El secuestro de Luis Manuel Díaz destapa una realidad de violencia que perdura en el país y la falta de voluntad del ELN de cumplir el cese al fuego.
Paloma Bayona*, Tatiana Arias** y Henry Ortega***
El secuestro
El viernes de esta semana el ELN liberó a Luis Manuel Díaz, padre del futbolista Luis Díaz, que juega en el Liverpool en Reino Unido. La entrega se dio en las inmediaciones de la Serranía del Perijá ante una delegación de la ONU y la Iglesia Católica.
“Mane Díaz” fue secuestrado el 28 de octubre. El 2 de noviembre, tras varios días de incertidumbre, Otty Patiño, jefe de la delegación negociadora del gobierno, informó que el secuestro fue realizado por unidades del ELN.
El secuestro se dio en el marco del cese al fuego bilateral de carácter nacional firmado por seis meses desde el 3 de agosto entre el gobierno y el ELN.
Aunque el caso se ha llevado la atención mediática del país no ha sido el único delito cometido por la guerrilla en el marco del cese al fuego bilateral. Según CERAC, en los últimos informes hasta el 3 de noviembre se han registrado trece acciones que han sido atribuidas al ELN.
Esta confluencia de acontecimientos deja ante la opinión pública una doble situación con la paz total mal parada: con la visión de un grupo imponiendo condiciones, EMC, y otro incumpliendo ceses bilaterales, ELN.
Entre el 3 de agosto al 3 de septiembre se encontraron 6 eventos violentos atribuidos a este grupo, del 4 de septiembre al 3 de octubre fueron solo dos y en el último mes cinco.
Durante estos tres meses, entre los diferentes eventos violentos que han sido atribuidos a esta guerrilla, CERAC ha registrado cinco momentos de secuestro con un total de 36 personas secuestradas, incluido el padre de Luis Díaz.
Junto a él, otras 22 personas ya han sido liberadas según los registros de CERAC, por lo que en manos del ELN quedan un aproximado de 12 personas secuestradas.
Todas estas acciones se han dado a lo largo del país en diferentes territorios, como Arauca, Cauca y Norte de Santander. El secuestro de “Mané Díaz” ha sido la única que se ha dado en la región de la Guajira.

La presencia del ELN
Tal como lo señalaron Luis Trejos y Reinell Badillo, la presencia del ELN en estas zonas tiene un carácter poco homogéneo. Esto se debe en parte al gran tamaño de la franja fronteriza con Venezuela, que supone la región de la Guajira y Cesar, la del Norte de Santander y la parte de los llanos de Arauca, Vichada y Guainía.
En la región norte de La Guajira y Cesar hay presencia de varios grupos armados incluyendo el ELN, pero no involucra un control territorial. Hay unas implicaciones diferentes para este territorio por la ausencia de cultivos ilícitos y minería ilegal. El territorio se usa como un corredor de contrabando entre Venezuela y Colombia.
Los activos comercializados por estas rutas de circulación de economía legal e ilegal incluyen armas, ganado y tráfico de migrantes. También hay una fuerte presencia de dinámicas de extorsión hacía comerciantes y contrabandistas.
Sobre el municipio de Barrancas, donde ocurrió el secuestro de Luis Manuel Díaz, según CERAC no se había registrado acciones violentas por parte de este grupo desde el 2000 porque desde entonces y hasta el 2015 este lugar tenía presencia del grupo de las FARC únicamente. Con esta acción se abre un nuevo capítulo de violencia en la región.
Ruido y remezón hacia la negociación
El mismo Antonio García, comandante del ELN, comunicó que el secuestro de Luis Manuel Díaz fue un error, pues “Lucho es un símbolo de Colombia y como tal lo sentimos en el ELN”.
Lo que deja entrever la disculpa es que, quizá, fue ante todo un error de cálculo. Pues no hay renuncia al secuestro en sí sino al de Luis Manuel en función de su condición de padre de una estrella de fútbol.
Con esto se pueden observar por lo menos dos cosas: primero, si era una “acción menor de una unidad menor” como método de financiación, deja en grandes apuros al ELN y los acuerdos establecidos.
