¿Qué motivó al movimiento que ha puesto en jaque al gobierno francés? ¿Son de derecha o de izquierda? Origen y crecimiento de una insurrección improvisada.
Olga L. González*
La ola amarilla
Casi un mes de protestas han cumplido en Francia los llamados gilets jaunes, o chalecos amarillos.
Los bloqueos, marchas y enfrentamientos con la Policía han dejado varios muertos, cientos de heridos y miles de detenidos. La última expresión de este descontento fue el sábado 8 de diciembre en las calles de París.
Para quienes no conocen bien el funcionamiento de una democracia (por ejemplo, para el observador colombiano) varias cosas son, a primera vista, inexplicables en este fenómeno.
La primera es que a pesar de ser un movimiento que apela a vías de hecho (piquetes, bloqueos de vías, autopistas, fábricas) y que ha desplegado dosis inéditas de violencia, tiene hoy un 72 por ciento de aprobación entre los franceses y ha producido una gran crisis política que hizo recular al poder.
Otra de sus características es que los gilets jaunes no tienen relación orgánica con ningún partido político o sindicato. Entre ellos puede haber personas que provengan de estos sectores, pero ni el poder ni los medios han descalificado al movimiento porque en él haya individuos de algún partido (por ejemplo, del partido de extrema derecha Rassemblement National, antiguo Front National).
Además, es notable que a ningún político se le ha ocurrido ir a “hacer campaña” en el territorio de los gilets jaunes, pues sería linchado. El movimiento es apartidista, nació en Facebook, está compuesto esencialmente por miembros de la clase media y no tiene representantes.
Su primer reclamo fue contra el alza de un impuesto a la gasolina (que el gobierno presentó como una medida ecológica, porque buena parte del parque automotor francés funciona con diesel) y contra otra serie de restricciones a los automóviles (límites de velocidad, prohibición de aplicaciones para detectar radares). Su símbolo fueron los chalecos fluorescentes que todo automovilista tiene en su kit de seguridad, y hoy hay gilets jaunes en todo el territorio francés.
Una bola de furia
![]() Las manifestaciones en contra de los impuestos al combustible. Foto: Wikipedia |
Frente a ellos el poder ha sido arrogante y sordo: desde hace semanas, Macron había sido advertido por muchos sectores políticos (diputados, alcaldes) de que se cocinaba algo grande en las calles, pero no escuchó ni siquiera a los diputados de su partido.
El movimiento es apartidista, nació en Facebook, está compuesto esencialmente por miembros de la clase media y no tiene representantes.
Solo después de los desmanes del 1° de diciembre hubo alguna reacción. Pero las respuestas que ha dado su primer ministro, Édouard Philippe (anulación del impuesto al combustible), que hubieran sido suficientes a mediados de noviembre, llegaron muy tarde.
Los gilets jaunes ya dejaron de ser una simple manifestación y pasaron a ser una suerte de movimiento insurreccional al que se han unido otros sectores que se consideran lesionados con el modelo económico del país y las reformas de los últimos años.
Al movimiento se han unido:
- Trabajadores de hospitales,
- Estudiantes y profesores universitarios,
- Empleados del sector público afectados con las reformas y privatizaciones,
- Desempleados,
- Colegiales,
- Y muchos otros descontentos con la política de Macron.
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Las razones
Pero, ¿qué es lo que se reclama? ¿Por qué, si Francia es uno de los países con menos pobres en Europa y con un dispositivo sólido de ayudas sociales, hay tantas voces inconformes?
Dos razones explican la indignación popular:
- La percepción de que quienes toman las decisiones políticas y económicas viven en un mundo aislado y que desprecian a su pueblo.
- La rampante desigualdad.
El problema que tiene Macron es que encarna, justamente, estos dos fenómenos. Como se recuerda, el presidente francés fue elegido por un concurso de circunstancias (por ejemplo, el escándalo de Fillon) y con relativamente bajo apoyo (24 por ciento de los votos en primera vuelta).
Su mundo es la tecnocracia y la banca privada, y políticamente, Macron ha empujado una serie de reformas que encajan con esta mentalidad. En particular con el recorte del gasto público, las reformas laborales y los regalos fiscales a los más ricos.
