De la “emergencia sanitaria” bajo Petro al “problema momentáneo” de Peñalosa. Por qué toman partido los medios y cómo hacen para parecer que se limitan a informar sobre los hechos. Todo un estudio de caso sobre nuestro periodismo.
Mario Morales*
Relatos en contravía
El problema de las basuras en Bogotá y las narrativas que utilizan los medios son el reflejo de un choque entre dos modelos de negocio atravesado por el momento electoral.
La conclusión anterior es una simplificación acerca de tres cosas: (i) el problema de las basuras, (ii) el sectarismo político y (iii) las representaciones que hacen los medios y el periodismo de esos conflictos.
No es coincidencia que- de manera reiterada en los últimos treinta años- el asunto de las basuras haya sacado a flote las divergencias que subyacen y explican la sociedad polarizada que heredamos, divergencias que hemos profundizado con pretextos recurrentes relacionados con citas electorales y discursos mediáticos.
Al final parecería que las basuras son lo de menos:
- Bajo la administración de Gustavo Petro, con los anuncios apocalípticos de los medios durante los tres días cuando Bogotá estuvo “al borde del colapso”;
- Bajo la administración Peñalosa, con las narrativas que redujeron la “emergencia manifiesta” (que en su momento había causado Petro) al nivel de una “crisis” y después al de un “problema temporal” – aunque después de quince días la “anormalidad” subsista en varias localidades de la capital-.
Si uno estudia los relatos mediáticos no deja de notar que el ojo escrutador de periodistas y columnistas no estuvo puesto en cómo la situación afectaba a la ciudadanía en su vida cotidiana, ni en las eventuales secuelas higiénicas y estéticas.
La narrativa de las basuras no es distinta a la forma como se han cubierto diferentes eventos en el país: sigue esa insana “lógica” que tiene base en la confrontación, una visión dicotómica excluyente.
En la búsqueda de responsabilidades -con pocas excepciones- no hubo interés en la investigación periodística sobre los sucesos y su raíz histórica, sino en re-editar la eterna contradicción en el modelo de ciudad- como es también la del país y su lucha de clases- narrada como un partido de fútbol. Parafraseando a Marx: la historia no tiene ciclos de comedia sino que se repite en forma de tragedia.
No obstante, comentaristas y ciudadanos en redes sociales coinciden en la falta de proporción entre el cubrimiento de los eventos de hace más de un lustro y el que se ha hecho a la situación que vive hoy la ciudad. ¿A qué se debe esa falta de equilibrio?
Los orígenes trascienden el millonario modelo de negocio de la recolección de basuras que ha cambiado década tras década al vaivén del mandatario de turno entre la privatización y el manejo público, y que hoy significa 4,8 billones de pesos, que es lo que cuesta la licitación por ocho años.
Enfoque polarizante
![]() Problema con las basuras en Bogotá. Foto: Twitter Procuraduría General de la Nación – @PGN_COL |
La narrativa de las basuras no es distinta de la forma como se han cubierto otros eventos en Colombia: sigue esa insana “lógica” de buscar la confrontación, esa visión dicotómica excluyente, de amigos y enemigos, en blanco y negro, como lo dejan ver los estándares periodísticos asociados con el encuadre, la agenda, el manejo de fuentes, el uso del lenguaje y las rutinas informativas.
A veces sin darse cuenta, a veces como técnica narrativa, el periodismo copia de la propaganda política la estrategia de construcción de un enemigo para captar la atención y acusar a los culpables.
Políticos, opinadores, reporteros y el mismo personaje han hecho de Gustavo Petro el antagonista necesario que mueve las historias por las circunstancias que lo rodean:
- Por su origen humilde, su pasado guerrillero, inteligencia y soberbia, verbo y altisonancia, ambiciones y seguidores.
- Porque fue congresista fiscalizador y antípoda del expresidente Uribe, fue un alcalde elegido con el mandato de cambios sociales, después pésimo gerente y ejecutor, más tarde fue destituido y derrotado, y
- Ahora ha resucitado como favorito para las próximas presidenciales.
La imagen de Petro fue cambiando en los titulares e imágenes de los medios.
El principal giro se dio cuando ganó las elecciones a la alcaldía. Antes de posesionarse y hasta el presente, pasando por el problema de las basuras, ha sido objeto de un escrutinio mediático sin precedentes.
el periodismo copia de la propaganda política la estrategia de construcción de un enemigo para dimensionar el conflicto, captar la atención y asumir las culpas.
El cubrimiento de su mandato estuvo signado por la prevención, la desconfianza y el miedo. La oposición de los medios más que obsesiva fue agresiva. Los adjetivos y denominaciones pasaron a los epítetos, descalificaciones y estigmatizaciones que recordaban su pasado guerrillero, asociándolo con el terrorismo. Mucho antes de que diera muestras de insuficiencia en la gestión y administración. ya había sido perfilado como inepto, incompetente o improvisador.
Muchos convirtieron a Petro en víctima propiciatoria a los ojos de sus seguidores y beneficiarios de sus programas.
