Los programas de debate en los medios: entre la reducción y la ampliación de lo público - Razón Pública
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Los programas de debate en los medios: entre la reducción y la ampliación de lo público

Escrito por Pedro Adrián Zuluaga
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La nueva franja de Canal Capital llega para airear los programas tradicionales que disfrazan las ambiciones privadas como asuntos de interés público. ¿Tendrá éxito la propuesta de opinión de este canal?

Pedro Adrián Zuluaga*

Mesa Capital

La semana pasada fue el lanzamiento de la nueva franja de opinión de Canal Capital —Mesa Capital—. Uno de los programas de esa franja, Dominio Público, produjo un grueso debate en las redes sociales.

El programa lo dirigirá cada martes la escritora Carolina Sanín y fue inaugurado con la entrevista al polémico rector de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria. La escritora anunció el 12 de febrero en su cuenta de Twitter que su programa será de “entrevistas, soliloquios, conjeturas, delirios, fantasías, chistes y tamales”.

Es muy temprano para saber qué tanto de estas promesas de renovación de las adustas franjas de opinión de los medios audiovisuales se cumplirán, pero el lanzamiento es una oportunidad para mirar el paisaje en el cual aterrizan Dominio Público y la franja completa de Mesa Capital.

Desde la década pasada se popularizó en la radio y en la televisión colombianas un formato periodístico de bajo presupuesto y con pocos desafíos de producción e investigación: el programa de debate político con un moderador y varios invitados.

Uno de los programas que más ayudó a consolidar la tendencia fue Hora 20, de Caracol Radio, desde los tiempos cuando lo conducía el actual director de noticias de Blu, Néstor Morales.

Seguirle el radar a los espacios que copiaron el formato es una tarea ardua. Pero por ahora es importante aventurar posibles consecuencias de estos programas en la formación del debate y la opinión.

Programas de debate

Tanto en Hora 20 de Morales como en la copia que hizo la cadena rival, Voces RCN, dirigido por Juan Carlos Iragorri, o en sus equivalentes televisivos como Semana en Vivo, adquirió relieve una figura que se naturalizó en los medios, sin que sus alcances fueran analizados: el experto.

Este personaje colonizó también algunas franjas de los noticieros de radio y televisión hasta convertirse en la voz magistral sobre toda suerte de temas. Por lo general el experto viene de la academia, la política, el mundo empresarial o —el caso más delicado— de una de las instancias más opacas del poder en el mundo contemporáneo: los famosos centros de pensamiento —o think tanks—.

En caso de que el experto provenga de los medios, suele tratarse de un periodista consolidado o del director o editor de una revista o un periódico. Es decir, alguien con una voz de peso o poder de decisión en la definición de las agendas noticiosas; con la presencia de estos periodistas en los programas de debate los medios se alimentan y replican entre sí.

Tanto en Hora 20 de Morales como en la copia que hizo la cadena rival, Voces RCN, dirigido por Juan Carlos Irragorri, adquirió relieve una figura: el experto.

Los centros de pensamiento tuvieron presumiblemente un origen no partidista. Pretendían sustituir a los partidos políticos en la formulación de ideas para el bien común y la transformación social. Irónicamente, los partidos los subsumieron rápidamente, creando sus propios centros de pensamiento o infiltrando los que ya existían.

Estos centros también fueron cooptados mediante la contratación pública: los jugosos encargos para estudios o consultorías se volvieron la piedra angular de muchas acciones emprendidas por los gobiernos locales o nacionales.

Las universidades también adoptaron esa lógica y crearon sus propios centros de pensamiento generosamente contratados, modernizando la vieja alianza entre conocimiento y poder.

El cinturón de castidad que protegía a los centros de pensamiento de quedar entre diversos tipos de conflictos de intereses se flexibilizó. Las estrellas de estos sitos pasaron del pensamiento social a la política rápidamente o van y vienen de un campo a otro.

En Colombia destacan los casos de Alfredo Rangel y José Obdulio Gaviria (Centro de Pensamiento Primero Colombia), Claudia López (Corporación Nuevo Arco Iris), Rafael Guarín Cotrino (Instituto para el Estudio y el Desarrollo de la Democracia) y Antanas Mockus (Corpovisionarios).