Para mucha gente, las consecuencias de estas medidas han sido palpables. Muchos han sido los dolientes del recorte de empleos, los bajos salarios, el empobrecimiento de los pensionados y la exclusión de jóvenes que buscan ingresar a la universidad.
Una de las recientes medidas de Macron fue el cobro de las matrículas a los estudiantes universitarios de países que no pertenecen a la Unión Europea (pasó de 380 a 3770 euros). Esta medida afectó a muchos colombianos que están en Francia haciendo sus estudios.
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Esto explica por qué el movimiento pasó de ser una protesta contra un impuesto excesivo (el automóvil es el principal medio de transporte cotidiano de los franceses) a ser una protesta masiva por el manejo fiscal y el modelo de justicia social.
Otros temas que se han vuelto centrales en los reclamos de los chalecos amarillos son la evasión fiscal, el aumento del salario mínimo y la lucha contra las desigualdades.
Macron para ricos
![]() Los ´chalecos amarillos´ pidiendo la dimisión de Macron Foto: Wikipedia |
Una de las medidas que ha estimulado las críticas hacia Macron fue la anulación del “impuesto a la fortuna”. Este gesto hacia los financiadores de su campaña lo dejó retratado como el “presidente de los ricos”. Hoy, el restablecimiento de este impuesto es una exigencia de los manifestantes.
Macron cometió un pecado imperdonable: recién elegido eliminó el impuesto a los millonarios. Por eso en Francia los medios hablaron del club de los mil donantes es decir, los mil particulares que financiaron la mitad de su campaña, y a los que él agradeció eliminando este impuesto.
En Francia, un particular no puede donar más de 7500 euros a una campaña (algo así como 22 millones de pesos). En Colombia, según las disposiciones del Consejo Nacional Electoral, un particular no puede donar más del 2 por ciento del monto total autorizado para la campaña, y los familiares pueden donar hasta el 4 por ciento del total autorizado.
El movimiento pasó de ser una protesta contra un impuesto excesivo a ser una protesta masiva por el manejo fiscal y el modelo de justicia social.
Para 2018, en Colombia el monto máximo autorizado para la campaña presidencial fue 24 mil millones de pesos. Esto significa que un particular podía donar 500 millones de pesos y, si era familiar del candidato, mil millones.
En ambos sistemas políticos, el colombiano y el francés, el Estado hace reposición de buena parte del dinero invertido con impuestos de los ciudadanos. La pregunta de fondo para ambos países es: ¿qué implica para la democracia que un puñado de personas financien a sus candidatos?
En el país de la revolución
La violencia de los gilets jaunes aparece como una respuesta que no es legítima, pero que es explicable. Aun después de los desmanes del 1° de diciembre, una amplia mayoría de los franceses ha seguido apoyando al movimiento.
También es cierto que el poder ha abusado de la fuerza durante las manifestaciones. Según periodistas y testigos del 1° de diciembre, la violencia en los Campos Elíseos fue consecuencia del bombardeo de gases lacrimógenos por parte de las fuerzas de seguridad. Hasta hoy se han documentado muchos heridos ocasionados por la Policía.
Francia no es un país donde la disidencia política apele a la violencia. Incluso cuando se presenta este fenómeno, se ejerce sobre los bienes, no sobre las personas (en los Campos Elíseos se destruyeron boutiques elegantes o autos, pero no se buscó “ajusticiar” a ninguna persona).
El problema es que a la violencia sí se le presta atención, lo que no sucede con la movilización pacífica. Por ejemplo, las marchas de cientos de miles de personas en 2016 y 2017 contra las reformas al Código del Trabajo no fueron atendidas, pero sí es escuchada una manifestación en la que decenas o centenas de personas se radicalizan y acuden a la violencia.
Más allá de que el gobierno salga profundamente debilitado, estos días han mostrado que el conflicto social y el llamado a la igualdad siguen siendo un principio central de la vida política en Francia.
*Doctora en Sociología de la École des hautes études en sciences sociales (EHESS) de París e investigadora asociada de la Universidad de París Diderot. https://olgagonzalez.wordpress.com