La última encuesta realizada por CiSoe y Fescol confirma que la carga de cuidado no remunerado ha absorbido casi todo el tiempo de las mujeres durante el confinamiento. Asistimos a una profunda crisis del hogar.
Equipo editorial de Razón Pública
Para la alianza Razón Pública – Friedrich Ebert Stiftung en Colombia*

La importancia del cuidado
El cuidado de los integrantes del hogar, el trabajo doméstico y el suministro de alimentos son actividades indispensables para la reproducción del orden social, el funcionamiento de la economía y el bienestar humano.
Durante la pandemia, las labores de cuidado –remuneradas y no remuneradas– cobraron aún más importancia, pues de no ser por las médicas, enfermeras, empleadas domésticas, madres y abuelas que se han hecho cargo del cuidado de los enfermos, el mantenimiento del hogar y la educación de los niños, la economía y la sociedad se habrían paralizado por completo.
Pese a que es fundamental para el bienestar y el desarrollo humano y ha servido para aliviar la carga del sistema de salud y del sistema educativo durante la pandemia, el cuidado aún no recibe la atención ni el reconocimiento económico y social que merece. Esto es especialmente cierto al hablar de las labores de cuidado no remuneradas, es decir, las tareas del hogar realizadas por alguno de sus miembros –generalmente mujeres– que no reciben ninguna remuneración y que podrían ser ejecutadas por terceros a cambio de un pago.
Con el objetivo de reconocer la importancia del cuidado no remunerado e identificar los efectos que la pandemia ha tenido en el uso del tiempo de las mujeres, el Centro de Investigación Social y Económica (CiSoe) y la Fundación Friedrich Ebert Stiftung para Colombia (Fescol) llevaron a cabo una encuesta telefónica en la que participaron 460 mujeres bogotanas mayores de 18 años de distintos estratos socio-económicos, niveles educativos, edades y estado civil escogidas de forma aleatoria.
El cuidado aún no recibe la atención ni el reconocimiento económico y social que merece
Los resultados permiten observar el impacto que los confinamientos han tenido en los hogares bogotanos y lo que ha significado para el tiempo de las mujeres las diferencias que trajo consigo la pandemia en las actividades remuneradas y no remuneradas. Asimismo, permite comprobar que el sector del cuidado puede impulsar el crecimiento económico del mundo.
Las mujeres y la composición del hogar
El 38% de las encuestadas tiene entre 18 y 34 años y está en plena etapa reproductiva, que coincide con su entrada al mercado laboral. El 43% tiene entre 35 y 59 años, puede tener hijos menores de 18 años y el 19% tiene 60 o más años y representan tanto una oferta como una demanda de cuidado no remunerado.
La gran mayoría de estas mujeres tiene un alto grado de educación: el 87,4% tiene bachillerato o más estudios y el 55,9% tiene educación superior. Sin embargo, también hay un pequeño porcentaje de 0,7% sin educación.
Antes del confinamiento el 60% de las mujeres trabajaba y el 68,3% recibía ingresos. Durante el confinamiento el 70,5% de las encuestadas han permanecido en sus casas entre seis y ocho meses y para el 33,7% disminuyeron los ingresos.
El 74% de las encuestadas que tenían empleo antes del confinamiento lo mantuvieron, pero el desempleo las golpeó dependiendo del estrato socioeconómico en el que viven: mientras el 48,8% de las mujeres de estrato bajo perdió su empleo solo el 23,8% de las de estrato alto lo hicieron. En estas cifras influye el hecho de poder o no llevar a cabo el trabajo remotamente.
Al mirar la composición de sus hogares, la encuesta encontró que el 55% de las encuestadas viven con miembros de su familia extendida, el 32,7% son jefes de hogar y el 4,3% viven solas. En el 91% de los hogares las mujeres están a cargo de las tareas domésticas así reciban ayuda.
Con respecto a las edades de los miembros de la familia, el 28,2% de las personas tienen 18 años o menos, el 29,3% tienen de 19 a 39 años y el 29,3% de 40 a 64 años. Los de 65 y más años son el 13,6% de las personas.
La encuesta encontró que las familias de estratos bajos (1 y 2) sufrieron más cambios que las de estratos medios (3 y 4) y altos (5 y 6) porque las personas vulnerables (por edad, discapacidad, desempleo o informalidad) que pertenecen a estos estratos recurren a su familia extendida para sobrevivir. Esto se debe a que no tienen ahorros ni ingresos suficientes para sostenerse a sí mismos en tiempos de crisis. Es importante señalar que la principal carga de cuidado proviene de los menores de 10 años y de los mayores de 65 años.
Pese a que son ellas quienes están al frente de las tareas del hogar, el 36% considera que comparte este papel con la pareja o con otros miembros del hogar. Asimismo, solo el 20,4% considera que su hogar es pobre pese a que el 46,8% vive en estratos bajos.
Esto sugiere que las mujeres han logrado adaptarse a las condiciones precarias y a la falta de apoyo del Estado. La mayoría parece haber desarrollado estrategias para optimizar el uso de los recursos con los que cuentan.

