Los cachos, la familia y el Estado | Razón Pública 2023
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Los cachos, la familia y el Estado

Escrito por Ana María Ferreira

El proyecto de ley “Cero Cachos” defiende la familia tradicional e ignora que las familias en Colombia son diversas. En lugar de discutir estos asuntos, el Congreso debería preocuparse del maltrato infantil y la violencia doméstica.

Ana María Ferreira*

El proyecto

La senadora Karina Espinosa radicó un proyecto de ley para acabar con la infidelidad en Colombia. En el lenguaje popular se llama “poner los cachos” a la infidelidad con la pareja regular. Por este motivo, la propuesta se ha denominado “Cero Cacho”.

El proyecto, más educativo que punitivo, hizo parte de las promesas de campaña de la senadora. Esta polémica iniciativa modificaría la ley 115 de 1994 e introduciría en el currículo escolar información sobre el tema de la infidelidad.

Sin embargo, tanto Espinosa como la ley han sido ridiculizadas en diversos medios de comunicación. Aunque la situación es jocosa, debemos preguntarnos qué subyace bajo este tipo de iniciativas.

Para muchos conservadores y algunos miembros del partido Liberal la familia sigue siento una estructura monolítica e inamovible, compuesta por un padre, una madre y los hijos. De acuerdo con algunos de nuestros parlamentarios, esta familia está siempre en riesgo de ser destruida. Hay que precisar que estos supuestos defensores de la familia también tienen en su agenda la discriminación contra de las personas LGBTQ+ y la prohibición del aborto.

Las familias en Colombia

Al decir que la familia tradicional debe mantenerse y protegerse, erróneamente se supone que solo existe un tipo de familia. Y con esto se ignoran otras definiciones que cambian de acuerdo con la cultura y la época.

Para muchos conservadores y algunos miembros del partido Liberal la familia sigue siento una estructura monolítica e inamovible, compuesta por un padre, una madre y los hijos. De acuerdo con algunos de nuestros parlamentarios, esta familia está siempre en riesgo de ser destruida. Hay que precisar que estos supuestos defensores de la familia también tienen en su agenda la discriminación contra de las personas LGBTQ+ y la prohibición del aborto.

Foto: Maguared - Cuando se afirma que se debe proteger la familia tradicional, sus defensores caen en la falacia de que existe una familia tradicional, sin embargo, las definiciones de este concepto son diversas.

Por ejemplo, en las comunidades wayuu el tío materno tiene un papel fundamental que puede sobrepasar la influencia del padre. Este es un ejemplo para describir el modo como   cada sociedad tiene una definición particular de familia y hogar. En pocas palabras, la familia es una construcción social y cultural que toma distintas formas y se compone de diversos miembros.

En los últimos años, las relaciones afectivas han cambiado y cada vez es más común escuchar términos como poliamor o ENM (ethical non monogamy por sus siglas en inglés). Este último concepto se traduce como ‘ética no monógama consensuada’ o ‘relaciones éticas no monógamas’. En resumidas cuentas, alude a una relación abierta, es decir, un pacto en el que ambas partes ponen a consideración la posibilidad de tener algún tipo de vínculo fuera de la pareja.

De igual modo, suponer que la «familia» está en riesgo reafirma una sociedad monogámica y con determinados roles de género. La jerarquía familiar se conecta con la idea del hombre como proveedor de la familia, el que toma las decisiones importantes, y el que no debe comprometerse con la limpieza de la casa o el cuidado de los hijos.

Los anteriores estereotipos ignoran que un gran número de familias en Colombia son monoparentales, y que, por lo general, las mujeres son la cabeza del hogar. El DANE informa que entre el 24% y el 37% de las familias colombianas son monoparentales. ¿Se trata de familias incompletas? ¿Acaso están menos preparadas para tener éxito en la vida?

¿Merecen menos respeto?

Por otra parte, en las familias colombianas es común que los hogares sean multigeneracionales, es decir, que en un mismo núcleo podemos encontrar abuelos, tíos, primos e incluso personas cercanas a la familia.

El lugar del Estado

A grandes rasgos no hay ningún problema en que una persona crea o no que la infidelidad deba ser condenada moral y socialmente. Desde un punto de vista ético, la infidelidad, al implicar mentiras o engaños, en efecto se puede condenar. Las mentiras, la infidelidad y el engaño hacen parte de las interacciones sociales y de nuestras experiencias individuales como seres humanos.

Por supuesto, no todo el mundo ha engañado a su pareja. No obstante, esta situación no es un evento extraño en el día a día. Por esta razón, es posible preguntarnos cuál es el papel del Estado en la vida privada de los ciudadanos. La senadora Espinosa, como frecuentemente pasa con los legisladores de derecha, propone que el Estado controle aspectos de la vida privada desde una perspectiva sesgada y autoritaria.

Qué buena idea sería mejor enseñarles a los niños a respetar a todos los que no comparten su cosmovisión y no exclusivamente a sus futuras parejas sentimentales. El respeto por las creencias religiosas, las expresiones de género y la orientación sexual son problemas mucho más importantes que legislar sobre la infidelidad.

Esta propuesta refleja otros problemas que no son tan irrisorios, ya que mientras nuestros políticos pierden el tiempo, la violencia doméstica o el maltrato infantil afectan a miles de familias. Según el reporte estadístico de Medicina Legal, en 2022 aumentaron en 20% los casos de violencia intrafamiliar comparado con el 2021. Lo anterior sin tener en cuenta los cientos de casos que nunca son reportados por presión social y por la ineficiencia de las instituciones. En este punto, es válido preguntar ¿Dónde están los esfuerzos de Karina Espinosa para proteger a los niños maltratados dentro de sus propios hogares?

Por último, sería interesante continuar esta discusión con ideas más creativas y provocadoras, ya que la monogamia no es una decisión para muchos hombres y mujeres. En consecuencia, debemos tener conversaciones claras y honestas sobre nuestras necesidades y deseos para poder redefinir algunos de los estereotipos que rigen la vida privada del ser humano.

Esta propuesta refleja otros problemas que no son tan irrisorios, ya que mientras nuestros políticos pierden el tiempo, la violencia doméstica o el maltrato infantil afectan a miles de familias. Según el reporte estadístico de Medicina Legal, en 2022 aumentaron en 20% los casos de violencia intrafamiliar comparado con el 2021. Lo anterior sin tener en cuenta los cientos de casos que nunca son reportados por presión social y por la ineficiencia de las instituciones. En este punto, es válido preguntar ¿Dónde están los esfuerzos de Karina Espinosa para proteger a los niños maltratados dentro de sus propios hogares?

Si la infidelidad es un problema tan común, hay que reconocer que la monogamia es solo una opción y no necesariamente la mejor para todos. En lugar de perder el tiempo con una ley que prohíba los “cachos”, reflexionemos sobre la importancia del diálogo o la posibilidad de no tener una pareja o tener más de una pareja —si los involucrados están de acuerdo—. Cada día menos personas optan por contraer matrimonio porque precisamente se identifican con una idea de familia cada vez menos restrictiva.

Tal vez nos falte tiempo para acostumbrarnos a estas nuevas realidades, pero la solución no es imponer una idea de familia que probablemente nunca existió. Nuestras ideas deberían representar los cambios que ya están ocurriendo, es hora de que hablemos sobre lo que en realidad está pasando en nuestras sociedades.

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