La van a pasar bien, pero a costa de no cumplir las medidas de seguridad (riesgoso)?
- ¿Es realmente necesario hacer ese viaje, ir a comer a ese restaurante o hacer esa reunión?
- ¿Puede hacerse una reunión pequeña sin necesidad de que se involucren muchísimas personas?
Todo depende de la responsabilidad y honestidad de las personas. Si alguien es demasiado nervioso o ansioso por la pandemia no es necesario que se exponga a más ansiedad asistiendo a alguna reunión. Pero si alguien está triste y melancólico por el aislamiento y se está afectando su salud mental, es posible reunirse con otras personas y minimizar el riesgo.
Hay muchos escenarios y es importante que cada persona piense bien si conviene arriesgarse. También pueden hacerse otros balances. Por ejemplo, una reunión de seis personas de dos unidades de vivienda diferentes en una terraza para charlar o ir de caminata a un parque natural es menos riesgosa que juntar seis personas de diferentes familias a ver un programa de televisión que involucre comida, alcohol y griterío en un espacio cerrado.
Es poco probable que llegue una vacuna a Colombia en los próximos meses y seguramente las primeras vacunas serán moderadamente efectivas. Además, habrá prioridad para el personal de salud y otros grupos de riesgo. Así que depende de nosotros seguir con nuestras vidas de una manera responsable.
El primer paso es aceptar esta realidad. El segundo paso es establecer un consenso sobre las medidas de seguridad adecuadas. Por ejemplo, si los negocios funcionaran al aire libre, si permanecerán cerrados algunos espacios pocos riesgosos, pero se abrirán los bares y las iglesias, o si los colegios y universidades realizarán recambios de ventilación en los salones.
Los ciudadanos y gobernantes debemos realizar un control político sobre estas cuestiones, es nuestra responsabilidad colectiva. Mientras estos cambios ocurren y llega una vacuna o un tratamiento efectivo, lo mejor es hacer un balance de costo-beneficio sobre las actividades que vamos a retomar en esta nueva normalidad.