Es importante aclarar que esta mención no pretende criminalizar la puerta rotatoria entre pensamiento y militancia política partidista, sino señalar los dilemas éticos.

Objetividad de los expertos

Con demasiada frecuencia, la voz “objetiva” de los expertos en los espacios de debate de la radio y la televisión está contaminada por el dinero circulante que hizo posible las condiciones materiales para su ejercicio de pensamiento. Estos programas están llenos también de políticos cuyos intereses se alinean con los de sus partidos.

Los directores de los espacios noticiosos que acogen las voces de los expertos dicen promover el debate amplio y la pluralidad, pero el panorama suele ser muy desalentador. Más que libertad de pensamiento, el oyente o televidente asiste a un desfile de voces prefabricadas donde las opiniones son previsibles hasta la náusea.

Son excepcionales las veces cuando se despliega un pensamiento que difiere de los intereses del poder o de los partidos más visibles, especialmente en los programas con más audiencia o que emiten los medios poderosos como RCN, Caracol, Blu Radio o Semana.

La nómina de expertos es exasperantemente repetitiva, brilla por su ausencia el pensamiento regional o las voces sin filiación institucional (a partidos, universidades, medios o instituciones gubernamentales), el balance de género deja mucho que desear (predominan las voces masculinas) y ni que decir de la representación racial.

Los directores de los espacios noticiosos que acogen las voces de los expertos dicen promover el debate amplio y la pluralidad, pero el panorama suele ser muy desalentador

En resumen, estos programas copian el statu quo con sus códigos de acceso y exclusión, en vez de multiplicar las voces en el debate público.

Por si fuera poco estos programas consideran de interés público elementos muy limitados. La coyuntura, las intrigas, los chismes políticos o el titular del día suelen ocupar el centro de las discusiones.

Es casi inimaginable que se debata sobre asuntos culturales, tendencias sociales o cambios no vinculados a lo inmediato, de cuestiones éticas, actitudes o creencias.

El panorama puede ser distinto si se mira hacia los medios universitarios o regionales, pero estos tienen poca capacidad para alterar el debate público más allá de un rango estrecho.

Foto: Pixinio En momentos preelectorales este tipo de programas pueden aportar a sacarnos del agobio y la debacle en la que nos sentimos.

Medios públicos

Hay que recalcar que aún es muy temprano para predecir si Mesa Capital podrá crear una ruta diferente. La nómina de directores y presentadores luce diversa —además de Sanín estarán Santiago Rivas, Alejandra Barrios, Catalina Ceballos, Giselle Aparicio y Ariel Ávila—.

Sobre el papel está la promesa de ampliar el abanico de temas y enfoques para admitir el análisis de medios, los asuntos que rodean a los jóvenes o a las áreas como la estética y la cultura, e incluso la bienvenida a invitados que pueden tener ideas interesantes e inéditas en los medios, aunque no tengan reconocimiento social.

En su editorial de la primera emisión de Dominio Público, que fue una suerte de carta de intenciones del programa, Sanín propuso un debate sobre lo público desligado de los intereses del gobierno. La suspicacia encendió entonces las redes.

Es indudable que los canales públicos, entre ellos los locales, son usurpados con frecuencia y convertidos en cajas de resonancia de los gobernantes. Pero también hay antecedentes de lo contrario. A finales de la década de 1990, Telemedellín y Señal Colombia destacaron como servicios de televisión al servicio de los intereses públicos.

Es indispensable sospechar y hacer permanente veeduría ciudadana. Pero la paranoia generalizada también puede ser paralizante. Por otra parte, la información y la opinión son bienes públicos, también cuando detrás de ellos están entidades privadas. Por eso la veeduría se debe extender a todo tipo de medios.

A las puertas de las elecciones de 2022, definitivas para el futuro de un país que tiene el reto de superar la pandemia, consumar el proceso de paz y garantizar la vida y la seguridad en cada territorio, la ampliación de voces en el debate público puede contribuir a apaciguar la sensación de debacle y de ausencia de liderazgo que nos agobia.

Quizá existan más alternativas, dignidad, creatividad y amplitud que las que reflejan los espacios líderes de la opinión en Colombia. Tal vez haya que corregir la miopía de la mirada.

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