Distinto ha sido el caso con Peñalosa: los medios han invitado a “comprenderlo”, a darle espera y a confiar en él como el salvador tras el “desastre de doce años de izquierda”
Cómo ha sido narrada la crisis
Los medios se centraron en los señalamientos sin contexto que a manera de pretexto presentaron el alcalde Peñalosa y sus funcionarios. La crisis no fue abordada como problema de política pública con enorme incidencia social sino como una pelea callejera aupada por el uso de adjetivos como “chambonada”, “vandalismo” o “sabotaje” en titulares y presentaciones.
Muchos convirtieron a Petro en víctima propiciatoria a los ojos de sus seguidores y beneficiarios de sus programas.
Las formas de narrar se convirtieron en caja de resonancia de los discursos políticos en busca de un culpable. Siguieron motivaciones volátiles. La responsabilidad, siguiendo a Peñalosa y las fuentes oficiales que fueron notoriamente privilegiadas y sin contraste, se atribuyó primero al vandalismo, luego al terrorismo y después a su antecesor.
Al periodismo de declaraciones, especialmente aquel que quiso dar por superada la emergencia, le sobrevino la protesta activa de los ciudadanos que, a través de redes sociales, siguen probando que la crisis continuó, aún después del 12 de febrero cuando comenzaron a trabajar los nuevos operadores.
A diferencia de los relatos apocalípticos en el periodo Petro, los grandes medios se impregnaron del espíritu de los comunicados oficiales, con relatos esperanzadores y promesas de campaña. Mientras, la crisis de basuras pasó a páginas interiores o al segundo bloque de los noticieros audiovisuales.
El enfoque dejó de ser el ciudadano-víctima o incluso el operario sacrificado y sin elementos de dotación, y se trasladó a la oficina de los funcionarios que insistían en los dos ejes ya señalados: que la crisis estaba superada y que todo era culpa de Petro.
Simultáneamente, en la agenda mediática surgieron temas “esperanzadores” sobre proyectos de obras y sistemas de transporte como el Transmilenio eléctrico. Sin querer queriendo sirvieron como globos de ensayo a la improvisación del gobierno Peñalosa que no solucionaba el problema de las basuras y daba tumbos en otros temas cruciales como movilidad e inseguridad ciudadana.
Un ejemplo de ello es la prohibición del parrillero. Pocas veces se ha visto tanta torpeza en medidas parciales y contradictorias dejan descontentas a todas las partes.
El timing
![]() Peñalosa y recicladores de Bogotá. Foto: Alcaldía Mayor de Bogotá |
En medio del cruce de mensajes de odio de seguidores de uno y otro bando, llegaron las encuestas que mostraban a Petro en los primeros lugares de favorabilidad.
El mismo asunto que le había costado la destitución lo hacía visible, le daba voz, presencia y oportunidad. La estigmatización del sindicato en huelga no solo produjo solidaridad de clase con los más de dos millares de desempleados de origen humilde, sino que favoreció a quien posó como su defensor pero que es tan responsable de la emergencia como el actual alcalde.
Esa perspectiva guerrerista y de enemigos irreconciliables dejan en el horizonte la idea de que así estén limpias las calles aún falta mucha hojarasca por separar y mucha basura por recoger.
Luego vino la indignación de los ciudadanos cuando fueron señalados como culpables por no sacar las basuras en los nuevos horarios establecidos. Esos mismos ciudadanos se encargaron de difundir fotos con desechos acumulados en sus vecindarios, y de burlarse de declaraciones fuera de lugar como la del secretario de Hábitat, quien insistía que la basura ya había sido recogida y que “el barrido para embellecer la ciudad” había comenzado.
En medio del desconcierto apareció Peñalosa responsabilizando a los nuevos operadores y dándoles un ultimátum oportunista para que solucionaran el problema; tienen seis meses para la adecuación de los nuevos vehículos y ocho para implementar los contenedores.
Esos ataques y señalamientos mutuos de culpas enaltecidos por los medios contaminaron la opinión pública, la cual no ve coherencia entre los discursos y los hechos, y no ve medidas para solucionar el problema en medio de intereses de clase o de ideología. Esto ha ocasionado desconfianza hacia los gobernantes, los organismos de control y los medios de comunicación.
Los prejuicios de periodistas, los intereses particulares o afinidades políticas de algunos de ellos y las entrelíneas en sus relatos sesgados han cambiado no solo la agenda de campaña, sino que despertaron emociones y azuzaron creencias, muy a pesar de los hechos representados; justamente el caldo de cultivo para la posverdad.
Vendrá como en el pasado la peste del olvido, queda en el ambiente la ausencia de decisiones definitivas que den forma al servicio y lo dejen al margen de las maniobras politiqueras y los intereses de clase. La historia se repetirá tarde o temprano.
El rifirrafe en medios tradicionales y redes sociales, la excesiva adjetivación, el aprovechamiento de candidatos y precandidatos presidenciales para favorecer sus intereses, pero sobre todo esa perspectiva guerrerista y de enemigos irreconciliables dejan en el horizonte la idea de que así estén limpias las calles aún falta, como diría García Márquez, mucha hojarasca por separar y mucha basura por recoger.
*Periodista, columnista y analista de medios, profesor asociado de la Universidad Javeriana. www.mariomorales.info
@marioeorales