El presidente Petro no tiene condiciones de gobernabilidad aseguradas. Estos serán sus principales retos y cuatro nombramientos que serán clave para afrontarlos.
Ricardo A. Bello Gómez*
Los retos
Después de una campaña reñida que marcó un cambio de rumbo en la política nacional, Gustavo Petro fue elegido presidente con la mayor votación que se ha visto en la historia. Petro se convierte en el primer mandatario de izquierda en Colombia el primero enteramente ajeno al bipartidismo liberal-conservador.
Y por su parte, la vicepresidenta Francia Márquez simboliza un rompimiento de grandes estereotipos sobre la representación política en Colombia: Márquez es la primera persona afrocolombiana en acceder al cargo, y además representa un quiebre con las élites económicas, políticas, sociales y académicas del país.
Tanto en lo programático como en lo simbólico, la elección de Petro y Márquez ha despertado grandes expectativas (y temores). Su electorado espera señales rápidas y concretas de cambio social. Más aún, los ciudadanos y ciudadanas de a pie no están familiarizados con (ni interesados en) los detalles de la gestión de las políticas públicas, y por lo tanto esperan que los resultados lleguen pronto.
Pero el nuevo gobierno no tiene condiciones de gobernabilidad aseguradas que le permitan avanzar cómodamente con su agenda de cambio, por varios motivos:
- La reñida elección y la intensa polarización sugieren que la “luna de miel” –esos primeros meses cuando los medios y la opinión blindan al nuevo mandatario– puede ser bastante corta.
- Petro no cuenta con una mayoría clara en el Congreso.
- El presidente electo enfrenta el riesgo de una crisis de los mercados financieros, debido al potencial efecto de sus medidas económicas.
- Existe gran incertidumbre sobre las relaciones que mantendrá el gobierno Petro con dos actores fundamentales en temas de seguridad: las fuerzas militares y de policía, y los Estados Unidos.
Para enfrentar estos retos, Gustavo Petro tendrá que actuar estratégicamente y con un gran sentido de conciliación. Será particularmente importante la designación de cuatro ministros o ministras: los del Interior, Defensa, Relaciones exteriores y Hacienda.
Petro llega a la Presidencia con una bancada propia, la más grande del Congreso y la más grande en la historia de la izquierda democrática en Colombia. Pero esta bancada está lejos de ser mayoritaria.
En sus cargos anteriores –por ejemplo, en su paso por la Alcaldía de Bogotá–, Petro no se caracterizó precisamente por ser estratégico ni conciliador. Sin embargo, en la etapa final de la campaña presidencial, Petro demostró su interés en convocar a una “Gran Acuerdo Nacional”, más allá del Pacto Histórico, para incorporar voces más diversas a su equipo programático. Esta puede ser una señal de aprendizaje y de revisión estratégica por parte del nuevo mandatario.
Las relaciones con el Congreso
Petro llega a la Presidencia con una bancada propia, la más grande del Congreso y la más grande en la historia de la izquierda democrática en Colombia. Pero esta bancada está lejos de ser mayoritaria.
Por eso, el nuevo presidente necesita ampliar la base de apoyo parlamentario para impulsar su agenda en el legislativo. Es previsible que el partido Comunes y la mayoría de la antigua Coalición Centro Esperanza (la Alianza Verde y la Alianza Social Independiente) se sumen a la coalición de gobierno. A partir de ahí, el reto consiste en sacar adelante una difícil negociación, entre programática y burocrática, con varios partidos que pueden ser ideológicamente cercanos al nuevo gobierno.
Desde las elecciones de 2018, Petro ha planteado la posibilidad de incorporar a su coalición de gobierno al Partido Liberal y al Partido de la U, dos movimientos de centro o centro-derecha que han apoyado los acuerdos de paz. Una coalición relativamente estable con estos partidos le permitiría impulsar las prioridades de su agenda legislativa y, eventualmente, tener cierta influencia en la elección de altos funcionarios del Estado (contralor, magistrados de la Corte Constitucional, procurador, defensor del Pueblo).
Usualmente, el ministro del Interior es quien coordina el diálogo entre el Congreso y el ejecutivo. Recientemente hemos visto la diferencia entre ministros avezados en el manejo del legislativo, como Juan Fernando Cristo en el segundo gobierno Santos, y quienes no cuentan con tal experiencia, como el actual ministro Daniel Palacios.
