Un presidente muy impopular que resultó elegido por los congresistas en medio de una aguda crisis económica y política. ¿Qué puede hacer y qué va a hacer el nuevo gobernante para lograr algún apoyo y completar lo que falta del período?
Mario Luis Grangeia*
Los hechos
Brasil tiene el más grande sistema de votación electrónico del mundo, utilizado hoy por más de 146 millones de electores, pero en los últimos meses ha ignorado esta herramienta moderna de democracia directa. El proceso político reciente resultó en una elección indirecta, que oficialmente ha sido llamada impeachment (o proceso de destitución), y que los opositores califican como un “golpe parlamentario”.
Un desafío del actual gobierno es garantizar la unión interna.
El 31 de agosto el Senado decidió por 61 votos contra 20 que quien va a gobernar el país hasta el final del 2018 será Michel Temer, el vicepresidente reelecto hace dos años gracias a la unión entre su bancada –la del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB)- y la del Partido de los Trabajadores (PT).
Dilma Rousseff, elegida presidente en 2010 y 2014, no tuvo los 28 votos de senadores necesarios para volver a la presidencia, de la cual salió en mayo para responder al juicio de destitución por crimen de responsabilidad. Ella fue acusada de dos prácticas prohibidas:
- Pagar programas oficiales con fondos de bancos públicos, y
- Usar decretos para aumentar el gasto público sin autorización del Congreso.
Las encuestas de opinión recientes muestran que la mayoría de los brasileños prefería una nueva elección presidencial sin Rousseff ni Temer como candidatos. Esa alternativa hubiera sido posible mediante una convocatoria del Congreso o mediante la condena de Rousseff y de Temer en un proceso de la Justicia Electoral, pues la campaña de la que ambos hicieron parte en 2014 fue acusada de recibir dinero desviado de grandes obras públicas.
Mientras los diputados y senadores seguían con el juicio de destitución, los jueces electorales avanzaron poco en el otro proceso, a pesar de los intensos señalamientos de delito electoral. Esta es tal vez la más grave omisión en medio de la crisis política que vive Brasil desde el inicio de este año.
El mayor desafío que enfrenta el gobierno de Temer no es muy diferente del que Rousseff tenía hace poco tiempo: tener la capacidad de legitimarse frente al Estado, la sociedad civil y el mercado. Eso no es poco.
El Estado
![]() Presidente de Brasil Michel Temer se reúne con el equipo ministerial. Foto: Planalto Presidencia de la República de Brasil |
Para ser elegido presidente por los senadores, Temer ha repartido 26 ministerios y millares de otros cargos del gobierno interino entre muchos partidos que antes habían apoyado a Rousseff y a otros fuera del poder desde la administración de Fernando Henrique Cardoso (1995-2002). El fragmentado cuadro de 35 partidos políticos es, sin duda, una de las mayores dificultades para gobernar el país.
Tanto Temer como Rousseff han cedido el comando de ministerios importantes (el de Salud, por ejemplo) a personas sin buena calificación, pero que representan a partidos con muchos votos en el Congreso. Esa práctica -que los especialistas han llamado “presidencialismo de coalición”- garantiza cierta estabilidad política pero es un riesgo inmenso en términos administrativos.
Una labor que tienen por delante el gobierno y el Congreso -y que se necesita desde hace mucho tiempo- es adoptar reglas que disminuyan la fragmentación del sistema de partidos sin pérdidas en la diversidad de ideologías, pues es necesario preservar las minorías de partidos pequeños que tienen ideologías propias.
Por otra parte, además de mantener el apoyo de la mayoría del Congreso, un desafío del actual gobierno es garantizar la unión interna mientras hay disputas cada vez mayores sobre el nombre del futuro candidato del grupo en el poder para la elección presidencial de 2018.
El ministro de Relaciones Exteriores, José Serra, y el ministro de Hacienda, Henrique Meirelles, son vistos como los candidatos oficiales más probables para suceder a Temer. Serra ya disputó la Presidencia en 2002 y en 2010 por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), y Meirelles es conocido por sus grandes aspiraciones desde que escogió dedicarse a la política por encima del mercado financiero en la década pasada.
