
A tres semanas del plebiscito, los dos bandos insisten en las viejas estrategias de la politiquería pero no logran llegarle a la gente del común. Los argumentos no existen o no mueven, y la batalla confusa se ha venido desplazando hacia las redes sociales.
Gina Paola Rico* – Jaime Andrés Wilches**
Campaña de expresidentes y exprocuradores
En las dos últimas semanas ocurrieron tres hechos inéditos en la historia del país: un acuerdo final entre el Estado y la principal protagonista del conflicto que nos venía desangrando desde hacía medio siglo, un cese al fuego bilateral definitivo, y la formulación de la pregunta para que el pueblo ratifique los acuerdos de paz.
En cualquier parte del mundo estos tres hechos habrían producido una explosión de alegría y manifestaciones multitudinarias en todas las ciudades. Pero en Colombia los firmantes de la paz han tenido una pésima estrategia para comunicarla porque una de las partes-la guerrilla- carece por entero de prestigio popular, y la otra parte – el presidente Santos- está formado y ha seguido aferrado a las más viejas mañas politiqueras y mediáticas.
Para empezar, el presidente Santos dejó el plebiscito por la paz en manos del expresidente Gaviria, conocido por su habilidad para repartir cuotas y manejar congresistas detrás de bambalinas pero también por su falta de carisma y su escasa credibilidad entre la gente del común. Tal vez por eso Gaviria se ha dedicado a recorrer el país y a gritar en todas partes para hacerle el juego al senador Álvaro Uribe –el adalid del “no” que se dedica a gritar más fuerte todavía- y a atacar al ya olvidado expresidente Pastrana y al nuevo mártir de la torpeza y la lentitud judicial, el ex procurador Alejandro Ordóñez.
En vez de las apelaciones a la ética y a las emociones que deberían rodear la paz, o en vez de los líderes carismáticos, o en vez de los mensajes y estrategias creativas que utilizan las campañas electorales en pleno siglo XXI, los colombianos estamos asistiendo a una batalla entre los egos políticos del presidente en funciones, de tres expresidentes que por lo mismo encarnan el pasado pero no indican futuro y de un exfuncionario muy dudoso que ahora se insinúa como el candidato de la anti-paz en Colombia. Y esto sin mencionar al vicepresidente atrapado entre la ambigüedad y el oportunismo para poder llegar a ser el próximo gobernante de Colombia.
Aburridas y confusas
![]() El actual presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. Foto: Globovisión |
Omar Rincón dijo en El Tiempo que el mensaje de la paz en Colombia no enamoraba. El ejemplo que le sirvió de contraste fue el “apagón”, un momento en que la gente tomó conciencia y comprendió que debía poner de su parte disminuyendo el consumo de electricidad.
El mensaje de la paz en Colombia no enamoraba.
Por el contario, en esta paz los anuncios no atraen, y la paloma blanca en los vestidos de paño de los funcionarios estatales resulta ser un mensaje acartonado, forzado, convencional. Y por su lado es evidente que los medios tradicionales están encantados de revivir a Pastrana, de subirle el tono a las palabras de Gaviria, de victimizar a Ordoñez y de buscarle la lengua a Uribe.
El presidente habla, pero no comunica; se expresa, pero no emociona; convoca, pero no moviliza; sube a la red el Acuerdo Final de 297 páginas, pero no se percata de que los colombianos leen un libro al año; invita a realizar un curso para enterarse del proceso de paz, pero no convoca a movilizaciones ciudadanas.
Mientras tanto los indiferentes, los que no leen el periódico, oyen poca radio, ven mucha televisión y consultan de vez en cuando las redes sociales, ven la paz como un asunto que no tiene que ver con ellos, y prefieren dejar su voto al azar o a cómo amanezcan de ánimo el 2 de octubre.
Las redes en la batalla
Al revisar la actividad sobre la paz en las redes sociales, se encuentra una muy alta polarización entre sus defensores y sus opositores. A través del Sistema de Seguimiento y Análisis de Redes Sociales (Social Media Tracking and Analysis System, SMTAS) se recolectaron alrededor de 25.000 tuits entre el 26 y el 29 de agosto, dos días después de la firma de los acuerdos de paz en La Habana, teniendo en cuenta las siguientes series de hashtags:
Por el SÍ |
Por el NO |
#ColombiaEnPaz #PazenColombia #YoDigoSi #ElSiDeTodos #LaPazEsPosible #SiALaPaz #PazColombia #AdiosALaGuerra #SIudadanosporlapaz |
#VotoNoElPlebiscito #VotoNoAlPlebiscito #YoVotoNo #ResistenciaCivil #NoMásFarcSantos #SOSColombia #NoALasFarc #NOALAPAZCONIMPUNIDAD
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Un informe reciente de este viernes en El Espectador revela que los tuits a favor del sí duplican a los del no, pero omite dos variables decisivas:
- Los partidarios del sí están dispersos entre iniciativas digitales que no necesariamente comparten las políticas de Santos, mientras el no se concentra en un solo líder (Álvaro Uribe);
- Más mensajes en las redes sociales no se traducen en más votos (inclusive hay que notar que muchos de los usuarios son menores de edad).
