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“Los liberales apostamos por la paz”

Escrito por Juan Fernardo Cristo
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Juan-Fernando-CristoEl vocero del Partido Liberal da tres razones para la paz ahora: ha cambiado el balance militar, las reformas sociales avanzan y el entorno mundial es favorable. Todo de depende de que las FARC cumplan.

Juan Fernando Cristo*

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Grandes posibilidades, pocos riesgos

Hace pocos días el líder guerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos afirmó que el proceso de paz impulsado por el gobierno Santos era positivo para Colombia y expresó su optimismo porque, según él, “ofrece grandes posibilidades y muy pocos riesgos”. Un resumen acertado de la estrategia adoptada por el gobierno, que refleja gran trabajo, estudio, audacia, todo menos improvisación.

   
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Las FARC despiertan el rechazo de la inmensa mayoría de los colombianos, como consecuencia del desastre del Caguán.
Foto: Prensa Libre.
 

Las FARC despiertan el rechazo de la inmensa mayoría de los colombianos, como consecuencia del desastre del Caguán y de su insistencia en acciones terroristas, frente a las cuales la opinión está indignada, precisamente por el ”conejo” que esa guerrilla le puso a los ciudadanos que respaldaron generosamente la iniciativa de Pastrana.

La salida negociada, una opción liberal

En el liberalismo creemos que el proceso debe apoyarse con decisión, incluso si crea más riesgos de los que contempla Villalobos. No podemos resignarnos a vivir otros cincuenta años de guerra y convertirnos en una sociedad incapaz de resolver sus conflictos durante un siglo entero. No nos lo perdonaríamos frente a nuestros hijos y nietos.

La actitud liberal frente al conflicto siempre ha sido, y ahora es, la de buscar una salida negociada, a pesar de que esta posición, incomprendida por amplios sectores de la población, costó a su líder más importante de las últimas décadas, Horacio Serpa, la Presidencia de la República en dos oportunidades:

  • Primero en 1998, cuando las FARC decidieron abrir las puertas del Palacio Nariño al candidato conservador Andrés Pastrana, mientras los colombianos percibían que Serpa era el hombre adecuado para impulsar una negociación final del conflicto.
  • Y cuatro años después, en 2002, frente a Álvaro Uribe, cuando la propia guerrilla dinamitó el proceso del Caguán y agotó la paciencia de los colombianos, sirviendo en bandeja la victoria a quien en ese entonces encarnaba la mano dura frente a una subversión que no entendió el momento histórico y dilapidó una magnífica oportunidad de pactar una paz favorable a sus intereses. Serpa en ese entonces con una terquedad a toda prueba, que algunos califican de ingenuidad y otros de coherencia, mantuvo su respaldo al proceso que adelantaba su principal contradictor, el presidente Pastrana.

Esa apuesta por la paz entonces costó una contundente e histórica derrota no sólo a Serpa, sino al partido liberal y a las ideas progresistas en Colombia, frente a un Uribe que con su estrategia de seguridad democrática conquistó la mente y los corazones de los colombianos.

Salida militar: no se pudo

Y durante una década completa, Colombia giró hacia la derecha de la mano de su principal líder, Álvaro Uribe. Con su elección y su gobierno, la derecha vergonzante que durante décadas se mantuvo disfrazada salió a flote para ocupar un espacio importante en el espectro político colombiano. Ya se sabe quiénes son y que defienden y eso, independientemente que nos guste o no, significa un avance en nuestro confuso sistema democrático.

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No podemos resignarnos a vivir
otros cincuenta años de guerra y convertirnos en una sociedad incapaz de resolver sus conflictos durante un siglo.
Foto: s21.com.gt
 

Los colombianos siempre perdonaron a Uribe sus equivocaciones, sus excesos, su pasado, mientras golpeara duro a las FARC. Esta realidad debe llevar a ese grupo subversivo a una seria reflexión sobre el odio que genera entre los ciudadanos. Sus demenciales acciones terroristas y su barbarie legitimaron el mayor abuso de poder que haya padecido la democracia colombiana en décadas.

Diez años después del contundente mandato que los colombianos entregaron a Uribe para hacer la guerra y que mantuvieron inalterable durante sus ocho años de gobierno — a pesar de los escándalos de corrupción, de las chuzadas del DAS, de los falsos positivos, de las limitaciones a las libertades individuales, de la Yidispolítica, por solo citar algunos episodios — el presidente Santos decidió apostar nuevamente por la paz, asumiendo grandes riesgos para su capital político y sus posibilidades de ser reelegido.

