La conexión emocional con el votante es la clave de una campaña exitosa. Cómo tratan de hacerlo los candidatos a la presidencia y por qué no han tenido mucho éxito.
Ángel Beccassino*
La difícil conexión ciudadana
Todas las campañas políticas tienen la intención de conectar con los ciudadanos, pero muy pocas lo logran. Los oponentes de cada candidato no son los otros candidatos, sino la apatía y la indiferencia del ciudadano. Por eso los políticos suelen confiar más en las “maquinarias”, que ya tienen asegurado un cierto número de votos.
La mayoría de las campañas están lejos de ser estratégicas y se limitan a reaccionar día por día. Aspiran a llamar la atención o a lograr que el candidato se vuelva tema de conversación, porque solo a partir de este punto es posible producir una emoción, algo en lo cual la gente quiera participar. La gente hace conexión primero con el ser humano, el portador del mensaje, y solo después con el mensaje mismo.
Hoy por hoy los principales problemas de la mayoría de los ciudadanos son el alto costo de vida y la falta de ingresos. En otras palabras, “el bolsillo” es el lugar de la emoción de la gente. Quien logre conmover esa fibra, despertará el interés de la audiencia.
Pero quienes dirigen las candidaturas no parecen tener esto claro. De hecho, ni siquiera los ciudadanos lo tienen tan claro: en las encuestas, muchos siguen repitiendo que el problema central del país es la corrupción, aquella que nunca se pudo llevar a sus justas proporciones, como propuso Turbay.
Los candidatos no emocionan
A punta de sonrisas y buenos modos, Gustavo Petro ha intentado deshacer la mala imagen que sus enemigos le fueron creando a través de los años. Otros dos candidatos, Sergio Fajardo y Federico Gutiérrez, se esfuerzan por armar una escenografía que disimule lo que se esconde detrás de ellos. Otra, Ingrid Betancourt, reapareció en la escena nacional apelando al golpe bajo y las zancadillas para intentar abrirse un pequeño espacio que le ha sido esquivo.
Muchas campañas políticas en el mundo nos han dejado esta enseñanza: es más común triunfar por los errores del oponente que por los aciertos propios.
Debo dejar aparte al ingeniero Rodolfo Hernández, porque desde hace dos semanas estoy al frente de la estrategia de su campaña. Hecha esta aclaración, creo que la clave de este candidato está en sus formas chabacanas y su franqueza, que hacen conexión espontánea con la gente y detonan su complicidad y alegría. Su crispación, sus “metidas de pata” y el poder reconocer fácilmente las cosas que no sabe aumentan la percepción de espontaneidad.
Las opciones restantes intentan provocar algún destello, pero no lo logran. Ninguna candidatura ha puesto en claro qué representa su eventual gobierno y ninguna parece despertar la emoción de la gente.
Los errores de Petro
Al menos desde las consultas del 13 de marzo, el escenario electoral parece un campo minado donde los peligros acechan, en especial para el candidato que puntea en las encuestas. Hace poco, una de las minas de ese campo estuvo cerca de explotar: empezó a propagarse el rumor de que, en pocos días, aparecería en redes un video sexual de Gustavo Petro, con estupefacientes incluidos.
El video nunca apareció, pero la expectativa surtió efecto y muchos simpatizantes de Petro lo defendieron en redes, argumentando que el hipotético video hacía parte de la vida privada del candidato. Esto exacerbó el morbo y la convicción de que el video existía realmente.
A esto se ha sumado una serie de errores de Petro, que podrían costarle la opinión favorable que ha obtenido en las últimas semanas. Muchas campañas políticas en el mundo nos han dejado esta enseñanza: es más común triunfar por los errores del oponente que por los aciertos propios.
El primer error vino por cuenta de sus declaraciones sobre el “perdón social” y las confusas explicaciones que le siguieron. La desafortunada expresión surgió en el momento en que se difundían las fotografías de su hermano visitando a Iván Moreno Rojas, uno de los políticos condenados por el carrusel de la contratación.
Como si hubiera entrado en fase de “mercurio retrógrado”, etapa en la que no conviene hacer movimientos, Petro soltó otro “errorazo”: JEP para los narcos. A la estela que dejó en el aire lo que se percibió como la propuesta de perdonar a los corruptos, el candidato del Pacto Histórico añadió la posibilidad de reducir las penas para narcotraficantes y afines.
Pero la cosa no paró allí: siguió el episodio de Piedad Córdoba, quien presuntamente habría visitado cárceles para ofrecerles a los extraditables beneficios a cambio de votos.
A pesar de todo lo anterior, Petro parece protegido por el profundo deseo del electorado de elegir a alguien distinto de Uribe y sus cercanos. Si nos guiamos por la última encuesta del Centro Nacional de Consultoría para Semana, esto parece blindarlo contra todos los errores y las trampas.
Mientras tanto, el candidato al que podrían favorecer esas trampas y errores, es decir, Federico Gutiérrez, aparece en esa encuesta deslizándose hacia abajo.

Elecciones y encuestas
“El mercadeo político es una nueva teología, cuyos rezos son encuestas”, dijo hace años Carlos Monsiváis, en una entrevista en Chile.
Aunque cada vez fallan más en sus predicciones, las encuestas siguen siendo el termómetro electoral básico. Instrumentos nuevos, como el análisis de grandes bolsas de datos, aún no están al alcance del presupuesto reducido de la mayoría de las campañas. Esto facilita las manipulaciones evidentes en algunas encuestas, que pretender influir sobre los electores que no quieren votar por una opción perdedora.
En todo caso, es conveniente no olvidar el famoso “voto vergonzante”, que se mantiene agazapado, esperando sorprender, como lo ha hecho en algunas de las últimas elecciones y como probablemente volverá a hacerlo en las próximas.
También conviene tener en cuenta el que tendrá el malestar en estas elecciones. Ya en las consultas de marzo 13 sorprendió la gran votación que obtuvo Francia Márquez, la cual podría adjudicarse en buena parte al malestar de los jóvenes que se manifestaron en las calles a mediados del año anterior.
En estas elecciones, una vez más surge una pregunta recurrente: ¿las elecciones son espacios de deliberación y acuerdo entre candidatos y ciudadanos, o son una simple ratificación de la representación delegada en una coyuntura determinada?
La vieja política parecer cerrar filas en torno a una nueva alianza para el robo y la depredación. Pero, al mismo tiempo, cada vez más gente de todos los estratos sociales se convence de que el futuro debe ser diferente y mejor.