A la red de apoyos necesarios en el Legislativo y en el Ejecutivo se suma la necesidad de tener apoyo en el poder Judicial, en especial frente al Tribunal Superior Electoral, que está encargado del juicio por los supuestos delitos cometidos durante la última elección presidencial.
En el actual bienio, el presidente de la Justicia Electoral, Gilmar Mendes, es aliado de Temer y de su base política, de modo que no se espera que el gobierno tenga mayores problemas con respecto a este punto. Si el juicio electoral avanza, es posible que se acuñe una nueva tesis jurídica para justificar una inédita separación de la investigaciones contra Rousseff y contra Temer, aunque se les investigue por un mismo delito electoral. Las declaraciones de Mendes han sugerido que esa posibilidad no es remota.
La sociedad civil
Uno de los mayores problemas de los gobiernos de Temer y de Rousseff es su baja popularidad.
Muchos de los brasileños que han participado en manifestaciones para apoyar la destitución de Rousseff han utilizado expresiones como “¡Fuera, Dilma!”, pero nunca han dicho algo como “¡Gobierna, Temer!”. Esa realidad es evidente cuando las encuestas de opinión muestran que el apoyo a la destitución es mayor que el apoyo al presidente interino.
Uno de los mayores problemas de los gobiernos de Temer y de Rousseff es su baja popularidad.
Ahora bien, el reciente proceso político con rasgos similares a los de una elección indirecta no ayuda en nada a la legitimación del gobierno. La identificación del pueblo con sus parlamentarios es cada vez menor, y por eso el resultado electoral en el Senado -y en la Cámara baja en mayo- no es percibido popularmente como un factor legitimador que pueda estar libre de críticas intensas.
Al contrario, la pérdida de credibilidad de los políticos de Brasilia -sobre todo por su amplia participación en casos de corrupción, como el de los investigados por su relación con la empresa petrolera Petrobras- puede ser un gran obstáculo para el apoyo popular al gobierno actual.
Para dificultar todavía más el apoyo social al gobierno de Temer, su agenda está llena de proyectos impopulares, como la reforma del sistema de seguridad social, que elevaría la edad mínima para la jubilación. También circulan rumores dentro del gobierno según los cuales no está descartado un aumento de los impuestos para enfrentar el elevado déficit fiscal. Si estos rumores se confirman, la posibilidad de legitimarse ante la sociedad y recibir su apoyo será aún más pequeña. Esto vale también entre los grandes empresarios, que por supuesto son reacios a pagar más impuestos, y por ende tampoco apoyarían al gobierno.
El mercado
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Una de las causas más importantes del cambio de gobierno en Brasil fue la gran insatisfacción de las elites económicas con la dirección de Rousseff frente al mal desempeño de la economía en los últimos años. No es necesario entrar en los detalles, pero la situación se puede resumir en que los líderes del mercado tienen la expectativa de que el equipo económico de Temer consiga revertir la crisis brasileña.
Agendas “anti-populares” como la reforma al sistema de seguridad social y a la legislación del trabajo son bien valoradas -naturalmente- por sectores como el financiero, el industrial y el de servicios, y Temer ha declarado que la reforma al sistema de seguridad social va a ser llevada al Congreso en las próximas semanas. Si esto de hecho ocurre, esa decisión señalará bien por dónde va a empezar la búsqueda de legitimación y apoyo por parte del actual gobierno.
En octubre, los brasileños volverán a las urnas para elegir a sus gobernantes y parlamentarios en los gobiernos municipales. Lo ideal sería que fuera posible elegir también a un nuevo presidente. La distancia entre lo ideal y lo real es, sin embargo, demasiado grande. Con el fin del ciclo de más de trece años del PT en el poder, lo que se espera -independientemente de lo que ocurra con los partidos políticos- es que el apoyo popular sea conquistado con políticas hechas para favorecer el interés de la sociedad, y no contra él.
* Doctor en Sociología de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, Brasil, especialista en Sociología Política y Cultura.