Santos está consciente de que — pese a los indudables avances de nuestra fuerza pública frente a las FARC y los golpes que se les ha propinado — la única posibilidad de terminar este conflicto es en una mesa de negociaciones.

El momento más oportuno: tres razones

Muchos nos sorprendimos de que el Jefe de Estado decidiera iniciar este proceso precisamente ahora, en vísperas de una nueva campaña y no después de ser reelegido en agosto del 2014.

Este gobierno ha trabajado desde el 7 de agosto del 2010 en construir las bases de un proceso sólido que nos puede conducir finalmente a la firma de un acuerdo de paz con las FARC.

Y a eso apuesta el liberalismo sin temor, con convicción, porque no solo confiamos en la inteligencia y seriedad de Santos, sino además creemos que este es el momento más oportuno para intentarlo de nuevo por las siguientes razones:

  1. La situación militar hoy es muy distinta a la de hace una década cuando se frustró la negociación del Caguán:
    1. En este tiempo las fuerzas militares se modernizaron y fortalecieron gracias a la cooperación del Plan Colombia y al esfuerzo propio con el impuesto de guerra.
    2. Hoy se tiene absoluto control territorial,
    3. Las tomas de poblaciones son asunto del pasado,
    4. La inteligencia es más eficaz,
    5. La contundencia de la fuerza área ha permitido golpes espectaculares contra las cúpulas de las FARC y su estructura media.
    6. En fin, todos los indicadores son favorables al Estado y por ello la posición en la mesa de negociaciones es muy distinta, lo cual no significa desconocer que las FARC mantienen una cierta capacidad de hacer daño con sus acciones terroristas en aquellas zonas donde la estrategia de seguridad no tuvo éxito como el Cauca, el Catatumbo, Caquetá y Putumayo, entre otras.
    7. Sin embargo, es claro que tuvieron que regresar a la guerra de guerrillas con pequeños grupos que actúan en estas zonas y abandonar la guerra de posiciones que les había permitido propinar los espectaculares golpes de Mitú, Miraflores o las Delicias a finales del siglo anterior e inicios de este.
    8. Con esa superioridad evidente del Estado, hoy comienzan unas negociaciones que nada tienen que ver con el Caguán. No hay despeje de territorio, la ofensiva militar contra las FARC continúa como se demostró con los golpes de esta semana, y la agenda acordada es concreta y limitada.
       
  2. El gobierno Santos desde su primer día comenzó a trabajar en una serie de iniciativas de carácter social, que sin duda transformarán la sociedad colombiana, más allá de si se llega o no a un acuerdo con la guerrilla.

    Durante esta administración, se vienen haciendo esfuerzos significativos en búsqueda de una mayor equidad. Especialmente con la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, una iniciativa liberal que el presidente Santos acogió desde el principio, se demuestra que sí se puede combatir la injusticia que ha causado violencia en el país.

    Con este instrumento que permitirá reparar integralmente a más de 4 millones de compatriotas afectados directamente por la guerra en un horizonte de 10 años, el Estado ha despojado a las FARC de su principal bandera, su única justificación para continuar la lucha armada: la de la propiedad de la tierra y el despojo sufrido durante décadas por miles de familias campesinas. Sin reparación no habrá reconciliación real. Sin reconocimiento y dignificación a las víctimas la firma de la paz en un papel será solo eso.

    Santos lo entendió y contra viento y marea se logró la aprobación de la ley y comenzó su aplicación en medio de grandes dificultades y enemigos. Hoy las víctimas ocupan un lugar en la agenda pública del país y así lo han reconocido las dos partes en La Habana.

    Hoy resulta impensable un acuerdo legítimo entre gobierno y FARC si no se contempla el reconocimiento de los miles de víctimas de esta guerrilla y su contribución a la verdad y la reparación. Por ello, la ley de víctimas y restitución de tierras constituye sin duda la cuota inicial de este proceso.
     

  3. La tercera razón para el optimismo es el entorno internacional donde se mueve hoy Colombia. También desde su primer día, Santos comprendió que una política exterior más comprometida con la integración latinoamericana era fundamental para los intereses nacionales y para el propósito de buscar una negociación.

    Rápidamente colocó los intereses del país por encima de las diferencias ideológicas con los vecinos Chávez y Correa. Entendió que la política de la confrontación para lograr aplausos de la galería se había agotado y no rendía frutos. La cambió por la política de cooperación que dos años después muestra grandes resultados en el campo de las relaciones comerciales y en la seguridad en las fronteras.