Por otro lado, el ELN demuestra una vez más la indisposición de renunciar al secuestro y recibe a cambio un posicionamiento de rechazo cada vez más fuerte. Obstinarse por mantener esta práctica por necesidades económicas no solo es una falta humanitaria, sino un error de cálculo político.
Otras formas de financiación igualmente lamentables como la extorción son menos impactantes en términos humanitarios y, sobre todo, con menos presión política y mediática.
Poner en la negociación la condición de financiación militar al ELN a cambio del secuestro resultaría echar más leña al fuego en un momento de fragilidad.
Por su parte, la noción del ELN en la que ven la exigencia de la liberación de los secuestrados como un chantaje del gobierno es otra demostración de oídos sordos. Esta es, ante todo, una exigencia de la sociedad civil.
Cabe una pregunta adicional al ELN sobre qué tan significativo e importante es el secuestro de 36 personas para las finanzas de la organización.
Para mantener un ejército parece poco y aun así el ELN se obstina en mantener el secuestro. Por el contrario, deben entender que para la sociedad civil significa mucho y aún más para las familias de quienes pasan por un secuestro.
Efectos sobre la paz total
No fueron las mejores semanas para la paz total. En el constante dilema entre lograr paz con todos los grupos y la dificultad de lograrlo, este secuestro pasa justo cuando el denominado Estado Mayor Central —disidencia de las FARC— se para unilateralmente de la mesa de negociación.
Esta confluencia de acontecimientos deja ante la opinión pública una doble situación con la paz total mal parada: con la visión de un grupo imponiendo condiciones, EMC, y otro incumpliendo ceses bilaterales, ELN.
El gobierno debe buscar la manera de hacer respetar las reglas de juego sin temor a que los grupos armados pateen la mesa. Los eventos de las últimas semanas confirman y repercuten en la baja legitimidad con la que ya se enfrentaban las negociaciones con grupos armados y la paz total.
Hacia dónde va la negociación
Hay que dejar clara una distinción entre la mesa de negociación en La Habana y lo que está sucediendo con el Comité Nacional de Participación (CNP). El primero responde a una estructura clásica de negociación en la que se encuentran las dos partes para pactar los lineamientos del fin del conflicto.
El segundo responde a un escenario novedoso que busca la participación de la población civil en la mesa. Aunque es auspiciado por la mesa de negociación misma, el CNP es ante todo un escenario de confluencia entre múltiples organizaciones de la sociedad que apuestan por el fin de la violencia.
Por esto resulta muy irresponsable de las partes, en medio de un cese al fuego, poner en inestabilidad la negociación. Muchas organizaciones de la sociedad civil están invirtiendo su esfuerzo en sacar adelante la negociación como para echar todo este trabajo por la borda.
El hecho de que estas acciones sigan sucediendo solo se convierten en pasos en falso que tropiezan el camino hacia un acuerdo de paz.
El secuestro de Luis Manuel Díaz ocasionó un revuelo mediático que, en primer lugar, vuelve a poner en la mira al ELN y la falta de disposición que tiene con el cese al fuego.
Muchas organizaciones de la sociedad civil están invirtiendo su esfuerzo en sacar adelante la negociación como para echar todo este trabajo por la borda.
Aún a sabiendas que la firma de este cese no significa el fin del ELN o el fin de la guerra, pero sí un paso en el que, si tanto el grupo del ELN y el gobierno lo respetan, será un adelanto en la búsqueda de la paz.
Es preocupante y necesario de consideración pensar que la atención de los medios nacionales e internacionales al secuestro de Díaz no se dio en las otras situaciones.
Antes de este hecho fueron secuestradas otras 34 personas en varias regiones del país que no tuvieron mayor relevancia mediática. De hecho, en varios casos hubo nula consideración.
Ojalá que el revuelo que ocasionó el caso del señor Díaz se convierta en una exigencia a lo largo y ancho del país para que las acciones violentas se detengan mientras las negociaciones se concretan.