Petro tendrá que considerar un perfil con ascendiente en su propia bancada, pero que a la vez pueda moverse con facilidad entre los potenciales aliados del gobierno. Aquí puede ser clave la presencia de políticos experimentados como Hernando Alfonso Prada, Roy Barreras, Guillermo Alfonso Jaramillo o incluso Camilo Romero.
¿Quién será el guardián de las finanzas públicas?
Los sectores libertarios y de derecha han venido advirtiendo que la elección de Petro podría traer una desestabilización macroeconómica y una crisis de los mercados financieros.
Al detallado plan de gobierno de Petro le falta todavía una explicación clara y creíble sobre sus fuentes de financiación. Por esto no sería sorpresivo que una reforma tributaria esté entre las primeras prioridades legislativas del nuevo gobierno.
Casi todos los gobiernos progresistas o de izquierda enfrentan la amenaza de un retiro preventivo de capitales del mercado. Algunos mandatarios, como Lula da Silva, en Brasil, optaron por nombrar personas de su equipo de confianza a cargo de las finanzas (Antonio Palocci, Guido Mantega), pero con un claro compromiso de ortodoxia económica.
Otros, como Gabriel Boric, en Chile, han optado por invitar figuras directamente asociadas con el establecimiento económico desde una perspectiva de centro-izquierda (Mario Marcel), para apaciguar los ánimos caldeados de los mercados financieros. Estas designaciones buscaban proyectar un equilibrio entre la responsabilidad en el gasto y el compromiso con la inversión social.
Petro cuenta en su equipo con figuras que tienen este perfil, como Alejandro Gaviria o Carolina Soto y ha invitado a otros como José Antonio Ocampo. La designación de cualquiera de ellos mostraría que el presidente piensa en el largo plazo y está dispuesto a conciliar e incluir a otros sectores políticos en su gobierno.

Seguridad y Relaciones exteriores
La trayectoria de Petro como excombatiente guerrillero, militante de la izquierda democrática y crítico del militarismo y el intervencionismo tiene prendidas las alarmas entre dos actores estratégicos para la política de seguridad del país: las fuerzas militares y de policía, y los Estados Unidos.
Algunos miembros de las fuerzas militares se pronunciaron indebidamente contra Petro durante la campaña, empezando por el propio comandante del Ejército, el general Eduardo Zapateiro. El nuevo gobierno evidentemente introducirá reformas a las fuerzas de seguridad y es muy probable que sea más exigente en la protección de los derechos humanos. Por eso es necesario que las fuerzas militares y de policía reconozcan integralmente la legitimidad del nuevo gobierno.
Es de esperar que muchos de los cargos del gobierno nacional pasen a estar ocupados por dirigentes del Pacto Histórico y políticos afines, comprometidos de manera firme con la agenda de Petro.
Por otro lado, Colombia se mantuvo como un aliado estratégico de Estados Unidos durante la ola de gobiernos de izquierda de la década del 2000 en América Latina (que llevó al poder a Morales, Chávez, Correa, Lula, entre otros). La perspectiva de perder este aliado ha causado escozor entre la dirigencia política estadounidense. No solo entre los republicanos, sino también entre sectores moderados del Partido Demócrata.
Además es innegable que Colombia necesita mantener buenas relaciones con Estados Unidos, dentro de un diseño de multilateralidad que fortalezca las relaciones del país con otros actores geopolíticos.
Así, la designación de los Ministros de Defensa y Relaciones Exteriores será un asunto fundamental para Petro. Como en el caso del Ministerio de Hacienda, estas carteras deberían estar ocupadas por personas con experiencia en los más altos niveles de la administración pública y la diplomacia. Deberían ser figuras que no produzcan la sospecha de que Colombia dará un giro radical en la relación entre el gobierno y las fuerzas armadas, y entre Colombia y sus aliados extranjeros: María Emma Mejía, María Ángela Holguín, Luis Gilberto Murillo o Yaneth Giha, entre otros, podrían cumplir este perfil.
Es de esperar que muchos de los cargos del gobierno nacional pasen a estar ocupados por dirigentes del Pacto Histórico y políticos afines, comprometidos de manera firme con la agenda de Petro. Sin embargo, las designaciones en estos cuatro ministerios –Interior, Hacienda, Defensa y Relaciones Exteriores– pueden permitirle al nuevo gobierno apaciguar ánimos caldeados, eliminar prevenciones, avanzar más ágilmente en la agenda legislativa, y, quizá lo más importante, presentar resultados tempranos de un cambio sustancial, pero tranquilo, en el gobierno de Colombia.