En los hashtags que enumeramos más arriba la actividad ha sido muy intensa, pero el análisis muestra que tanto los defensores del “sí” como los del “no” se comunican solo entre ellos mismos y con el fin de apuntar hacia “el otro” como un oponente irreconciliable (imágenes 1 y 2).
Imagen 1. Nube de palabras a partir de tweets que contienen “#sialapaz”
Imagen 2. Nube de palabras a partir de tweets que contienen “#votonoalplebiscito”
Esta forma de comunicación entre visiones opuestas de paz tendrá serias implicaciones para la reconstrucción social durante el posconflicto. Los acuerdos no despiertan consensos y las campañas se han limitado a poner otra vez en evidencia las tensiones propias de una sociedad que no perdona y que no parece dispuesta a reconciliarse.
Aunque gane el “sí” el 2 de octubre, la polarización que se observa en las redes sociales demuestra la fuerza insuficiente del ideal de la paz y apenas amplifica las voces de un presidente que no representa la unidad nacional por la que fue elegido y de un senador que sigue soñando con volver a ser presidente.
Polarización y demagogia
![]() Procesos a favor de la paz con las FARC. Foto: Facebook Juan Manuel Santos |
Las campañas del plebiscito son aburridas e histéricas, y demuestran falta de información. Ante esto, muchos han abogado por leer directamente el Acuerdo Final.
Tal vez unos muy pocos apasionados con el tema leerán esas 297 páginas llenas de palabras altisonantes, tecnicismos y detalles que solamente un experto en cada asunto puede en verdad comprender. Pero el ciudadano de a pie no tiene el tiempo ni los conocimientos para apreciar asuntos tan complejos como la dejación de las armas, las zonas de concentración o las zonas catastrales para una reforma agraria.
El gobierno no convence a campesinos, ni a comunidades indígenas, ni a afrodescendientes, ni a terratenientes.
Nunca una campaña política se ha decidido por la fuerza de los argumentos. Y en este caso la decisión estará sustentada por las piezas comunicativas que mejor convoquen los dos sentimientos que se pondrán en juego: “el acuerdo genera impunidad” contra “la esperanza del mejor acuerdo posible”.
No obstante, la pregunta es qué va a pasar después del 2 de octubre, cuando en el proceso de implementación de los acuerdos tengamos que empezar a interactuar con distintos grupos sociales que ya no harán el cálculo inmediatista de la votación plebiscitaria y empezarán a hacer preguntas sobre las consecuencias en el corto, mediano y largo plazo de lo pactado en La Habana.
Una cosa es la paz entendida en las zonas urbanas donde la guerra se percibe pero no se vive, y otra cosa es la paz en las zonas rurales y periféricas que no atrapan la atención de los dinosaurios periodísticos, pero que han vivido la guerra durante años.
Pero donde se ha vivido el conflicto es donde probablemente no llega y no cala el mensaje de la paz. Y se sabe que comunicar desde Bogotá ha producido y seguirá produciendo problemas de legitimidad del mensaje de paz, porque el gobierno no convence a campesinos, ni a comunidades indígenas, ni a afrodescendientes, ni a terratenientes.
Alejarse de la politiquería
Pero el panorama aún puede ser esperanzador. En las redes sociales existen experiencias que intentan hacer pedagogía con los distintos recursos que ofrece la multimedialidad.
Comunicar la paz es debatir en la arena digital, aunque en ella muchas veces se vivan dos fenómenos simultáneos: dispersión de mitos sin ningún filtro, y grupos organizados que llevan a cabo actividades pedagógicas de y sobre la paz.
Internet es un medio poderoso y en auge en Colombia, pero hay un sector de la sociedad que no está en las redes sociales. Por eso la comunicación no puede quedarse en el mundo digital y debe fomentar lo que los expertos denominan “prácticas para la paz”, las cuales deben ir más allá de 140 caracteres o de una imagen con filtro en las redes sociales.
Pero después de la euforia electoral tendremos que pensar en cómo comunicar la paz en una sociedad caracterizada por la indiferencia política y la exclusión económica. Las herramientas están disponibles, ojalá no para que sean utilizadas por los mismos de siempre.
* Doctora en Políticas Públicas y Administración, magíster en Hábitat y Politóloga, investigadora postdoctoral del Social Science Research Center en Mississippi State University, exbecaria de Fulbright-Colciencias.
** Doctorando en Comunicación de la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona), magíster en Estudios Políticos, comunicador social y politólogo, docente e investigador de la Universidad de La Salle y del Instituto de Paz de la Universidad Distrital.