Efectos diferenciados en el trabajo y el cuidado
Al igual que otras encuestas similares realizadas en países de ingresos altos como Australia, Reino Unido, España y Estados Unidos, la encuesta realizada por CiSoe y Fescol encontró que, tras la llegada del virus, las mujeres han asumido más cargas de trabajo no remunerado y se han visto más afectadas por el desempleo y la inactividad que los hombres.
Sin embargo, también encontró que no todas las mujeres se han visto afectadas por igual, con respecto al trabajo remunerado:
- Durante el confinamiento para el 49,1% de las mujeres aumentó la carga laboral en dos horas y 42 minutos diarios en promedio;
- Para el 23,1% de las mujeres disminuyeron las horas de trabajo remunerado: el promedio fue de cuatro horas y treinta minutos diarios;
- Antes del confinamiento el 71,9% de las mujeres dedicaban de seis a nueve horas al trabajo, hoy el 49,7% de dedican más de nueve horas;
- Las que sufrieron la mayor reducción de horas laborales fueron las de menores ingresos, el 57,4% de ellas trabajan menos horas, lo que podría agravar la pobreza;
- Para el 70,1% de las encuestadas que ganan más de un salario mínimo aumentó el tiempo que dedican al trabajo;
- El desempleo es más perjudicial para las madres cabeza de hogar justamente porque ellas no cuentan con ningún apoyo económico adicional;
Con respecto al cuidado no remunerado, la encuesta halló que:
- Para las mujeres que trabajan se duplicó el esfuerzo en estas tareas, mientras para las que no trabajan fue un tercio mayor.
- Antes del confinamiento el 49,3% de las encuestadas le dedicaba entre una y cuatro horas, ahora el 69,2% dedica cinco o más horas y entre ellas el 53,6% dedica diez o más horas. Solo el 1,6% puede dedicarle menos de una hora diaria.
- El 55,2% de las mujeres no recibe ninguna ayuda en estas labores
- La tarea que demanda más horas es la del cuidado de los niños y niñas y su educación en casa, que compite con los horarios de las mujeres que trabajan.
- El 98,3% de las mujeres dedican tiempo a labores de cuidado del hogar como cocinar, limpiar, etc. Las horas dedicadas casi se duplicaron durante el confinamiento.
- Las mujeres que tienen pareja –casadas y en unión libre– y las separadas cuentan con más respaldo económico y también más apoyo en el cuidado que las mujeres solteras y viudas.
- Los hombres empezaron a participar más activamente en actividades del hogar, especialmente en el cuidado de los niños, lo que hace evidente que sí se los puede involucrar cada vez más en estas tareas.
- Si bien más del 80% de las encuestadas manifestaron sentir una gran preocupación por las consecuencias de la pandemia, existen diferencias importantes por estrato: mientras que el 18,3% de las mujeres de estratos bajos asegura haber llevado mal el confinamiento, ninguna de mujer de estrato alto lo hace.
- También hay diferencias importantes por edad: las mujeres entre 35 y 59 años manifestaron haber llevado peor el confinamiento que las demás;
Estas diferencias muestran que, aunque las mujeres han asumido en mayor medida el cuidado de los niños y del hogar, los efectos que el confinamiento ha tenido en sus vidas varían dependiendo de características demográficas como la edad, el estado civil y el estrato socio-económico. Por consiguiente, el gobierno debería diseñar y ejecutar políticas que reconozcan estas diferencias y se concentren en las mujeres que se han visto más golpeadas por la pandemia.
Durante el confinamiento para el 49,1% de las mujeres aumentó la carga laboral en dos horas y 42 minutos diarios en promedio
En los casos extremos, las mujeres que trabajan ocuparían 24 horas de su tiempo entre las labores remuneradas y no remuneradas, y las que no trabajan 22. Humanamente no es posible dedicar tantas horas, lo que hace evidente que el tiempo de descanso y ocio se ha visto severamente afectado y que consecuencias en la salud física y mental son esperables.
Un nuevo sector económico
Con el fin de corregir las enormes desigualdades que existen en las labores de cuidado, economistas como Cecilia López proponen que el Estado y el mercado asuman un papel más activo en este sector. Esto implica que se saque el cuidado no remunerado del hogar y que se pague por estas actividades. De esta forma el sector del cuidado podría convertirse en el revitalizador de la de la economía post-pandemia.
Podría pensarse, por ejemplo, en que el Estado contrate cuidadores y cuidadoras remunerados que alivien las cargas de las mujeres en situación de pobreza para que ellas tengan más tiempo para estudiar, trabajar y descansar.
Así mismo, el mercado podría aumentar la oferta de servicios de cuidado para los hogares de clase media y alta que puedan asumir los costos. De esta forma, las cargas de cuidado estarían mejor distribuidas e impulsarían el crecimiento económico del país.
*Este texto forma parte de la alianza entre Razón Pública y la Fundación Friedrich Ebert Stiftung en Colombia (Fescol). La presentación oficial de la encuesta puede ser consultada en este enlace.