    Y esa política de cooperación permite ahora que los presidentes de Venezuela y Cuba, que tienen afinidades ideológicas con las FARC, apuesten también por la paz de Colombia, con la certeza que ellos resultarán ganadores en el escenario internacional si este intento resulta exitoso. Así no guste a algunos, la contribución de Chávez y Castro al proceso es bien importante y es preciso confiar en su compromiso con la paz de Colombia, porque a ellos también les conviene.

Son tres razones para ver con optimismo las posibilidades de éxito en la mesa. Sin embargo, ese entusiasmo baja en los colombianos en la medida en que aumentan las declaraciones y discursos de los jefes de las FARC que enfrían el ánimo y que afortunadamente no han sido respondidas por los negociadores del gobierno para evitar caer en una guerra del micrófono que acabaría con cualquier proceso.

Avances en las conversaciones

El discurso de Iván Márquez en la instalación de la mesa en Oslo, la insistencia de las FARC en presentarse como víctimas y no como los victimarios que son, y la pretensión de ampliar la agenda, generaron pesimismo en una opinión vacunada por el engaño del Caguán.

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Los colombianos siempre perdonaron a Uribe sus equivocaciones, sus excesos, su pasado, mientras golpeara duro a las FARC.
Foto: Presidencia

 

Ahora, tras la primera ronda de La Habana, las cargas parecen enderezarse con el anuncio de las FARC de un cese unilateral del fuego en el que pocos confiaban, su rectificación al señalamiento de intrascedental del prioritario tema de las víctimas, y la definitiva limitación de las conversaciones a la agenda originalmente pactada. Se trata de buenas noticias para el proceso, más allá de que se presenten discusiones sobre el cumplimiento por parte de la guerrilla de un cese unilateral que no es fácil de verificar.

En las próximas semanas vendrá entonces el foro de desarrollo agrario con amplia participación ciudadana y para el año entrante comenzará una etapa dura y difícil del proceso que no debe desanimar a los colombianos.

Se deberá acordar el tratamiento jurídico a los alrededor de 10.0000 integrantes de esa organización y la forma como podrán participar en política. Dos temas cruciales que definirán el rumbo de las conversaciones y que dependerán de las decisiones que adopte el Congreso acerca de la ley estatutaria que el gobierno presente para activar el marco jurídico de la paz.

Liberalismo: apoyo sin condiciones

Y esas decisiones dependerán en buena medida de los avances del proceso. El Congreso será más o menos generoso según perciba el estado de la opinión pública frente a la negociación y el grado de respaldo de los colombianos dependerá de que sientan que las FARC juegan limpio.

Los partidos serán quienes definan en concreto el monto de las penas, quién o quiénes podrán ser objeto de suspensión de la pena o de selección y quienes y en qué condición podrán participar en política, por solo citar algunos de los temas más sensibles de la aplicación de los mecanismos de justicia transicional a los integrantes de las FARC.

Si las FARC están, ahora sí, preparadas para suscribir la paz y cumplir sus compromisos, los colombianos serán nuevamente generosos, como siempre lo han sido, con quienes renuncien a la violencia y el terrorismo. Si no tienen ese compromiso se perderá la que puede ser tal vez la última oportunidad para acabar definitivamente el conflicto armado mediante el diálogo.

Y el único riesgo de ese fracaso será la nueva frustración nacional ante la insensatez de la guerrilla. Es el único, porque las FARC no habrán ganado nada con un nuevo fracaso gracias a la forma como en esta ocasión se prepararon las negociaciones y a la ofensiva militar que mantiene la fuerza pública. Por el contrario, perderán una vez más frente al país y a la comunidad internacional. Ojalá no se equivoquen de nuevo.

El liberalismo acompañará entonces este nuevo esfuerzo de reconciliación sin condiciones de ninguna clase. Ese es nuestro compromiso, no con Santos y su gobierno, sino con el pueblo colombiano, cansado de tanta guerra, tanta sangre y dolor.

Nuestro compromiso con los millones de víctimas de hoy que deberán ser reparadas y con las víctimas que nos podremos evitar el dia de mañana si las FARC tienen el valor de apostar a la paz. Santos sin duda lo tiene y así ha quedado demostrado.

* Miembro de la Comisión Primera de Senado, presidió su partido en 2005, en 2007 presentó por primera vez el proyecto de Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, que cuatro años después fue aprobado gracias al acuerdo del liberalismo con el gobierno Santos.

twitter1-1@CristoBustos

 

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